Por Ricardo Vicente López
En el tratamiento analítico que le he estado proponiendo he dedicado una serie de columnas al tema de la comunicación. En homenaje a los pocos periodistas que quedan (es decir aquellos que no se sometieron a las mieles del dinero – por diversos precios-) voy a proponer un comentario al artículo publicado por Washington Uranga (1963) [1]. Lo elijo no porque lo crea el mejor, buenos hay todavía unos cuantos, sería muy difícil encontrar un criterio de evaluación y además, no soy yo el mejor formado para ello. Su palabra está avalada por su larga y fructífera trayectoria: es periodista, docente e investigador de la comunicación. Se ha especializado en temas vinculados con la ciudadanía, la participación popular, las políticas públicas y la planificación de procesos comunicacionales. Dicta cursos de grado y posgrado, fue director de la Maestría en Planificación de Procesos Comunicacionales (UNLP) y de la Maestría en Periodismo (UBA) y actualmente dirige la Maestría en Comunicación Institucional de la Universidad Nacional de San Luis.
El mundo del periodismo
La tarea del periodista es para Uranga un tema muy importante que requiere reflexiones serias y profundas, para repensar la profesión y las condiciones actuales en la que se desenvuelve. Dice, en su artículo, no pretender proponer una agenda exhaustiva de temas, sólo propone dos aspectos que considera relevantes: el periodismo y los desarrollos tecnológicos info-comunicacionales, por una parte, y las condiciones de trabajo de los periodistas, por otra:
«Más que certezas o consideraciones cerradas, lo que aquí se intenta es abrir una agenda que, sin duda, puede ser enriquecida por muchas otras cuestiones y desde diferentes perspectivas. Es también una convocatoria para que, por los caminos que se deseen, se puedan profundizar mediante reflexiones necesarias para la profesión de cara a su servicio a la sociedad».
Subraya, y da por sabido, la importancia del desarrollo de las llamadas tecnologías de información y comunicación (TIC) sobre la labor periodística. Encuentra, en este aspecto, un permanente desafío para el periodista que interpela e interroga a quienes trabajan profesionalmente, dada la velocidad del cambio que proponen. Señala, por otra parte, que todo ello afecta el consumo de la información considerando la multiplicidad de fuentes que el lector tiene a su alcance. Esto lo lleva a decir que «Las audiencias participan también de la producción constituyéndose en “prosumidores” [2], aunque este tema sea un poco vidrioso. (Yo preferiría evitar del lenguaje marketinero y colocar al periodista en el inventario de los escritores. Este concepto, por sí mismo, deja de lado la gran cantidad de plumíferos [3].
«La circulación de noticias y datos por Internet modifica sustancialmente la forma como los periodistas acceden a sus fuentes… queda cuestionada la imagen del “periodista de a pie” que participaba como observador privilegiado de los acontecimientos con sus zapatos plantados en cada uno de los escenarios, entrevistando directamente a los interlocutores y obteniendo de ellos la información de primera mano».
Advierte sobre un cambio que se ha ido produciendo en el paso de ese “periodista de a pie” hacia un “periodista de escritorio” que se ve desplazado de ser un protagonista de la información para pasar a ser un analista del cúmulo de información que recibe de múltiples fuentes. No significa que, dice Uranga:
«El periodismo no ha descartado hoy el acceso directo a las fuentes. Pero no se puede desconocer que en no pocos casos se hace “periodismo de escritorio”… cuya tarea principal es estar atentos a las redes, a los portales y canales de noticias, para obtener de allí el insumo para su tarea. En demasiadas oportunidades la instantaneidad informativa se sitúa por encima de la comprobación de la veracidad a través de formas idóneas. El resultado es la reiteración de los mismos temas de agenda, casi sin matices y apenas diferenciables por los acentos político-ideológicos que imponen cada una de las empresas».
Este modo de trabajar tiene la dificultad de estar sometido a la “información-noticia” en la que termina imponiéndose el concepto “noticia”; algunas informaciones han pasado por varias manos por lo cual se desconoce su autenticidad, por ello el periodista se ve enfrentado a violar una base de su código comunicacional: «no hablar de lo que no ha comprobado personalmente: dando por ciertas afirmaciones y sentencias sin certezas sobre su veracidad». Es importante reflexionar sobre qué es lo específico de “la noticia”.
Apelemos a la experiencia de Euronews, canal de noticias multilingüe, el más visto en Europa. Ellos afirman una definición práctica de “noticia”:
«Una de las primeras lecciones de las facultades de periodismo de todo el mundo es que «si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si ocurre lo contrario sí lo es, por lo inaudito».
Si la condición para merecer ser una noticia es ser inaudita y veamos la definición de este vocablo por la RAE: «Es lo que no puede admitirse o tolerarse y, como tal y merece ser rechazado». Sin embargo la noticia, para el periodista, merece ser tal por su contrario: necesita ser admisible, creíble. En un periodismo mercantilizado cualquier información que reúna estas condiciones debe además ser una “primicia”: «la que se hace pública por primera vez». ¿Dónde quedó el valor informativo de su contenido? En la carrera por llegar primero puede ganar quien no se movió de su asiento y, con mucha imaginación e ingenio, escribe una novedad, cuyo valor único radica en no haber sido nunca oída antes, por nadie.
La honestidad de Washington Uranga le impide abordar estos temas. Él, con mucha razón, debe pensar que eso no es periodismo y yo comparto ese modo de pensar. Llegados a este punto, amigo lector, podrá comprender mi osada definición, que apareció más arriba: «homenaje a los pocos periodistas que quedan». Necesito justificarme ante Ud., por la soberbia que contiene la afirmación. Ahora voy agregar otra razón por la cual digo que quedan pocos. No es que no haya muchos sino que quedan muy pocos, que no se han dejado comprar por las empresas periodísticas (aunque el calificativo les quede grande). En la medida en que la información se ha convertido en mercancía, esta se mueve por las leyes de la oferta y la demanda, tiene precio.
¿Cuándo una cosa se convierte en mercancía? Una mercancía es cualquier objeto, material o ideal, factible de ser comercializado o intercambiado en el mercado. Se caracteriza por poder satisfacer alguna necesidad del consumidor. Es decir, una mercancía es cualquier bien que las personas pueden comprar y/o vender. Al hablar de periodismo deberíamos adecuar algunos términos de esta definición, pero, Ud. me entiende.
«En este sentido, y al contrario de lo que podría sugerir la idea del desarrollo tecnológico, hay un progresivo empobrecimiento de la calidad informativa, también porque resulta difícil establecer la trazabilidad de la noticia desde la fuente original dado que en muchísimos casos se generan reiteraciones sin referencias. Todo esto constituye una realidad que, por cierto, no debería desligarse de las condiciones de trabajo de los periodistas».
El negocio del periodismo
Dedica Uranga unos párrafos a un tema que ya he comentado, pero en este caso lo dice un veterano de la profesión con sobrados méritos que dan valor a sus palabras:
«La mayoría de las empresas periodísticas hoy son multimedias y forman parte de corporaciones complejas, con intereses económicos y políticos. Esto tiene por lo menos dos consecuencias para quienes ejercen el periodismo. Ya no se trabaja para un diario, una radio o un canal de televisión, sino para todos ellos al mismo tiempo bajo la autoridad del mismo patrón… pero por el mismo salario. Al mismo tiempo, la presión laboral aumenta y las condiciones laborales empeoran en gran parte de los casos».
En este sentido, todavía no cabe pronosticar que se esté produciendo una sustitución de los periodistas por las máquinas y las tecnologías. Pareciera, por el contrario, que «el desarrollo abre nuevas oportunidades de producción y desafíos a la creatividad». Sin embargo, las razones económico-financieras atentan contra la estabilidad y el nivel de las remuneraciones de los periodistas:
«Mientras tanto las empresas periodísticas maximizan su producción, optimizan costos y muchas veces obligan a sus trabajadores a realizar tareas ajenas a la profesión. Hay una nueva figura del periodista “polifuncional” que además de recabar la información, hacer investigación y producir la noticia, tiene que tener también conocimientos de edición de audio y video, y hasta de manejo de otros recursos digitales vinculados con la emisión del producto final. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) viene haciendo observaciones permanentes sobre este tema».
Todo este complejo proceso no augura ventajas para el profesional del periodismo. Por el contrario habla por lo menos, para tiempos futuros a la vista, de un mayor deterioro de las condiciones laborales. La concentración de la propiedad en manos de las multinacionales tiende a lo que se podría denominar la proletarización de las mayorías de los periodistas y una elitización de unas pocas plumas mercenarias.
[1] Es periodista, docente e investigador de la comunicación. Su campo de especialización son los temas de comunicación vinculados con la ciudadanía, la participación, las políticas públicas y la planificación de procesos comunicacionales.
[2] Prosumer es la palabra original en inglés, es la combinación de producir y consumir (productor y consumidor respectivamente) y fue definido por Alvin Toffler (1928-2016) como un consumidor que producía varios de sus bienes y servicios.
[3] Despectivo Se aplica al que escribe o habla, al periodista mediocre, que se cree genial pero, en realidad no pasa de chato y vulgar. Hoy el concepto es restrictivo, dado la variedad de medios de comunicación. Yo pongo como condición ser un escritor respetuoso de la lengua castellana que funcione como un educador del habla popular.
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