La sociedad de masas. El control de la opinión pública. Parte II

Por Ricardo Vicente López

Parte II
(ver parte I acá)

Un comentario introductorio: El fenómeno de la sociedad de masas era una novedad sociopolítica en el concierto del mundo moderno europeo cuyas banderas proclamaban la emancipación del hombre, de las “ataduras medievales que la habían maniatado durante siglos”. La masa, por ser un fenómeno social, fue estudiada abriendo, posteriormente, un ancho camino para investigaciones sobre la problemática que presentaba. Desde la comprensión más profunda del fenómeno, hasta el diseño técnicas de manejo de esos conjuntos que posibilitaran su manipulación. Ofrecía dos caminos posibles, de amplio interés del establishment: desde la instrumentación política y esto abría un abanico importante, hasta la utilización para un mercado comercial en expansión, que sería conocida luego como publicidad [1]. Para una mejor comprensión aceptemos la definición:

«La Modernidad es una categoría que hace referencia a los procesos sociales e históricos que tienen sus orígenes en Europa a partir del acontecimiento ocasionado desde el Renacimiento. El movimiento propone que cada ciudadano fije sus metas según su propia voluntad. Esta se alcanza de una manera lógica y racional, es decir, sistemáticamente dándole sentido a la vida. Por cuestiones de manejo político y de poder, se trata de imponer la lógica y la razón, negándose a la práctica de los valores tradicionales o impuestos por la autoridad».

Amigo lector, he subrayado el énfasis puesto en la aparición del nuevo sujeto: el ciudadano, palabra que  significa: “miembro pleno de una comunidad, tener los mismos derechos que los demás y las mismas oportunidades de influir en el destino de la comunidad”. Para los primeros siglos de la Modernidad quedaba claro que el concepto hacía referencia a una persona de la ciudad (de allí ciudadano). Esto ocultaba, por situaciones especiales de la época, que quedaban excluidos todos aquellos que habitaran fuera de la ciudad. Esto no se decía pero quedaba implícito. La exaltación de ese ciudadano era el gran tema para la mayor parte de los intelectuales de los siglos XVIII y XIX.

Traigo esto a su consideración porque toda esta problemática es totalmente ignorada por los investigadores  y analistas del siglo XX. Funciona como un piso de ideas que no admiten debate. Ello nos permite tomar nota del desconcierto de los hombres políticos de la época que se encontraban frente a personas que parecían no responder al perfil de los hombres de la Ilustración. Siguiendo los pasos de las reflexiones del politólogo licenciado Nuño Rodríguez, que lleva años diseñando campañas de Comunicación política, es un reconocido experto en las técnicas de manipulación social, voy a  convocar a dos sociólogos de aquella época, contemporáneos entre sí, de fines del siglo XIX, para encontrarnos con los resultados de sus investigaciones, que sobresalieron en el tratamiento del tema.

El primero, en un orden arbitrario, es Gustave Le Bon [2] (1841-1931), es el autor del libro La Psicología de las Masas en el cual nos ofrece un análisis de la multitud, (ruego prestar atención al espíritu que sobrevuela a estas palabras:

«Una multitud es un ser transitorio, conformado por elementos heterogéneos que se juntan momentáneamente para formar un ser vivo… para que un grupo de individuos conformen una multitud, con sentimiento y comportamiento propios, se necesitan elementos que desplacen la consciencia individual dejando paso a la inconsciencia grupalLa masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado. Pero, desde el punto de vista de los sentimientos y de los actos que los sentimientos provocan, puede, según las circunstancias, ser mejor o peor. Todo depende del modo en que sea sugestionada».

Le Bon sostenía que, si bien los individuos de una misma raza o sociedad podían ser intelectualmente dispares, les unía sentimientos y pasiones comunes. En el imaginario de Le Bon para que la multitud surja es necesario que la consciencia individual sea desplazada; así unos cientos de individuos congregados en una plaza no constituyen, por sí, una multitud en términos psicológicos, es decir que es necesario una influencia exterior común de otras causas::

«El individuo ha de enajenar sus sentimientos y pensamientos a la colectividad de la multitud. Hay tres elementos básicos que forman una multitud, el primero es la sensación de fortaleza grupal, el individuo se convierte en un irresponsable ser anónimo. El segundo elemento reside en el contagio social, la hipnosis colectiva; un individuo es capaz de sobreponer los intereses del colectivo a sus intereses particulares; el tercero es la sugestión».

Con estas líneas generales, la psicología de masas nos explica algunos aspectos del funcionamiento de este fenómeno, acerca del individuo sumido en la masa, que carece de la consciencia individual, se enajena a una inconsciencia colectiva, en la que la sugestión y el contagio le convertirán en un ser irracional. De todo esto se puede sospechar que Le Bon está anticipando el concepto y las posibilidades técnicas para la manipulación de las masas. Están apareciendo los elementos fundantes que fueron utilizados, posteriormente por los investigadores estadounidenses del siglo pasado. Para Le Bon:

«La creación de las leyendas que tan fácilmente circulan entre las multitudes no es solo la consecuencia de su extrema credulidad. Es también el resultado de las prodigiosas perversiones que de los eventos se experimentan en la imaginación de una multitud; la narrativa simplificada es la forma de transmisión de ideas entre la multitud, hoy en día [principios del siglo XX] no se distribuyen ideas entre la sociedad de una manera diferente».

Una de las más interesantes reflexiones de Le Bon sobre la mentalidad de las masas se refiere a la forma en que ellas gestionan su proceso cognitivo:

«La multitud piensa en imágenes y estas imágenes inmediatamente llaman a otras imágenes. Las imágenes no tienen conexión entre si […] la razón podría mostrarnos que no hay relación entre las imágenes, pero la multitud es ciega a esta verdad».

Profundizaba más aún Le Bon en referencia a la mentalidad de las multitudes indicando que las ideas sugeridas a ellas han de tener una forma simple, que se pueda traducir en imágenes. Las ideas no tienen, ni siquiera, que estar relacionadas unas con otras. Para Le Bon sugerir ideas a la multitud es como proyectar diapositivas de una linterna mágica; las ideas más contradictorias pueden verse juntas en la mente de la multitud. Este concepto de proyección de ideas sobre el grueso social parece hoy una profecía del sistema mediático actual. Las ideas de este investigador han sido contestadas en varias épocas y academias, pero hoy en día siguen siendo vigentes y comprobables sus tesis en los think tank [3] de Occidente. Del mismo modo hoy se afirma que:

«Las multitudes que solo saben pensar en imágenes solo pueden ser impresionadas por imágenes. Solo las imágenes pueden aterrorizar o atraer a las masas. Los sentimientos sugestionados por imágenes es lo que puede llevar a motivar un acto».

Sin duda Gustave Le Bon ha sido uno de los autores que más han influenciado a las elites y a los líderes políticos del siglo XX.

Gabriel Tarde [4] (1843-1904) el otro sociólogo, es también criminólogo y psicólogo social. Para la escuela sociológica de criminología, que concibió la sociedad como un producto de la vida social, basada en pequeñas interacciones entre individuos. En la cual la imitación y la invención eran centrales. Este investigador obtuvo el reconocimiento científico de los círculos académicos, en cambio Le Bon fue considerado un vulgarizador de ideas. Sostenía Tarde que las multitudes eran un producto de las zonas urbanas industriales y que, por su desvinculación de las instituciones tradicionales, junto con la exposición a diversos estímulos, padecen su inquietud. Sugería que tanto las multitudes como las sociedades responden a dinámicas similares.

Este autor juega un papel clave para entender el paso de la psicología a la sociología que había creado, medio siglo antes Auguste Comte (1798-1857) y ofrecía un camino histórico posible para salir de la comunidad y entrar en la sociedad. Quien había acuñado esta dicotomía para explicar las transformaciones en el paso de la sociedad tradicional a la sociedad moderna fue el sociólogo alemán Ferdinand Tönnies (1855-1936). Tarde sugería que esa transformación histórica fue el marco propicio que posibilita los estudios de la psicología individual dando lugar a la psicología grupal, fenómeno que se consiguió  a través de la imitación. Desarrolló esta tesis en su libro Las Leyes de la Imitación (1890):

«La sociedad consiste en una enorme red de imitaciones y la imitación es una suerte de sonambulismo. Es una visión de la relación grupal humana que cambia la forma de ver a la nueva sociedad: la congregación de las multitudes puede no ser física, sino que puede ser una conexión psíquica generada por los medios de comunicación. Una multitud puede congregarse físicamente, pero una conexión psíquica producida por los medios de comunicación crea un ente social nuevo; los medios de comunicación crean su Público».

Amigo lector, voy acumulando ideas e investigaciones buscando las raíces de las ciencias de las academias. Estas alimentan hoy los medios de información cuya tarea es ir creando una conciencia colectiva cada vez más manipulable. Este objetivo dio lugar a la búsqueda imprescindible de instrumentos para resolver la conflictividad social y política que las desigualdades crecientes van creando. Si las masas aparecieron en los comienzos del siglo XIX, lo que se ha podido detectar es el esfuerzo posterior constante para masificar, más aún, logran sociedades urbanas dotadas de una conciencia maleable y dócil.

[1] Recomiendo el documental de la BBC de Londres, disponible en www.ecoportal.net/videos2/el-siglo-del-yo-documental/ El siglo del Yo.

[2] Sociólogo y físico francés, aficionado, esta formación signó su modo de pensar la sociedad: por sus aportaciones sobre la dinámica social y grupal.

[3] Un think tank, laboratorio de ideas, instituto de investigación, gabinete estratégico, centro de pensamiento o centro de reflexión​​ es una institución o grupo de expertos de naturaleza investigadora,

[4] Sociólogo, criminólogo y psicólogo social francés. Concebía a la sociedad como basada en pequeñas interacciones psicológicas entre individuos (a la manera de la química), donde las fuerzas fundamentales serían la imitación y la innovación.