La democracia y el capital – un matrimonio imposible

Por Ricardo Vicente López

La historia de la política en  la modernidad

Derechas e Izquierdas fueron las calificaciones que se le dio en la Asamblea francesa, creada en 1789. Para explicarlo, tenemos que volver a la sala de la Asamblea Constituyente, a agosto de 1789, en al que estaba teniendo lugar la votación sobre el poder que debía tener Luis XVI. Cuenta la historia que el debate desatado en la asamblea, fue subiendo de tono y que se fueron perfilando, a grandes rasgos, dos bandos: uno integrado por los defensores de la Corona y otro el de los revolucionarios interesados en derrocarla. Los primeros comenzaron a agruparse en las sillas ubicadas a la derecha del presidente del organismo; en el otro, los intransigentes, que se sentaron en las sillas de la izquierda. Esta circunstancia se consolidó en las reuniones siguientes por lo cual se denominó derechistas a los defensores del status quo [[1]] y a sus cuestionadores izquierdistas.

Claro está que el tiempo, ese temible enemigo de todo lo que pretende subsistir, fue mellando los claros perfiles originarios de esos dos conceptos y estos se fueron desfigurando hasta definir, sin mucha claridad a quienes y por qué están de un lado o en el otro. El problema muy difuso fue ¿de qué? La coloración que fueron tomando dio lugar a un abanico de colores políticos  que fueron borroneando las dos posiciones originales (aunque en política, nunca nada ha sido de perfiles rígidos; siempre se admitieron matices que le sumaron prefijos o sufijos con los cuales se denominaron las diferencias internas. Diferencias que, en la medida en que se acentuaban abrieron grietas que, por un lado y por otro, dieron lugar a nuevas fracciones.

Quiero decir, que todo esto, en tiempos de pos-verdades, convicciones etéreas y fines difusos, Tiempos en los cuales el dinero hizo sentir su poder, parecen darle la razón a Discépolo: «no hay ninguna verdad que se resista frente a dos pesos moneda nacional».

Si bien se advertía, desde hace tiempo, que la armonía entre la democracia y el capital parecía un matrimonio malavenido, y en tiempos de machismos los géneros definieron su poder. La democracia, vieja con laureles griegos, nada pudo ante las imposiciones del dinero machista del Capital. Alguien, impensado por su pertenencia social, un miembro importante del establishment estadounidense, el Profesor e Investigador Lester Thurow (1938–2016), Doctor en Economía, político estadounidense, y Decano del afamado Instituto Tecnológico de Massachusetts, analizando este  mismo problema en su libro El futuro del capitalismo publicado de 1996, nos advirtió:

«La democracia y el capitalismo tienen muy diferentes puntos de vista acerca de la distribución adecuada del poder. La primera aboga por una distribución absolutamente igualitaria del poder político, “un hombre un voto”, mientras el capitalismo sostiene que es el derecho de los económicamente competentes expulsar a los incompetentes del ámbito comercial y dejarlos librados a la extinción económica. La eficiencia capitalista consiste en la “supervivencia del más apto” y las desigualdades en el poder adquisitivo. Es decir, una sociedad que en teoría, está basada en la democracia y en la economía de mercado pero donde, en realidad, sucede que la democracia es atropellada, destruida, por la economía de mercado. El verdadero poder pertenece a la ley del mercado o a los que poseen los recursos financieros, mientras que los votantes no tienen poder alguno. La ley de mercado hace la apología del individualismo. La democracia hace la apología de la solidaridad. Son virtudes contrapuestas».

¿Qué pasó en las últimas décadas?

Dada la complejidad del tema voy a cederles la palabra a dos importantes analistas políticos: la primera de ellos es Mónica Peralta Ramos: Doctora en Sociología; estudió en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró por la Universidad René Descartes de Ciencias Humanas de la Sorbona de París. Es investigadora y docente en áreas de economía política, sociología y antropología. Escribe una columna semanal de análisis políticos.

Para describir el actual escenario internacional comienza con estas palabras:

«El tiempo se escurre como el agua de un río turbulento y deja a su paso la certeza de un mundo azotado por la inestabilidad política y social y la inminencia de una crisis económica de nueva índole. En este mundo cada vez más complicado, las entrañas del orden global salen a la intemperie y se desparraman en oleadas que desnudan las distintas caras de la violencia. La presión militar, la dolarización y el endeudamiento ilimitado imponen al mundo la “estabilidad estratégica” que interesa a un reducido núcleo de poder. Paradójicamente, también agudizan los conflictos locales y crean las condiciones para realineamientos geopolíticos de nueva índole».

El otro invitado es Eduardo Febbro (1956) Corresponsal en Paris del diario argentino Página 12; trabaja en la redacción de Radio Francia Internacional; Director de Kepler Prod, que produce películas y programas de televisión. En 2014, su documental El Instituto para las Obras de Religión: el Banco de Dios – fue transmitido por el canal LCP-Asamblea Nacional. Describe el estado de cosas del Primer Mundo:

«Las banderas del odio se mecen con la áspera virulencia de las palabras. El odio vende ideas y ha ido forjando la estructura de una suerte de movimiento político que llenó las democracias occidentales y sus satélites de agujeros negros y champiñones tóxicos. Racismo, cuestionamiento del Estado de Derecho, odio a la democracia, a sus instituciones y a sus cuerpos históricos de cuestionamiento del poder, es decir, la prensa, revisión de la historia, ultranacionalismo, negacionismo, invención de una realidad paralela, agresiones físicas, intimidaciones a través de las redes sociales y designación de un enemigo interior, o sea, el extranjero, son sus componentes más constantes».-

Es probable que el ciudadano de a pie, habituado a las informaciones de la prensa diaria, se sorprenda al leer estas palabras. Lee las noticias como lo que son: cosas que acaecen sin la menor explicación de las causas y posibles consecuencias. Es una especie de caleidoscopio [[2]] que pinta una belleza, a veces agradable otras no, pero loca e incomprensible. Continúa su descripción:

«Su influencia es el signo más vital de una dramática regresión política que está devorando las bases con las que se levantaron las democracias después de la Segunda Guerra Mundial. Las izquierdas, en este festín de resentimientos, perdieron su capacidad para representar sus ideas. La derecha, a su vez, ve en ese radicalismo una oportunidad de conquista del poder, tanto más influyente cuanto que las retóricas de la ultraderecha están ganando a toda velocidad la batalla de las ideas. Se arrugan ante los desafíos y arremeten contra minorías excluidas y fragilizadas, contra pueblos despojados: sus enemigos son los más débiles. Son la antipolítica por excelencia. En sus retóricas, las regiones más obscuras de esa condición humana brotan como sombras mensajeras de un mundo intolerable».

Entre las palabras del Profesor Lester Thurow (1996) y la descripción de los dos analistas últimos transcurrieron sólo unos veinticinco años, tiempo imponente para una vida humana, pero sólo representa un instante para la marcha de la Historia mundial. A pesar de las advertencias de Thurow que fueron graves en su tiempo, ¿este mundo de hoy era previsible? Todo parece acontecer marcado por la aceleración de la gravedad: a medida en que pasan los años todo es más rápido y violento. ¿Es inexorablemente así? ¿Es el resultado da la imposición de las leyes implacables de la Historia? O, tal vez, más sencillo y terrible: sólo la avidez, la avaricia de unos pocos, en la proporción global, avanzan impúdicos, en su juego loco de correr hacia el precipicio.

Pero creo que hay algo mucho más grave: la indolencia, la inercia de las grandes mayorías. En una parte mínima corresponde a cada uno de nosotros, pero la suma conformaría un poder imparable.

Sin embrago, no debe entenderse esto como una crítica a las masas. Ya he analizado en notas anteriores, que ellas son víctimas manipuladas por el poder perverso de esos pocos. Para mayor información recomiendo leer El control de los medios de comunicación  del Prof. Noam Chomsky, disponible en: https://elforjista.com/elcontrol.htm.

[1] En latín, literalmente “en el estado en que”. Se lo ha utilizado para expresar “la defensa del Estado de cosas en un determinado momento”.

[2] Instrumento óptico que consiste en un tubo con dos o tres espejos inclinados y cristales de colores en su interior, si se mira en su interior por uno de sus extremos, se pueden ver distintas figuras geométricas simétricas.