Por Ricardo Vicente López
Parte III – Pûede leer la parte II acá.
La comunicación, fenómeno esencial constituyente de lo humano, ha sido conmocionada en las últimas décadas por el impacto de la “revolución tecnológica inteligente”. A partir de allí nada ha sido igual. Esto puede verificarse especialmente en el ámbito de la comunicación televisiva: satélites que comunican el mundo entero, pantallas que muestran una misma escena desde distintos ángulos simultáneamente, fragmentándose, otro tanto puede ocurrir con diferentes programas; el tiempo y el espacio superpuestos, trastocados, indiferenciados, etc., no son más que algunas de las enormes posibilidades que la técnica pone al servicio del “comunicador”.
Y con tan grande abanico de posibilidades técnicas puede mostrarse la realidad en sus múltiples facetas, que nunca serán todas, porque habrá siempre un recorte y una selección, como no puede ser de otro modo, entonces tampoco reflejarán la verdad. Claro está que reside allí uno de los más grandes peligros a que se ve expuesto el mundo de la comunicación. El recorte y la selección de los fragmentos en manos de aquellos que intentan manipular la opinión pública es hoy un elemento que no debe ignorarse. De allí la imperiosa necesidad de formar un “consumidor crítico” de los medios, que sepan “decodificar” los mensajes implícitos en la cascada informativa que se recibe diariamente.
Todo esto viene especialmente a cuento porque hace ya unos cuantos años nos ha visitado el Dr. Jean Mouchon, Profesor de la Universidad de Lille III (París), especialista en el análisis del impacto de la comunicación tecnológica en la opinión pública. Él ha estado trabajando en el Instituto que dirige en la investigación de la transformación del mensaje político, en los últimos cincuenta años, con la aparición de la televisión como instrumento comunicacional. Ha dado conferencias en casi todas las Universidades más importante del planeta sobre temas de su especialidad y es hombre de consulta del Gobierno francés en la materia. En un trabajo que nos adelantó en aquella oportunidad, cuyo título nos va poniendo en tema “La información política como arma de doble filo” analiza el giro que ha ido tomando este tipo de comunicación, partiendo de casos europeos.
Parte del análisis de la noticia como un producto más del mercado de consumo, la piensa como la “información-mercancía”. Lo sorprendente para nuestros oídos, acostumbrados a las “bonanzas” de las privatizaciones, es leer lo siguiente: “La privatización de la televisión cambió bruscamente la naturaleza de los programas en la generalidad de los canales”, amigo lector, está hablando de Europa. “Atada a su fuente de financiación, la empresa televisiva comercial no renuncia a su misión primera que es asegurarse la máxima audiencia”. Se puede entender entonces que siguiendo esta lógica de lucro se haya ido lentamente sustituyendo los programas culturales por los “reality-shows” (¡también en Europa!). Esto nos demuestra que, cierto modo de entender la globalización y de aceptar un solo modelo de ingreso a ella, el estadounidense, hace que nos llegue a mucha mayor velocidad su repetición burda. El estudio de los modos posibles de posicionar nuestro país en ese esquema, con un desprecio, sin antecedentes, sobre nuestra posibilidad de negociar un modelo propio.
La política no escapa a esta lógica y ha ido aprendiendo del marketing televisivo todas “los artificios y modelos de comunicación” de la publicidad. Por ello:
«El proceso de mercantilización del producto informativo y la sujeción de lo político a los métodos del marketing, indican las direcciones que debemos examinar para explicar las redefiniciones en marcha, en estos últimos años, y medir sus efectos».
A este respecto cita una cantidad asombrosa de manipulaciones de la imagen para comunicar la noticia, desde “el tratamiento mediático grotesco del desembarco norteamericano en Somalia, tenemos el derecho de preguntarnos sobre las finalidades del sistema informativo”. Esta distorsión de las imágenes y la consecuente manipulación de la opinión pública lo llevan a citar al Cardenal Jean-Marie Lustiger (1926-2007) quien expresó, hace unas décadas, “Tengo miedo de los medios”.
El telespectador sometido a un exceso de “exposición mediática” consume sin discriminar imágenes que se precipitan como en un caleidoscopio [1], de este modo “pierde su capacidad de abstraer y por lo tanto de poner en perspectiva lo que se le propone”. Respecto de la Guerra del Golfo dice:
«Las imágenes de alta tecnología, mostradas desde el comienzo del conflicto de manera reiterada, definieron la naturaleza de la cobertura propuesta: se soslayaba la información propiamente dicha en provecho de una voluntad de ocultar las atrocidades de la guerra… El hecho de que la imagen haya podido permitir una falsificación increíble de la realidad hasta el punto de que la guerra llegó a parecer algo propio de un universo lúdico. Además el hecho de que nunca se habló de los muertos iraquíes, dan la inquietante medida de la situación».
Está hablando de la CNN que controla una parte importantísima del tráfico informativo mundial. Cita a Serge Daney [2] (1944-1992) quien afirmó unas muy duras palabras:
«Entramos en un período en el que la imagen ya no existe más que desde el punto de vista del poder»
La imagen política también es una “imagen de composición” y las campañas están sólidamente asesoradas por profesionales de esa disciplina que saben cómo mostrar una realidad, distorsionándola hasta el margen de lo aceptable por el público, para mantener la credibilidad. Todo ello está llegando a una situación, en el ámbito de lo político, en la que el discurso, instrumento esencial de la comunicación política, fundamentalmente en su aspecto argumentativo, está siendo reemplazado por la imagen. De este modo estamos siendo espectadores de una traslación de la lógica política a la lógica del marketing. Los debates televisivos, estilo de confrontación política que tuvo origen en los E.E.U.U., han ido imponiendo los cánones de la televisión por lo que se ha ido pactando entre los actores políticos: tiempos de exposición, cantidad de cámaras a utilizar, los escenarios, el moderador, ángulos y planos de las tomas, etc., y estos requisitos han ido subordinando el discurso a las condiciones del medio. De todo esto ha hablado el Dr. Mouchon en el seminario que dictó en la Universidad Nacional del sur.
Ha sido especialmente interesante la reflexión que propuso sobre un video que produjo la televisión estadounidense respecto del primer debate político entre dos candidatos a presidente, en aquel caso: John F. Kennedy y Richard Nixon. Después de él se estudiaron la necesidad de introducir modificaciones en los modos de comunicación política en los EEUU, haciendo especial énfasis en los debates entre los diversos candidatos. La experiencia que se recogió de ellos hizo que en los posteriores debates se pactaran por contrato las modalidades de las campañas con todo detalle. Todo ello fue transformando la política electoral en los modos y las técnicas que imponía el medio televisivo.
Estas experiencias permitieron comprender mejor la famosa frase: “El medio es el mensaje” acuñada por el filósofo canadiense Marshall McLuhan (1911-1980). Este pensador influyó en la cultura contemporánea por sus estudios sobre la naturaleza y efectos de los medios de comunicación en los procesos sociales. Revolucionó con sus teorías lo que se conocía hasta el momento sobre el potencial de los medios de comunicación en la sociedad; por ello fue considerado como uno de los profetas de la información de masas.
En esas décadas, otros contemporáneos hablaron de estos temas como Walter Lippman y Eduard Bernays, sobre los cuales he publicado varias columnas. Lo importante de todo ello es rescatar una reflexión que nos ilumine sobre cuantas de las cosas que hoy aceptamos con mucha naturalidad son el resultado de investigaciones muy serias que aportaron métodos para una, cada vez mayor, manipulación de la opinión pública. Propongo ahora releer la frase, ya citada, del investigador George Gerbner:
«La verdadera significación revolucionaria de las comunicaciones modernas es su capacidad para “construir un público».
Una de las más tristes consecuencias fue la aparición de una supuesta “ciencia social”: el marketing político, y que numerosas universidades (privadas y algunas públicas) ya la han incorporado a sus planes de estudio, con una ingenuidad o perversión política que me sorprende: estoy hablando del arte de manipular la opinión de públicos masificados.
Sigue acá: parte IV
[1] Instrumento óptico que consiste en un tubo con dos o tres espejos inclinados y cristales de colores en su interior, dispuestos de tal manera que si se mueve el tubo y se mira en su interior por uno de sus extremos, se pueden ver distintas figuras geométricas simétricas.
[2] Fue un influyente crítico de cine francés, que tuvo resonancia sobre todo en Europa.