Los Amos de las Finanzas y la “pobreza sostenible” mediante “impuestos a los ricos” – Por Juan Manuel de Prada

Malos pobres y Amos de las Finanzas
Por Juan Manuel de Prada

El doctor Sánchez ha anunciado la creación de un impuesto para las ‘grandes fortunas’, coincidiendo con un llamamiento del Banco Central Europeo, que reclama a los gobiernos que se suban los impuestos a los más ricos. Ambas noticias han levantado gran entusiasmo entre todos los zoquetes autóctonos.

Los zoquetes que aplauden este impuesto son lo que Castellani llamaba «malos pobres»; es decir, gentes corroídas por el resentimiento a quienes aflige la misma ansia de riquezas que aflige a los ricos… sin serlo. Pero, ¿cómo se explica que los Amos de las Finanzas reclamen este impuesto? Estos criminales defienden el poder del Dinero fantasmal, usurario, divorciado de los bienes reales, que hacen crecer hasta el infinito, especulando en los mercados financieros, provocando todo tipo de cataclismos que arruinan la riqueza de las naciones y no excluyen, llegado el caso, las guerras y las hambrunas.

Pero, para llevar a cabo sus designios, los Amos de las Finanzas necesitan reducir a los pobres a un «estado servil» y alimentar su resentimiento. La reducción a un «estado servil» se logra garantizándoles una «pobreza sostenible» mediante subsidios y una provisión incesante de derechos de bragueta. Y el estímulo del resentimiento se logra poniendo impuestos a los ricos que sirvan para sufragar los subsidios y los derechos de bragueta de los pobres. De este modo, con una provisión siempre creciente de derechos de bragueta, los Amos de las Finanzas pueden mantener a los pobres en un «estado servil», aunque pasen frío en invierno y calor en verano, aunque no tengan coche y no coman carne; y, mientras tiritan o sudan la gota gorda, mientras viajan en patinete y comen insectos, les hacen creer, además, que están salvando el planeta.

Estableciendo este impuesto a las ‘grandes fortunas’, los Amos de las Finanzas se aseguran la paulatina destrucción de la riqueza de bienes reales, que es la única que puede salvar a los pueblos, cuando se derrama por todo el cuerpo social, cuando se reparte y no se amontona. Y, a la vez, se aseguran el predominio del Dinero usurario, que no sólo debería ser gravado, sino confiscado sin remilgos, como en general toda la riqueza desvinculada del trabajo y de los bienes reales, toda la riqueza que nace de la especulación y del enjuague financiero. Pero esta riqueza fantasmal, que circula como una niebla por los terminales informáticos, saltándose todas las fronteras, es la que protegen los Amos de las Finanzas y sus gobernantes lacayos. Para ello, se sirven del resentimiento de los malos pobres. Cristo nos advirtió que siempre habría pobres en medio de nosotros; pero los Amos de las Finanzas se preocupan de que esos pobres estén corroídos por el resentimiento y afligidos por la misma ansia de riquezas que los ricos… sin serlo. De este modo, pueden perpetrar cínicamente sus latrocinios y birlibirloques, haciendo creer a los malos pobres, con cruel socarronería, que son paladines de la justicia social.

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