Por Juan Manuel de Prada
Si, para entender la razón por la que un hombre se comporta de forma inexplicable, Alejandro Dumas nos recomendaba ‘cherchez la femme’, para entender la razón que mueve a los parásitos de la izquierda caniche hay que buscar siempre el dinero: ‘Cherchez l’argent’. Los parásitos de la izquierda caniche son lacayos que actúan al dictado de la plutocracia mundialista, de cuyas zurrapas se alimentan opíparamente.
Cuando el parásito Garzón proclama que «España exporta carne de mala calidad y proveniente de animales maltratados» no hace sino seguir las consignas de sus amos, cuyo designio es arruinar las economías nacionales, con la excusa del cambio climático y demás trampantojos del catecismo global ecocapitalista.
El parásito Garzón no hace sino cumplir con la agenda diseñada por sus amos.
No es la suya una ‘opinión personal’, como han pretendido otros parásitos que ejecutan la misma agenda, al estilo del aragonés Lambán, que ha calificado de «desgraciadas e insensatas» las declaraciones del parásito Garzón y reclamado retóricamente su destitución, mientras el gobierno de Aragón que preside financia ‘tecnología aplicada a granjas de insectos’, que considera «una alternativa alimentaria sostenible». El parásito Garzón y el parásito Lambán trabajan para el mismo amo; pero, mientras el parásito Lambán embauca al sector boomer de las masas cretinizadas, que todavía se envuelve paulovianamente en el fetiche de la bandera rojigualda, el parásito Garzón se dirige el sector millennial, más desarraigado y solipsista.
Han arrasado nuestra industria, nos han dejado sin fuentes energéticas, han devastado el tejido empresarial fundado en el reparto de la propiedad. Y, para rematar la faena, necesitan arruinar también el sector agroalimentario. Se trata de reducir hasta la consunción la productividad nacional, para que sus amos puedan encarecer las materias primas y actuar sin resistencia alguna. Construyen la sociedad lumpenizada que conviene el reinado plutocrático mundial, con grandes masas subsidiadas en un nivel de ‘pobreza sostenible’ y una dieta de gusanos y carne sintética. Y como, entretanto, han logrado la desestructuración de la vida moral y la disolución de los vínculos comunitarios, esas masas lumpenizadas renunciarán con gusto a formar una familia, a poseer una casa, a ejercer un trabajo digno. No tendrán nada y serán felices, mientras follan por Tinder y comen gusanos. No podrán probar el jamón, pero a cambio podrán vivir como cerdos de una piara.
Y, para tener todavía más contenta a la piara, los parásitos repartirán gratuitamente esa máquina inventada por Bill Gates, que convierte los excrementos en agua. Así, después de alimentarse de gusanos y carne sintética, la piara podrá -a modo de bajativo- pegarse un trago de agua exquisitamente destilada de su propia caca, mientras los parásitos disfrutan del festín que les procuran las zurrapas de sus amos. Los parásitos siempre mueren ahítos, después de exprimir hasta la consunción a sus víctimas.