La razón de la sinrazón del concepto Destino Manifiesto. Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

El mes de agosto parece ser un momento en el que se han realizado hechos de mucha importancia para los Estados Unidos. Recordé, en una nota anterior, el salvajismo de Hiroshima y Nagasaki. Ahora voy a recordar el origen de un concepto difícil para digerir hoy: el Destino Manifiesto, de claro origen religioso. En un agosto anterior, del año 1845, mostrando un fundamentalismo temprano, el periodista estadounidense John L. O’Sullivan [1] (1813-1895) publicó una artículo titulado “Anexión”. Su objetivo fue apoyar la incorporación por la vía militar de Texas al joven Estado norteamericano. El concepto de Destino Manifiesto aparece, en el país del Norte, como argumento muy importante para justificar la conquista del famoso Far West (Lejano Oeste, también denominado salvaje oeste para justificar las masacres de indígenas de la época). No era la primera vez que se lo utilizaba.

El historiador estadounidense Frederick Merk (1887-1977), profesor de la Universidad de Harvard, confirmó en sus investigaciones que el concepto Destino manifiesto había nacido de la tradición puritana inglesa: «Un sentido de la misión de redimir al Viejo Mundo con un alto ejemplo que desarrolla las potencialidades de una nueva tierra para la construcción de un nuevo cielo. Fue recuperado por un ministro puritano de nombre John Cotton (1585-1652), quien escribió en 1630:

Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos.

John L. O’Sullivan, utilizó el argumento, dos siglos después, para justificar el plan que se había puesto en marcha de conquistar todas las tierras que se encontraran al oeste. La capacidad publicitaria de Hollywood la convirtió, a través de una extensa filmografía, en una tarea evangelizadora y civilizadora necesaria para la consolidación de la democracia liberal. Tarea que se logró gracias a los Winchester a repetición [2] que les daba una superioridad muy importante en la guerra de exterminio contra los pueblos originarios de esos territorios. El periodista lo justificaba con estas palabras:

«Todo el continente nos ha sido asignado por la Divina Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino. No es una opción para los norteamericanos, sino un destino al que éstos no pueden renunciar porque estarían rechazando la voluntad de Dios. Los norteamericanos tienen una misión que cumplir: extender la libertad y la democracia, y ayudar a las razas inferiores… Luego, debe llevar la luz del progreso al resto del mundo y garantizar su liderazgo, dado que es la única nación libre en la Tierra».

En cumplimiento de ese designio invadieron Florida en 1818 y compran ese territorio a España. Extienden la expansión por todo el Oeste, desde el Río Bravo hasta Canadá. Ocupan Hawái, intentan invadir Cuba en 1841. Paralelamente aplican, desde 1823, la Doctrina Monroe, por medio de la cual: «ningún territorio del continente americano podía ser ocupado por potencias europeas». Es notable que esa doctrina, en la práctica, no se les aplicara a las colonias francesas, inglesas, holandesas o danesas existentes. Es probable que, según la interpretación de entonces, el Destino Manifiesto incluyera a todos los países nórdicos y puritanos.

El término reapareció en la década de 1890, principalmente usada por los Republicanos, como una justificación teórica para la expansión estadounidense fuera de América del Norte. También fue utilizado por los encargados de la política exterior de EEUU en los inicios del siglo XX. Algunos comentaristas políticos han considerado que determinados aspectos de la Doctrina del Destino manifiesto, particularmente la creencia en una «misión» estadounidense para promover y defender la democracia a lo largo del mundo, continúa teniendo una influencia en la ideología política estadounidense.

Uno de los ejemplos más claros de la influencia del concepto de Destino Manifiesto se puede apreciar en la declaración del presidente Theodore Roosevelt (1858-1919) en su mensaje anual de 1904:

«Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe [3] puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional».

El presidente Woodrow Wilson (1913-1921) continuó la política de intervencionismo de EEUU en América, e intentó redefinir el Destino Manifiesto con una perspectiva mundial. Wilson llevó los Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial con el argumento de que «El mundo debe hacerse seguro para la democracia». En 1920 en su mensaje al Congreso, después de la guerra, Wilson declaró:

«Yo pienso que todos nosotros comprendemos que ha llegado el día en que la Democracia está sufriendo su última prueba. El Viejo Mundo simplemente está sufriendo ahora un rechazo obsceno del principio de democracia (…). Éste es un tiempo en el que la Democracia debe demostrar su pureza y su poder espiritual para prevalecer. Es ciertamente, por el Destino Manifiesto de los Estados Unidos, que estamos obligados a realizar el esfuerzo por hacer que este espíritu prevalezca».

Sin embargo, Hiroshima y Nagasaki, la guerra de Korea (1950-1953) y de Vietnam (1955-1975), puso en dudas la idea de que fueran los estadounidenses un pueblo diferente a los demás. Que la necesidad de la defensa de unos ideales tan elevados no fueran más que la cobertura de la mera codicia o expansión demográfica. La imagen democrática de los EEUU se vio seriamente dañada por el hecho de apoyar a gobiernos dictatoriales, con generales que llegaron a proclamar en público su admiración por Hitler, y a realizar bombardeos masivos o cometer matanzas contra la población civil indefensa.

 Aceptación y rechazo de la tesis del Destino Manifiesto

El Destino Manifiesto no fue una tesis abrazada por toda la sociedad estadounidense. Las diferencias dentro del propio país acerca del objetivo y consecuencias de la política de expansión determinaron la resistencia de sectores importantes de la ciudadanía.

Los estados del noreste creían mayoritariamente que Estados Unidos debía llevar su concepto de “civilización” por todo el continente mediante expansión territorial. Además, para los intereses comerciales estadounidenses, la expansión ofrecía grandes y lucrativos accesos a los mercados extranjeros y permitía así competir en mejores condiciones con los británicos. El poseer puertos en los dos océanos facilitaba el comercio con Asia.

También había grupos políticos que veían peligrosa la extensión territorial desmesurada; creían que su sistema político y la formación de una nación serían difícilmente aplicables en un territorio tan extenso. Esta posición generó un debate entre líderes demócratas y los republicanos expansionistas: se discutían sobre cuánto territorio debía ir adquiriéndose; el problema se reducía a un criterio administrativo.

Otro punto de discusión fue el empleo de la fuerza. Algunos líderes políticos (cuyo máximo exponente histórico fue James K. Polk [4] (1795-1849) no dudaron en intentar anexionarse el mayor territorio posible aún a riesgo de desencadenar guerras (como de hecho pasó) con otras naciones. Otros se opusieron (aunque tímidamente) al uso de la fuerza, basándose en que los beneficios de su sistema bastarían por si solos para que los territorios se les unieran voluntariamente.

La Doctrina del Destino Manifiesto pasó a un segundo plano después de la Segunda Guerra Mundial, pero adquirió un aspecto más militarista con una expresión más dura del Pentágono en su proyecto de dominación global. Hoy, cuando todo parece indicar que la pasada grandeza de los EEUU está en decadencia, esos delirios mesiánicos se van esfumando lentamente.

[1] Se graduó como abogado en la Universidad de Columbia; su empresa de mayor éxito fue la creación 1837 de la Revista Estados Unidos y Democrática Revisión, con sede en Washington.

[2] Arma creada en 1866 cuyo nombre, producto de su amplia difusión, pese a no ser el primero en su tipo, llegó a ser sinónimo de “fusil de repetición”.

[3] La doctrina sostenía el eslogan «América para los americanos».

[4] Es considerado el último presidente fuerte de la época anterior a la guerra civil. Pudo lograr durante su mandato todos los objetivos nacionales e internacionales que se había propuesto. Cuando México rechazó la anexión de Texas a los Estados Unidos, dirigió una guerra sumamente exitosa contra él en la que le arrebató todo lo que ahora se conoce como Suroeste de Estados Unidos.

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