“Empoderades y emporrades”
Por Juan Manuel de Prada
Para coronar su distopía democrática, la izquierda caniche se sirve de los mismos recursos que el Estado Mundial empleaba en ‘Un mundo feliz’, la novela de Huxley: libertad sexual y reparto de soma. «En la medida en que la libertad política y económica disminuyen -escribía Huxley-, la libertad sexual tiende a aumentar». Así se explica que la izquierda caniche ponga tanto empeño en «implementar» el sopicaldo penevulvar que convierte a los pueblos en una papilla homínida ensimismada en el desciframiento de su sexualidad polimorfa. Pero esta izquierda caniche que ha convertido a los pueblos en una papilla homínida y desactivada necesita asegurarse de que no se reactive. Para lo cual recurre al reparto de soma.
Resulta, en verdad, irrisorio (amén de trágico) que la ideología que execró la religión, tildándola de «opio del pueblo», postule ahora que el pueblo se emporre. En la novela de Huxley, el soma con el que el Estado Mundial embrutecía al pueblo era descrito como una sustancia que «tiene todas las ventajas de la religión, sin ninguno de sus efectos secundarios»; de ahí que, para mantener contentas a las gentes sometidas, el Estado Mundial se encargase directamente de su reparto.
Los estafadores podemitas, para defender desde sus órganos de propaganda la legalización de la marihuana, han adoptado un lenguaje de una irreprochable ortodoxia neoliberal, aduciendo que «supondría inmensos beneficios para la economía, la industria y la salud»; sin olvidarse, por supuesto, de la pamplina ecológica, pues nos aseguran que «fomenta un tipo de agricultura diferente que beneficiará a nuestro planeta».
Por supuesto, detrás de toda esta operación no hay más que sumisión a los designios plutocráticos. Se calcula que el negocio mundial de la legalización de la marihuana podría mover cantidades próximas a los 50.000 millones de euros. Así se explica, por ejemplo, que el plutócrata George Soros haya invertido una millonada mareante en campañas a favor de la legalización de la marihuana, con la disculpa de acabar con las mafias del narcotráfico (que, evidentemente, encubre su propósito de sustituirlas en posición monopolística).
Y es que la plutocracia, para establecer su reinado omnímodo, necesita -como el Estado Mundial de Huxley- crear sociedades disfuncionales, formadas por gentes desvinculadas y fácilmente manipulables a las que poder desangrar plácidamente y someter a condiciones de trabajo cada vez más infames; y para ello, a la vez que las zambulle en un sopicaldo penevulvar, les suministra consuelos vicarios y paraísos artificiales. Así las mantiene a la vez empoderades y emporrades.
Si para entender la razón última de un crimen pasional nos pedía Alejandro Dumas que buscásemos a la mujer («Cherchez la femme»), para entender la razón última que mueve a estos perros de la izquierda caniche hay que buscar siempre el dinero: «Cherchez l’argent». Son neoliberales woke que lamen con fruición las almorranas manchadas de mierda y de sangre de la plutocracia.