Por Ricardo Vicente López
“Cuando la barba de tu vecino veas afeitar… pon las tuyas a remojar”
El refrán que propongo como título de esta nota reza, por lo menos desde el siglo XV, de ese modo. La página www.elcastellano.org comenta al respecto:
“La idea del refrán es que debemos aprender de los males que sufren los demás para no caer en los mismos errores y sufrir idénticas consecuencias”.
Puede significar que cuando ves que algo sucede a tu alrededor debés pensar que también te puede pasar, por lo que debés estar preparado para tratar de evitarlo. También puede entenderse como una advertencia, ya más pesimista, de prepararse lo mejor posible ablandando la barba para cuando, lo que se presenta como un castigo sea más soportable. Es, sin duda, una vieja enseñanza de la sabiduría popular, aunque este concepto haya caído en desuso por imperio del lenguaje mediático.
Estar atento a lo que le sucede al vecino, metáfora que alude a las experiencias ajenas de todo tipo, es una manera de aprender a cuidarse como persona y como pueblo. Otro refrán español nos enseña: “La experiencia en propia carne cuesta cara y llega tarde” que apunta en la misma línea. Cuando afirmo que esas enseñanzas de la sabiduría se han ido perdiendo tengo ante mis ojos el panorama de la situación europea, que hubieran aprendido mucho de la experiencia de Latinoamérica y, sin embargo, recorren las mismas huellas que nos llevaron a una situación desesperante, tal como se repite allá. Hoy debería decir, sin embargo, asumiendo el punto al que hemos llegado, que como pueblo parece que tampoco hemos aprendido.
¿Cómo entender que no se hayan visto o se hayan olvidado unas enseñanzas tan sencillas? Nada menos que el gran físico Albert Einstein (1879-1955) nos enseñaba:
“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo. No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”.
Toda esta reflexión tiene la intención de insistir ante el ciudadano de a pie sobre la importancia de este tipo de enseñanzas: aprender de la experiencia ajena. Estando alerta sobre un tema que ha sido sometido a los más perversos comentarios con el objetivo de desviar la posibilidad de una comprensión seria y profunda. Para ello voy a utilizar unos comentarios que ha presentado Nayar López Castellanos [[1]] al analizar un reciente libro: Terrorismo Mediático. La construcción social del miedo en México (2013), cuyo autor Carlos Fazio [[2]] aborda esta cuestión. Es otro modo de retomar las consideraciones precedentes:
La utilización de este problema social, que ha ido creciendo globalmente como consecuencia del abismo que se profundiza entre los pocos ricos y los muchos pobres, que no es más que el resultado de la pésima distribución de riquezas de la que hace gala el capitalismo salvaje. Relación que se oculta con mucho celo en los medios masivos.
Nos comenta López Castellanos, y propongo leerlo como un ejercicio de lo enunciado:
En su nueva obra contribuye a desentrañar la actual realidad de nuestro país a partir de dos ejes centrales. Por un lado, establece un hilo conductor en torno al pasado reciente de México y, por otro, visibiliza los mecanismos que instrumentan el Estado y los grupos dominantes para mantener el poder a través de un control mediático sobre la sociedad. El concepto de terrorismo mediático -que utiliza Fazio- está relacionado con un entramado de estrategias políticas, económicas, sociales y psicológicas que buscan crear realidades ficticias, miedos colectivos y convertir mentiras en verdades que permitan manipular a la sociedad de acuerdo al conflicto y al enemigo en cuestión. Si partimos de la idea de que para el poder todo sujeto que considere una amenaza a sus intereses, se concibe como una guerra, entonces el terrorismo mediático parte de esa premisa.
Nos propone, a continuación, la lectura de una cita del libro de López Castellanos, como denuncia de las estratagemas utilizadas:
La guerra psicológica utiliza una caracterización simplista y maniquea (bueno/malo, negro/blanco) para describir al enemigo. El propagandista debe utilizar las palabras claves capaces de estigmatizar al contrario y de activar reacciones populares. En realidad, de lo que se trata, al utilizar el mito de la guerra, es de satanizar al adversario, arrancarle todo viso de humanidad y cosificarlo, de tal modo que eliminarlo no equivalga a cometer un asesinato.
Como parte de este arte perverso, Fazio explica cómo debe entenderse el concepto de información desde el espacio radioeléctrico que utiliza el sistema:
Informar es proponerle al espectador asistir al acontecimiento mediático como happening. No hay causas. No hay actores. No hay contexto. No hay memoria. No existe la historia. La realidad ahora se ve como un espectáculo. Las leyes del espectáculo mandan sobre las exigencias y el rigor de la información.
Si bien este es un libro de gran utilidad para el análisis político de la situación mexicana de las dos últimas décadas, Fazio nos propone leerlo como una investigación que puede hacer extensivas sus conclusiones a escenarios diversos, allí radica su capacidad pedagógica. Más aún, esto se percibe cuando analiza las fuentes en las que se sumerge esta investigación:
Constituye un trabajo de periodismo de investigación, en el que los acontecimientos políticos nacionales son interpretados críticamente con base en el análisis de las estrategias contrainsurgentes de los militares estadounidenses, particularmente después de los atentados del 11 de septiembre. Uno de los elementos claves de estas estrategias es el papel asignado a los grandes medios de comunicación, y a la tergiversación de la realidad como arma de guerra. El autor logra una lúcida descripción de los acontecimientos más polémicos que se han dado en los últimos 15 años en nuestro país [México], esto es, justo aquellos que descubren y revelan los mecanismos del poder, y colocan en entredicho la ética de la política, explicando por qué cada vez más la ciudadanía no confía en los políticos y en las instituciones.
Es muy interesante leer y pensar las categorías que propone el autor del libro como una explicación de lo que significa la guerra psicológica, los distintos tipos de propaganda (blanca, gris o negra) y su puesta en práctica por Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán:
La propaganda blanca es aquella que se difunde y se reconoce por la fuente o por sus representantes oficiales; es una actividad abierta, franca, en la que el emisor no oculta su identidad; la propaganda gris es anónima. Es decir, no es identificable por su fuente (no lleva firma alguna) y queda librada a la imaginación del público. Y la propaganda negra, es aquella que aduce otra fuente y no la verdadera; esconde su origen detrás de nombres ficticios, o bien, material falso se atribuye a fuentes reales. Esta última es la utilizada en las operaciones clandestinas de los servicios de inteligencia para buscar desinformar al enemigo y se utiliza generalmente a través de filtraciones.
Fazio llama la atención sobre las estrategias propagandísticas y mediáticas que el autor denuncia, que Estados Unidos ha utilizado en la historia reciente, para justificar su intervención en los casos de Irak, Afganistán y Libia, entre otros. Y subraya, para reflexión de ese público general que consume información de medios masivos [lo que yo denomino el ciudadano de a pie. –RVL], las evidencias que confirman que el gobierno estadounidense es la principal matriz del terrorismo mediático. Aporta como ejemplo de ello, tras repasar los recientes conflictos bélicos en los que Washington ha estado involucrado, que haya sido aceptado públicamente lo que llamaron “errores de inteligencia” que llevaron erróneamente a la agresión e invasión de Irak.
La obra, Terrorismo Mediático, ofrece al lector, comenta Fazio, la teoría y los datos empíricos para entender la construcción social del miedo en México. El caudal de información relativo a las estrategias puestas en práctica para conservar intactas las estructuras del poder político y económico, nacional y transnacional, no difieren de las prácticas mediáticas dentro del mundo globalizado, como se desprende de una simple lectura. Se trata, en síntesis, escribe López Castellanos, de generar miedo al cambio, a las alternativas, a las variadas formas de lucha de la sociedad, introyectando en la conciencia colectiva la incapacidad del sujeto anárquico de su incapacidad para organizarse.
Repasar estos comentarios debe ser un aprendizaje para que no se repita lo que hemos padecido en este último tiempo. Debemos poder diferenciar la fe (seguridad o confianza en una persona, opinión, doctrinas o enseñanzas, que no necesita evidencias). En cambio la credulidad consiste en la facilidad para creer casi cualquier cosa, por absurda, inverosímil o fantástica.
Todo lo anterior nos demuestra que el poder sabe mentir, sabe manipular. Hoy dispone de una tecnología sofisticada para sus propósitos [3].
[1] Doctor en ciencia política por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de donde también es profesor; politólogo especialista en política latinoamericana.
[2] Profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
[3] Se puede consultar El control de la opinión pública en la página www.ricardovicentelopez.com.ar