Por Ricardo Vicente López
Una recuperación de ideas imprescindibles para repensar la liberación latinoamericana
Parte III –
¿Por qué el cristianismo? Amigo lector, si Ud. está alejado de las manifestaciones de una fe superficial, milagrera, si se siente lejos de las Iglesias, si rechaza una Roma autoritaria, le anticipo que estoy de acuerdo con Ud. Lo que propongo repensar es el cristianismo de sus orígenes, que contenía un mensaje subversivo, y predicaba el amor. Si logramos que la curiosidad nos abra la necesidad de pensar en todo ello, si podemos ligarlo a la lucha por la construcción de un mundo mejor, lo invito a seguir leyendo
El valor de la palabra de Jesús
El cristianismo ha debido afrontar muchas veces un debate serio sobre la vida terrena y la doctrina de Jesús de Nazaret. Los siglos XVII y XVIII plantearon, a través de la investigación de sus mejores intelectuales, cuestionamientos graves sobre la autenticidad de su vida y de su doctrina. La respuesta a todo ello fue, en gran parte, encerrarse en una fe dogmática, como el modo de abordar y defender esas enseñanzas. Este rechazo al uso de la Razón en este tipo de temas dividió en dos campos la relación con el rabí de la Palestina: los creyentes y los descreídos. Los primeros, en gran parte, se aferraron al fideísmo y los segundos se deslizan hacia el ateísmo o al agnosticismo [1] Hoy es evidente que “la fe se tambalea”, decía Discépolo. Razón por la cual, creo yo, imperó a partir de la Ilustración, una actitud de distanciamiento y de desvalorización respecto de toda esa muy rica herencia.
Todo ello no puede dejarse de lado cuando, los que adherimos al cristianismo, es decir: los que nos apoyamos en la doctrina basada en la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret; los que tomamos esas enseñanzas para avanzar en la construcción de una vida humana y de un mundo más vivible y equitativo, encontramos allí una fuente de sabiduría imprescindible. Llegados a este punto no podemos soslayar los problemas expuestos. Para ser consecuentes con el título de estas notas debemos afrontar el desafío que se nos impone para superar la dialéctica de la dicotomía planteada: creer o no creer.
Para ello, amigo lector, voy a proponerle una osadía que Ud. sabrá aceptarme: la lectura de un libro Jesús de Nazaret, publicado en 1907, y reeditado en 1971, con el prólogo de una personalidad indiscutible del mundo judío, Marshall T. Meyer [2] (1930-1993). ¿Por qué un autor y un prologuista judíos? Porque ellos no se ven presionados por las Iglesias cuando tratan el tema Jesús; tienen, además del aval de sus antecedentes académicos y la distancia necesaria para emitir juicios libres. La lectura de este libro nos acerca a un Jesús humano, que vivió y predicó en la Palestina del primer siglo de nuestra era. A la mayor parte de todos nosotros, los cristianos, nos han llegado textos que no garantizaban la verdad sobre esa vida, por lo ya dicho, y que están contaminados por la incidencia de siglos de intereses políticos, ideológicos y teológicos que nos obligan a sospechar sobre su veracidad.
Entonces, un primer paso que debemos dar es contestar si la persona de Jesús de Nazaret tuvo una vida terrena verificable, segundo saber si los textos que llegan a nosotros son originales (cuáles sí y cuáles no); esto como condición necesaria primera para comenzar a leer, o releer los textos que nos ofrece la literatura especializada. Privilegiando los escritos en Latinoamérica (¿por qué en Latinoamérica?, dejo también para más adelante la respuesta). El paso intermedio que le propongo, entonces, es apoyarnos en la lectura de algunas afirmaciones el libro mencionado.
Previo a ello, es también necesario, conocer a su autor: se trata de una excepcional personalidad académica del judaísmo, que se sintió atraído por una especie de fascinación por la persona de Jesús, por su vida y sus enseñanzas. Su autor, el historiador judío Doctor Joseph Klausner (1874-1958), estudió filosofía y lenguas semíticas en la Universidad de Heidelberg (Alemania), se trasladó luego a la Palestina, allí fue Profesor de literatura hebrea en la Universidad Hebrea de Jerusalén; fue el Redactor-jefe de la Enciclopedia Hebraica. Su obra más importante, fue la Historia de Israel en cuatro tomos, publicada en hebreo.
Lo singular del libro de Klausner radica, fundamentalmente, en el criterio y la minuciosidad con que fue concebido y redactado. Un crítico serio, de antecedentes respetables, dijo de él:
«Es un historiador y erudito judío, profundo conocedor del Talmud, el Midrash y todas las demás fuentes hebreas; agrega a ello el conocimiento de la época del Jesús histórico, y escribe con rigor y método científico en su análisis».
El autor del libro confiesa que una de las inquietudes que se le presentaron, y que temió que fuera un impedimento científico, fue que él estaba convencido de que Jesús fue la mayor autoridad ética de la cultura semita, y el pueblo de Israel lo rechazó. ¿Por qué y cómo sucedió esto? Este tema se lo planteó a sus alumnos de la Universidad Hebrea, para los cuales trabajó en esta investigación. Leamos algunas afirmaciones dispersas del libro:
«Desde el punto de vista de la humanidad en general Jesús es, ciertamente, una luz para los gentiles [3]. Sus discípulos han levantado la antorcha iluminada de la Ley de Israel… Ningún judío, en consecuencia, puede pasar por alto el valor de Jesús y su doctrina desde el punto de vista de la historia universal… Jesús, para el pueblo judío, es un gran maestro de moral y un artista de la parábola… Es el moralista por excelencia, para quien, en la vida religiosa, la moralidad lo significa todo…
Creo, amigo lector, que es muy difícil no sentirse impactado por el entusiasmo que expresan estas palabras. No le pesa en lo más mínimo reclamarle al pueblo judío el reconocimiento de quien fue su más grande Maestro. Le pregunto a Ud. si no se siente también provocado y convocado por ellas. ¿No nos están diciendo, a tantos de nosotros, que tampoco lo hemos tomado en serio? Lo que dice para el pueblo judío ¿no puede decírnoslo también a nosotros? Sigue Klausner:
En el código de Jesús hay una sublimidad, una claridad y una originalidad que no tienen paralelo en ningún otro código ético judío: tampoco hay paralelo para el arte notable de sus parábolas… La sagacidad y agudeza de sus proverbios, y sus enérgicos epigramas [4], sirven en grado excepcional para hacer de las ideas éticas una posesión popular. Si llega el día en que ese código sea despojado de sus envolturas de milagros y misticismo, el Libro de la ética de Jesús será uno de los tesoros más selectos de la literatura de Israel para todos los tiempos… Hay enunciados confiables en lo que respecta a que su nombre fue Ieshua (Ieshu) de Nazaret, que “practicó la hechicería” (es decir, que realizó milagros, como era corriente en aquellos días)… Estas son las referencias a Jesús que aparecen en las Antigüedades [5] que son consideradas totalmente auténticas.
Creo que, por la calidad de quien lo dice, por sus antecedentes académicos, por su prestigio intelectual, queda el camino despejado de dudas respecto a la autenticidad de la existencia terrena de Jesús, a la calidad ética de sus palabras y a la profundidad de sus enseñanzas. Podemos ahora dedicarnos al análisis de su mensaje, disperso en varios textos.
La importante tarea, ya mencionada, sobre la relectura de ese mensaje, interpretada en tierras de América, fue realizada en los dos encuentros de Medellín y Puebla y en gran parte de la literatura de los trabajos de la Teología de la Liberación y de la Filosofía de la Liberación. Todo ello nos ofrece un material excelente para apoyar nuestras ideas y nuestras reflexiones políticas, sobre un caudal doctrinario que deberíamos colocarlo como un sólido cimiento de nuestras ideas y compromisos.
[1] Fideísmo: doctrina filosófica que sostiene que sólo a través de la fe y la revelación divina es posible conocer los principios éticos y religiosos que no son inaccesibles a la razón; Ateísmo: doctrina que niega la existencia de Dios o de cualquier divinidad; Agnosticismo, doctrina filosófica que considera inaccesible para el entendimiento humano la existencia de Dios.
[2] Fue un rabino estadounidense, reconocido activista internacional de los derechos humanos, líder de la transformación cultural más importante de la judería latinoamericana del siglo XX. Cuando volvió la vida democrática en la Argentina formó parte de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.
[3] Palabra usada por los judíos para referirse a las naciones o individuos no judíos.
[4] Epigrama es una inscripción grabada sobre piedra, metal u otro material duro; composición poética muy breve que expresa un solo pensamiento ingenioso o satírico con gran precisión y agudeza.
[5] El historiador judeo-romano del siglo I Flavio Josefo escribió en el 93 de nuestra era Las Antigüedades judías, manuscritos existentes que incluyen referencias a Jesús y los orígenes del cristianismo.