La Doctrina Social de la Iglesia y la Doctrina Peronista – Parte I – Por Ricardo V. López

Por Ricardo Vicente López

Hace ya unos años, cuando fue elegido el Cardenal Bergoglio como papa, los sectores opuestos a la gestión del peronismo, se encontraron en una posición difícil. El nuevo papa parecía tener antecedentes relacionados con esa línea política. El diario Clarín tituló, con cierto grado de amarga ironía: “Milagro argentino: un peronista en el trono de San Pedro”. La calificación de peronista, como es ya un hábito en esa publicación (como en gran parte de la prensa del sistema), contiene una acusación con humillación implícita, ya que esa información (ser peronista) no era importante en su trayectoria en la Argentina, como sí lo hubiera sido ubicarlo dentro de la corriente de la Doctrina Social de la Iglesia la que se expresó en las mejores encíclicas:

«Las Encíclicas Sociales son los pronunciamientos oficiales del Papa sobre temas sociales dirigidos a los obispos, creyentes y a toda la humanidad. Conforman en su conjunto la Doctrina Social de la Iglesia católica. Desde León XIII con Rerum novarum (acerca de las cosas nuevas) que introdujo la cuestión social en 1891, a ella se siguen refiriendo los pontífices, Pío XI en Quadragesimo anno (a cuarenta años) sobre las cuestiones laborales en 1931, Juan XXIII en Mater et Magistra (‘Madre y Maestra) sobre los campesinos en 1961, después Pacem in terris (Paz en la Tierra) en 1963, Pablo VI en Populorum progressio (el progreso de los pueblos) en 1967 y Octogesima adveniens (El octogésimo aniversario) sobre los nuevos problemas sociales en 1971. Juan Pablo II Laborem exercens en 1981, sobre el trabajo Humano, ‘Solicitud de la cosa social’, Sollicitudo rei socialis, con temas sociológicos y metodológicos de la situación de la humanidad en 1988, Centesimus annus (Centésimo año) sobre cuestiones contemporáneas a 1991.

El cardenal Bergoglio atesora una trayectoria intelectual profundamente cristiana (aunque esto debiera ser una obviedad, no lo es porque no son tantos los que dentro de la jerarquía eclesial pueden exhibir esos niveles de manejo de la Filosofía y de la Teología, así como su compromiso socio-político en defensa de los marginados). Ello es una clara muestra de que tener un papa argentino era mucho menos importante para ellos que destacar su afinidad con el peronismo, como si esto fuera una mácula en su carrera. Los comentarios varios de la prensa y de los medios audiovisuales se mueven dentro de un abanico que no ocultó su incomodidad y su larvado rechazo. Sin embargo, cabe mencionar que las afinidades del cardenal Jorge Mario Bergoglio con la doctrina peronista se remontaba a décadas atrás; además no era un misterio oculto para quien deseara informarse.

Lo que sí merece un análisis más detenido es subrayar que los contenidos de la Doctrina Peronista muestran un vínculo entrañable con la Doctrina Social de la Iglesia; y esto no es solamente una cuestión teórica. Así lo describe el Doctor Gustavo Irrazábal [1], Abogado y sacerdote por la arquidiócesis de Buenos Aires, quien publicó, en www.institutoacton.org (marzo 2017), un artículo que tituló Peronismo y Doctrina Social de la Iglesia, en el cual afirmaba:

«En el ámbito de la Iglesia argentina, laicos socialmente comprometidos, obispos y sacerdotes, es tenida por una verdad indiscutible la afirmación de que el peronismo es el movimiento político argentino cuyas ideas más fielmente reflejan la Doctrina Social de la Iglesia. Si bien hoy [2017] esta idea no se expresa tan abiertamente como en el pasado, la misma ha sobrevivido siete décadas de accidentada historia argentina, dando muestra de la más asombrosa resiliencia. Pero ésta no es prueba suficiente de su verdad, por lo cual es necesario plantearse explícitamente la cuestión: ¿es el peronismo la interpretación política más fiel de la DSI? Es preciso reconocer que en el momento de su surgimiento, en torno al año ’45 del siglo pasado, esta idea parecía plausible».

A esto se agrega que, como consecuencia de la traumática experiencia de la guerra, el papa  Pío XII (1876-1958), en su radiomensaje de navidad Benignitas et humanitas (1944) hizo una opción explícita por la democracia, pero su contenido resultó muy difuso frente a las demandas de la época de posguerra. El Doctor Irrazábal agrega este comentario que demuestra una clara definición ideológica:

«Pero la Doctrina de Perón sobre la “Comunidad Organizada” (1949) seguía evocando un imaginario que la Iglesia católica no podía abandonar sin más, y que en ese momento se presentaba como la prueba de una sintonía de fondo con los ideales de la Doctrina Social de la Iglesia, así como una garantía frente a la alternativa marxista. Por otro lado, no es un secreto que el posicionamiento de la Iglesia católica junto a las democracias occidentales fue para Pío XII más una necesidad histórica que una convicción, y que en su proyecto la utilidad de una Argentina católica, exitosa e internacionalmente relevante a la cabeza de las naciones de la misma confesión no podía desconocerse».

Esto es un hecho histórico innegable, aunque se haya pretendido ocultarlo; fue y es también una experiencia viva. El hecho de que en la década del 70 el padre Bergoglio (como sucedió con un gran mayoría de los argentinos), se haya sentido fuertemente atraído por el peronismo y por la figura del General Perón aparece como una actitud coherente en un cristiano. Además no puede ser un secreto para nadie que haya vivido aquella primera época, así como todos los que han seguido estudiando el tema sería absolutamente inexplicable si no fuera porque Perón destacó siempre que: desde sus orígenes, la doctrina justicialista estuvo emparentada con esa  doctrina social emanada de las encíclicas papales.

Entre la cantidad de citas del General Perón que avalan lo afirmado con pruebas irrefutables le recuerdo, amigo lector, dos que demuestran estas afirmaciones mías: alcanza con recordar sólo dos, de 1945 y de 1974, al comenzar y al culminar sus treinta años de vida pública. Una, tal vez la primera referencia específica al tema, fue parte del contenido de su discurso pronunciado el 14-12-1945, dice:

«Nuestra doctrina ha salido en gran parte de las encíclicas papales y de la Doctrina Social Cristiana».

La otra cita se puede encontrar en su último esfuerzo por dejar una herencia ideológica y política: “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” (1974). Allí escribió:

«Existe una cabal coincidencia entre nuestra concepción del hombre y del mundo, nuestra interpretación de la justicia social con los principios esenciales de la Iglesia… así como también que la Iglesia y el justicialismo instauran una misma ética, fundamento de una moral común».

Las anteriores encíclicas, durante siglos, se ocuparon sólo de los temas espirituales, teológicos, eclesiales, entendidos estos como temáticas de exclusivo uso de su incumbencia. Después del proceso abierto por la Revolución Industrial inglesa (1750-1840), que fue una verdadera revolución de los procesos  productivos, con graves consecuencias: su aparición arrasó con gran parte del artesanado y de la organización de las comunidades urbanas, ante el avance avasallante de los grandes talleres industriales. La vida social recibió ese impacto que se verificó fundamentalmente en un crecimiento exponencial de la pobreza y de la miseria. Una desocupación creciente dejó una parte importante de los trabajadores en la calle. Este panorama que, en la segunda parte del siglo XIX mostraba ya ribetes trágicos, conmovió la sensibilidad cristiana del papa León XIII (1810-1903) quien publicó la encíclica «Rerum Novarum» 1891 –(“De las cosas nuevas” o “De los cambios políticos”)– que fue la primera gran encíclica social:

«Es la primera encíclica social de la Iglesia católica. Fue una carta abierta dirigida a todos los obispos y catedráticos, que versaba sobre las condiciones de las clases trabajadoras. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho laboral de «formar uniones o sindicatos», pero también se reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada (aunque no en su versión liberal de propiedad privada absoluta). Además, discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia, proponiendo una organización socioeconómica que más tarde da lugar a la carta de fundación de la Democracia Cristiana.  Fue una pieza clave de la Doctrina Social de la Iglesia».

El Doctor en Trabajo Social, Manuel W Mallardi [2] en un largo artículo que publicó en la  Revista de Trabajo Social – FCH – UNCPBA con el título La cuestión social en el pensamiento católico: revisión de cien años de encíclicas papales (1891-1991) planteaba sus conclusiones sobre el papel de la Iglesia en el desarrollo del pensamiento cristiano respecto de la situación del trabajo en la sociedad industrial:

«La preocupación de la Iglesia católica por las características que adquiere la “cuestión social” a partir del siglo XIX, tanto en su dimensión objetiva como subjetiva, presenta una larga tradición, y es posible reconocer en las encíclicas papales los principales posicionamientos que los sucesivos pontífices han tenido al respecto. La capacidad de incidir en la esfera política de distintos países, principalmente de occidente, ha hecho de la Iglesia católica un actor político fundamental del pensamiento moderno, capaz de intervenir en el desarrollo institucional de los Estados, sean democráticos o dictatoriales, como así también en la vida cotidiana de distintos sectores sociales».

Respecto a toda esta problemática no podemos olvidar el importante hecho político-ideológico que significo el Concilio Vaticano II:

El Concilio Vaticano II fue un encuentro ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25-1-1959, uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas y etnias, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron, además, miembros de otras confesiones religiosas cristianas.

[1] Cursó los estudios de Licenciatura y Doctorado en Teología Moral, en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; Es profesor de Teología Moral en la Facultad de Teología de la UCA.

[2] Egresado de la Universidad Nacional del Centro y por la Universidad Nacional de La Plata, y Profesor Adjunto en el Licenciatura en Trabajo Social y Director de la Maestría en Trabajo Social, ambas de la FCH-UNICEN.

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