Vladimir Putin analizó las causas de la Segunda Guerra Mundial en un extenso texto de puño y letra, llamó a no repetir los mismos errores y convocó a una cumbre de las 5 potencias nucleares.
“Todo está cambiando: desde el equilibrio global de poder e influencia hasta los fundamentos sociales, económicos y tecnológicos de la vida de sociedades, Estados y continentes enteros. En épocas pasadas, los cambios de esta magnitud casi nunca han estado exentos de grandes conflictos militares, sin una lucha de poder para construir una nueva jerarquía global”, analizó.
“Hoy, como en 1945, es importante mostrar voluntad política y discutir juntos el futuro. Nuestros colegas, los señores Xi Jinping, Macron, Trump, Johnson, apoyaron la iniciativa rusa presentada para celebrar una reunión de los líderes de los cinco Estados nucleares, miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Les agradecemos esto y esperamos que dicha reunión en persona pueda tener lugar lo antes posible”, sostuvo el líder ruso.
El texto completo de Vladimir Putin:
Han pasado 75 años desde el final de la Gran Guerra Patria y varias generaciones han crecido durante estos años. El mapa político del planeta ha cambiado. Ya no está la Unión Soviética que logró una grandiosa y aplastante victoria sobre el nazismo, que salvó al mundo entero. Los mismos eventos de esa guerra, incluso para sus participantes, ya son un pasado distante. ¿Pero por qué en Rusia el 9 de mayo se celebra como la fiesta más importante, mientras el 22 de junio parece como si la vida se detuviera y se hace un nudo en la garganta?
Se dice que la guerra ha dejado una profunda huella en la historia de cada familia. Detrás de estas palabras están los destinos de millones de personas, su sufrimiento y el dolor de las pérdidas. Orgullo, verdad y memoria.
Para mis padres, la guerra es la terrible agonía del asedio de Leningrado, donde murió mi hermano de dos años Vitia, donde mi madre sobrevivió de milagro. Mi padre, que estaba en la reserva, se fue como voluntario para defender su ciudad natal, hizo lo mismo que millones de ciudadanos soviéticos. Luchó en el campo de batalla Nevski y fue gravemente herido. Cuantos más años pasan, hay una mayor necesidad de hablar con los padres, de aprender más sobre el período militar de sus vidas. Pero ya no es posible preguntar nada, así que mantengo como sagrado en mi corazón las conversaciones con mi padre y mi madre sobre este tema, sus tímidas emociones.
Es importante para mí y para la gente de mi edad que nuestros hijos, nietos y bisnietos entiendan las pruebas y tormentos por los que pasaron sus antepasados. ¿Cómo y por qué lograron sobrevivir y ganar? ¿De dónde vino su verdadero poder de espíritu de hierro que sorprendió y deleitó al mundo entero? Sí, protegieron su hogar, a sus hijos, a sus seres queridos, a su familia. Pero todos estaban unidos por el amor a su tierra natal, a la patria. Este sentimiento profundo y personal en su totalidad se refleja en la esencia misma de nuestro pueblo y se convirtió en uno de los elementos definitorios de su heroica y sacrificada lucha contra los nazis.
A menudo la gente se hace la pregunta: ¿cómo se comportaría la generación actual, qué haría en una situación crítica? Ante mis ojos los jóvenes médicos, las enfermeras, incluso los que ayer eran estudiantes, hoy van a la zona roja para salvar a la gente. Nuestros soldados que lucharon hasta la muerte contra el terrorismo internacional en el Cáucaso Norte, en Siria son muy jóvenes. Muchos soldados de la legendaria e inmortal Sexta compañía de paracaidistas [que falleció casi por completo en una desigual batalla contra fundamentalistas islámicos en Chechenia en el 2000] tenían entre 19 y 20 años. Pero todos demostraron que son dignos de la hazaña de los soldados de nuestra patria, que la defendieron en la Gran Guerra Patria.
Por eso estoy seguro de que el carácter de los pueblos de Rusia es cumplir con su deber, no sentir lástima de sí mismos si las circunstancias lo requieren. La abnegación, el patriotismo, el amor a la casa natal, a la familia, a la patria, estos valores son fundamentales, centrales para la sociedad rusa actual. Son, en general, la base de la soberanía de nuestro país.
Ahora tenemos nuevas tradiciones creadas por el pueblo, como el Regimiento Inmortal. Esta es una marcha de nuestra memoria agradecida, un vínculo sanguíneo y vivo entre generaciones. Millones de personas marchan con fotos de sus familiares que defendieron la patria y derrotaron al nazismo. Esto significa que sus vidas, pruebas y sacrificios, la victoria que nos han transmitido, nunca serán olvidados.
Nuestra responsabilidad ante el pasado y el futuro es hacer todo lo posible para evitar que se repitan estas terribles tragedias. Por eso sentí que era mi deber hablar sobre la Segunda Guerra Mundial y la Gran Guerra Patria. Muchas veces discutí esta idea en conversaciones con líderes mundiales, conté con su comprensión. A finales del año pasado, en la cumbre de los dirigentes de la CEI, todos estábamos unidos: es importante transmitir a los descendientes el recuerdo de que la victoria sobre el nazismo la obtuvo principalmente el pueblo soviético, que en esta heroica lucha, en el frente y en la retaguardia, hombro con hombro, estaban los representantes de todas las repúblicas de la Unión Soviética. Al mismo tiempo, hablaba con los colegas sobre el difícil período anterior a la guerra.
Esta conversación causó una gran resonancia en Europa y en el mundo. Por lo tanto, abordar las lecciones del pasado es realmente necesario y relevante. Al mismo tiempo, había muchas emociones, complejos mal disimulados, acusaciones ruidosas. Varios políticos se apresuraron a decir que Rusia está tratando de reescribir la historia. Sin embargo, no podían refutar ni un solo hecho ni un solo argumento. Por supuesto, es difícil, es imposible discutir con los documentos auténticos, que, por cierto, se guardan no solo en los archivos rusos, sino también en los extranjeros.
Por lo tanto, es necesario seguir analizando las razones que llevaron a la Guerra Mundial, reflexionar sobre sus complejos acontecimientos, tragedias y victorias, sobre sus lecciones tanto para nuestro país como para el mundo entero. Y aquí, repito, es fundamentalmente importante basarse solo en materiales de archivo y evidencias de las personas que vivieron ese momento, para excluir cualquier especulación ideológica y politizada.
Permítanme recordarles una vez más lo obvio: las causas profundas de la Segunda Guerra Mundial se derivan en gran medida de las decisiones tomadas al final de la Primera Guerra Mundial. El Tratado de Versalles se convirtió en un símbolo de profunda injusticia para Alemania. De hecho, se trataba del robo del país, que se vio obligado a pagar a los aliados occidentales enormes reparaciones que agotaron su economía. El comandante en jefe de las fuerzas aliadas, el mariscal francés Ferdinand Foch describió proféticamente el Tratado de Versalles: “Esto no es una paz, es una tregua por veinte años”.
Fue la humillación nacional la que formó el caldo de cultivo de los sentimientos radicales y revanchistas en Alemania. Los nazis jugaron hábilmente con estos sentimientos, construyeron su propaganda, prometiendo librar a Alemania del “legado de Versalles”, restaurar su antiguo poder y, de hecho, empujaron al pueblo alemán a una nueva guerra. Paradójicamente, los Estados occidentales, principalmente el Reino Unido y Estados Unidos, contribuyeron directa o indirectamente a ello.
Sus círculos financieros e industriales eran muy activos en inversión de capital en fábricas y plantas de producción militar en Alemania. Entre la aristocracia y la clase política había muchos partidarios de los movimientos radicales, de extrema derecha y nacionalistas que cobraron fuerza tanto en Alemania como en Europa.
El orden mundial establecido en Versalles dio lugar a numerosas contradicciones ocultas y conflictos evidentes. Se basaban en las fronteras de los nuevos Estados europeos formadas arbitrariamente por los ganadores de la Primera Guerra Mundial. Casi inmediatamente después de su aparición en el mapa, comenzaron las disputas territoriales y los reclamos mutuos, que se convirtieron en bombas de acción retardada.
Uno de los resultados más importantes de la Primera Guerra Mundial fue la creación de la Sociedad de las Naciones. En esta organización internacional se pusieron grandes esperanzas de paz y seguridad colectiva a largo plazo. Era una idea progresiva cuya aplicación coherente podría literalmente haber evitado la repetición de los horrores de la guerra global.
Sin embargo, la Sociedad de Naciones en la que dominaron las potencias victoriosas, el Reino Unido y Francia, demostró su ineficacia y simplemente se hundió en una conversación vacía. Los repetidos llamamientos de la Unión Soviética para formar un sistema igualitario de seguridad colectiva no fueron escuchados en la Sociedad de las Naciones ni en el continente europeo en general. En particular, se propuso concluir los pactos de Europa Oriental y el Pacífico, que podrían servir de barrera a la agresión. Esas propuestas fueron ignoradas.
La Sociedad de Naciones tampoco pudo evitar conflictos en varias partes del mundo, como el ataque italiano a Etiopía, la guerra civil en España, la agresión de Japón contra China, la anexión de Austria. En el caso de los Acuerdos de Múnich, en el que además de Hitler y Mussolini participaron los líderes del Reino Unido y Francia, con la plena aprobación del Consejo de la Sociedad de las Naciones, Checoslovaquia fue dividida. A este respecto, observo que, a diferencia de muchos de los líderes de Europa de aquella época, Stalin no se ensució con una reunión personal con Hitler, que entonces era conocido en los círculos occidentales como un político bastante respetable, era un invitado bienvenido en las capitales europeas.
En la partición de Checoslovaquia, al lado de Alemania estaba Polonia. Decidieron de antemano y juntos quién obtendría qué tierras checoslovacas. El 20 de septiembre de 1938, el embajador de Polonia en Alemania, Józef Lipski, informó al ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Józef Beck, sobre las siguientes garantías de Hitler: “…en caso de que los negocios entre Polonia y Checoslovaquia entren en conflicto por los intereses polacos en Tesín, el Reich se pone de nuestro [polaco] lado”. El jefe de los nazis incluso dio pistas, aconsejó que el comienzo de las acciones polacas “seguirá (…) solo después de la ocupación alemana de las montañas de los Sudetes”.
En Polonia eran conscientes de que sin el apoyo de Hitler, sus planes de invasión estarían condenados al fracaso. Aquí citaré el registro de una conversación entre el embajador alemán en Varsovia, Hans-Adolf von Moltke, y Józef Beck del 1 de octubre de 1938 sobre las relaciones polaco-checas y la posición de la URSS en este asunto. Esto es lo que dice: “(…) el señor Beck (…) expresó gran gratitud por la leal interpretación de los intereses polacos en la Conferencia de Múnich, así como por la sinceridad de las relaciones durante el conflicto checo. El Gobierno y el público [en Polonia] aprecian plenamente la posición del Führer y del canciller del Reich”.
La partición de Checoslovaquia fue brutal y cínica. Múnich derrumbó incluso las frágiles garantías formales que quedaban en el continente, demostrando que los acuerdos mutuos no valían nada. Fue el Acuerdo de Múnich el que sirvió de gatillo, después de esto una gran guerra en Europa se hizo inevitable.
Hoy en día, los políticos europeos, especialmente los líderes polacos, quisieran silenciar a Múnich. ¿Por qué? No solo porque en aquella época sus países traicionaron sus compromisos, apoyaron los Acuerdos de Múnich y algunos, incluso, participaron en la repartición del botín, sino también porque es inconveniente recordar que en aquellos dramáticos días de 1938 solo la URSS intentó defender Checoslovaquia.
La Unión Soviética, basándose en sus obligaciones internacionales, incluidos los acuerdos con Francia y Checoslovaquia, trató de evitar la tragedia. Polonia, en aras de sus intereses, hizo todo lo posible por impedir la creación de un sistema de seguridad colectiva en Europa. El ministro de Asuntos Exteriores polaco, Josef Beck, escribió el 19 de septiembre de 1938 directamente al ya mencionado embajador Josef Lipski antes de su encuentro con Hitler: “(…) durante el último año, el Gobierno polaco ha rechazado en cuatro ocasiones la propuesta de unirse a la intervención internacional en defensa de Checoslovaquia”.
El Reino Unido, así como Francia, que en ese momento era el principal aliado de checos y eslovacos, prefirió renunciar a sus garantías y arrojar a la ruina este país de Europa del Este. No solo abandonarlas, sino dirigir las aspiraciones nazis hacia el este con el objetivo de que Alemania y la Unión Soviética se enfrentaran y se desangraran inevitablemente.
Esa fue la política occidental de apaciguamiento. Y no solo en relación con el Tercer Reich, sino también con otras partes del llamado Pacto Antikomintern: la Italia fascista y el Japón militarista. Su culminación en el Lejano Oriente fue el acuerdo anglo-japonés del verano de 1939, que dio a Tokio la libertad respecto a China. Las principales potencias europeas no querían reconocer el peligro mortal que representaban para el mundo Alemania y sus aliados y esperaban que la guerra los pasara por alto.
Los Acuerdos de Múnich demostraron a la Unión Soviética que los países occidentales iban a resolver los problemas de seguridad sin tener en cuenta sus intereses y, si aparecía una buena oportunidad, formar un frente antisoviético.
Al mismo tiempo, la Unión Soviética trató de aprovechar cualquier oportunidad para crear una coalición anti-Hitler hasta el último momento, repito, a pesar de la posición hipócrita de los países occidentales. Así, a través de los servicios de inteligencia, la dirección soviética recibió información detallada sobre los contactos anglo-alemanes entre bastidores en el verano de 1939.
Nota: se llevaron a cabo de manera muy intensa y casi simultáneamente con las negociaciones trilaterales de los representantes de Francia, el Reino Unido y la URSS, que, por el contrario, fueron deliberadamente retrasadas por los socios occidentales.
A este respecto les cito un documento de los archivos británicos. Es una instrucción de la misión militar británica, que llegó a Moscú en agosto de 1939. En ella se afirma expresamente que la delegación debe “negociar muy lentamente”, que “el Gobierno del Reino Unido no está dispuesto a asumir compromisos detallados que puedan restringir nuestra libertad de acción en cualquier circunstancia”.
También debo señalar: a diferencia de los británicos y los franceses, la delegación soviética estaba encabezada por los principales líderes del Ejército Rojo, que tenían todos los poderes necesarios “para firmar una convención militar sobre la organización de la defensa militar del Reino Unido, Francia y la URSS contra la agresión en Europa”.
Polonia, que no quiso tener ninguna obligación con la parte soviética, desempeñó un papel en el fracaso de las negociaciones. Incluso bajo la presión de los aliados occidentales, los líderes polacos se negaron a tomar medidas conjuntas con el Ejército Rojo contra la Wehrmacht.
Y solo cuando se supo de la llegada de Ribbentrop a Moscú, Beck, a regañadientes, no directamente, sino a través de diplomáticos franceses, notificó a la parte soviética: “(…) en caso de una acción conjunta contra la agresión alemana, la cooperación entre Polonia y la Unión Soviética, en condiciones técnicas por determinar, no está excluida”. Al mismo tiempo, explicó a sus colegas: “(…) no estoy en contra de esta redacción solo para facilitar la táctica, y nuestro punto de vista fundamental con respecto a la URSS es definitivo y permanece inalterado”.
En esta situación, la Unión Soviética firmó el Tratado de No Agresión con Alemania, de hecho, el último país de Europa en hacerlo. Y con el trasfondo del peligro real de enfrentarse a una guerra en dos frentes: con Alemania en el oeste y con Japón en el este, donde ya se estaban librando intensas batallas en el río Jaljin Gol.
Stalin y su entorno merecen muchas acusaciones justas. Recordamos los crímenes del régimen contra su propio pueblo y los horrores de la represión masiva. Una vez más, se puede culpar a los líderes soviéticos de muchas cosas, pero no de la falta de comprensión del carácter de las amenazas externas. Vieron que se estaban tratando de dejar a la Unión Soviética cara a cara con Alemania y sus aliados, y actuaron consciente de este peligro real para ganar tiempo valioso para fortalecer la defensa del país.
Con respecto al celebrado Tratado de No Agresión, ahora hay muchas conversaciones y quejas contra la Rusia moderna. Sí, Rusia es el sucesor de la URSS y el período soviético con todos sus triunfos y tragedias es una parte integral de nuestra historia milenaria. Pero también recordaré que la Unión Soviética hizo una evaluación legal y moral del llamado Pacto Ribbentrop-Mólotov.
La decisión del Sóviet Supremo del 24 de diciembre de 1989 condenó oficialmente los protocolos secretos como un “acto de poder personal” que no reflejaba en modo alguno “la voluntad del pueblo soviético, que no es responsable de esta conspiración”.
Al mismo tiempo, otros Estados prefieren no hablar de los acuerdos firmados entre los nazis y los políticos occidentales. Sin mencionar la evaluación jurídica o política de dicha cooperación, incluyendo el acuerdo tácito de algunas figuras europeas con los planes bárbaros de los nazis, hasta su estímulo directo. Lo que vale la cínica frase del embajador polaco en Alemania, Lipski, quien dijo en una conversación con Hitler el 20 de septiembre de 1938: “(…) para resolver la cuestión judía, nosotros [los polacos] le pondremos (…) un hermoso monumento en Varsovia”.
Tampoco sabemos si hubo algunos protocolos secretos y anexos a los acuerdos de algunos países con los nazis. Todo lo que queda es aceptar la palabra. En particular, todavía no se han desclasificado los materiales sobre las negociaciones secretas anglo-alemanas. Por lo tanto, llamamos a todos los Estados que intensifiquen el proceso de apertura de sus archivos, la publicación de documentos previamente desconocidos del periodo anterior de la guerra y del militar, como ha hecho Rusia en los últimos años. Estamos listos para una amplia cooperación, para proyectos de investigación conjunta de historiadores.
Pero volvemos a los eventos inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Era ingenuo creer que, habiendo terminado con Checoslovaquia, Hitler no presentaría otra reivindicación territorial. Esta vez a su reciente cómplice en la partición de Checoslovaquia, Polonia. La razón de esto, por cierto, también era la herencia de Versalles: el destino del llamado corredor polaco.
La posterior tragedia de Polonia cae enteramente en la conciencia de los dirigentes polacos de aquella época, que impidieron la alianza militar anglo-franco-soviética y esperaron la ayuda de los socios occidentales, pusieron a su pueblo bajo la pista de la máquina de destrucción de Hitler.
La ofensiva alemana se desarrolló de acuerdo con la doctrina de la guerra relámpago. A pesar de la feroz y heroica resistencia del Ejército polaco, una semana después del comienzo de la guerra, el 8 de septiembre de 1939, las tropas alemanas estaban en las afueras de Varsovia.
Para el 17 de septiembre, la cúpula política y militar de Polonia había huido a Rumanía, traicionando a su pueblo, que seguía luchando contra los invasores.
Los aliados occidentales fallaron en cumplir las expectativas polacas. Después de la declaración de guerra a Alemania, las tropas francesas se adentraron solo unas pocas decenas de kilómetros en el territorio alemán.
Parecía una demostración de acciones. Además, el Consejo Supremo Militar anglo-francés, que se reunió por primera vez el 12 de septiembre de 1939 en la ciudad francesa de Abbeville, decidió detener la ofensiva por completo debido a los rápidos acontecimientos en Polonia. La notoria “guerra extraña” comenzó. Francia e Inglaterra traicionaron directamente sus obligaciones con Polonia.
Más tarde, durante el proceso de Núremberg, los generales alemanes explicaron así su rápido éxito en el este. El exjefe de estado mayor de la dirección operativa del Comando Supremo de las Fuerzas Armadas de Alemania, el general Alfred Jodl, admitió: “(…) si no fuimos derrotados en 1939, fue solo porque unas 110 divisiones francesas e inglesas, que estaban en pie durante nuestra guerra con Polonia en el oeste contra las 23 divisiones alemanas, permanecieron completamente inactivas”.
Pedí sacar de los archivos todo el material relacionado con los contactos de la URSS y Alemania en los dramáticos días de agosto y septiembre de 1939. Según los documentos, el punto 2 del Protocolo Secreto del Tratado de No Agresión entre Alemania y la URSS, de 23 de agosto de 1939, establecía que en caso de reestructuración territorial y política de las regiones que forman parte del Estado polaco, la frontera de las esferas de interés de los dos países debía “discurrir aproximadamente a lo largo de los ríos Narev, Vístula y San”.
En otras palabras, la esfera de influencia soviética incluía no solo los territorios habitados principalmente por la población ucraniana y bielorrusa, sino también las históricas tierras polacas entre los ríos Bug y Vístula. No todo el mundo sabe de este hecho ahora.
Así como no todos saben que inmediatamente después del ataque a Polonia en los primeros días de septiembre de 1939, Berlín pidió persistentemente y repetidamente a Moscú que se uniera a la acción militar. Sin embargo, los líderes soviéticos ignoraron estas llamadas y no tuvieron la intención de involucrarse en los dramáticos eventos hasta la última oportunidad.
Solo cuando finalmente quedó claro que el Reino Unido y Francia no estaban dispuestos a ayudar a su aliado y la Wehrmacht fue capaz de ocupar rápidamente toda Polonia y llegar realmente a las proximidades de Minsk, se decidió enviar a las tropas del Ejército Rojo en la mañana del 17 de septiembre a las regiones llamadas Kresy, ahora partes del territorio de Bielorrusia, Ucrania y Lituania.
Obviamente, no quedaba otra opción. De lo contrario, los riesgos para la URSS habrían aumentado muchas veces, porque, de nuevo, la antigua frontera soviética-polaca estaba solo a unas pocas decenas de kilómetros de Minsk y la inevitable guerra con los nazis habría comenzado para el país desde posiciones estratégicas extremadamente desfavorables. Millones de personas de diferentes nacionalidades, incluyendo judíos que vivían cerca de Brest y Grodno, Przemysl, Leópolis y Vilna, habrían sido arrojados a los nazis y sus cómplices locales: los antisemitas y nacionalistas radicales.
Es por eso que la Unión Soviética trató de evitar la participación en el conflicto hasta la última oportunidad y no quiso jugar del lado de Alemania, lo que llevó a que el contacto real entre las tropas soviéticas y alemanas se produjera muy al este de las fronteras estipuladas en el protocolo secreto. Fue no a lo largo del Vístula, sino aproximadamente a lo largo de la llamada línea Curzon, que fue recomendada por Triple Entente como frontera oriental de Polonia en 1919.
Como saben, es difícil de aplicar el modo condicional al refirirse a eventos que ya han ocurrido. Solo diré que en septiembre de 1939, los dirigentes soviéticos tuvieron la oportunidad de mover las fronteras occidentales de la URSS aún más hacia el oeste, hasta Varsovia, pero decidieron no hacerlo.
Los alemanes ofrecieron fijar un nuevo statu quo. El 28 de septiembre de 1939 en Moscú, Ribbentrop y Mólotov firmaron el Tratado Alemán-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación, así como un protocolo secreto para cambiar la frontera estatal, que reconocía la línea de demarcación, donde los dos Ejércitos estaban de hecho.
En otoño de 1939, resolviendo sus tareas militares-estratégicas y defensivas, la Unión Soviética inició el proceso de incorporación de Letonia, Lituania y Estonia. Su entrada en la Unión Soviética se realizó sobre una base contractual, con el consentimiento de las autoridades elegidas. Esto fue de acuerdo con las normas del derecho internacional y estatal de esa época.
Además, en octubre de 1939, la ciudad de Vilna y la región circundante, que anteriormente habían formado parte de Polonia, fueron devueltas a Lituania. Las repúblicas bálticas dentro de la URSS conservaron sus cuerpos de poder, su lenguaje y tuvieron representación en las estructuras estatales superiores soviéticas.
Todos estos meses, invisible al ojo externo, continuó la lucha diplomática y político-militar y el trabajo de inteligencia. En Moscú comprendieron que al frente estaba un enemigo irreconciliable y cruel, que una guerra oculta con el nazismo ya estaba en marcha. No hay razón para percibir declaraciones oficiales, notas de protocolo formales de esos años como prueba de la “amistad” entre la URSS y Alemania. La URSS tenía contactos comerciales y técnicos activos no solo con Alemania, sino también con otros países. Al mismo tiempo, Hitler trató una y otra vez de llevar a la URSS a la confrontación con el Reino Unido, pero los líderes soviéticos no se dejaron convencer.
Hitler hizo su último intento de inducir a la Unión Soviética a tomar acciones conjuntas durante la visita de Molotov a Berlín en noviembre de 1940. Pero Molotov siguió fielmente las instrucciones de Stalin, limitándose a conversaciones generales sobre la idea de los alemanes sobre la unión de la URSS al Pacto de los Tres —una alianza de Alemania, Italia y Japón—firmado en septiembre de 1940 y dirigido contra el Reino Unido y Estados Unidos.
No es casualidad que ya el 17 de noviembre Mólotov instruyera al representante soviético Maiski, que estaba en Londres, de la siguiente manera: “Para su orientación (…) No se firmó ningún acuerdo en Berlín y no se pretendía hacerlo. Todo el caso en Berlín se limitó a (…) un intercambio de opiniones (…) Los alemanes y los japoneses, como se puede ver, quieren empujarnos hacia el golfo Pérsico y la India. Rechazamos la discusión de este tema porque pensamos que tal consejo de Alemania es inapropiado”.
El 25 de noviembre, la dirección soviética había puesto fin a todo esto al presentar de manera oficial a Berlín las condiciones inaceptables para los nazis, entre las cuales estaban la retirada de las tropas alemanas de Finlandia, el tratado de asistencia mutua entre la URSS y Bulgaria y varios otros, excluyendo así deliberadamente para sí misma cualquier posibilidad de unirse al Pacto.
Esta posición ha reforzado finalmente la intención del Führer de empezar una guerra contra la URSS. En diciembre, dejando de lado todas las advertencias de sus estrategas sobre el catastrófico peligro de la guerra en dos frentes, Hitler aprobó el plan de Barbarroja. Lo hizo a sabiendas de que era la Unión Soviética la principal fuerza que se le oponía en Europa, y la próxima batalla en el este decidirá el resultado de la guerra mundial. Estaba seguro que la campaña a Moscú sería de corta duración y exitosa.
Lo que quisiera destacar especialmente es que los países occidentales estuvieron de hecho de acuerdo con las acciones soviéticas, reconocieron el deseo de la Unión Soviética de garantizar su seguridad. Así, ya el 1 de octubre de 1939, el entonces jefe del Almirantazgo Británico, Winston Churchill, en un discurso en la radio dijo: “Rusia persigue una fría política de sus propios intereses (…) Para proteger a Rusia de la amenaza nazi, era claramente necesario que los ejércitos rusos se pararan en esta línea [de la nueva frontera occidental]”.
El 4 de octubre de 1939, en la Cámara de los Lores, el secretario de Relaciones Exteriores británico, Edward Halifax, declaró: “(…) cabe recordar que las acciones del Gobierno soviético consistieron en desplazar la frontera esencialmente a la línea recomendada en la Conferencia de Versalles por Lord Curzon (…) Solo cito hechos históricos y creo que son indiscutibles”.
El famoso político y estadista británico David Lloyd George destacó: “los ejércitos rusos ocuparon territorios que no son polacos y que fueron conquistados por la fuerza por Polonia después de la Primera Guerra Mundial (…) Sería un acto de locura criminal poner el avance ruso en el mismo tablero que el avance alemán”.
En conversaciones informales con el enviado soviético Maiski, altos políticos y diplomáticos ingleses hablaron más francamente. El viceministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Richard Butler, el 17 de octubre de 1939, compartió: “(…) en los círculos del Gobierno británico creen que no puede haber dudas sobre el retorno de Ucrania occidental y Bielorrusia a Polonia. Si fuera posible crear una Polonia etnográfica de tamaño modesto con la garantía no solo de la URSS y Alemania, sino también del Reino Unido y Francia, el Gobierno británico se consideraría bastante satisfecho”. El 27 de octubre de 1939 el consejero jefe de Neville Chamberlain, Garold Wilson, dijo: “Polonia debe (…) ser restaurada como un Estado independiente sobre su base etnográfica, pero sin Ucrania occidental y Bielorrusia”.
Cabe señalar que durante estas conversaciones se sondeó el terreno para la mejora de las relaciones soviético-británicas. Estos contactos sentaron en gran medida las bases de la futura alianza y coalición anti-Hitler. Entre los políticos responsables y con visión de futuro se destacó Winston Churchill, quien, a pesar de su conocida antipatía por la URSS, había abogado anteriormente por la cooperación con ella. En mayo de 1939, en la Cámara de los Comunes dijo: “estaremos en un peligro mortal si no podemos crear una gran alianza contra la agresión. Sería una gran tontería rechazar la cooperación natural con la Rusia soviética”.
Después del estallido de las hostilidades en Europa, en una reunión con Maiski el 6 de octubre de 1939, dijo confidencialmente: “(…) no hay contradicciones serias entre el Reino Unido y la URSS, y por lo tanto no hay razón para las relaciones tensas e insatisfactorias. Al Gobierno británico (…) le gustaría desarrollar (…) relaciones comerciales. También estaría dispuesta a examinar cualquier otra medida que pudiera mejorar la relación”.
La Segunda Guerra Mundial no ocurrió de la noche a la mañana, no empezó de repente. La agresión alemana contra Polonia no fue repentina. Fue el resultado de muchas tendencias y factores de la política mundial de ese período. Todos los eventos del período anterior a la guerra se alinearon en una fatídica cadena. Pero, por supuesto, lo principal que predeterminó la mayor tragedia de la historia de la humanidad es el egoísmo del Estado, la cobardía, la indulgencia para que el agresor gane fuerza, la falta de voluntad de las elites políticas para encontrar un compromiso.
Por lo tanto, no es justo afirmar que la visita de dos días a Moscú del ministro de Relaciones Exteriores nazi Ribbentrop es la razón principal que dio lugar a la Segunda Guerra Mundial. Todos los países líderes, en diversos grados, tienen su parte de culpa en el inicio de la guerra. Todos han cometido errores irreparables, creyendo arrogantemente que es posible ser más astuto que los demás, obtener ventajas unilaterales o mantenerse al margen del inminente desastre mundial. Y por esa miopía, por negarse a crear un sistema de seguridad colectiva, hubo que pagar millones de vidas, pérdidas colosales.
Escribo sobre ello sin la más mínima intención de asumir el papel de juez, de acusar o justificar a alguien, y mucho menos de iniciar una nueva ronda de confrontación de información internacional en el campo histórico, que puede colisionar entre si Estados y pueblos. Creo que la búsqueda de evaluaciones equilibradas de los acontecimientos del pasado debe ser llevada a cabo por la ciencia académica con una amplia representación de científicos autorizados de diferentes países. Todos necesitamos la verdad y la objetividad.
Por mi parte, siempre he instado y exhortado a mis colegas a entablar un diálogo tranquilo, abierto y de confianza, a adoptar una visión autocrítica e imparcial del pasado común. Este enfoque permitirá no repetir los errores cometidos entonces y asegurar un desarrollo pacífico y próspero durante muchos años.
Sin embargo, muchos de nuestros socios aún no están listos para trabajar juntos. Por el contrario, persiguiendo sus objetivos, aumentan el número y el alcance de los ataques de información contra nuestro país, quieren hacernos justificar, sentirse culpables y adoptar declaraciones hipócritas y politizadas. Por ejemplo, la resolución Sobre la importancia de preservar la memoria histórica para el futuro de Europa aprobada por el Parlamento Europeo el 19 de septiembre de 2019 acusaba explícitamente a la URSS —junto con la Alemania nazi— de desencadenar la Segunda Guerra Mundial. Naturalmente, no hay ninguna mención de Múnich allí.
Creo que estos papeles, no puedo llamar a esta resolución un documento, con todas las obvias ganas de provocar un escándalo, son amenazas reales peligrosas. Después de todo, fue aceptado por un cuerpo muy respetado. ¿Y qué demostró? Por triste que sea, una política consciente de destruir el orden mundial de la posguerra, cuya creación fue una cuestión de honor y responsabilidad de los países, varios representantes suyos votaron hoy por esta declaración falsa.
Y así, levantaron la mano contra las conclusiones del Tribunal de Núremberg, contra los esfuerzos de la comunidad mundial, que creó las instituciones internacionales universales después de la victoria de 1945. Recuerdo a este respecto que el proceso de integración europea en sí, durante el cual se crearon las estructuras correspondientes, incluido el Parlamento Europeo, solo fue posible gracias a las lecciones aprendidas del pasado, sus claras evaluaciones jurídicas y políticas. Y aquellos que conscientemente ponen en duda este consenso están destruyendo los cimientos de la Europa de la posguerra.
Además de la amenaza a los principios fundamentales del orden mundial, también hay un lado moral. La burla de la memoria constituye una bajeza. Puede ser intencional, hipócrita y plenamente consciente cuando todos los participantes de la coalición anti-Hitler, excepto la URSS, figuran en declaraciones en el 75 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial.
La bajeza puede ser cobarde cuando derriban monumentos erigidos en honor de los luchadores contra el nazismo, justificando acciones vergonzosas con falsas consignas de lucha contra una ideología indeseable y supuesta ocupación. La bajeza es sangrienta cuando los que se oponen a los neonazis y los herederos de Bandera son asesinados y quemados. Repito, la bajeza se manifiesta de diferentes maneras, pero no deja de ser desagradable.
Olvidar las lecciones de la historia inevitablemente se paga caro. Defenderemos firmemente la verdad, con base en hechos históricos documentados, y continuaremos hablando honesta e imparcialmente sobre los eventos de la Segunda Guerra Mundial. Esto también está detrás de un proyecto a gran escala para crear en Rusia la mayor colección de documentos de archivo, películas y materiales fotográficos sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial, el período anterior a la guerra.
Este trabajo ya está en marcha. También utilicé muchos materiales nuevos, recientemente encontrados, desclasificados en la preparación de este artículo. Y a este respecto, puedo declarar responsablemente que no hay documentos de archivo que confirmen la versión que habla sobre la intención de la URSS de lanzar una guerra preventiva contra Alemania.
Sí, el liderazgo militar soviético se adhirió a la doctrina de que, en caso de agresión, el Ejército Rojo saltaría rápidamente al enemigo, se lanzaría a la ofensiva y emprendería una guerra en el territorio enemigo. Sin embargo, estos planes estratégicos no significaban en absoluto la intención de ser los primeros en atacar a Alemania.
Por supuesto, hoy los historiadores tienen a su disposición documentos de planificación militar, directivas del cuartel general soviético y alemán. Finalmente, sabemos cómo se desarrollaron los eventos en realidad. Desde lo alto de este conocimiento, muchos hablan de acciones, errores de cálculo del liderazgo militar y político del país. Diré una cosa a este respecto: junto con una gran cantidad de información errónea de diversos tipos, los líderes soviéticos también recibieron información real sobre la agresión nazi.
Y en los meses anteriores a la guerra, tomaron medidas destinadas a aumentar la preparación para el combate del país, incluso ordenando entrenar una parte de los reservistas de una manera no oficial, reubicando unidades militares y reservas de los distritos militares internos a las fronteras occidentales.
La guerra no fue repentina, la estaban esperando, se estaban preparando. Pero el ataque nazi era de un poder destructivo nunca antes visto en la historia. El 22 de junio de 1941, la Unión Soviética se encontró con el Ejército más poderoso, más movilizado y más entrenado del mundo, que utilizó el potencial industrial, económico y militar de casi toda Europa. No solo la Wehrmacht, sino también los satélites alemanes, contingentes militares de muchos otros Estados del continente europeo, participaron en esta invasión mortal.
Las graves derrotas militares de 1941 llevaron al país al borde de una catástrofe. Se necesitaron métodos extraordinarios, la movilización de todos y el esfuerzo de todas las fuerzas del Estado y las personas para prepararse para el combate y aumentar su capacidad de controlar la situación. Ya en el verano del 41, bajo el fuego del enemigo, comenzó la evacuación de millones de ciudadanos, cientos de fábricas e industrias al este del país.
Tan pronto como fue posible, la producción de armas y municiones se inició en la retaguardia, comenzaron a llegar al frente de combate ya en el primer invierno militar. En 1943 se superó la producción militar de Alemania y sus aliados. Durante un año y medio, el pueblo soviético logró lo que parecía imposible, tanto en el frente, como en la retaguardia. Y aún es difícil darse cuenta, comprender, imaginar los increíbles esfuerzos, el coraje y la dedicación que exigieron estos grandes logros.
La poderosa, agresiva máquina nazi de sangre fría, armada hasta los dientes, fue enfrentada por el poder gigantesco de la sociedad soviética, unida por el deseo de proteger su tierra natal, de vengarse del enemigo que había roto, aplastado la paz, sus planes y esperanzas.
Por supuesto, durante esta terrible y sangrienta guerra, algunas personas fueron atrapadas por el miedo, la confusión y la desesperación. Hubo traición y deserción. Se hicieron sentir las brutales fallas generadas por la Revolución y la Guerra Civil, el nihilismo, la actitud vejatoria hacia la historia nacional, las tradiciones, la fe que los bolcheviques intentaron inculcar, especialmente en los primeros años tras llegar al poder. Pero la actitud general de los ciudadanos soviéticos y nuestros compatriotas que se encontraban en el extranjero fue diferente: salvar, salvaguardar a nuestra patria. Fue un impulso real e imparable. La gente buscaba apoyo en los verdaderos valores patrióticos.
Los estrategas nazis estaban convencidos de que era fácil aplastar un gran Estado multinacional. Se esperaba que la guerra repentina, su crueldad y sus intolerables dificultades exacerbaría inevitablemente las relaciones interétnicas y el país podría dividirse en partes.
Hitler declaró sin rodeos: “nuestra política hacia los pueblos que habitan en las vastas extensiones de Rusia debería fomentar cualquier forma de desacuerdo y escisión”.
Pero desde los primeros días quedó claro que este plan nazi había fallado. La fortaleza de Brest fue defendida hasta la última gota de sangre por soldados de más de treinta nacionalidades. A lo largo de la guerra, tanto en las principales batallas decisivas, como en la defensa de cada cabeza de puente, cada metro de la tierra natal, vemos ejemplos de tal unidad.
Para los millones evacuados, la región del Volga y los Urales, Siberia y el Lejano Oriente, las repúblicas de Asia Central y el Cáucaso se convirtieron en su hogar. Sus habitantes compartieron lo último, apoyaron todo lo que pudieron. La amistad de los pueblos, su asistencia mutua, se convirtió para el enemigo en una verdadera fortaleza indestructible.
La Unión Soviética, el Ejército Rojo, hizo la contribución principal y decisiva a la derrota del nazismo, sin importar lo que intenten demostrar en la actualidad. Héroes que luchaban hasta el final rodeados de enemigos en Bialystok y Mogilev, Uman y Kiev, Vyazma y Járkov. Combatían en la región de Moscú y Stalingrado, Sebastopol y Odesa, Kursk y Smolensk, liberaban Varsovia, Belgrado, Viena y Praga, asaltaban Konigsberg y Berlín.
Estamos defendiendo la verdad sobre la guerra, sin ambages ni rodeos. Esta verdad popular y humana, dura, amarga y despiadada, nos fue transmitida en gran parte por escritores y poetas que pasaron por el fuego y el infierno de los juicios de la primera línea de combate. Para mí, como para otras generaciones, sus historias honestas y profundas, las novelas, la penetrante prosa de teniente y los poemas dejaron su huella en el alma para siempre, se convirtieron en un testamento que prescribe honrar la memoria de los veteranos que hicieron todo lo posible para la victoria, recordar a los que permanecieron en los campos de batalla.
Hasta el día de hoy, hacen temblar las líneas, simples e inherentemente grandes por su sentido, del poema de Alexander Twardowski Fui asesinado bajo Rzhev, dedicado a los participantes de la sangrienta y brutal batalla de la Gran Guerra Patria en la sección central del frente soviético-alemán. Solo durante las batallas por la ciudad de Rzhev y la cresta de Rzhevsky desde octubre de 1941 hasta marzo de 1943, el Ejército Rojo perdió, incluidos los heridos y desaparecidos, 1.342.888 personas.
Califico estas cifras de aterradoras, trágicas, aún lejos de ser completas, recopiladas de fuentes de archivo, por primera vez, rindiendo homenaje a la hazaña de héroes famosos y sin nombre, de aquellos que en los años de la posguerra se decía, inmerecidamente e injustamente, poco o hasta nada, por varias razones.
Citaré otro documento. Este es el informe de la Comisión Internacional de Reparaciones de Alemania, encabezada por Iván Maiski, preparado en febrero de 1945. La tarea de la Comisión era determinar la fórmula según la cual la Alemania derrotada iba a compensar el daño sufrido a las potencias victoriosas. La Comisión llegó a la siguiente conclusión: “el número de soldado-días que pasó Alemania en el frente soviético supera la misma cantidad en todos los demás frentes aliados en al menos 10 veces.
El frente soviético también absorbió cuatro quintos de los tanques alemanes y aproximadamente dos tercios de los aviones alemanes”. En general, la URSS representó alrededor del 75% de todos los esfuerzos militares de la coalición anti-Hitler. Durante los años de la guerra, el Ejército Rojo molió 626 divisiones de los países del Eje, de los cuales 508 eran alemanes.
El 28 de abril de 1942, Roosevelt, en su discurso a la nación estadounidense, declaró: “las tropas rusas destruyeron y continúan destruyendo más mano de obra, aviones, tanques y armas de fuego de nuestro enemigo común que todas las demás naciones unidas”. Churchill, en un mensaje a Stalin del 27 de septiembre de 1944, escribió que “fue el Ejército ruso el que liberó las tropas de la máquina militar alemana (…)”.
Esta evaluación ha resonado en todo el mundo. Porque en estas palabras hay esa misma gran verdad que nadie cuestionó en aquel entonces. Casi 27 millones de ciudadanos soviéticos murieron en los frentes, en cautiverio alemán, murieron de hambre y bombardeos, en los guetos y hornos de los campos de exterminio nazis. La URSS perdió uno de cada siete de sus ciudadanos, el Reino Unido, uno de 127, Estados Unidos, uno de 320.
Desafortunadamente, este número de las pérdidas más grandes e irreparables de la Unión Soviética no es concluyente. Es necesario continuar el arduo trabajo para restaurar los nombres y destinos de todos los que murieron: soldados del Ejército Rojo, partisanos, trabajadores clandestinos, prisioneros de guerra y prisioneros de campos de concentración, civiles destruidos por los castigadores. Es nuestro deber. Y aquí un papel especial le pertenece a los participantes de los movimientos de búsqueda, las asociaciones militares patrióticas y voluntarias, proyectos como la base de datos electrónica Memoria del pueblo, basada en documentos de archivo. Y, por supuesto, es necesaria una estrecha cooperación internacional para resolver este problema humanitario.
La victoria fue forjada por los esfuerzos de todos los países y pueblos que lucharon contra un enemigo común. El Ejército británico defendió su patria de la invasión, luchó contra los nazis y sus satélites en el mar Mediterráneo, en el norte de África. Las tropas estadounidenses y británicas liberaron a Italia, abrieron el Segundo Frente. Estados Unidos lanzó golpes poderosos y aplastantes al agresor en el Pacífico. Recordamos los sacrificios colosales del pueblo chino y su enorme papel en la derrota de los militaristas japoneses. No olvidaremos a los luchadores de la France combattante que no reconocieron la vergonzosa rendición y continuaron luchando contra los nazis.
También siempre estaremos agradecidos por la ayuda que brindaron los Aliados, proporcionando al Ejército Rojo municiones, materias primas, alimentos y equipos. Y fue significativo: alrededor del 7% de la producción militar total de la Unión Soviética.
El núcleo de la coalición anti-Hitler comenzó a tomar forma inmediatamente después del ataque a la Unión Soviética, cuando Estados Unidos y el Reino Unido la apoyaron incondicionalmente en la lucha contra la Alemania nazi. Durante la Conferencia de Teherán de 1943, Stalin, Roosevelt y Churchill formaron una alianza de grandes potencias, acordaron el desarrollo de la diplomacia de coalición, una estrategia conjunta en la lucha contra la amenaza mortal común. Los líderes de los Tres Grandes tenían un claro entendimiento de que la combinación de los potenciales militares, industriales y de recursos de la URSS, EEUU y el Reino Unido crearía una innegable superioridad sobre el enemigo.
La Unión Soviética cumplió plenamente con sus obligaciones con los Aliados y siempre extendió una mano amiga. Por lo tanto, la operación a gran escala Bagration en Bielorrusia del Ejército Rojo apoyó el desembarco de las tropas angloamericanas en Normandía. En enero de 1945, al alcanzar el río Oder, nuestros soldados pusieron fin a la última ofensiva poderosa de la Wehrmacht en el Frente Occidental, en las Ardenas. Y tres meses después de la victoria sobre Alemania, la URSS, de acuerdo con los acuerdos de Yalta, declaró la guerra a Japón y derrotó al ejército de Kwantung.
En julio de 1941, el liderazgo soviético declaró que “el propósito de la guerra contra los opresores fascistas no es solo eliminar la amenaza que pesa sobre nuestro país, sino también ayudar a todos los pueblos de Europa que gimen bajo el yugo del fascismo alemán”. A mediados de 1944, el enemigo fue expulsado de prácticamente todo el territorio soviético. Pero tuvo que ser apuntillado en su guarida. El Ejército Rojo comenzó una misión de liberación en Europa, salvó a naciones enteras de la aniquilación y la esclavitud, del horror del Holocausto. Salvó a costa de cientos de miles de vidas de soldados soviéticos.
También es importante no olvidar la enorme ayuda material que la URSS brindó a los países liberados para eliminar la amenaza del hambre y restaurar la economía y la infraestructura. Lo hizo en un momento en que las cenizas se extendían por miles de kilómetros desde Brest hasta Moscú y el Volga. Así, por ejemplo, en mayo de 1945, el Gobierno austriaco solicitó a la URSS asistencia con alimentos, ya que “no sabía cómo alimentar a su población en las siguientes siete semanas, hasta una nueva cosecha”. El canciller estatal del Gobierno Provisional de la República de Austria, Karl Renner, describió el consentimiento de los líderes soviéticos para enviar alimentos como “un acto de salvación (…)” que “los austriacos nunca olvidarán”.
Los aliados crearon conjuntamente el Tribunal Militar Internacional, diseñado para castigar a los criminales de guerra y políticos nazis. Sus decisiones proporcionan calificaciones legales claras para los crímenes de lesa humanidad como el genocidio, la limpieza étnica y religiosa, el antisemitismo y la xenofobia. Directa e inequívocamente, el Tribunal de Núremberg condenó a los cómplices de los nazis, colaboradores de varias franjas.
Este fenómeno vergonzoso tuvo lugar en todos los países europeos. Figuras como Petén, Quisling, Vlasov, Bandera, sus secuaces y seguidores, aunque vestidos con ropa de luchadores por la independencia nacional o la libertad del comunismo, son traidores y verdugos. En la inhumanidad, a menudo sobresalían a sus amos. Intentando ganarse el favor, como parte de grupos punitivos especiales, llevaban a cabo las tareas más caníbales. Sus manos ensangrentadas están detrás de las ejecuciones de Babi Yar, la masacre de Volyn, de Khatyn y el exterminio de judíos en Lituania y Letonia.
También en la actualidad nuestra posición permanece sin cambios: no puede haber justificación para los actos criminales de los cómplices nazis, no tienen fecha de caducidad. Por lo tanto, es desconcertante cuando, en varios países, aquellos que se han manchado al colaborar con los nazis son repentinamente equiparados con veteranos de la Segunda Guerra Mundial. Considero inadmisible equiparar libertadores y ocupantes. La heroización de los cómplices nazis solo puede verse como una traición de la memoria de nuestros padres y abuelos. La traición de esos ideales que unieron a los pueblos en la lucha contra el nazismo.
En aquel entonces, los líderes de la URSS, Estados Unidos y el Reino Unido enfrentaron sin exagerar una tarea histórica. Stalin, Roosevelt, Churchill representaron a países con diferentes ideologías, aspiraciones estatales, intereses, culturas, pero mostraron una gran voluntad política, superaron las contradicciones y prejuicios y pusieron los verdaderos intereses del mundo a la vanguardia. Como resultado, pudieron llegar a un acuerdo y alcanzar una solución de la que ha ganado toda la humanidad.
Los poderes victoriosos nos dejaron un sistema fruto de la búsqueda intelectual y política por excelencia de varios siglos. Una serie de conferencias (de Teherán, Yalta, San Francisco, Potsdam) sentaron las bases para un mundo que ha estado viviendo sin una guerra global durante 75 años, a pesar de las contradicciones más agudas.
El revisionismo histórico, cuyas manifestaciones estamos observando ahora en Occidente, y especialmente con respecto al tema de la Segunda Guerra Mundial y sus resultados, es peligroso porque distorsiona de manera cínica la comprensión de los principios del desarrollo pacífico establecidos en 1945 por las conferencias de Yalta y San Francisco. El principal logro histórico de Yalta y otras decisiones de la época fue el acuerdo de crear un mecanismo que permitiera a las potencias líderes permanecer dentro del marco de la diplomacia al resolver las diferencias que surjan entre ellos.
El siglo XX trajo conflictos mundiales totales y completos y en 1945 las armas nucleares también entraron en la arena, capaces de destruir físicamente la Tierra. En otras palabras, la solución de disputas por la fuerza se ha vuelto extremadamente peligrosa. Los ganadores en la Segunda Guerra Mundial lo entendían y se daban cuenta de su propia responsabilidad ante la humanidad.
La triste experiencia de la Sociedad de las Naciones se tuvo en cuenta en 1945. La estructura del Consejo de Seguridad de la ONU se diseñó de tal manera que las garantías de paz fueran lo más concretas y efectivas posible. Así surgió la institución de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y el derecho de veto como su privilegio y responsabilidad.
¿Qué es el poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU? Para decirlo sin rodeos, esta es la única alternativa razonable a un choque directo de los países más grandes. Esta es una declaración de uno de los cinco poderes de que una solución es inaceptable para ella, contradice sus intereses e ideas sobre un enfoque correcto. Otros países, incluso si no están de acuerdo con esto, toman esa posición como algo dado, abandonando los intentos de realizar sus aspiraciones unilaterales. Es decir, de una forma u otra, pero deben buscarse compromisos.
Una nueva confrontación global comenzó casi inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial y, a veces, fue muy feroz. El hecho de que la Guerra Fría no se convirtió en la Tercera Guerra Mundial confirmó de manera convincente la efectividad de los acuerdos concluidos por los Tres Grandes. Las reglas de conducta acordadas durante la creación de la ONU hicieron posible minimizar aún más los riesgos y mantener la confrontación bajo control.
Por supuesto, vemos que el sistema de la ONU está trabajando con tensión y no tan eficientemente como podría. Pero la ONU aún cumple su función principal. Los principios de la actividad del Consejo de Seguridad de la ONU son un mecanismo único para prevenir una gran guerra o un conflicto global.
Las llamadas que se han escuchado con bastante frecuencia en los últimos años para revocar el veto, negar a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad las oportunidades especiales son realmente irresponsables. Después de todo, si esto sucede, las Naciones Unidas se convertirán esencialmente en esa Sociedad de las Naciones, una reunión para hablar sin contenido, sin ninguna palanca de influencia en los procesos mundiales; cómo terminó es bien conocido. Es por eso que las potencias victoriosas se acercaron a la formación de un nuevo sistema de orden mundial con la mayor seriedad para no repetir los errores de sus predecesores.
La creación de un sistema moderno de relaciones internacionales es uno de los resultados más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Incluso las contradicciones más irreconciliables (geopolíticas, ideológicas, económicas) no interfieren con la búsqueda de formas de convivencia e interacción pacíficas, si existe un deseo y una voluntad para ello. Hoy el mundo no está pasando por los tiempos más pacíficos.
Todo está cambiando: desde el equilibrio global de poder e influencia hasta los fundamentos sociales, económicos y tecnológicos de la vida de sociedades, Estados y continentes enteros. En épocas pasadas, los cambios de esta magnitud casi nunca han estado exentos de grandes conflictos militares, sin una lucha de poder para construir una nueva jerarquía global. Gracias a la sabiduría y previsión de los líderes políticos de las potencias aliadas, fue posible crear un sistema que frena las manifestaciones extremas de un desarrollo global de rivalidad tan objetivo e históricamente inherente.
Nuestro deber, de todos aquellos que asumen la responsabilidad política, especialmente los representantes de los poderes victoriosos en la Segunda Guerra Mundial, es garantizar que este sistema se conserve y mejore. Hoy, como en 1945, es importante mostrar voluntad política y discutir juntos el futuro. Nuestros colegas, los señores Xi Jinping, Macron, Trump, Johnson, apoyaron la iniciativa rusa presentada para celebrar una reunión de los líderes de los cinco Estados nucleares, miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Les agradecemos esto y esperamos que dicha reunión en persona pueda tener lugar lo antes posible.
¿Cuál es la agenda para la próxima cumbre? En primer lugar, en nuestra opinión, es aconsejable discutir los pasos para desarrollar principios colectivos en los asuntos mundiales, hablar francamente sobre el mantenimiento de la paz, el fortalecimiento de la seguridad global y regional, el control estratégico de armas, los esfuerzos conjuntos para combatir el terrorismo, el extremismo y otros desafíos y amenazas urgentes.
Un tema separado en la agenda de la reunión es la situación en la economía global, principalmente superando la crisis económica causada por la pandemia de coronavirus. Nuestros países están tomando medidas sin precedentes para proteger la salud y la vida de las personas, para apoyar a los ciudadanos que se encuentran en situaciones difíciles. Pero cuán severas serán las consecuencias de la pandemia, qué tan rápido la economía global saldrá de la recesión, depende de nuestra capacidad de trabajar juntos y en concierto, como socios reales.
Además, es inaceptable convertir la economía en un instrumento de presión y confrontación. Entre los temas demandados se encuentran la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, así como garantizar la seguridad del espacio de información global.
La agenda de la próxima cumbre de los cinco propuesta por Rusia es extremadamente importante y relevante tanto para nuestros países como para el mundo entero. Y en todos los aspectos, tenemos ideas e iniciativas específicas.
No cabe duda de que la cumbre de Rusia, China, Francia, Estados Unidos y el Reino Unido desempeñará un papel importante en la búsqueda de respuestas comunes a los desafíos y amenazas modernos y demostrará un compromiso común con el espíritu de alianza, con esos altos ideales y valores humanistas por los cuales nuestros padres y abuelos luchaban hombro con hombro.
Basándose en una memoria histórica común, podemos y debemos confiar el uno en el otro. Esto servirá como una base sólida para negociaciones exitosas y acciones concertadas en aras del fortalecimiento de la estabilidad y la seguridad en el planeta, para la prosperidad y el bienestar de todos los Estados. Sin exagerar, este es nuestro deber y responsabilidad común con el mundo entero, con las generaciones presentes y futuras.
El artículo del presidente Vladímir Putin en ruso. Página oficial del Kremlin.
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