Por Iciar Recalde
Argentina viene siendo, hace décadas, laboratorio de experimentación del imperialismo depredador.
Proféticamente Perón en 1974, previendo lo que lamentablemente aconteció, alertó que de destruirse la familia, la escuela y los sindicatos, la Patria desaparecería como unidad de destino. Por eso llamó a sanar el corazón del hombre argentino. A reconstruir la comunidad organizada con centralidad en las organizaciones libres del pueblo. A afianzar el ser nacional como salvaguarda del fenómeno que preveía y que luego conocimos como globalización, patrio trasero de los gringos a costa de destruir el alma de nuestro pueblo y pudrir clases dirigentes que trocaron vocación de servicio y patriotismo por guita.
Hoy la guerra cultural es más evidente que nunca, hondamente virulenta al punto de discutir lo que para este pueblo cristiano y humanista era impensable: el valor mismo de la vida humana. Opera a través del ataque sistemático y programado del ser nacional y de los refugios que funcionaron (y a Dios gracias, perviven y resisten) como anticuerpos frente al avance de la contracultura.
Construcción del enemigo: la comunidad, con centro en la aniquilación de la familia, del vínculo entre sexos que fueron, son y seguirán siendo sólo dos: hombre y mujer. Hasta el límite de poner en discusión la preservación de la especie humana y el amor heterosexual. La crítica a la maternidad y el llamamiento hedonista al goce ilimitado y sin consecuencias. Muerte al macho e hijos como cargas nefastas que atentan contra la mujer que se debe a su realización en el mercado. Mi cuerpe, mirá cómo nos ponemos, misoprostol, el varón mata, géneros, minorías sobre mayorías y la mar en coche del delirio. El ataque infame a la tradición, la puesta en duda de la necesidad de la transmisión cultural entre generaciones en nombre de un supuesto pensamiento crítico y de la libertad de hacer por sí mismos individualmente, sin guías ni autoridad de padres o maestros. Hay que parar la pelota.
Somos varias generaciones hoy las que no queremos morir ni ver morir a la Patria. Parafraseando a Castellani, las que seguimos hablando para que no muera la patria porque cuando habla una nación, no está muerta. En lo político, la palabra de Perón y su doctrina.