Por Ricardo Vicente López
IV.- La guerra como parte del negocio del poder
El Doctor Jean Mouchon [1], es un especialista en el análisis del impacto de la comunicación tecnológica en la opinión pública. Afirma como resultado de sus investigaciones:
La noticia es un producto más del mercado de consumo y debe ser pensada en su condición de información-mercancía. Atada a su fuente de financiación, las empresas de comunicación comercial no renuncian a su misión primera que es asegurarse la máxima audiencia… el proceso de mercantilización del producto informativo y la sujeción de lo político a los métodos del marketing, indican las direcciones que debemos examinar para explicar el mundo de la comunicación. El hecho de que la imagen haya podido permitir una falsificación increíble de la realidad, hasta el punto de haber mostrado la guerra como parte de un universo lúdico. Esto nos muestra que hemos entrado en un período en el que la imagen ya no existe más que desde el punto de vista del poder y del lucro”.
Las guerras por la conquista de territorios, dentro del esquema de la posguerra, parecen haber quedado obsoletas. Claro está que esta opinión no la comparten ni Donald Trump ni la Conducción del Pentágono. Afirma Nora Merlin [2]:
Ahora existen batallas que no se dirimen con armas, sino con ideas; batallas que no tienen por objetivo aniquilar al enemigo, tienen por finalidad su aniquilación simbólica; batallas que se desarrollan para hegemonizar la manera en que las personas miran el mundo. La cultura es una red de significados sobre los cuales el hombre está suspendido. El hombre hace cultura y es hecho, al mismo tiempo, de cultura. Es éste el objetivo central de estas batallas.
V.- ¿Por qué es necesaria la “batalla cultural”?
La cultura no es un entramado de valores, cosmovisiones, ideologías, que recibimos casi como un paquete cerrado. Está sujeta a luchas cuyo objeto es definir su contenido. Son fricciones de carácter invisible para la mayoría de los ciudadanos de a pie, pero sus efectos se manifiestan en nuestra cotidianidad, aunque escapen a nuestra percepción. De esto se trata la “batalla cultural”: una batalla en las sombras, en la cual la cultura es, a la vez, medio y fin de la confrontación. El armamento de tal batalla está conformado por elementos culturales: lo que está en juego es la hegemonía sobre la cultura popular, es la manipulación de las subjetividades.
Nora Merlín nos dice:
El mayor triunfo del neoliberalismo es haber construido los medios para perpetuarse. Ha logrado que sus ideales operen como mandatos sociales y también como una exigencia para el sujeto.
El Foro del Pensamiento Crítico, ofrece una referencia para librar la batalla cultural por la construcción de una nueva hegemonía, popular y liberadora:
La cultura es una configuración de distintas prácticas sociales: económicas, artísticas, políticas, jurídicas, científicas, etc., cuya articulación se sostiene en ciertos significantes que constituyen el sentido común y proporcionan el marco normativo de una sociedad… La cultura es una categoría en disputa entre el poder y una parte de lo social que debe oponérsele, para que vivamos en una verdadera democracia. Ello implica una batalla por la desarticulación de prácticas sedimentadas de una formación existente y la articulación de nuevas asociaciones liberadoras.
VI.- Reflexión final
La batalla cultural no es, ni debe ser pensada, como una iniciativa nuestra. Somos nosotros, los pueblos latinoamericanos los agredidos. El imperio es, en sus diversas formas de penetración, el que nos ataca, aunque esto sea, las más de las veces, de modos subrepticios. Nosotros somos, aunque la mayoría de los ciudadanos de a pie no lo perciba, las víctimas manipuladas. Para ello se valen de todo su poder para infiltrarse en nuestra cultura a través de una gama de armamentos ideológicos, culturales, artísticos, comerciales, etc. Debemos advertir que de esta guerra ya han ganado gran parte de esas batallas. A través del arma más seductora: la publicidad del consumo, la exhibición de las grandes vidrieras de los shopping, las seducciones de las modas y las imposiciones de ideales de belleza.
Esto no debe interpretarse como una derrota definitiva. La paradoja de estas operaciones culturales es que los pueblos del mundo noratlántico también han sido víctimas de esas campañas. La televisión de los Estados Unidos [3] es una maravillosa ventana que nos permite ver las terribles consecuencias culturales de esas batallas. Esto nos muestra que las apetencias desmesuradas del capital internacional no tienen límites. Esto nos muestra que la Globalización financiera devoró todo lo que estuvo a su alcance. Sus pueblos también han sucumbido a las temibles consecuencias.
Es una batalla que comienza dentro de nuestras conciencias, es allí donde se libran las peores batallas. Éstas, dada la peculiaridad de sus modos de actuar, pueden pasar inadvertidas para quienes nos prestan atención sobre sus modos de presentarse. Utilizan las técnicas del packaging [4]. El objetivo es convertir al producto que venden, de un modo tan atractivo, que se imponga sobre la calidad y prestaciones de lo que se ofrece. Si nos detenemos a observar, desprejuiciadamente las conductas de nuestros jóvenes –digo sin prejuicios para no dejarnos arrastrar por los juicios superficiales de quienes se han quedado en la adoración del pasado-, podremos tomar conciencia de la cantidad de tiempo que invierten en los medios audio-visuales. Estos se han convertido en un canal privilegiado de la comunicación cultural del sistema dominante
La batalla tiene dos dimensiones: una, la fortificación psicológico-espiritual que podamos construir en nosotros, para evitar que nos alcancen con sus armas mediáticas; dos, pasar del atrincheramiento a una defensa, en campo abierto, de nuestros valores, nuestro modos de ser, de nuestras tradiciones, en defensa de nuestra cosmovisión y nuestras utopías. Las características de estas batallas, que son las que más esfuerzos nos imponen, es su peculiaridad de librarse en el terreno espiritual de nuestra cultura. Es precisamente allí donde encuentran nuestras mayores debilidades. El arma más poderosa que tenemos, aunque no la valoremos debidamente, es nuestra tradición humanista cristiana, por fuera de las formas dogmáticas, eclesiásticas, rituales. Me refiero al contenido cultural y filosófico de esa herencia latinoamericana.
[1] Es politólogo francés, experto en Comunicación y Política, investigador, Doctor en Lingüística y profesor en ciencias de la Comunicación de la Universidad de Paris X.
[2] Psicoanalista, Magister en Ciencias Políticas;. Autora de Populismo y Psicoanálisis y de Colonización de la subjetividad.
[3] Sugiero, para una comprensión más acabada de este tema, leer La cultura Homero Simpson el modelo que propone la globalización, en la página www.ricardovicentelopez.com.ar, Sección Biblioteca.
[4] Es una importante herramienta de comunicación visual, una técnica de seducción comercial, para ofrecer al potencial comprador información de índole práctica, así como para captarlo, atraerlo, interesarlo, por la marca y lograr que compre el producto.