Por Ricardo Vicente López
Parte II
Continúo con esta nota el análisis del Profesor Chomsky sobre la decadencia en los EEUU del sueño americano, que siempre fue sólo para unos pocos. En esa década de los setenta, pero con mayor intensidad en los ochenta, comenzó una etapa de cambios profundos que consolidaron el nuevo rumbo de los cambios anunciados. Se pueden sintetizar en dos cambios fundamentales en la economía estadounidense.
El primero fue el impresionante crecimiento de las instituciones financieras. Si en las décadas de los cincuenta los bancos apenas cumplían un papel secundario en la economía, en las décadas siguientes, su incidencia en la economía de los EEUU, fue creciendo hasta llegar a ser responsable del 40 por ciento de las ganancias corporativas de todo el país. Ese proceso, que ya en los noventa había adquirido un peso desproporcionado, distorsionando las reglas que habían consolidado el capitalismo industrial, comenzó a modificar su incidencia en los mercados. Todo ese proceso fue denominado como: la financiarización de la economía.
El segundo cambio instrumental fue lo que se conoció como la deslocalización de la producción. En otras palabras, el proceso mediante el cual los trabajadores americanos se vieron obligados a someterse a una competencia global. Este nuevo juego del mercado laboral perjudicó a la masa laboral estadounidense: la reducción de sus ingresos. El trabajador de ese país, por primera vez tuvo que competir con su equivalente chino, un país donde las condiciones laborales estaban bastante por debajo del nivel de los trabajadores de los EEUU.
La consecuencia lógica fue que el deterioro de las condiciones laborales, lo que redundaba en peores remuneraciones que jugaron a favor de las mejoras en la rentabilidad de sus empleadores. Esta competencia desconocida hasta entonces posibilitó una reducción importante en los ingresos de los trabajadores estadounidenses. Así fueron desapareciendo la mayoría de los trabajos en las fábricas, y poco a poco se fue desvaneciendo esa industria, antaño el pilar de la economía estadounidense.
Chomsky considera a los años cincuenta y sesenta como la época dorada de Estados Unidos. Se trató de un periodo en el que hubo un continuo crecimiento en todos los niveles de la sociedad. Los ingresos de los más pobres subieron, más o menos, al mismo ritmo que el de los más adinerados. Esto era parte de la herencia que estaba relacionada con el Estado de Bienestar que había implementado el presidente Roosevelt durante los años de la Gran Depresión. Basándose en la red de seguridad social que creó en los cincuenta y sesenta un negro podía conseguir un buen trabajo, comprar una casa, tener un automóvil.
En los setenta EEUU empezó a convertirse en una plutonomía [1], un sistema económico que está en manos de la clase alta, la que comenzaba el camino de la financiarización. El cambio se efectuó sobre todo con la creación de una nueva política tributaria, en la época de Ronald Reagan (1981-1989), bajo el pretexto de que así se podía incrementar la inversión. Subiendo los impuestos de salarios y consumo (que afectan a toda la población) y reduciendo los de dividendos de los inversores. Época de consolidación del neoliberalismo.
Chomsky denuncia que una de las máximas más peligrosas del sistema capitalista es la idea de que los individuos solo se deberían preocupar por ellos mismos. La simpatía, un rasgo inherente del hombre, se debe eliminar. El ataque a las innovaciones de Franklin D. Roosevelt (1933-1945), el Estado de bienestar, que ayudó a sacar a los EEUU de la profunda crisis de los años 30. Se fueron debilitando las instituciones que cuidaban la Seguridad Social; culminó con el abandono del sistema de educación pública, una de las joyas de la democracia estadounidense.
Acompañó a esta campaña de destrucción de todo lo que se había construido para mantener los equilibrios necesarios de una democracia, el deterioro de las instituciones reguladoras. En los setenta también inició la desregularización de las instituciones financieras, que desde entonces han producido una serie de crisis económicas. Las finanzas encontraron un mercado libre para la especulación, lo cual acentuó la ya característica inequidad capitalista que desató las fieras de la ambición desmesurada.
Otro aspecto, no menos dañoso pero imprescindible para mantener la fachada democrática, fue la manipulación de las elecciones. Afirma el Profesor:
«Si bien es evidente que desde la fundación de Estados Unidos las elecciones presidenciales han sido influenciadas por grupos económicos e intereses privados. En 2009 la Corte Suprema de EEUU tomó la decisión conocida como ‘Citizens United’ [2] por la cual convierte a las multinacionales en personas jurídicas con aptitud de gastar lo que quieran financiando campañas electorales. El hecho es que durante todo el siglo XX Estados Unidos le fue otorgando de manera gradual derechos a las empresas, al punto que hoy gozan de más libertades que los mismos ciudadanos. Una situación que no hesita en llamar “una perversión de la moralidad elemental”».
Otra de las medidas políticas que se fueron implementando Chomsky la califica como un método para mantener a la plebe bajo control. Imprescindible para mantener el control del conflicto social. Esta medida tenía como instrumento fundamental la destrucción sistemática de los sindicatos que se agudizó bajo la presidencia de Reagan: dio libertad total a las empresas para que trataran a las organizaciones laborales como instrumentos ilegales.
Otro factor clave para explicar la profunda desigualdad que hoy asola a Estados Unidos es algo que el profesor estudió con mucho detenimiento y fue el contenido de uno de sus libros: El control de los medios de difusión – Los espectaculares logros de la propaganda (Ed. Crítica 2000). Lo conceptualizó como la Fabricación del consentimiento. Lo comienza sus análisis a partir de una pregunta: ¿Cómo hacer para que la gente no se dé cuenta de que vive en una situación desfavorable? Y responde:
Uno de los instrumentos más fantásticos que se ha inventado es el control de la población. Con ella, desde comienzos del siglo XX las clases altas han podido controlar las actitudes y las creencias de las personas, fabricando y direccionando el deseo de la población. Si la idea es que los mercados están basados en consumidores informados tomando decisiones racionales, lo que la publicidad hace es fabricar consumidores desinformados que toman decisiones irracionales.
El objetivo que el sistema propone es lograr marginar a la población de toda posibilidad de pensar y exigir soluciones para que exista una mayor participación en las decisiones políticas. De este modo la situación seguirá aumentando la desigualdad, evitando el desarrollo de una democracia participativa. Todo ello asegurará la disolución del llamado sueño americano con los menores costos políticos posibles. Por ello lo que se ha propuesto no es una eliminación violenta sino un paulatino abandono y olvido de la ilusión, o del mito, que ha sustentado las décadas de brillo del sistema.
Por ello Noam Chomsky encuentra en esta indagación que los estándares de vida en EE.UU. están deteriorándose:
«Desde principios del siglo XIX hasta hace poco, la clase trabajadora, que incluye también a los inmigrantes, creía que su vida mejoraría en la sociedad estadounidense por medio del trabajo duro. Si bien no descarto que tal expectativa se hiciera realidad en muchos casos, para los afroamericanos, inmigrantes y mujeres, solo fue posible después, de años de trabajo duro y sólo para algunas excepciones. El estancamiento de los ingresos, la disminución de los estándares de vida, los niveles de endeudamiento de los estudiantes… han creado una sensación de desesperanza entre muchos estadounidenses, que empiezan a mirar con cierta nostalgia hacia el pasado».
[1] Su etimología: plutonomía deriva del griego plutos (riqueza, fortuna, abundancia) y de nomos, sistema de reglas de distribución; en este caso, de la riqueza misma. La sociedad se vuelve una dicotomía de dos grupos sociales, uno pequeño compuesto de los más ricos, que conforman el 1 % de la sociedad, y el resto, los pobres o el 99 %.
[2] El caso Ciudadanos Unidos contra Comisión de Elecciones Federales, dictada por la Corte Suprema de los Estados Unidos (21-1-2010), fue una sentencia histórica que permitió la participación de empresas en campañas políticas electorales.
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