Disputas doctrinarias – necesidad imperiosa de pensar y debatir lineamientos políticos claros

Por Francisco José Pestanha *

El mundo actual muestra entre sus más graves falencias la carencia de un sentido histórico. Esto lo sumerge en una profunda desorientación. De allí que revisar doctrinas y debatir sobre ellas es un camino para la superación de estos males. Sin esto este mundo no tiene destino.

 “Pensar desde sí para ser uno mismo, es liberarse. Despojarse de lo ajeno, deseducarse. El pensamiento ajeno, cuando uno no es libre, no ayuda – ocupa – desalojando nuestra posibilidad de pensar lo nuestro desde nosotros mismos”. G F. J. Cirigliano.

Afortunadamente en estos últimos tiempos, han proliferado cuantiosas obras y ensayos vinculados a la producción teórica de quien fuera tres veces presidente de los argentinos – y en especial – algunas que intentan analizar el compendio de principios y razonamientos que conforman la doctrina que Juan Domingo Perón elaboró durante su vida.

Si apelamos a la noción corriente del concepto doctrina, una de sus acepciones nos vincula al “Conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas, políticas, etc., sustentadas por una persona o grupo”. De la definición precedente surge una primera incógnita: ¿Que entendía Perón por doctrina?

Para quien les escribe, el ex mandatario se sitúa visiblemente dentro de aquellos que aseguran que toda doctrina presupone de un “fundamento anterior de orden filosófico” – el que a la vez por su conexidad con la realidad, viabiliza intervenciones plausibles y eficaces sobre ella. Cabe entonces establecer, en primera instancia, un nítido paralelismo entre ésta formulación y aquella máxima jauretchena que planteaba un interrogante: ¿especular sobre razones o razonar sobre realidades?

En ese orden de ideas Perón y Jauretche coinciden en inclinarse por la segunda opción; aquella que vincula intrínsecamente la actividad cognoscente e intelectiva del sujeto con una realidad externa a él. Esta mirada filosófico–política distancia a Perón de la filosofía iluminista tan extendida y apreciada por las élites intelectuales vernáculas. Para autores como Fermín Chávez, esta filosofía (el iluminismo) fue lisa y llanamente exportada por Europa y aceptada a libro cerrado por nuestras academias. Para el autor, el iluminismo constituyó una verdadera ideología a-histórica de la dependencia, que llevó a muchos intelectuales argentinos a pensar un país nacido de la razón y a “imagen y semejanza de los modelos propuestos por las teorías europeas”.

Para Chávez la exportación (o importación de la doctrina iluminista) generó en nuestro territorio un prejuicio moral y cultural, ya que a partir de su influencia, empieza a concebirse y a desarrollarse una dicotomía, civilización – barbarie, donde lo bárbaro resulta sinónimo de lo propio. Así, la idea de barbarie empieza a cobrar sentido peyorativo hacia adentro.

Para nuestro maestro, la fórmula sarmientina citada precedente (Civilización y Barbarie), “trastorna los supuestos culturales hasta el punto de hacerle creer a los nativos que su civilización consistía en la silla inglesa y en la levita, y trae aparejada una concepción naturalista de la sociedad bajo la cual ha de sucumbir el ethos de nuestro pueblo y nuestra incipiente germinación espiritual”.

El primer texto donde para Chávez aparece esta dicotomía despectiva es en la carta que Salvador María del Carril envía a Juan Lavalle, escrita al momento de producirse el fusilamiento de Dorrego:

“Es conveniente que recoja Ud. un acta del consejo verbal que debe haber precedido la fusilación. Un instrumento de esta clase redactado con destreza será un documento muy interesante para su vida póstuma…. El Sr. J.A y don B.R son de esa opinión y creen que lo que se ha hecho no se completa sino se hace triunfar en todas partes la causa de la civilización contra el salvajismo”

El historicismo a contrario sensu del iluminismo, plantea a grandes rasgos un “concepto social organicista que imagina a las mismas (sociedades) como totalidades funcionales articuladas a partir de vínculos objetivos, independientes de la voluntad de sus miembros”. Los mayores exponentes europeos de esta corriente fueron, entre otros, Hamann. Herder, Gustav Hugo y Savigny. Si bien en sus principios el historicismo “no aparecería como portando un sentido político unívoco”, con el correr de los años, “permitiría superar la visión abstracta de lo social heredada de la Ilustración que desconoce la naturaleza histórica de las formaciones humanes, ignorando así las condiciones particulares que determinan cada forma de vida colectiva”.

Dos formulas citadas por Fermín Chávez permiten dar cuenta de los principios que orientan el historicismo. Así para Herder “La naturaleza ha distribuido sus dones de distinta manera; en troncos diferentes se desarrollan frutos diferentes, según el clima el cuidado que se les da ¿Quién compararía unos con otros, o preciaría una manzana silvestre más que a un racimo de uvas?” y además “El prototipo del género humano no se halla, pues, en una sola nación de la tierra; es el concepto abstraído de todos los ejemplares de la naturaleza humana en ambos hemisferios. Cada nación, por tanto, debe ser considerada solo en su lugar, con cuento es y tiene”.

Perón, ubicado en una línea de razonamiento claramente historicista, concebía al iluminismo de importación como una fuga, ya que para él la apelación a la utopía con frecuencia “es un cómodo pretexto cuando se quiere rehuir las tareas concretas y refugiarse en un mundo imaginario; vivir en un futuro hipotético significa deponer las responsabilidades inmediatas”. Consciente del fenómeno de importación ideológica, enseñaba además que en nuestro país existió “una larga tradición en esto de importar ideologías, ya sea en forma parcial o total (…) es contra esa actitud que ha debido enfrentarse permanentemente nuestra conciencia. Las bases fértiles para la concepción de una ideología nacional coherente con nuestro espíritu argentino, han surgido del mismo seno de nuestra patria. El pueblo, fuente de permanente creación y auto perfeccionamiento, estaba preparado desde hacía ya muchos años para conformar una ideología nacional, social y cristiana”.

Como fórmula contrapuesta al iluminismo de importación, Perón planteaba un tipo de realismo político que enunciaba fervorosamente con aquella famosa máxima (“La única verdad es la realidad”), sentencia que presupone el principio de continuidad y preeminencia del fenómeno socio- cultural e histórico. Hay “que llegar a la realidad de alguna manera y de allí afirmar las conclusiones”, sentenciaba Perón advirtiendo además que “nuestro modelo político propone el ideal no utópico de realizar dos tareas permanentes: acercar la realidad al ideal y revisar la validez de ese ideal para mantenerlo abierto a la realidad del futuro”. El jefe del peronismo concibe además a la doctrina como un instrumento orientador hacia fines, a tal punto que alegaba que toda nación debe poseer una doctrina, que es el punto de partida de la organización de una colectividad.

En relación con los elementos que componen un compendio doctrinario determinado, resulta particularmente sugestiva la siguiente afirmación extraída del libro Conducción Política: “Las doctrinas no son eternas sino en sus grandes principios, pero es necesario ir adaptándolas a los tiempos, al progreso y a las necesidades (…) una doctrina hoy excelente puede resultar un anacronismo dentro de pocos años, a fuerza de no evolucionar y de no adaptarse a las nuevas necesidades, y ello influye en la propia doctrina, porque una verdad que hoy nos parece incontrovertible, quizá dentro de pocos años resulte una cosa totalmente fuera de lugar, fuera de tiempo y fuera de circunstancias” . De tal formulación se desprende que para Perón, ciertos cambios que se operan en la realidad pueden determinar la alteración, modificación, o adecuación de algunos componentes doctrinarios, sin dejar de tener en cuenta que más allá de tal circunstancia, existen para él ciertos principios inmutables se constituyen en verdaderos límites filosóficos y políticos a las alteraciones que la realidad determina.

En sintonía con lo expuesto, bien cabe compartir entonces la reflexión que sostiene que “el objetivo de lo que se ha llamado la doctrina nacional ha sido el constituir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Ello supone que, en lo externo, se guíe por el principio de las nacionalidades, sostenga la autodeterminación de los pueblos políticamente constituidos y postule una tercera posición que supere al capitalismo liberal y al comunismo marxista. En lo interno, a su vez, tiene como meta la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, lo que técnicamente se denomina el bien común general, al que se accede a través de la organización de la Comunidad. ¿Qué quiere decir esto? Que no puede lograrse el bien común de la nación si no se establece un régimen en el que todas las unidades que la integran puedan conseguir su propio bien, su objetivo específico”.

Surgen de los párrafos precedentes algunos de los principios inmutables de nítida orientación nacional y humanista, que se constituyen en verdaderos límites doctrinarios a las determinaciones que estipula la realidad. Tales principios emergen además de las mismas palabras de Perón: “La Justicia social, la Independencia económica y la Soberanía del Estado no pueden ser negadas por ningún argentino; y no solamente negadas ni discutidas, porque cuando se trata de la justicia, cuando se trata de la libertad y cuando se trata de la soberanía no puede haber discusión en contra de la Nación” (…) Nosotros hemos cristalizado como doctrina nacional nuestras tres banderas, que no pueden arriarse por otro que no sea un traidor a la Patria”.

El proceso de elaboración e interpretación doctrinaria para Perón, no puede quedar librado a la heterogeneidad de interpretaciones de los hombres en forma individual, sino, por el contrario, dicha labor debe constituirse en una empresa colectiva. Para el fundador del justicialismo, las doctrinas no se constituyen exclusivamente con expresiones provenientes del saber o del genio del conductor o de una determinada élite. Para su formulación o reformulación se requiere de instancias colectivas de debate e interpretación tendientes a obtener una unidad de concepción que, a la vez de forjar formulaciones doctrinarias comunes, propugne acciones prácticas para operar sobre la realidad concreta.

Este mecanismo verdaderamente compuesto de elaboración doctrinaria es enunciado por el conductor del justicialismo de la siguiente forma: “nosotros hemos concebido una doctrina y la hemos ejecutado, y después la hemos escrito y la hemos presentado a la consideración de todos los argentinos. Pero esa doctrina no está suficientemente desarrollada. Es sólo el enunciado, en forma sintética, del contenido integral de la doctrina. Será función de cada uno de los justicialistas argentinos, a lo largo del tiempo, ir poniendo su colaboración permanente hasta desarrollar el último detalle de esa doctrina, para presentar también, finalmente, una doctrina más sintética que la nuestra, más completa que la nuestra” – y además – “la doctrina nacional puede ser discutida, pero debe ser aplicada porque algo tenemos que hacer. Discutirla para perfeccionarla, pero aplicarla, porque el que no aplica una doctrina que se ha creado para la Nación está procediendo en contra de la Nación”.

Con estas reflexiones espero haber contribuido al auspicioso debate interno que acontece en estos días.

* Francisco José Pestanha – Abogado, ensayista y Profesor Universitario en la materia Derecho a la Información en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA. Es autor de “¿Existe un Pensamiento Nacional?” y “Polémicas contemporáneas”; del ensayo introductorio para la obra de Juan Domingo Perón “Política y Estrategia. No ataco, critico” de la Colección “Liberación nacional”. Es Coordinador Académico del “Observatorio Malvinas” de la Universidad Nacional de Lanús; es Vicepresidente de la “Comisión Permanente de Homenaje a FORJA”. Dirige hace once años el Taller para el Pensamiento Nacional que se dicta anualmente en el Instituto Superior Octubre, y de la Página www.nomeolvidesorg.com.ar. Es Director del Seminario “Introducción al Pensamiento Nacional” en la Universidad Nacional de Lanús.

Fuente: www.nomeolvidesorg.com.ar – 15-1-18

 

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