Los BRICS tienen la oportunidad de ser un embrión para una organización supranacional que reemplace la alicaída ONU – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez*

Las recientes declaraciones del ex primer ministro británico perteneciente al Partido Laborista, quien gobernó entre los años 1997 y el 2007, cierran finalmente el debate sobre si la hegemonía occidental ha terminado o no. Blair acaba de señalar que “el mayor cambio geopolítico de este siglo vendrá de China, no de Rusia” y que “estamos llegando al final del dominio político y económico occidental. El mundo va a ser al menos bipolar y posiblemente multipolar”. Indudablemente, alguien del calibre de Tony Blair se atreve a decir que el rey está desnudo, una verdad que ya todos sabemos, pero que pocos expresan en voz alta por miedo a ser señalados como agentes del Kremlin. 

La caída occidental se viene produciendo desde hace algunas décadas, pero se ha acelerado sustancialmente en los últimos años, llegando a su punto cúlmine con los sucesos que estamos viendo en Ucrania con sus ramificaciones. El mundo construido por Occidente en los últimos siglos y que sufrió su última gran reorganización al fin de la II Guerra Mundial, resulta insostenible y las organizaciones emanadas de ese orden tienen sus días contados. 

Rusia, a través de su líder Vladímir Putin, ha manifestado con cristalina crudeza que la operación especial en Ucrania es apenas el inicio de algo mucho mayor como la construcción de un nuevo modelo mundial basado en múltiples ejes. En ese modelo en construcción el mundo anglosajón tiene un lugar si acepta el fin de su hegemonía y se integra como un polo más de poder.

Las élites atlantistas, sin embargo, no parecen dispuestas a aceptar su derrota y piensan llevar el mundo a una guerra termonuclear a fin de mantener su poder. Su apuesta es sobrevivir a ese intercambio a un costo de cientos o miles de millones de vidas, pero confiando en que las nuevas tecnologías nucleares dejen menos radiactividad que en el pasado y el mundo pueda ser repoblado y reorganizado a su antojo. Apuesta arriesgada, sin embargo, tiene una lógica que desarrollaremos en otra oportunidad.

Debido a esto es natural que tome fuerza una organización supranacional como los BRICS, cuya integración tiene más que ver con el modelo multipolar, que con los PBI de los países que lo componen, como suele suceder con los organismos que ha impulsado Occidente.

Los BRICS tienen una expresión cultural inédita y en estos momentos se encuentra nuevamente en alza luego de un período de sosiego. Esta organización incluye a un país como Brasil, cuyo presidente comenzó con un férreo alineamiento con los EE. UU. identificándose con Donald Trump, pero luego de la llegada de Biden a la presidencia, Bolsonaro cayó en desgracia y no tuvo más opciones que acercarse a Rusia y China.

Así se ha resuelto la pata brasileña, un país donde cada día más cobran fuerza los movimientos nacionalistas favorables al ingreso al modelo multipolar, alejándose de Occidente.

A partir de entonces, y de la confirmación de la alianza sino rusa junto con el acercamiento cada vez más notable de la India, todo está listo para la ampliación de esta asociación de países.

Argentina e Irán han hecho público su interés en ingresar a los BRICS. El gobierno de Alberto Fernández ha dado un paso impensado fruto seguramente del desprestigio popular que sufre, tratando de conseguir un poco de popularidad, aunque hay dudas sobre qué sucederá con su futuro inmediato y qué resolverá el próximo gobierno argentino debido a que la clase política en líneas generales está más comprometida con los intereses de EE.UU. El oportunismo y el vuelco de Brasil pueden terminar por reafirmar un distanciamiento del sector Occidental, porque aunque no lo sepan, eso es lo que significa el ingreso a la organización supranacional.

En Irán las cosas parecen estar más claras y el fracaso en tratar de solucionar el tema nuclear ha ahogado cualquier posibilidad de que Teherán cambie su política hostil con EE.UU. La presión israelí es una garantía para que los persas se sumen al BRICS.

Esta iniciativa tomada por ambos países ha despertado otras posibles solicitudes. Una de las más relevantes es la de Arabia Saudí, donde el príncipe Mohamed Bin Salman ha desairado el pedido de Biden de aumentar considerablemente la producción petrolera para presionar a la baja sobre el precio del crudo.

No solamente eso, sino que cuestionó el papel de los EE.UU. en Medio Oriente con detenciones y torturas, ante las acusaciones de Biden sobre Riad y su política de DD.HH.

En la visita de Lavrov el 1 y 2 de junio pasado a este país, Rusia apoyó el ingreso saudí, lo que significaría el control del comercio del petróleo y una estocada en el corazón energético de Occidente. Las señales que va entregando la monarquía son claras en el sentido de la molestia con el escaso compromiso con el país de EE. UU. en su guerra con Yemen y sobre todo, con la escasa capacidad de Washington para garantizarle la seguridad en un enfrentamiento con Irán.

Estar abrigado en la misma organización que Teherán está presente es una alternativa mejor a enfrentarlo. La experiencia de los antiguos socios de EE. UU., abandonados a su suerte por Washington, ha dejado secuelas.

Otro actor de enorme relieve es Turquía. Erdoğan se ha venido manejando con una política independiente de la OTAN, de la UE y de los EE. UU., algo que seguramente es el resultado de un hartazgo ante las dificultades para ingresar a la UE y los intentos de derrocamiento.

Una UE en estado terminal y un EE. UU. debilitado militarmente parecen abrir las puertas a un distanciamiento de las organizaciones occidentales y acceder a la tentación de tener un mejor reconocimiento de su papel en los BRICS.

La lista de posibles ingresos añade a otros países poderosos en sus regiones como Egipto, Indonesia, Pakistán, junto a naciones de Asia Central, entre otros. En el BRICS el ingreso es por unanimidad, por lo que todos los socios deben aceptar a los nuevos miembros.

Las relaciones ríspidas entre Argentina e Irán, a partir de las inundadas acusaciones de terrorismo basadas en informes de inteligencia de la CIA o el Mossad, han dañado las relaciones bilaterales entre dos países complementarios y sin puntos de intereses contrapuestos.

La situación se repite entre Irán y Arabia Saudí, así como entre India y Pakistán. Este tipo de problemas son realmente preocupantes y exigirán al máximo la capacidad de persuasión de Rusia y China para que las naciones en conflictos entre sí, consigan superar esos problemas. Los BRICS tienen la oportunidad de ser un embrión para una organización supranacional que reemplace la alicaída ONU, cuyo alineamiento con los intereses occidentales le ha dañado su prestigio de manera tal que si surge una alternativa viable, muchas naciones buscarán el cambio.

A este problema debemos agregarle algo más y es la notable incapacidad para actuar. Con una guerra en Europa, la ONU no solamente ha carecido de capacidad para imponer una solución a Rusia y a la OTAN, sino que ni siquiera intentó intervenir seriamente en el conflicto.

Los intentos de relegar a Rusia del Consejo de Seguridad son también una muestra de que en Occidente tampoco les interesa mantener a salvo el prestigio de la ONU, sino que su interés es simplemente usarla como una herramienta contra sus enemigos. La consecuencia resulta obvia, ha dejado de ser una organización creíble con capacidad de mediar a partir de su acción intachable y se ha transformado en un ariete, que como resultado de su mal uso, ha perdido su capacidad de mediar e intervenir.

Finalmente, podemos concluir que Putin no ha advertido en vano y sus acciones respaldan que van a cambiar el orden mundial anglosajón imperante hasta estos días. El proceso abarca muchas áreas diferentes y ha sido preparado con tiempo y mucho detalle.

El BRICS constituye entonces una proto organización global basada en los principios de Rusia, que declara que deben imperar en el mundo post hegemónico anglosajón y eso significa una organización basada en la integración de las mayores naciones que rivalizan con el poder y el sistema anglosajón, sobre criterios muy distintos.

La ampliación del BRICS, abarcado a ese 75 % de países no alineados con la hegemonía anglosajona, es una señal clave para el cambio del modelo mundial. No será fácil hacerlo, pero las señales de crecimiento posible son fuerte y lo será mucho más aún a medida que las sanciones occidentales profundicen la caída del nivel de vida de sus pueblos, generando procesos de desestabilización interna que puedan producir sucesos insurreccionales en la UE y EE. UU.

El atlantismo se ha quedado sin capacidades para enfrentar la insurrección planetaria capitaneada por Rusia y su suerte está echada, solo puede apelar a la confrontación nuclear para detener el proceso, aún desde su actual inferioridad militar.

Ese es el gran obstáculo que aún debe superar la Humanidad.

 


* Marcelo Ramírez es analista en Geopolítica. Director de AsiaTV

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