La sombra del progreso: Transhumanismo – Por César Maltrago

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Por César Maltrago

La filosofía de la historia vigente en occidente no puede escapar de una teleología o una idea de linealidad, progreso o evolución. Existe una escatología inherente a la idea de humanidad como conjunto o entidad metafísica. La secularización de la idea de progreso presente en el judeocristianismo ha traído consigo una deificación del hombre que ya estaba presente de manera inmanente. El símbolo principal de lo que aquí menciono es el árbol prohibido, el árbol de la ciencia y el conocimiento; ese sobre el cual reflexiona el gran escritor Pio Baroja. Si algo prima en el hombre occidental es la ligazón de todos sus actos a una practica utilitaria. En cierto sentido el hombre occidental admira a Platón en su vertiente política y sociologista despreciando su ontología base o axiomática. Podemos decir que el hombre occidental (si es que podemos hablar legítimamente de tal sujeto) pone el peso, el sesgo de su pensamiento y cognición en la tecné. Considera toda forma de espiritualidad o mitología parte de un conglomerado obsoleto de su ser. Pura superstición pertinente, pero innecesaria.

Hay un optimismo radical en su forma de concebir la ciencia. Su idea de saber siempre va ligada a un fin último de carácter servil o utilitario. Existe una ruptura entre saber, mística, bien y belleza a través de la recuperación del Renacimiento en la Ilustración. « La curiosidad es deseable porque nos sirve» No hay una entrega desinteresada hacia el misterio, el saber o el conocer, «una mirada cegadora hacia el sol», El hombre occidental ha edificado sus sociedades sobre la búsqueda de un paraíso ortopédico. Su ansia es suplantar al viejo Dios, al theos misterioso y arcaico (representante del universo, la totalidad y lo ignoto). Busca entronarse tal que Napoleon. Busca implantar una teología antropocéntrica a través de un absolutismo humanista e hipócrita. Toda forma de conciencia implica una teodicea que tiene su origen en la pura utilidad evolutiva.

Muchos de los llamados «progresistas» prefieren correr un tupido velo cuando se acentúa el origen mezquino de muchos de los saberes adquiridos a través de la guerra, la sangre o la violencia. Prefieren ver la bondad última y utilitaria de una radiografía, que el sacrificio inherente al descubrimiento del radio y sus propiedades (ref: Marie Curiey su muerte). Nadie quiere mirar un rascacielos pensando en la cantidad de muertes sacrificiales que han tenido lugar en sus alturas. No se ve el andamiaje de la construcción, sino su belleza y majestuosidad exclusivamente. Es el caso paradigmático de las catedrales. Lo mismo ocurre con muchos avances médicos . ¿Cuantos inventos han tenido un origen pragmático sobre el campo de batalla o en su preparación? Esto lo recalca muy bien Hannah Arendt en su libro: “Los orígenes del totalitarismo”.

El ser humano ha entendido la idea de sacrificio a la perfección desde la misma idea de destierro o exilio (lo que ocurre es que no quiere desvelarla o hacerla consciente). La raza de Cain es meta-sacrificial como bien indica el relato (se trata del mismo mito agrícola de Seth y Osiris). La idea de paraíso y sacrificio van ligadas a modo de nudo gordiano desde el mismo Génesis. Esta no es una idea exclusivamente judeocristiana como podemos comprobar. Sería una ingenuidad pensar tal cosa; ya que detrás de ese monoteísmo supuesto se encuentra un henoteísmo encubierto de características sincréticas. La violencia, la sangre y el horror es algo atávico en el ser humano y se muestra muy patentemente en el neolítico. Muy probablemente el culto hacia ciertos animales y figuras zoomórficas haya tenido su origen no solo en la majestuosidad de sus fuerzas sino en su servidumbre. Quizás exista un nexo inseparable entre el sacrifico, la compasión y la conciencia. Porque ¿Donde existe exactamente ese salto que se da biologicamente entre la animalidad y lo puramente humano? ¿Qué es lo esencialmente humano? ¿No es cierto que muchos animales están dotados de conciencia en cierta medida? (* Derrida)

«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel» (Juan 1, 29-34).

Jung demuestra cierta nivelación evolutiva en la suplantación de las violentas muertes humanas y animales con la implantación del cristianismo. Nótese que en la liturgia, el cuerpo de Dios es ingerido por la asamblea a modo de pan, y su sangre en modo de vino, agrupando en sacrificio a los que comulgan en dicha asamblea (eclesia) (de ahí la idea del oro y el excremento, sol y excremento en Bataille y Dalí). Podríamos decir paradójicamente que sin idea de ungido o Christos no existe ilustración francesa ni iluminismo alguno (a pesar de las criticas cristianas hacia el liberalismo ilustrado). Occidente ha osado saltarse las primeras paginas del libro para entronarse en su altar sagrado de prepotencia y antropocentrismo escatológico.Los mismos creyentes han desechado sus símbolos y se han quedado exclusivamente con el rito; por miedo a la conciencia o a la locura; ambas íntimamente ligadas por el mismo hilo.

Vanidad de vanidades y sabiduría están situados equidistantemente como paralelas en una geometría euclidiana. Es decir, uno simboliza una aventura a través de la inconsciencia y el otro un utilitarismo instaurado en la naturaleza a través de la consciencia. Lo irracional y lo racional. Por ejemplo, fíjese uno que en los arcanos mayores del Tarot, el primero es el mago y el ultimo es el loco. El mago etimológicamente hace referencia a lo sobrenatural, a lo que tiene poder sobre la naturaleza y aparece representado normalmente con la estrella flamígera, la espada y el cáliz. El loco por su parte aparece representado como extraviado, con un petate de aventurero, cayendo hacia un precipicio. Esta alegoría es básica para entender el carácter humano.

Todas las doctrinas religiosas plantean en si mismo una forma de teodicea, una búsqueda de la conciencia, un replanteamiento de lo estrictamente natural, instintivo; de lo que esta sujeto a la necesidad. Esto es sumamente exquisito para las nuevas sectas new-age. Sin dicha alienación no se podrían vender clases de yoga, talleres de mindfullnes, coachs y diversa hez sincrético-capitalista. Podemos decir que el pensamiento occidental adolece de automatismo en su ultra-racionalidad (y por consiguiente necesita vías de escape). Eso fue a lo que Marx denominó alienación muy sabiamente y Heidegger: ser en la novedad o en la habladuría. Hemos de reseñar que la teoría marxista tiene su clave de bóveda en el fetichismo de la mercancía y la de Heidegger en el existencialismo cristiano de Kierkegaard.

El occidental se esfuerza en pegar tiros al astro rey defecando sobre el misterio. “Esto es un sin Dios” declamaba la Guardia Civil en la magnífica película de Cuerda. Probablemente de esta coyuntura de la que hablo, de esta amputación de la conciencia surja una de las mejores obras de Huellebecq: “Sumisión”. Probablemente Hullebecq se haya familiarizado en su laborioso estudio filosófico con las obras de J. Evola o René Guénon como muy bien queda reseñado en el desenlace (no spoilers).

¿Donde ha dejado el hombre su espiritualidad? ¿En que momento no se percató de la maniobra spinozista de hipostasiar el espíritu en la materia? El positivismo racionalista, el mecanicismo y el utilitarismo serán las tumbas de Occidente (un lastre, su tara fatalista). Occidente solo ve el desván y no le importa salvaguardar ni el segundo peldaño de su quebradiza escalera. Aborrece toda forma metafísica de manera casi fóbica. Y es que no hay mayor aberración para la ciencia que el ateísmo.

Vivimos en una sociedad donde se encumbra el saber científico sin conocer su metodología ni su proceder. Es decir, se encumbra la ciencia de manera acrítica, anti-científica y se glorifica el progreso de manera irracional por miedo a la sombra jungiana de lo irracional, es decir, por todo lo que conlleva la conciencia plena de la idea de progreso. Es una especie de mitificación del argumento de autoridad, de carácter cuasi religioso.

La idea de suplantar a Dios humanamente puede resultar un poco urticante para un ser acostumbrado al cinismo y la hipocresía en su que-hacer cotidiano y mundanidad. Simplemente es algo subyacente que no debe ser mentado, una sombra útil. El ser destinado a gobernar sobre las bestias se avergüenza de su bestialidad, de su bestialidad progresista (pues él es zoon politikón).

Un ser destinado a recibir el don de la conciencia, con un lugar privilegiado en el universo no puede permitirse hacer consciente su arcaica sombra. El ser humano se ha vuelto impío gracias a Dios. Quizás por ello este destinado a convertirse en la extensión ortopédica de sus creaciones o macro-creación escatológica. El ansia por la persecución teleológica del Homo-Deus y la eternidad esta más cerca de Nosferatu que del adanismo original. Y como decía Cioran la eternidad debe ser un verdadero coñazo y penitencia…

Fijense como Prometeo (simbolo de lo luciferino) esta ligado al fuego, al sacrificio, al comercio, al robo… En muchos parlamentos Europeos e instituciones podemos ver simbolizado un velo y el caduceo hermético precisamente. Es infinita la ambición humana. La sociedad de expertos tecnocrática no es solo más que un paso hacia el cerebro universal o cerebro colmena (ultratecnologico); una empresa integrada en la misma mitología humana (con reminiscencias panteístas), un intento de superación de la vida terraquea, sujeta a la necesidad y la violencia. Pues para las élites iniciadas, el planeta tierra no es más que una nave efímera.

El ateo occidental, revulsivo ante el espíritu e inmerso en su progreso, busca clases de yoga o cantidades ingentes de bromazepam, diazepam o alprazolam para hacer ligero su progreso. ¡Viva el progreso! – como decía Boris Vian, y parafraseó Krahe.

Quizás el odio occidental hacia lo espiritual y su heredada «vanidad de vanidades» totalitaria y mesiánica se deba a una concepción deformada de la deidad y del universo, así como un miedo aberrante hacia la locura y la genialidad. Quizás el hombre occidental solo busca un espejo sombrío donde reflejarse (por eso necesita del arte, para curarse de si). Quizás el destino del hombre sea contemplar su propio infierno después de haber matado a Dios. El hombre habrá matado a Dios pero la caricatura del hombre grita desde el final del museo de cera: ¡El hombre ha muerto, viva la ortopedia divina.!

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14)

-Referencias:

Paraíso Perdido de John Milton

Metafisica de Spinoza

La Biblia

Amanece que no es poco

Condercet

Hegel

Marx

Heidegger

Julius Evola

Rene Guenón

Boris Vian

Marie Curie