Por Ricardo Vicente López
El final de la Guerra Fría, comienzos de la década de los noventa del siglo pasado, pareció mostrar el triunfo del capitalismo liberal que estaba sostenido por la presencia imperial de los Estados Unidos, la potencia militar sin enemigos posibles, salvo los que inventaban para su propia justificación. Este mundo es descrito por Tom Engelhardt[1] como:
«Las principales potencias económicas no estadounidenses del momento –Europa y Japón– mantenían fuerzas armadas dependientes de Washington, tenían bases de EE.UU. cubriendo en sus territorios y continuaban albergándose bajo el “paraguas nuclear” de Washington. No es de extrañar que el momento postsoviético, en EE.UU., se proclamase enseguida como “el fin de la historia” y la victoria de la “democracia liberal” o la “libertad” se celebrasen como si realmente no hubiera un mañana, que pudiera ofrecer más que lo que la actualidad hace».
Sin embargo este éxito mostró ser mucho más efímero de lo que podía pensarse en esa década, plena de un entusiasmo desbordante de parte de los triunfadores. Por ello agrega nuestro autor:
«El actual modelo capitalista (el único disponible) para una potencia en ascenso, sea China, India, o Brasil, es también un modelo de decadencia planetaria, posiblemente de naturaleza precipitada. La definición misma del éxito –más consumidores de clase media, más dueños de coches, más compradores, lo que significa el uso de más energía, la quema de más combustibles fósiles, que más gases invernadero lleguen a la atmósfera– es también, como nunca antes, la definición del fracaso. Mientras mayor el “éxito”, más intensas las sequías, más fuertes las tormentas, más extremo el clima, mayor la elevación de los niveles del mar, más cálidas las temperaturas, mayor el caos en tierras bajas o tropicales, más profundo el fracaso. La pregunta es: ¿Conducirá esto a un fin de los modelos anteriores de la historia, incluyendo el hasta ahora predecible ascenso de la próxima gran potencia, el próximo imperio? En un planeta que se degenera, ¿es posible imaginar la próxima etapa del gigantismo imperial?»
El concepto de decadencia
El título que le puse a este artículo se basa en la tesis del filósofo alemán Oswald Spengler (1880-1936) publicada en Alemania con el mismo título, al finalizar la Primera Guerra. Se debe recordar que la crisis de la Bolsa de Wall Street, el famoso Jueves Negro, 24-10-1929, dio comienzo a una larga y profunda crisis internacional con la quiebra de la economía y la Gran Depresión posterior. El futuro pintaba un muy negro panorama y las perspectivas eran muy poco halagüeñas.
El Doctor Shlomo Ben Ami [2] (1943) escribió un artículo, en el diario El País de España 16-2-2012, con el título Regreso a la decadencia de Occidente lo siguiente:
«Desde la publicación en 1918 del primer volumen de La decadencia de Occidente de Oswald Spengler, las profecías sobre la muerte segura de lo que llamó la “civilización fáustica” han sido un tema recurrente para los pensadores y los intelectuales públicos. Se podría considerar que las crisis actuales en los Estados Unidos y en Europa, consecuencia primordialmente de los fallos éticos inherentes al capitalismo de los EEUU y a las deficiencias de funcionamiento de Europa, atribuyen crédito a la opinión de Spengler sobre la insuficiencia de la democracia y a su rechazo de la civilización occidental por estar impulsada esencialmente por una corruptora avidez de dinero». (destacados míos)
La caracterización de Occidente, que hace Spengler, como una “civilización fáustica” se inspira en la relación que establece con el Fausto de Johann W. Goethe (1749-1832). Este autor le dedicó a esta obra 60 años de su vida, entre las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del XIX. De ella nos dice Darío Oses (1949), egresado de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile:
«El doctor Fausto no sólo consigue honores, riquezas y placer sensual, sino que se empeña en transformar el paisaje natural, y hace que Mefistófeles, su asistente demoníaco, convoque ejércitos de trabajadores para construir canales, diques y torres. Aquí se anuncia lo que hoy llamamos globalización: el progreso que se extiende por todo el mundo, que fluidifica el intercambio de bienes, tecnologías y servicios, y de paso aplasta paisajes y desintegra a las comunidades que se apegan a formas de vida pre moderna». A ello Marshall Berman (1940-2013) lo definió como la etapa de la ‘la tragedia del desarrollo’».
Es interesante la referencia a Spengler porque nos permite pensar el tema propuesto desde un aspecto hoy bastante eclipsado por el pensamiento económico, como veremos después. Su diagnóstico cayó en el olvido después de la Segunda Guerra dado el aparente renacimiento del mundo occidental y la recomposición del capitalismo estadounidense, período que los franceses denominaron los treinta gloriosos, haciendo referencia a los años transcurridos entre 1945 y 1975. Esos treinta gloriosos comenzaron a declinar por una combinación de factores, de los que algo también veremos más adelante, dentro de los cuales la llamada Crisis del petróleo fue un importante detonante. Más tarde la llegada al gobierno británico de Margaret Thatcher (1979-1990) y a la presidencia de los Estados Unidos de Ronald Reagan (1981-1989) imprimió un giro hacia la imposición de políticas neoliberales que ahogaron las viejas esperanzas de un mundo mejor.
Los pronósticos de una decadencia de las expectativas de mejoras sociales comenzaron a aparecer al comprobar las consecuencias de las políticas impuestas por el Consenso de Washington: aumento de la desocupación, baja del poder adquisitivo de los trabajadores, concentración de la economía y crecimiento del poder financiero, entre otras. Este proceso hizo crisis en los años 2007/8 con lo que se llamó el estallido de la burbuja inmobiliaria. Veamos qué dice Wikipedia de ello:
«Por burbuja inmobiliaria se conoce el avance, en la mayoría de los países industrializados occidentales, de los precios de los bienes inmuebles muy por encima del resto de los bienes y servicios. Esto produjo una fractura generacional al involucrar un bien básico de consumo obligatorio como es la vivienda en el juego de la especulación inmobiliaria. Los Informes de la Reserva Federal Americana [[3]] (FED) y de otros organismos económicos oficiales, como la OCDE [[4]], reflejan el incremento explosivo del precio de los bienes inmuebles, en prácticamente todos los países industrializados. Los medios de comunicación especializados y otras personalidades relevantes del mundo económico informaron de la burbuja tardíamente y sin excesiva franqueza, por los créditos a corto plazo que proporcionaba, lo que, al final, ha contribuido a amplificar innecesariamente el resultado desastroso».
Amigo lector, sin pretender ser un Sherlock Holmes, ¿cabría preguntar cuál es el misterio que desencadenó semejante crisis financiera internacional, con las quiebras de instituciones financieras de primera línea en los EEUU? Una pregunta que yo arriesgaría, para empezar es ¿qué es una burbuja? Encontramos en la página www.gerencie.com la siguiente definición:
«Una burbuja inmobiliaria es un incremento excesivo e injustificado de los bienes inmuebles o bienes raíces, ocasionado generalmente por la especulación. En una burbuja, los precios se incrementan sin que para ello exista una razón lógica. Su incremento se fundamenta básicamente en la especulación y en el deseo de la gente de adquirir bienes para luego vender a mejor precio, aprovechando precisamente ese incremento de los precios». (los destacados son míos)
Cuando una cultura, entendido este concepto en el sentido más abarcador, la cultura de la Modernidad occidental, eleva al primera plano de sus valores la especulación financiera, sin preocuparse por las consecuencias sociales, culturales, económicas, políticas, etc., ha llegado al punto máximo de su decadencia. Amigo lector: para una información más profunda le recomiendo ver la película Too Big to Fail es un drama biográfico estadounidense. Altamente recomendable.
[1] Es un escritor y editor estadounidense. Es el creador de tomdispatch.com, un blog en línea de The Nation Institute. Es cofundador de American Empire Project y autor del libro de 1998, El fin de la cultura de la victoria: la guerra fría en Estados Unidos y la desilusión de una generación (1998).
[2] Shlomo Ben Ami es un político, diplomático e historiador israelí. Miembro del Partido Laborista Israelí, fue ministro de Asuntos Exteriores de dicho país y el segundo embajador de Israel en España.
[3] El Sistema de la Reserva Federal es el banco central de los Estados Unidos. Es una entidad autónoma y privada que controla la estructura organizativa en la cual participa una agencia gubernamental, conocida como Junta de Gobernadores, con sede en Washington D. C.
[4] La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos es un organismo de cooperación internacional, compuesto por 37 estados, cuyo objetivo es coordinar sus políticas económicas y sociales.