La intangibilidad de lo real y de la génesis – Por Juan Francisco Goncebat

La intangibilidad de lo real y de la génesis
Por Juan Francisco Goncebat*

El ateísmo descansa su fe en la omnipotencia del cientificismo, algo sobre lo que reflexionó el filósofo alemán Martin Heidegger en su abordaje de la alienación de la técnica; y sustenta su postulado de la no existencia de Dios en la imposibilidad de acceder materialmente al mismo.

Pero el positivismo, como corriente de pensamiento, se origina en términos tan inaccesibles e inmateriales como el mismo concepto “Dios”. Todo vestigio de ciencia tiene nacimiento en una idea, o sea, en un pensamiento. Y fuera de las reacciones de las ondas cerebrales y la sinapsis neuronal, que son meramente eso, procesos fisiológicos ¿qué es un pensamiento? ¿de qué está compuesto? ¿donde se encuentra físicamente?

Entonces ¿en qué se diferencia la sustancia indeterminada de un pensamiento que proyecta una imagen de, por ejemplo, un resorte, del que rememora el olor a un asado?¿puede acceder una persona externa a un pensamiento que no le es propio? De hecho, ¿son sustancialmente accesibles de alguna manera? ¿qué pasa con la energía o materia (o lo que fuera, ya que, como se plantea es de composición desconocida) de una idea cuando desaparece de nuestra mente? Y con todo ésto refiero al ser propio de un pensamiento y no a sus expresiones, efectos o conceptualizaciones.

El aspecto fenoménico de un pensamiento ni siquiera puede percibirse a través del corpus del pensamiento en si, por ser inabordable y de realidad dimensional hipotética, sino que es manifestado a través de un elemento ajeno a este como lo es un ser humano. Un pensamiento reside en el mundo que Platón llamó ‘’de las ideas’’, mas tiene efectos bien concretos en la realidad material. Vaya paradoja, siendo que se tiene conciencia de la realidad de algo que aparece como absolutamente improbable desde lo material.

Si la conciencia es lo que da lugar a figurar la existencia de X en un individuo, según Husserl, la conciencia no sería algo, sino ‘de’ algo, una condición de accesorio inexistente que toma cuerpo a partir de adosarse a una cosa. Por lo que tener conciencia de los pensamientos, implicaría una condición accesoria inexistente de algo también inexistente. Y tomando la máxima cartesiana ‘pienso, luego existo’, podría afirmarse que negar la existencia de algo (el pensamiento y la conciencia) por el hecho de su imposibilidad probatoria, llevaría a un absurdo de tal magnitud, como negar la existencia de la misma existencia.

Curiosa cualidad tiene la conciencia de sí y de la existencia, siendo que es omnipresente en todos los seres conscientes de vitalidad y externalidad. No existe ser pensante que no sea consciente de que él mismo existe y de que existe un alrededor.

Si tomamos la tangibilidad como un presupuesto, tal como la existencia, hasta el día que pudiéramos trasladarnos figurativamente al mundo platónico de las ideas, un pensamiento sería algo así como el gato de Schrödinger dentro de la caja cerrada, versando entre la existencia y la inexistencia.

Postular que Dios no existe por ser su sustancia sensorialmente indeterminable es un argumento absurdo; si partimos de esa base tampoco existirían las ideas, ya que tampoco son materia o energía tangibles (como sí lo son sus efectos).

Aceptar que existe un plano no empírico de la realidad es tomar conciencia de nuestras limitaciones como seres humanos. Y tampoco son únicamente Dios y las ideas los ejemplos de esto, ¿de que forma podría captarse, crearse, transformase o extinguirse el tiempo?

Lo concreto (lo único perceptible mediante sentidos) como presupuesto necesario de lo existente, conduce a lo disparatado.

No toda la realidad es cognoscible mediante el método científico. Asociar incognoscibilidad empírica a irrealidad o inexistencia implica conclusiones paradójicas. Ya que, como se expone, hay una porción considerable de la realidad a la que no se puede acceder científicamente, y no obstante goza de la misma realidad que cualquier objeto tangible.
El empirismo queda sin caminos a la verdad llegado cierto punto, intentar atravesar el límite del callejón sin salida mediante el método científico conlleva una catástrofe lógica.

Si partimos del presupuesto del positivismo donde la única vía de constatación es la empírica-sensorial, cuando urgamos en el plano más acabadamente óntico de una idea (¿a través de qué sentido se percibe y/o transmite su objeto?), llegamos a la conclusión de que tener fe en el logos científico sería tan irracional como tener fe en el pathos religioso; y que el ateísmo reposa esta fe en un intangible tan sustancialmente ‘inaccesible’ como cualquier creencia en Dios.

 


*El año entrante se va a dictar un seminario sobre el tema en la Facultad de Cs. Jurídicas y Sociales de La Plata.

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