La guerra mediática es la continuación de la guerra militar por otros medios – Parte II

Por Ricardo Vicente López

Parte II

La doctora Blanca Montoya, para avanzar en sus análisis, se introduce en el campo de nuestras vidas cotidianas. En él la diversidad de factores se nos escapan por la repetición de lo cotidiano. El filósofo argentino Enrique Dussel lo plantea en estos términos:

«Es siempre así, y ha sido siempre así, lo más habitual, lo que “llevamos puesto”, por ser cotidiano y vulgar, no llega nunca a ser objeto de nuestra preocupación, de nuestra ocupación. Es todo aquello que por aceptarlo todos pareciera no existir; a tal grado es evidente que por ello mismo se oculta. Por ello, por el sólo hecho de ser lo inmediato  habitual se esfuma, se desvanece ante nuestra percepción y es incorporado como componentes del paisaje diario. En cierto modo, descubrir los factores constitutivos del mundo es ir al encuentro de un número ilimitado de “perogrulladas”, que significan, sin embargo, los últimos soportes de nuestras existencias».

Este mundo de lo cotidiano ha sido convertido en un campo de batalla contra la conciencia colectiva, también denominado opinión pública, concepto acuñado por Walter Lippmann, sobre esto volveré en próximas notas.

La sociología de las últimas décadas ha incorporado una acepción extensiva del vocablo “naturalizar”. El Diccionario de la Academia dice: «Naturalizar: conceder a un extranjero los mismos derechos y privilegios de los que gozan las personas nacidas en el país; Introducir en un país costumbres o palabras que son características de otro y adoptarlas como propias o naturales». En la página www.sociologianecesaria.com podemos leer una acepción específica:

«El concepto de naturalización es uno de los más importantes en ciencias sociales. Según Josep Vicent Marqués (1981), naturalización es un fenómeno que lleva a los hombres a considerar sus acciones y sus creencias como naturales, ligadas a su naturaleza. La naturalización  puede considerarse como un discurso dominante en la mayoría de las formas de sociedad actuales. Al atribuir a causas naturales los hechos sociales, los individuos y los grupos se alejan de la comprensión de las reglas socio-políticas que guían los comportamientos en sociedad».

Ahora, equipados con estas aclaraciones sigamos adelante con los análisis de la doctora Montoya. El tema, ya lo dije en otras notas, fue un tema de alta preocupación para los análisis de las ciencias políticas, en las primeras décadas del siglo pasado en los Estados Unidos. La Revolución industrial del siglo XVIII en el Reino Unido, produjo una revolución social que alteró profundamente los modos de vivir de los hombres de entonces. Una de esas consecuencias fue la aparición de una sociedad de masas en la cual habitaba, lo que se denominó “el hombre masa”. Se puede encontrar en la página web ya citada, las siguientes definiciones sobre el tema:

«La masa fue definida por el sociólogo francés Gustave Le Bon como “Una agrupación humana pensante con los rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestionabilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo”. Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas “internacionales”. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga… Para Ortega y Gasset, la masa es una forma de indiferencia, el ‘hombre-masa’ es una boya sin rumbo que está satisfecha en su deriva. Hoy, sin embargo, nadie está satisfecho».

Debemos subrayar que estas definiciones tuvieron vigencia hasta la segunda posguerra, las crisis posteriores exigen introducir algunas variaciones. El resultado, evidente en gran parte de la cultura occidental, en mayor o menor grado impacta en todos. Depende del desarrollo de la conciencia, la racionalidad y la cultura de cada persona, razonar, analizar y emitir un juicio crítico sobre semejantes afirmaciones. Equivale a decir: en aquellos que no se dejan someter por la cultura del hombre-masa. Los otros sucumben a la irracionalidad, en la que se encuentran, por regla general, las clases medias, en sus diversos andariveles. La doctora Montoya utiliza el esquema freudiano, para profundizar sus análisis. Nos ofrece una mirada crítica sobre nuestra cotidianeidad:

«Paralelamente a la siembra del odio, en el Ello, los medios de información atacan al Yo. Evitan el desarrollo del pensamiento racional restringiendo su ejercicio: se invierte poco en salud, base fundamental de la fortaleza física del Yo. Se reducen los presupuestos para la educación y la cultura; se transmiten comunicaciones frívolas de tal forma que la población tenga las menos oportunidades posibles de pensar o de cuestionar. En cuanto al Superyó, la publicidad de la violencia, la muerte y el culto a las drogas se expresa en miles y miles de programas de televisión, cine, videojuegos y redes sociales. De manera que los valores que guían al ideal del Yo se van pervirtiendo y se conceptualiza justamente en contra de la sociedad: los héroes son, subliminalmente, narcotraficantes, asesinos y ladrones. La información mediática se sucede abrumadoramente de tal forma que el Yo sea fácilmente víctima de la confusión en cuanto a su percepción de la realidad y la cultura de la muerte lo deprime y lo desactiva».

Amigo lector, esta descripción que puede parecer un tanto superficial por lo minuciosa, superficial y detallada, puede ofrecer algún rechazo. Es muy probable que Ud. se sienta al margen de todo ello. Yo le sugiero  que dirija su mirada cerca suyo,  preste atención a pequeños hechos de la vida diaria, que suceden a su alrededor. Piense en todo esto cuando oye radio o ve televisión y se escandaliza por la chatura, la superficialidad, la banalidad de los temas tratados, el mal trato a la lengua castellana, que pasa inadvertido para una porción importante de esos espectadores. Ud., tal vez, se vea tentado, como es bastante habitual, de criticar nuestro sistema educativo…  Pero ¿no será uno de los propósitos implícitos? Si prestamos atención al hecho que en los EEUU la televisión se programa para un nivel de nueve años, algo nos está diciendo. Si prestamos atención a la figura de Homero Simpson y a sus capítulos, después de reírnos del monigote debemos saber que su autor, Matthew A. Groening, confesó que es inspiró en el hombre de la clase media baja de su país [2].

Volvamos a la palabra de la Investigadora:

«La minimización de la historia y la idiosincrasia nacional y la preponderancia de culturas extranjeras despojan al Yo de una referencia auténtica que le instituya una identidad. Un individuo cuyo Yo ha sido destruido de esta manera es prácticamente incapaz de escuchar y razonar una idea distinta a la que ha escuchado millones de veces desde la infancia, se aferra a la emoción o sentimiento que le han sembrado e identifica a quien la expresa como el enemigo al que hay que destruir. Lo anterior es fácilmente detectable en las redes pues ahí la población sometida a la promoción del odio y con poca capacidad de pensar transmite insultos, incoherencias, da muestra de su ignorancia y utiliza expresiones escatológicas, siendo esto último una muestra de su pensamiento primitivo».

Termina comentando que todo ello, dado la actual capacidad tecnológica, ha sofisticado sus métodos de ataque y manipulación de la psique del individuo. Las redes sociales han permitido el registro de los datos cada vez que el individuo las utiliza, lo que se llama Big Data. A partir de la utilización de conceptos provistos por las ciencias sociales, las transnacionales pueden conocer las características de personalidad de los internautas y enviarle la información que conviene en cada caso para mantener su hegemonía.

[1] Este tema también lo analizaré en próximas notas.

[2] Le sugiero consultar mi trabajo, en la página www.ricardovicentelopez.com.ar, La cultura Homero Simpson – el modelo que propone la globalización.