Geopolítica y concentración mediática. Los medios al servicio del Poder concentrado – Parte II

Ricardo Vicente López

Amigo lector le propongo una segunda parte de la conferencia del famoso periodista John Pilger, sus investigaciones, y las reflexiones que propone a partir de ellas, adquieren un valor poco común en el tratamiento de un tema como el que estamos analizando. Para ejemplificar el control de los medios cuenta la siguiente anécdota. El año pasado (2005), en su aceptación del Premio Nobel de Literatura, el dramaturgo Harold Pinter pronunció un discurso que marcó un hito. Pregunté por qué, y cito su respuesta:

«La brutalidad sistemática, las atrocidades generalizadas, la implacable represión del pensamiento independiente en la Rusia estalinista fueron bien conocidas en Occidente, mientras que los crímenes estatales de EE.UU. sólo fueron registrados superficialmente, para no hablar de documentados. Y a pesar de ello la extinción y el sufrimiento de innumerables seres humanos en todo el mundo pueden ser atribuidos al poder incontrolado de EE.UU. Pero, dijo Pinter: “No se sabría. Nunca sucedió. Nada nunca sucedió. Incluso cuando estaba sucediendo no estaba sucediendo. No importaba. No interesaba»

Las palabras de Pinter sonaron más que surrealistas, eran inaceptables para los oídos de ese jurado. La BBC ignoró el discurso del dramaturgo más famoso de Gran Bretaña. Perdone, amigo lector, el abuso de las citas de Pilger, pero la sinceridad y la descripción cruda de esos acontecimientos nos imponen verdades inaceptables para el promedio de los ciudadanos estadounidenses. La conciencia puritana no puede admitir que cosas como esas hayan sucedido. Enfrentarlos a verdades tan crudas sacudiría la modorra del “sueño americano”, en el que reposa la moralina en la que se basa la imagen de la “primera democracia del mundo”, según pregonan ellos. Pero esta es una más de las mentiras de ese mar artificial construido por el aparato  publicitario. Agrega, luego, Pilger:

«He hecho una serie de documentales sobre Camboya. El primero fue “Year Zero: the Silent Death of Cambodia” [Año cero: la muerte silenciosa de Camboya]. Describe el bombardeo estadounidense que fue el catalizador para el ascenso de Pol Pot. Lo que Nixon y Kissinger comenzaron, Pol Pot lo completó – los archivos de la CIA por sí solos no dejan dudas al respecto. Ofrecí “Year Zero” a PBS y lo llevó a Washington. Los ejecutivos de PBS que lo vieron se horrorizaron. Murmuraron entre sí. Me pidieron que esperara afuera. Uno de ellos terminó por aparecer y dijo: “John, admiramos su filme. Pero nos inquieta que diga que EE.UU. haya preparado el camino para Pol Pot. Dije: “¿Cuestionan la evidencia?” Había citado una serie de documentos de la CIA. “Oh, no,” respondió. “Pero hemos decidido invitar a un árbitro periodístico».

La conclusión de Pilger, respecto de la verdad subversiva de Harold Pinter, es que expuso ante un público bastante inocente, una relación que se mantenía oculta, y que así sigue todavía,  entre el imperialismo y el fascismo, y “describió una batalla por la historia sobre la que casi nunca se informa”. Este es el gran silencio de la era de los medios. “Y es el corazón secreto de la propaganda de hoy”.

Le propongo, amigo lector, avanzar en la investigación de cómo se llegó a este estado de cosas. El profesor Noam Chomsky ha dedicado décadas de su actividad profesional al tema de la manipulación de la información. Sigamos leyendo:

«Y la verdad es que hay una lógica detrás de todo eso. Hay incluso un principio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si los individuos trataran de participar en la gestión de los asuntos que les afectan o interesan, lo único que harían sería solo provocar líos, por lo que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay que domesticar al rebaño desconcertado, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle. Por lo mismo, no se da ninguna facilidad para que los individuos del rebaño desconcertado participen en la acción; solo causarían problemas».

Este paternalismo dicho con tanta aspereza no puede hoy ser detectado fácilmente en nuestros medios, pero el estar alerta en la lectura de ellos puede ayudarnos en esta línea. Es así que las élites políticas de los países centrales encontraron en los medios de comunicación el instrumento idóneo para el manejo de ese rebaño:

«Por ello, necesitamos algo que sirva para domesticar al rebaño perplejo; algo que viene a ser la nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso. Los medios de comunicación, las escuelas y la cultura popular tienen que estar divididos. La clase política y los responsables de tomar decisiones tienen que brindar algún sentido tolerable de realidad, aunque también tengan que inculcar las opiniones adecuadas. Aquí la premisa no declarada de forma explícita —e incluso los hombres responsables tienen que darse cuenta de esto ellos solos— está relacionada con la cuestión de cómo se llega a obtener la autoridad para tomar decisiones. Por supuesto, la forma de obtenerla es sirviendo a la gente que tiene el poder real, que no es otra que los dueños de la sociedad, es decir, un grupo bastante reducido».

La mirada de Lippmann, con capacidad de penetración, nos permite comprender cuáles son, según él, todas las piezas del aparato de dominación estadounidense, hoy globalizado. La maquinaria del sistema de comunicación, que no se reduce sólo a los medios:

«Así, tenemos un sistema educacional, de carácter privado, dirigido a los hombres responsables, a la clase especializada, que han de ser adoctrinados en profundidad acerca de los valores e intereses del poder real, y del nexo corporativo que este mantiene con el Estado y lo que ello representa. Si esos hombres “calificados” pueden ascender hasta allí, podrán pasar a formar parte de la clase especializada. Al resto del rebaño desconcertado básicamente habrá que distraerlo y con dirigir su atención a cualquier otra cosa. Habrá que asegurarse de que permanecen todos en su función de espectadores de la acción, liberando su carga de vez en cuando en algún que otro líder de entre los que tienen a su disposición para elegir».

Muchos otros han desarrollado este punto de vista, agrega Chomsky, bastante convencional entre los hombres y mujeres de la derecha estadounidense:

«El destacado teólogo y crítico de política internacional Reinhold Niebuhr  (1892-1971), conocido a veces como el teólogo del sistema, gurú de George Kennan y de los intelectuales de Kennedy, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: solo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos. Aquellos que poseen la capacidad lógica tienen que crear ilusiones necesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista emocional, con objeto de que los bobalicones ingenuos vayan más o menos tirando. Este principio se ha convertido en un elemento sustancial de la ciencia política contemporánea».

Muy duras palabras que provocan la necesidad de reflexionar sobre todo ello. Forman hoy parte del ideario del Tea Party. Pero si la sociedad del Norte ha acabado siendo más libre y democrática, y esto es lo que ha sucedido desde la posguerra, es porque se fue perdiendo aquella capacidad de dirigir el rebaño hacia la meta prefijada. La contraofensiva conservadora de los ochenta en adelante recurrió a esta doctrina pero sin manifestarlo abiertamente. Por ello, vuelve a recurrir a las técnicas de propaganda. La lógica es clara y sencilla, Chomsky la sintetiza con estas palabras:

«La propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario. Ello resulta acertado y conveniente dado que, de nuevo, los intereses públicos escapan a la capacidad  de comprensión del rebaño desconcertado».

La disciplina que tomó a su cargo la tarea de propagar “las ideas correctas” fue la ciencia de las Relaciones Públicas. Esta carrera fue presentada como “el estudio de los modos y normas de comunicar amablemente los contenidos de la cultura de una empresa”. Todavía podemos oír entre nosotros a jóvenes que quieren estudiar esa carrera, con total ingenuidad. Esta es otra muestra de la capacidad de encubrir los verdaderos propósitos. Dice Chomsky:

«Los Estados Unidos crearon los cimientos de la industria de las relaciones públicas. Tal como decían sus líderes, su compromiso consistía en controlar la opinión pública. Dado que aprendieron mucho de los éxitos de la Comisión Creel [1] y del miedo rojo [comunista], y de las secuelas dejadas por ambos, las relaciones públicas experimentaron, a lo largo de la década de 1920, una enorme expansión, y se obtuvieron grandes resultados a la hora de conseguir una subordinación total de la gente a las directrices procedentes del mundo empresarial». Es necesario agregar algunos datos históricos. El Comité de Información Pública (CIP) fue una organización de propaganda norteamericana creada por el presidente Woodrow Wilson durante la Primera Guerra Mundial, se la conoció como Comisión Creel. Llevó ese nombre en razón del su jefe George Creel (1876–1953) periodista investigador y político. Trascendió como un modelo de maquinaria propagandística por los éxitos alcanzados. En muy poco tiempo, «mediante el envío masivo de propaganda, manipulación de los medios, recorte de las noticias que llegaban del frente y otras acciones en este sentido, consiguieron que la población estadounidense creyese que el enemigo alemán acechaba la frontera americana».

[1] Fue una agencia independiente federal del gobierno de los Estados Unidos creada para influenciar la opinión pública de los estadounidenses respecto de la participación de ese país en la Primera Guerra Mundial.