Por Ricardo Vicente López
Para terminar este recorrido, en el que me propuse reflexionar sobre el hombre como fundamento de la cultura, debo ahora bajar a la realidad cotidiana del hombre actual, para analizar el resultado en el final de esta historia que lo tuvo como protagonista. Si persona, según que dicho, es el ser con y para los otros, esto se ve con claridad ahora. Durante siglos el hombre fue sin saber lo que era, no era un tema de su preocupación. Los personajes que desempeñó, a lo largo de los últimos dos mil quinientos años, le fue acercando una cierta sabiduría que hoy sería muy importante recuperar. En cada etapa fue desempeñando las diversas conductas que le fueron impuestas. La mayor de las veces sin la menor conciencia de ello.
Pero, un giro de características muy diferentes a todas las anteriores le fue impuesto con cierta violencia que no respetó tradiciones ni antecedentes. Se lo conoció como la Revolución Industrial inglesa (1760-1840). Las profundidad de los cambios introducidos en la vida de los hombres y mujeres de la época, a lo que se le agregó la velocidad que le imprimió a ese tiempo, no permitió que ese hombre tomara conciencia clara de lo que acontecía hasta avanzado el siglo XIX, aunque los padeceres los soportó demasiado sumisamente. El ímpetu del avance burgués no dejaba mucho espacio para detenerse a pensar.
El filósofo alemán Carlos Marx (1818-1883), publicó en 1848, junto a su compañero Federico Engels (1820-1895) el “Manifiesto del Comunista” (1848). En él acuñó una frase que sonó como una advertencia a los que maltrataban al hombre trabajador: «Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma».
Esa explotación, cada vez más brutal, fue la consecuencia de la introducción de la máquina en el proceso de producción. El viejo artesano, figura dominante de los siglos anteriores, había sido rebajado a sirviente por el predominio de la máquina, figura central del proceso productivo. Como consecuencia el trabajador se convirtió en un miserable servidor de ella. Un pasaje memorable de la película de Charles Chaplin Tiempos Modernos (1936), muestra a un obrero que aparece intentando lubricar la máquina, operación que no logra completar porque la máquina parece rebelarse. Anticipa, genialmente, el papel que deberán desempeñar los hombres dentro del sistema. Esa figura es una síntesis dramática de la sociedad capitalista.
Esa máquina, cuyo enorme tamaño muestra su importancia frente a la pequeñez del obrero, es un anticipo de lo que sucederá de allí en más en la sociedad industrial desarrollada. Esa relación de sometimiento por la cual el sujeto principal de la producción pasa a ser la máquina, anticipa la pérdida de la autoestima y la desvalorización lo humano, valores que van a imperar en la sociedad burguesa capitalista. Esa pérdida queda reflejada en el momento en el cual la ciencia económica denomina el trabajo como un recurso, uno entre otros de los que van a formar parte del proceso industrial. Entonces, detengámonos en este concepto: ¿Qué es un recurso?
La Academia lo define así: “Ayuda o medio del que una persona se sirve para conseguir un fin o satisfacer una necesidad”. Wikipedia agrega a esto: “Normalmente, los recursos son materiales u otros activos que son transformados para producir un beneficio y en el proceso pueden ser consumidos. Desde una perspectiva humana, un recurso natural es cualquier elemento obtenido del medio ambiente para satisfacer las necesidades y los deseos humanos”.
En conclusión: lo habitual del uso del concepto “recurso humano” nos obliga a pensar un poco: es todo aquello que se utiliza para el logro de un fin. Por ello es simplemente un medio al cual se recurre para el logro de algo. Cuando se habla de recurso humano el concepto no hace más que reafirmar que la presencia humana tiene una importancia relativa, casi al nivel de cualquier otro recurso, en tanto sea útil para algo.
El concepto de trabajador mirado desde la administración de las empresas, es alguien (o algo?) que sirve para un fin claro. Este fin fue estudiado y investigado con mucha profundidad y detalle por el ingeniero mecánico estadounidense Frederick W. Taylor (1856-1915), quien es considerado el iniciador de la administración científica, a principios del siglo XX. Se dedicó a generar diversos métodos y técnicas que posibilitaran el mayor rendimiento del trabajo humano, sin reparar en costos personales. Es un buen ejemplo de la paulatina desvalorización de la mano de obra, reemplazada, en la medida de lo posible, por algún instrumento técnico.
Las ciencias de la administración trasladaron su interés del hombre productor al hombre consumidor. Marcos Roitman Rosenmann (1955) [1], describe el aspecto publicitario del capitalismo actual:
En medio de un proceso de reestructuración del capitalismo, donde se multiplican el desempleo, el trabajo precario, el despido libre y la pérdida de derechos laborales, las empresas trasnacionales bogan por un consumo de marcas. En la actualidad esta práctica se traduce en una agresiva campaña publicitaria, considerando irresponsable adquirir productos sin marcas. Todos los anuncios de las grandes empresas concluyen con un rotundo no producimos para otras marcas. Igualmente, han construido un relato específico: no se engañe, envases similares no garantizan calidad.
El filósofo e investigador Erich Fromm [2] (1900-1980) nos llama la atención desde otro punto de vista:
Nuestro empeño en dominar la naturaleza y en producir más bienes, hace que hayamos transformado los medios en fines. Hemos querido producir más en los siglos XIX y XX para dar al hombre la posibilidad de una vida humana más digna; pero, en realidad, lo que ha pasado es que la producción y el consumo han dejado de ser medios para convertirse en fines, así que estamos produciendo y consumiendo como locos.
Este pensador afirma:
«El hombre se convierte en una cosa, se lo trata y se lo maneja como tal, y las llamadas “relaciones humanas” son las más inhumanas, porque son relaciones “cosificadas” y “alienadas”».
La utilización generalizada de los conocimientos de la psicología clínica, la psicología profunda, la psicología social, la antropología, en manos de especialistas en técnicas de mercado (la mercadotecnia) lo han aplicado al manejo del consumidor y del trabajador, al manejo de todo el mundo, al ser incorporadas a las técnicas de campaña política. Sostiene Fromm que las ideas clásicas de democracia a partir de un ciudadano responsable «en la práctica se distorsionan cada vez más, por la utilización de los mismos métodos que se desarrollaron primero en la investigación de mercado y después en las “relaciones humanas”».
Se puede comprender mejor cómo y por qué la manipulación padecida por el hombre de los últimos siglos lo ha convertido en una marioneta del mercado, manejada por los hilos de una publicidad planificada y aplicada al logro supremo de convertirlo en un sumiso consumidor. El itinerario que propuse recorrer se justifica, amigo lector, si logramos comprender la maraña ideológica que gobierna hoy nuestro mundo, de la que sólo podremos liberarnos en la medida que nos liberemos de sus mandatos.
Nos vamos introduciendo en una tela de araña, sin que nos demos cuenta, ante el ojo atento de la araña del mercado. Una vez que hemos caído y nos han atrapado, la sutileza de sus cadenas pasa inadvertida para la gran mayoría de los ciudadanos de hoy. Por ello, la intención de estas páginas ha sido proponerle que me acompañara en este largo recorrido para ir acercándonos a, lo que podemos denominar, el origen de nuestras cadenas. El instrumento más eficaz es el desarrollo del pensamiento crítico. Tarea que puede llevarnos gran parte de nuestra vida: es el precio de nuestra verdadera libertad, como personas individuales y colectivas, lo exige.
[1] Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Profesor Titular en las cátedras de Estructura Social América latina y Estructura social de España en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
[2] Psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista alemán. Miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Frankfurt.