Por Ricardo Vicente López
Emir Sader (1943) es sociólogo y politólogo brasileño; graduado en Filosofía por la Universidad de São Paulo, donde obtuvo una Maestría en Filosofía Política y un Doctorado en Ciencias Políticas. Dirige el Laboratorio de Políticas Públicas (LPP) de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, donde fue Profesor de Sociología y es Profesor Emérito. Coordina el Laboratorio de Políticas Públicas y fue Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Amigo lector, le ofrezco toda esta información para que Ud. pueda evaluar sus antecedentes académicos y profesionales que autentican el valor de sus opiniones. Sus columnas son publicadas habitualmente en varios periódicos internacionales.
Mi búsqueda me llevó a tropezar con una nota del diario La Jornada de México [1], del cual es colaborador permanente. La nota que yo buscaba se refería a la presentación de la revista Crítica y emancipación, que el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales presentaba. En ella, Emir Sader había publicado una nota en la cual desarrollaba una crítica muy severa a la situación actual del espacio de la información pública. Esto me permite, ahora, justificar el porqué de los antecedentes de este investigador, por el aval que esa trayectoria académica le otorga a su palabra:
«Los grandes medios de comunicación privados ejercen “un totalitarismo brutal”, mediante el cual condicionan a los gobernantes a actuar para los intereses de la “pantalla chica” y, quienes se niegan a hacerlo “sufren ataques de discriminación” muy fuertes».
La presentación de la revista, considerada por académicos como un espacio llamado a pensar de un modo diferente el debate sobre la democracia, el Estado y el poder, el profesor llamaba la atención sobre el siguiente problema político, respecto a las posibilidades del ejercicio libre de la democracia:
«Hay gobiernos que no tienen el coraje de enfrentar a estas empresas de comunicación mercantilistas, porque se sienten dependientes de ellas “electoralmente”. Dichos medios crean una realidad ficcional, mientras que la verdadera la rechazan y se niegan a aceptarla».
La ocasión que ofrecía el anuncio de una nueva publicación, que garantizaba y promovía un nuevo proyecto editorial, por lo cual investigadores de las ciencias sociales se congratulaban de ese acontecimiento:
«El nacimiento de la revista, pretende, con su convocatoria abierta, libre y plural –cuyo punto de partida es la detección y la crisis que atraviesa el pensamiento crítico latinoamericano–, para buscar desde ese horizonte nuevas perspectivas y preguntas a los grandes problemas que atañen a nuestros pueblos».
Emir Sader, en su condición de Coordinador de la Enciclopedia Contemporánea de América Latina y el Caribe, hacía propicia la oportunidad de la publicación de su nota para denunciar:
«Vivimos precozmente una crisis de la democracia en la que, de alguna manera, los estudiosos fueron cómplices de adjudicarle expectativas muy altas y contribuyeron muy poco a dar diagnósticos preventivos sobre los procesos de acumulación y los conflictos en torno a las identidades culturales. De este modo, existe una crisis social, cultural, política e incluso de hegemonía teórica, que evidencia la ausencia de una teoría de nuestra práctica. Por ejemplo, Bolivia y Ecuador están refundando el Estado [2] y no se está teorizando sobre qué se está reconstruyendo».
Más adelante la nota continúa en estos términos:
«No habrá democracia posible en América Latina sin la democratización de los medios de comunicación. Los grandes medios están en manos de empresas privadas y los gobernantes tienden a dejarse atrapar y a gobernar para la pantalla chica; incluso, utilizan frases adaptadas a lo que los medios van a difundir y los que no lo hacen sufren ataques y discriminación».
El Profesor y Coordinador del Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Autónoma de México, Doctor Lucio Oliver, comentó a La Jornada:
«Que entre otros de los aspectos sobresalientes de la revista que se presenta se encuentra su perspectiva en relación con el mundo de la ideología y de la cultura, hoy día dominado por los grandes medios de comunicación y por una “seudo-intelectualidad” que plantea una falsa autoridad sobre los problemas. De manera que Crítica y emancipación es un llamado a trabajar conjuntamente para revertir el dominio de esta seudo-intelectualidad en los medios de comunicación, así como a pensar de otra forma los debates sobre el poder, la democracia, el Estado y la política».
Me queda la sensación de que frente a la sociedad y a las perspectivas complejas del siglo XXI, se evidencian los vacíos o las ausencias que la comunicación pública produce en lo que yo definiría como la necesidad de hacer escuchar la voz de los marginados. Viene a cuento la palabra de Galeano: «Se requiere saber mirar la historia grande a través de los pequeños acontecimientos».
[1] La Jornada, tuvo sus orígenes en un grupo de periodistas que renunciaron a sus puestos por limitaciones a la libertad de prensa. Desde su aparición, su página web se aloja en la Universidad Nacional Autónoma de México, lo cual habla de la excelencia de esta publicación.
[2] La nota es de más de unos diez años atrás.
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