Por Ricardo Vicente López
Amigo lector, le propongo la lectura de una serie de notas, que las escribiré mirando la historia desde una posición opuesta a la “oficial”, desde el revés, a la lectura que imponen los dueños del poder. Dicho con otras palabras: una historia que devele (en el sentido de la RAE: «quitar o descorrer el velo que cubre una cosa»). Para este caso deberemos correr los telones que han ocultado, durante siglos, una parte fundamental de la historia del Hombre. Ud. se preguntará ¿por qué fue ocultada? La respuesta, creo que irá apareciendo en la medida que yo vaya escribiendo la parte que deseo hacerle conocer. Le recuerdo, para hacerlo más sencillo, la letra de una canción de Litto Nebbia que denunciaba: «Si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia… ¡Quien quera oír que oiga!» Esa frase desafiante intentaba una denuncia: Hay más de una historia, y es probable que una de las ocultadas sea la verdadera.
Hace un tiempo, en vísperas de las celebraciones por el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, el investigador, Doctor Ignacio Ellacuría [[1]] (1930-1989), fue convocado por su congregación, la Compañía de Jesús, para dictar un seminario en España, sobre la verdad del suceso que se iba a celebrar. Tenían necesidad de saber la verdad sobre lo acontecido y, nadie mejor para convocar que al Rector de la Universidad de El Salvador (República de El Salvador), para que propusiera una reflexión sobre la historia de la América hispánica, a la luz del pensamiento cristiano [[2]]. Ellacuría les propuso un análisis desde una perspectiva latinoamericana, que él denominó El reverso de la Historia, lo definió, sin tapujos, con estas muy duras palabras:
«Desde el “reverso de la historia” es desde los de abajo: desde los excluidos tan radicalmente que mueren de hambre y que viven enfermos con enfermedades de pobres, o que apenas alcanzan a sobrevivir. Desde los marginados del mercado de trabajo y los servicios modernos… Desde los humillados por quienes los contratan en el trabajo, por sus líderes políticos, por los funcionarios públicos… desde el reverso de la historia, es pues, desde las mayorías latinoamericanas que viven mal porque viven como sometidos, como vencidos. Desde las víctimas, quedan los demás calificados como verdugos o cómplices, a menos que pongan su vida al servicio de la superación de esta historia…»
Leída esta definición, con nuestros ojos de habitante de las grandes urbes, se nos presentará como un discurso demasiado radical, demasiado confrontativo. Le recuerdo a Ud. amigo lector, que su autor vivió perseguido por los paramilitares, acusado de ser un guerrillero, con lo cual descalificaba para ser visto como un importante intelectual de nuestra América. Él se asumió como cristiano comprometido con la liberación de los pobres de este continente, razón por la cual fue sospechado de subversivo y, en tanto tal, asesinado, junto a varios de sus hermanos, en la sede de su Universidad.
Por las razones expuestas voy a avanzar en esta invitación para intentar acercarnos, con una mirada basada en el humanismo cristiano, para una comprensión crítica respecto de este mundo que se encamina hacia la animalización de sus habitantes.
Esto nos exige salir al cruce de la cultura burguesa, del pensamiento economicista, de cúneo manchesteriano, que ha adoctrinado a muchos estudiantes en las universidades, predicando la Biblia de la Escuela de Chicago [[3]]. Para pertrecharnos con los instrumentos necesarios para librar este combate de ideas, he propuesto contraponer la concepción humanista aplicada a la economía en oposición a la doctrina del mercado libre; comenzando por la caracterización de ésta última como un mito. En este juego, pongo el acento en la distancia, o en el des-entendimiento con las consecuencias, que ha acarreado su aplicación. Todo ello está sostenido por la ignorancia que demuestran respecto de los resultados sociales que padecen las personas que, carentes de una retribución justa por su trabajo, que se ven impedidas de acceder a ese mercado.
Equivale a decir, que en esta frase se descubren los límites de la libertad de acceso universal para aquellos que no disponen del dinero necesario − por desempleo o marginación−. La libertad está condicionada así por el dinero que se lleva para las compras («tanto tienes tanto puedes»). Dicho lo siguiente, con un dejo de ironía: es como si cobraran un precio de entrada para ingresar al mercado; el dinero disponible para comprar es la condición necesaria para la hacer el ejercicio de la sagrada libertad del mercado, según esa doctrina.
Ahora, bajo este título, voy a proponer algunas reflexiones sobre los mecanismos que quedan ocultos cuando se presenta el mercado como un mecanismo cuasi perfecto, como la máxima expresión del juego económico y la igualdad, como condición de posibilidad de los oferentes y los demandantes en el ejercicio de sus libertades.
Voy a proponer la lectura de uno de los padres de la doctrina del mercado libre, el economista austríaco, historiador, filósofo y escritor liberal, Ludwig H. von Mises (1881-1973) quien tuvo una influencia significativa en el movimiento libertario en pro del mercado libre de la Escuela Austríaca (no confundir con los nuevos libertarios). Leerlo como uno de sus fundadores ofrece la ventaja de analizar las propuestas en su misma fuente. Lo expone con estas palabras:
«La construcción imaginaria de una economía de mercado puro, o sin trabas, supone que existe la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción y que por consiguiente hay un mercado para el intercambio de bienes y servicios. Se supone que el funcionamiento del mercado no es impedido por factores institucionales. Se supone que el gobierno, el aparato social de compulsión y coerción, intenta o se interesa en la preservación de la operación del sistema de mercado, se abstiene de obstaculizar su funcionamiento, y lo protege contra infracciones por terceros. El mercado es libre, si no hay interferencia de factores ajenos al mercado, con los precios, tasas de salarios y tasas de interés».
He subrayado algunos conceptos para abrir un abanico de interpretaciones críticas que nos permitan comprender cuales son los factores que pueden distorsionar ese libre juego, según el Dr. von Mises, así como señalar cuales otros ignora o no nombra. La primera afirmación es que se trata de una economía de mercado puro. Esta teoría supone necesariamente la existencia de la propiedad privada de los medios de producción, un modo de referirse a una economía regida por el capital privado –recuérdese que las palabras no son inocentes−; dicho de otro modo: una economía capitalista, aunque no utiliza esta expresión. Se debe suponer que el Gobierno no interviene en su funcionamiento, como condición necesaria de la libertad. Denomina factores ajenos al mercado a todo aquello que pueda interferir en ese funcionamiento. No es demasiado arriesgado suponer que cualquier tipo de normas, reglamentaciones, que intenten preservar la equidad y la libertad de ese funcionamiento merecen total rechazo.
Continúa con su definición:
«A partir de estos supuestos la economía trata de dilucidar el funcionamiento de una economía de mercado puro. Sólo en una fase posterior, después de haber agotado todo lo que se puede aprender desde el estudio de esta construcción imaginaria [[4]], se vuelca al estudio de los diversos problemas planteados por la interferencia con el mercado por parte de los gobiernos y otras agencias que emplean coerción y compulsión».
Tal vez el ciudadano de a pie pueda no detectar lo extraño de esta ciencia que postula. Veamos. La investigación científica, en cualquiera de sus especialidades, recoge observaciones sobre la realidad que tiene en estudio, elabora con ellas una hipótesis y luego trata de verificarla –experimentación− confrontando con la realidad, siendo ésta el criterio de verdad. Para el Dr. von Mises el proceso se invierte. Dice:
«A partir de estos supuestos la economía trata de dilucidar el funcionamiento de una economía de mercado puro… aprender desde el estudio de esta “construcción imaginaria”. La teoría se elabora como si se estuviera en un laboratorio, en el cual todas las condiciones son ideales, perfectas y funcionan bajo control – una especie de paraíso terrenal− [[5]]; luego se baja a la realidad social –se terrenaliza− y allí se detectan todas las interferencias que puedan existir y se las denuncia. La teoría es la verdad, la realidad una mala copia. [¡Platón… Platón… qué grande sos!]
La teoría dice como tiene que funcionar el mercado. Ante tal nivel de exigencias es posible que en el cielo se pueda encontrar un mercado de esas características. Ya se ha visto que los humanos somos imperfectos e incapaces de proceder como es debido (según el Dr. von Mises.)
[1] Teólogo, filósofo, escritor jesuita, Rector de la Universidad de El Salvador (Rep. De El Salvador)
[2] Subrayo pensamiento cristiano, para despojarlo de toda las consecuencias políticas y religiosas-vaticanas. No como un rechazo, sino como una búsqueda de las fuentes originales.
[3] La Escuela de Economía de Chicago es una corriente de pensamiento económico partidaria del libre mercado, que se originó en los departamentos de Economía y en la escuela de negocios Booth de la Universidad de Chicago a mediados del siglo XX.
[4] Es sorprendente que, contra toda la tradición científica, invierte el orden de los valores: la verdad la define la teoría.
[5] ¿Cómo es que se llevan de acuerdo la libertad y el control?
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