Por Ricardo Vicente López
El juego suicida de los poderes internacionales, amparados por la fenomenal pantalla mediática a su servicio, ocultan los manejos criminales de sus decisiones para preservar sus riquezas mal habidas. Un nuevo participante de este juego (que no es tan nuevo, tiene ya un siglo) se ha denominado opinión pública, concepto original del Doctor Walter Lippmann [1] (1889-1974) autor del libro en el cual se hace público este concepto, según la página de www.unir.net/ciencias-sociales:
«El primer intento de dar una definición empírica de la opinión pública surge en los años veinte del siglo XX entre los estudiosos de la comunicación, coincidiendo con la extensión y difusión de los mass media [2]. Walter Lippmann, un periodista de finales del siglo XIX y principios del XX publica en 1922 Public Opinion, considerado por muchos el primer tratado moderno sobre la opinión pública».
Según el comentario de la misma página la preocupación de Lippmann era analizar los mecanismos mediante los cuales se forma la opinión pública, los denominó los estereotipos:
«Estos son un molde que se extiende rápido en conversaciones o en cualquier otra interacción. Implican asociaciones negativas y positivas de ciertos temas o personajes que quedan marcados de forma definitiva. Lippmann percibe que existe una clara diferencia entre las experiencias de primera mano y las que se reciben por otros medios, especialmente los medios de comunicación de masas, pero la gente no es consciente de ello. Por tanto, los medios pueden formar estereotipos rápidamente. Una consecuencia evidente de ello es que las opiniones no se forman a través de un proceso racional y calculado, sino a través de estereotipos. Estos son un tamiz para la percepción, los procesos cognitivos están condicionados por las actitudes, como luego mostraron los estudios sobre la percepción».
Mi intención es aportar algo al esclarecimiento de este grave problema de las sociedades industrializadas: el funcionamiento de los públicos masificados. Esto debe permitir que entendamos por qué lo denominé la fenomenal pantalla mediática. Esta crea un abismo entre la realidad real (perdón por la expresión) y lo que algunos investigadores caracterizaron como la realidad publicada. Esta pequeña introducción, espero, haya servido para responder a una pregunta ingenua (pero no tanto): ¿por qué todo lo que denuncian estos dos importantes intelectuales no es del dominio público? Lo que queda dicho pretende ser una primera respuesta posible.
Lo que sigue es una síntesis de un artículo que escribieron dos muy importantes intelectuales. Ellos agregan a su currículo una actitud de vida traducida en una militancia política en defensa de los marginados del mundo, del derecho a la libertad de opinión, contra las guerras del imperialismo, etc. Esto no es menor, dado que la carencia de intelectuales que arriesguen su comodidad y sus ingresos adoptando posiciones críticas, es un fenómeno acentuado en estos tiempos. El título lo tomé prestado de la nota que ellos publicaron: Tres grandes amenazas a la vida en la Tierra que debemos afrontar en 2021, sus autores: Noam Chomsky [3] y Vijay Prashad [4]
Sabemos, y nos lo recuerdan sus autores, que importantes partes del mundo —fuera de China y unos pocos otros países— enfrentan un virus descontrolado, que no ha sido detenido debido a la incompetencia criminal de los gobiernos.
Nos advierten estos académicos:
«Cualquier cosa que no sea centrar la atención en manejar el virus mediante el testeo, la trazabilidad de los contactos, y el aislamiento —y si esto no es suficiente, imponer un confinamiento temporal— es imprudente. Es igualmente preocupante que estos países ricos hayan seguido una política de “nacionalismo de la vacuna”, acaparando candidatas a vacuna en vez de alinearse con una política de creación de una “vacuna de los pueblos”. Por el bien de la humanidad, sería prudente suspender las normas de propiedad intelectual y desarrollar un procedimiento para crear vacunas universales para todos los pueblos».
Aunque la pandemia es el principal tema en las mentes de la mayoría de los ciudadanos de a pie, hay otras grandes amenazas a la longevidad de nuestra especie y del planeta. Si bien no es nada fácil definir una tabla de importancia entre ellas proponen el siguiente análisis:
«Aniquilación nuclear. En enero de 2020, el Bulletin of the Atomic Scientists [Boletín de científicos atómicos] fijó el Reloj del Juicio Final de 2020 a 100 segundos de la medianoche, demasiado cerca para la comodidad. El reloj, creado dos años después de que se desarrollaron las primeras armas atómicas en 1945, es evaluado anualmente por el Consejo de Ciencia y Seguridad del Boletín, consultando a su Consejo de Patrocinadores, quienes deciden si mover el minutero o dejarlo en el mismo lugar. Para cuando vuelvan a fijar la hora, es probable que estemos más cerca de la aniquilación. Los ya limitados tratados de control de armas están siendo destruidos, mientras las principales potencias poseen cerca de 13.500 armas nucleares (más del 90% de las cuales están solamente en manos de Rusia y Estados Unidos). El rendimiento de estas armas podría fácilmente hacer este planeta aún más inhabitable».
«Catástrofe climática. En 2018 apareció un artículo científico con un título impactante: “La mayoría de los atolones serán inhabitables a mediados del siglo XXI debido a que el alza del nivel del mar aumentará las inundaciones provocadas por marejadas”. Los autores concluyeron que los atolones desde las Seychelles a las islas Marshall están en peligro de desaparecer. Un informe de 2019 de la ONU estimó que un millón de especies animales y plantas están en peligro de extinción. A esto hay que agregar los catastróficos incendios forestales: el peligro no está en el futuro, sino en el presente. Es fundamental que las grandes potencias se comprometan con el enfoque de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” de la Declaración de Río de Janeiro sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992. Es sorprendente que países como Jamaica y Mongolia hayan actualizado sus planes climáticos frente a las Naciones Unidas antes de que termine 2020, como lo exige el Acuerdo de París. Los fondos que fueron prometidos a los países en desarrollo para su participación en el proceso prácticamente se han evaporado, mientras la deuda externa ha aumentado exponencialmente. Esto muestra una falta de seriedad básica de parte de la ‘comunidad internacional’».
«Destrucción neoliberal del contrato social. Los países de América del Norte y Europa han destripado su función pública a medida que el Estado ha sido entregado a los especuladores y la sociedad civil se ha mercantilizado vía fundaciones privadas. Esto significa que los caminos de la transformación social en estas partes del mundo han sido obstaculizados grotescamente. La terrible desigualdad social es el resultado de la relativa debilidad política de la clase trabajadora. Los países no deben ser juzgados por las palabras escritas en sus constituciones, sino por sus presupuestos anuales. Estados Unidos, por ejemplo, gasta casi un billón de dólares en su maquinaria de guerra, mientras gasta apenas una fracción en bienes y servicios públicos (como atención sanitaria, algo evidente durante la pandemia).
«El uso de sanciones ilegales por parte de Estados Unidos contra treinta países, incluyendo Cuba, Irán y Venezuela, se ha vuelto parte de la vida normal, incluso durante esta crisis de salud pública mundial provocada por la pandemia. Es un fracaso del sistema político que las poblaciones en el bloque capitalista sean incapaces de obligar a sus gobiernos —que en muchos casos son democracias solo en el papel—. El aumento de las tasas de hambre revela que la lucha por sobrevivir es el horizonte para miles de millones de personas en el planeta (todo esto mientras China logra erradicar la pobreza absoluta y eliminar en gran medida el hambre).
«Los problemas globales de esta escala requieren de la cooperación mundial. Presionados por los países del Tercer Mundo en los años 60, las grandes potencias aceptaron el Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares (1968), aunque rechazaron la más importante Declaración sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional (1974). Ya no está la correlación de fuerzas para impulsar ese tipo de agenda de clase en el escenario internacional. Se necesita un internacionalismo robusto para prestar una atención adecuada e inmediata a los peligros de la extinción: extinción por la guerra nuclear, por la catástrofe climática, y por el colapso social. Las tareas por delante son abrumadoras y no pueden ser aplazadas».
Es muy poco lo que se puede agregar a este sólido y profundo informe. Amigo lector, lo que propongo es hacerlo conocer a todas las personas posibles.
[1] Fue un intelectual estadounidense; periodista, comentarista político, crítico de medios y Filósofo, que intentó reconciliar la tensión entre el capitalismo y democracia en el complejo mundo moderno.
[2] Los medios de comunicación de masas o medios de comunicación masiva (en inglés, mass media) son los medios de comunicación recibidos simultáneamente por una gran audiencia.
[3] Filósofo, Politólogo y activista estadounidense; Licenciado en Filosofía, Lingüística y Matemática por la Universidad de Pensilvania; Profesor Emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts
[4] Prashad asistió a The Doon School, Licenciado por el de Pomona College y Doctorado por la Universidad de Chicago, Historiador, Periodista, comentarista e intelectual indio. Es director ejecutivo de Tricontinental: Institute for Social Research y editor en jefe de LeftWord Books.