Por Ricardo Vicente López
Cuando veo la historia me vuelvo pesimista… pero
cuando veo la prehistoria recupero el optimismo.
-Jan S. Smuts [1]] (1870-1950)
Parte I
La frase del epígrafe nos ofrece la posibilidad de un camino reflexivo. Tal vez, una primera cuestión nos plantea el contenido y el tono de ellas. Las palabras, sus significados, van mutando con el transcurrir del tiempo. También los climas culturales que sostienen y posibilitan hacer afirmaciones que, décadas después, sean leídos e interpretados de otros modos. Un aspecto adicional, que debe tenerse en cuenta, es cuáles eran la posibilidades que tenían esas palabras de alcanzar una difusión extensa si los medios de información no habían adquirido entonces el peso y la importancia que hoy tienen, más su capacidad de generar sentido común.
Dicho esto le voy a proponer, amigo lector, algunas reflexiones que me motivan esas palabras. Las breves líneas biográficas, colocadas al pie de página, nos ofrecen una primera aproximación al tema. Ubicarnos en el tiempo que le tocó vivir, en el recorrido de su vida, algo nos dice respecto a quién fue, cómo pensaba y qué se propuso. Debemos prestar especial atención en su nacimiento en África del Sur y que, a pesar de su carrera militar, y lo que esto puede sugerir, fue un defensor de la población autóctona.
Una información importante. La historia de la humanidad debe ser estudiada teniendo presente que la historiografía europea impuso una lectura del pasado sostenida por una separación entre dos momentos que marcaron el pensamiento moderno: lo que se denominó historia y lo que caracterizó como prehistoria, a la que se refiere Jan S. Smuts. La distinción puede no ser relevante o, tal vez, no le diga gran cosa a aquellos que no han leído algunos debates de la historiografía, en los cuales se discute el tipo de periodización[2] que debe utilizarse. Debemos tener en cuenta que su nacimiento lo puso en contacto con tradiciones que una persona educada en Occidente, por lo general, no conoce. La antropología actual afirma que el origen del hombre moderno debe ser ubicado en el África subsahariana, hace unos 150.000 años; de ese origen, se desprendió una rama fundamental, hace unos 50.000, que conformó el homo sapiens-sapiens (es decir nosotros).
La importancia de estos datos reside en que al hablar de la historia del Hombre el concepto de pre-historia tiene un origen, una autoría clara, en la Europa moderna –sobre todo en el filósofo alemán Jorge G. F. Hegel (1770-1831)— cuya distinción tuvo un propósito político-ideológico muy claro: caracterizar a los habitantes de las Nuevas Tierras equiparándolos a aquellos que habían vivido hasta hace unos 12.000 años, en el Medio Oriente actual, momento que fue definido como el comienzo de la historia humana. El concepto prehistoria fue muy útil para categorizar a los habitantes de las Nuevas Tierras, colocándolos en un nivel evolutivo que no había alcanzado el exigido para alcanzar lo humano. Por ello se comenzó a hablar de la pre-historia, un tiempo anterior en el que habitaron una gran diversidad de especies de homínidos [3].
Ese momento de la historia, caracterizado por la aparición de la escritura y la agricultura, fue elegido para definir el comienzo de la historia de “los hombres”, el período anterior se denomina neolítico [4], unos 12.000 años atrás. El tiempo anterior, en el vivieron durante unos 500.000 años, una diversidad de especies denominadas con la palabra latina “homo”, de los cuales derivaron una abanico muy diversos de especies de hombres, de la época paleolítica.
El paralelo trazado entre los habitantes de aquella época y los que los conquistadores encontraron en las Nuevas Tierras (siglos XV al XVII), fueron considerados todos ellos como animales, semi-animales, salvajes, primitivos, selváticos, bárbaros, es decir no-hombres, al menos no como el modelo definido por ellos, los blancos, el resto, por lo tanto, pertenecían al reino natural [5].
Ante el encuentro de la novedad de hombres diferentes al europeo, más el afán de conquista y saqueo, la calificación de seres inferiores, justificó el duro trato a los cuales fueron sometidos. Lo que se puede definir como la leyenda de los salvajes originarios ocultó que muchas de esas culturas habían desarrollado formas sociales comunitarias y solidarias. Hablar de ello hubiera aparecido como una dura crítica a la cultura Occidental que ya había olvidado sus raíces humanistas. La mirada miope, cegada por la búsqueda del oro y de lo que se pudiera saquear, no permitió que esas experiencias sorprendentes fueran reconocidas y apreciadas [6].
Con referencia a estos temas, y para un análisis más detallado y especializado, sugiero también la lectura de otros trabajos míos [7]. Sobre todo en el continente americano se habían desarrollado unas muy ricas experiencias que habían mantenido, a través de las tradiciones, formas de vida similares a la de milenios atrás que la Europa moderna había olvidado. En la etapa nómade los hombres, conocidos hoy como los sapiens-sapiens (el homo sapiens = el hombre que sabe; el homo sapiens-sapiens= el hombre que sabe que sabe), hace unos 50.000 años, mantuvieron relaciones comunitarias y de mutua ayuda y protección.
La historiografía de los países centrales ocultaron muchas de las investigaciones antropológicas que reconocieron y demostraron la existencia de una etapa de la humanidad en la cual prevalecieron las formas solidarias y fraternales. Hablar de la existencia de un salvaje originario justificaba las formas de vida de las sociedades de los últimos 5.000 años. La competencia social y las guerras de conquista fueron mostradas como lo original de la vida humana, justificada por el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), con su famosa sentencia: «El hombre es un lobo para el hombre». Creo que ahora podemos entender un poco más el contenido de la frase de Jan S. Smuts.
El hombre hace sus primeras experiencias de enfrentar conflictos sociales
El periodo que se denominó la Revolución neolítica [8] significó un salto muy importante y una transformación que abrió un camino nuevo, inesperado, que la historia académica no ha investigado debidamente. El asentamiento en un territorio, abandonando la vida nómada, introdujo la novedad de tener que cuidar, y defender las tierras trabajadas por ellos de otras comunidades, todavía nómadas. Los nómadas no entendían los porqués la tierra podía ser apropiada por unos, excluyendo su utilización a otros. Esta situación dio lugar a enfrentamientos, algunos de ellos con mucha violencia, por los cuales los hombres de distintas comunidades se enfrentaron entre sí. En la historia anterior es muy difícil encontrar este tipo de conflictos, la guerra es una novedad de estos tiempos.
Una prueba: en las excavaciones arqueológicas, anteriores a 50.000 años, no se encontraron fósiles que mostraran signos claros de muertes violentas; además a lo largo de unos 700.000 años sólo se encontraron tres fósiles de niños. Amigo lector, perdóneme la ironía: la mortalidad infantil fue una innovación y un aporte del hombre blanco.
[1] Fue un británico, nacido en Colonia del Cabo, condecorado con la Orden del Mérito y la Compañía de Honor, distinguido como Consejero del Rey, y miembro de la Sociedad Real, fue un prominente estadista de Sudáfrica y de la Mancomunidad Británica de Naciones, líder militar, naturalista y filósofo.
[2] Se conoce como periodización el estudio que trata de dividir la historia en distintas etapas que posean rasgos significativos que habiliten la división.
[3] Familia de primates con capacidad para andar sobre dos pies en posición erguida y dotados de inteligencia y habilidad manual: “el hombre actual es el único representante de esos homínidos; el pitecántropo y el australopiteco son homínidos anteriores”.
[4] El Paleolítico (del griego, palaiós: “antiguo”, y lithos: “piedra”) significa etimológicamente piedra antigua, término creado por el arqueólogo John Lubbock en 1865 en contraposición al de Neolítico (piedra nueva).
[5] Para una lectura más detallada y abarcadora sugiero la lectura de dos trabajos míos: Civilizados y bárbaros y El hombre originario en la página www.ricardovicentelopez.com.ar.
[6] Un autor inglés, cristiano, Tomás Moro (1478-1535) escribió una novela histórica en la que describe la existencia de comunidades de América que «vivían armoniosamente en paz, sin dinero, sin propiedad privada y sin rey», cuyo título fue Utopía (París, 1516), palabra acuñada por el autor.
[7] Del hombre comunitario al hombre competitivo y Los orígenes del capitalismo moderno – Primera parte apartados 3 al 9, en la página www.ricardovicentelopez.com.ar.
[8] Se denomina revolución neolítica a la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad, que pasó de nómada a sedentaria, al concretarse una economía productora basada en la agricultura y la ganadería.