La visita de Lula a China: Brasil olfatea la caída del mundo anglosajón, pero tiene una deuda con el mismo – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

La visita de Lula a China finalmente se realizó en medio de polémicas. Quienes piensan en un formato pro occidental se escandalizan porque el presidente de Brasil ha decidido viajar a Beijing en medio de las tensiones con EE. UU. y agitan el fantasma amarillo: China va a copar toda la región de la mano de un comunista infiltrado como es el exlíder metalúrgico. Por otro lado, aquellos que buscan la oportunidad de independizarse de los EE. UU. han quedado decepcionados por este viaje. La visita era una inmejorable oportunidad para tomar distancia y jugar realmente por los BRICS; sin embargo, solo se consiguieron un puñado de acuerdos bajo el formato de simples intenciones sin resultados concretos.

Los 45 minutos dedicados por el líder chino a Lula son una muestra de los contrastes entre los distintos socios de esa organización. El último encuentro con Vladímir Putin, se extendió por 4 horas y media, 3 horas más que la cumbre con el francés Macron. Mientras tanto, Úrsula Von der Leyen apenas estuvo 15 minutos, según informó la prensa. El tiempo parece una alegoría del interés chino hoy, más cercanía, más tiempo. La presidente del Parlamento Europeo apenas tuvo un encuentro fugaz, la simpatía china comienza a tener sus límites y se expresa a través de gestos diplomáticos significativos para quien los sabe leer.

Parece que el desfile por la capital de China es el último grito de la moda geopolítica. Algo indudablemente se está negociando en un alto nivel, con la guerra en marcha en forma semidirecta como sucede en Ucrania, ya se puede percibir que ese enfrentamiento se ha transformado en un ejercicio de poder militar. Esas son las razones reales de la escalada, el mundo se está reorganizando por la fuerza luego de muchos años de reclamos de los países emergentes que solicitaban su espacio. Los anglosajones que han establecido las reglas, a su favor, bajo el apelativo “Derecho Internacional”, no han cedido los espacios reclamados y siguieron comportándose como si fueran hegemónicos sine die.

El fracaso de las enormes, al menos en sus intenciones, sanciones impulsadas a través de la presión anglo estadounidense, sumada a la escalada militar, han demostrado a quien lo quiera ver que Rusia no solo no ha sido derrotada, sino que además se ha fortalecido en su producción, en su capacidad militar y en su cohesión interna. Estos hechos que han agotado los arsenales de la OTAN y que solo dejan viable el camino nuclear, dejan en claro la debilidad atlantista con su lógica consecuencia de cambios de bando.

El dominio de los últimos tiempos del mundo anglosajón se basaba en la persuasión cultural con ideas como democracia, libertad y derechos, más una más que importante fuerza persuasiva militar. Si la convicción de libertad y democracia no alcanzaba, los marines se encargarían de atender los reclamos de los descontentos con la complicidad del cipayaje local. Naturalmente, cuando esto se desmorona comienzan las dudas y aquellos que estaban bajo presión, a disgusto, la rebelión suave comienza.

Los movimientos de Arabia Saudí son un ejemplo claro, no se sumaron a la baja de precios petroleros solicitada por EE. UU., cerraron el diálogo con Biden, comenzaron a vender en yuanes su producción y firmaron un acuerdo con Irán. El desmarque de la influencia de Washington y el alineamiento con China y Rusia es evidente.

Turquía sigue con su política de obstáculos dentro de la OTAN, permitiendo a regañadientes a Finlandia, pero aun sosteniendo a Suecia fuera de la organización. Luego de las elecciones turcas, si Erdoğan gana, es posible que esta política de distanciamiento de los EE. UU. se refuerce.

India, otro jugador de peso, se ha transformado en la gasolinera de Rusia hacia Europa, multiplicando por 10 sus compras de petróleo de ese origen, insistiendo con la compra de armas rusas y desarrollos conjuntos, alejando las esperanzas de integrar el AUKUS contra China.

Podemos continuar, la posición de la ASEAN es de salir del área del dólar, al igual que muchas naciones africanas. Estas últimas inclusive solicitan la colaboración de los músicos de Wagner para expulsar los resabios coloniales franceses. Los espacios de influencia occidental paulatinamente se van achicando y en consecuencia, alentando a salir a quienes dudan. Es hasta jocoso ver cómo medios occidentales terminan por decir que Rusia no está tan aislada como se creyó, cuando en realidad quien se empieza a aislar seriamente es Occidente.

En este marco es que se produce la visita de Macron con una enorme sorpresa. Unánimemente en Occidente los analistas se enfocaron en advertir que Macron viajaba a presionar a China para que se aleje de Rusia y advertirle sobre duras sanciones si avanza sobre Taiwán. La sorpresa fue mayúscula cuando el mandatario galo mostró signos de independencia que París no tenía desde las viejas épocas del Gral. De Gaulle, quien terminó por salir de la OTAN hasta que Sarkozy, medio siglo después, resolvió el reingreso. Macron además se encargó de recordar que su país respeta la política de una sola China, a diferencia de sus socios anglosajones que han olvidado ese concepto.

Francia, a través de su líder, ha reafirmado la posición y ha tensionado su relación con Scholz, quien ha tomado todas las decisiones que Washington y Londres le exigieron. La posición subalterna de los alemanes es extrema, demostrando que Berlín ha perdido la guerra y sigue estando bajo ocupación. La UE comienza a quebrarse, las posiciones italiana, húngara, serbia no son las mismas que las de Alemania o España, donde le gobierno vanguardista en la deconstrucción del PSOE y Podemos, se ha mostrado como un fiel seguidor a los designios atlantistas.

En este marco, Lula debe definir la posición de su país que tiene el privilegio de ser un miembro fundador de los BRICS. El rechazo para presidir la organización y optar por la del G20, junto a las votaciones contra Rusia, han dejado a Brasil en una posición aislada en el grupo. La cancelación del viaje, porque en principio se habló de cancelación y no de suspensión, ha complicado la posición como líder de un sector que se proclama distante de las políticas estadounidenses. China es el principal comprador de la materia prima brasileña, que es la gran fuente de divisas, y difícilmente pueda ser ignorada en sus intereses.

Bolsonaro inicialmente intentó dejar de comerciar con este país en un anticomunismo infantil, pero debió retroceder sobre sus pasos ante la amenaza china de no comprar soja brasileña, que potenció la presión de los empresarios locales para que se protejan sus negocios. El expresidente terminó acercándose a Putin, y lo hizo en áreas sensibles. Lula no tiene entonces mucho margen de maniobra para tener una política de distanciamiento con China. Ni el entorno global, que hoy muestra un Occidente Colectivo debilitado, ni la dependencia de los mercados chinos o los fertilizantes rusos, ayudan a Lula.

La fórmula entonces puede ser elegir una política ambigua donde los mensajes contradictorios permiten que cada uno pueda escuchar la música que más le gusta. Aquellos, prorrusos o chinos, creen que Lula ha mostrado una política de independencia de los EE. UU. mientras que aquellos que no lo son, entienden que el presidente en realidad juega a un simulacro de apoyo que finalmente no es tal. La reacción de Washington finalmente nos dirá cuál es el juego de Lula. Si la prensa globalista, tanto por izquierda como por derecha, sigue con sus notas favorables, la simulación es muy probable. Solamente si vemos un aumento de la hostilidad hacia Lula de la prensa internacional, podremos ver qué sucede en realidad.

Un detalle llamativo que no ha sido contemplado por los analistas es la más que llamativa coincidencia en tiempo y espacio entre Macron y Lula. Ambos mandatarios han elegido un mismo momento para tomar distancia de las políticas de los EE. UU. con China y Rusia. Desde el primer momento de la Operación Militar Especial, Macron ha tenido una actitud zigzagueante. Sus posiciones no han tenido la claridad hostil de Londres, por ejemplo, ni el seguidismo absoluto de Alemania. Los intentos de Macron de mediar entre Rusia y Ucrania son una muestra de esa actitud diferenciadora. La posición de Lula es llamativamente coincidente, pero lo más curioso es que Macron fue su apoyo internacional más visible. La retórica ambientalista de ambos mandatarios y la cuestión de la Amazonia muestran una serie de coincidencias que nos llevan a pensar si esto que hemos visto no es una política en común.

La posición del eje Londres – Washington, salida del Brexit mediante, ha marcado distancias en los intereses propios y los del resto de Europa Occidental. Francia ha tenido una histórica hostilidad con los británicos, sin embargo, ha terminado sometida por ellos. El pasado demuestra que las naciones con antecedentes imperiales como Francia suelen tener ánimos revanchistas y añoranzas de lo que fueron, buscando la oportunidad de volver a ser.

Bien no podemos descartar que detrás de las nuevas políticas visibles de Macron, se escondan una intención de romper la dependencia de los anglosajones y apoyarse en aliados inesperados como Brasil. China, con quien ha ido a dialogar y no a pelear como se esperaba, puede ser el apoyo para enfrentar a sus viejos y eternos enemigos. Macron, de los mandatarios europeos, es uno de los que mantienen mejor diálogo con Moscú.

Brasil se encuentra en una posición parecida, Lula bien puede buscar tener un margen mayor de autonomía con Washington apoyado en Francia, algo que no sabremos, pero hay indicios de que esto puede ser una posibilidad.
Francia, no olvidemos, limita con Brasil [N. del E.: Guayana Francesa] y tiene intereses y proyección sobre América. No es algo menor, Francia tiene ambiciones sobre la Amazonia y si consigue un acuerdo con China y Rusia, puede intentar reconstruir sus viejas influencias que se desmoronaron con el mundo anglosajón. Un juego abierto, con una posición francesa inesperada que intenta tal vez romper sus cadenas con los anglos y volver a ser una potencia de primer orden.

Lula olfatea la caída del mundo anglosajón, pero tiene una deuda con el mismo que lo ha llevado nuevamente al poder y que bien pueden desestabilizar su gobierno y buscar un reemplazo final. El apoyo francés y el BRICS puede darle el sostén para desafiar a Washington. Las ideologías no importan, se trata de intereses permanentes y a Putin le puede servir quebrar el frente interno de Occidente.

Estos juegos en la geopolítica responden a los intereses reales y son dinámicos, quien hoy es un socio mañana puede ser un enemigo, y viceversa.

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