“Es la propaganda, estúpido”: la razón final del poder globalista anglosajón – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez*

Tal vez deberíamos reformar la famosa frase de Bill Clinton que lo llevó a la presidencia derrotando a George Bush padre, cuando dijo “es la economía, estúpido”, afirmando que eso era lo que valoraban los estadounidenses, en definitiva.

Años después seguramente deberíamos decir “es la propaganda, estúpido”, la razón final del poder de los EEUU como punta de lanza de un proyecto globalista que emana de las entrañas del mundo anglosajón.

La razón es clara si nos detenemos en ella, interminables debates giran sobre si EEUU hegemonizó el poder mundial en las últimas décadas porque el dólar que le permite controlar al resto de los países, o lo es por sus fondos de inversión, sus corporaciones, las Big Tech o simplemente por las fuerzas armadas que le permiten fijar gobiernos y destruir Estados a voluntad.

Seguramente cada uno de esos factores son enormes herramientas de poder, sin embargo, hay una que se menciona simplemente como complemento pero que es mucho más importante de lo que en principio se acepta. Esa herramienta invaluable y que es la única esfera donde EEUU y sus aliados aún tienen un predominio absoluto, es la propaganda.

Esa esfera además tiene sus reglas propias, fijadas por las elites reales dueñas del poder, cuando hemos visto qué sucede cuando un cisne negro llega a la Casa Blanca con intentos de reformar el sistema propuesto por EEUU, orientándolo a ser un Estado más, importante, pero uno más, cerrándose a la expansión global y contraviniendo sus proyectos.

Inmediatamente la reacción que se pudo apreciar, cuando Trump aún no había asumido, era la de una prensa que lo acusaba de ser xenófobo, racista, misógino y homofóbico, las ONGs se movilizaban en su contra, las Universidades lo denunciaban, los economistas alertaban del peligro mundial que significaban sus ideas de salir de los TLC y así podemos seguir con cada una de las herramientas con que cuenta el poder real para generar el “sentido común”, algo que hace que la sociedad en su conjunto perciba qué es racional y qué no debe considerarse así.

Como muchas veces hemos dicho, no importa si es verdad o no lo que se afirma, importa si se cree que es verdad y cómo eso va a condicionar las respuestas sociales que permitirán que avancen determinadas políticas a implementarse. Trump demostró cómo reaccionan las élites usando la propaganda como eje de la política de expulsión del poder.

Hoy esta situación es más visible nuevamente cuando el proceso de sanciones que EEUU y sus adláteres han implementado a partir de la idea del castigo de la “comunidad internacional”. Esto se basa en lo que el vocero de la Cancillería china Lijian Zhao cuando ridiculizó con ironía exhibiendo un mapa que muestra lo que EEUU considera “comunidad internacional”, a no más del 15% de los habitantes totales del planeta.

Este cuadro explica muchas cosas, cada vez que se quiere imponer una política del orden que sea, la referencia es a este pequeño grupo de naciones como quienes deben liderar cuál debe ser el rumbo a seguir. Veamos un ejemplo sobre cómo funciona esta idea en la práctica. Si una noticia es confirmada por las autoridades de Brasil, Rusia, China o la India, esa verdad es puesta en duda porque no son países confiables y se presume que están empapados en corrupción y tiranías.

Solo cuando esa noticia es “validada” por los países del mapa selecto podemos asegurar que finalmente puede ser aceptada como verdad incuestionable, pues esos países son sinónimo de transparencia y legitimidad.

Bien, hoy vemos esto reflejado en distintos planos. En el militar la propaganda nos dice que Rusia es inoperante, sus FFAA siguen siendo obsoletas, sus mandos torpes, sufren una interminable cantidad de bajas humanas y materiales, carecen de logística adecuada y hay una resistencia civil interna hacia estas políticas.

De nada servirá que las FFAA rusas hayan hecho un avance con una rapidez remarcable por los expertos reales en temas militares, que comparan esto con lo que sucedió contra Irak cuando atacó EEUU.

Se saca de contexto para desconocer las capacidades rusas, que Irak fue atacado por una alianza de los países más poderosos del mundo de ese momento, con muchos de sus cachorros apoyando el ataque, ante la inacción de otras naciones que no participaron.
Irak era un Estado realmente paria, mientras que hoy Ucrania tiene 8 años de entrenamiento y apoyo de la OTAN, una diferencia no menor. Aún en esas condiciones, Rusia ha conseguido un avance más rápido que los EEUU y a pesar de no destruir ciudades e infraestructuras matando a cientos y miles de civiles, las políticas de Rusia son diferentes porque las exigencias lo son.

Una pléyade de medios y comunicadores en redes sociales, muchos en canales especializados, se hacen eco de la propaganda con absurdos evidentes y terminando de esta manera por fijar la idea de que Rusia es muy inferior a la OTAN.

¿Y cómo dudarlo? Si vemos que el presupuesto de EEUU en soledad equivale a 10 veces el ruso y cuenta con el resto de los países asociados a la OTAN. Sin embargo, nadie menciona la diferencia dada por los costos internos de cada nación o por la corrupción galopante de la industria militar occidental, que no para de sacar productos altamente costosos y de bajas prestaciones. Los F 35 Lightning II, los buques de combate de litoral (LCS), los destructores Zumwalt, los Tipo 45 británicos, se suman a los “estiramientos” de la vida útil modernizando los F-16, F-15, los tanques Abrams y otros que constituyen la espina dorsal de las fuerzas occidentales, son prueba de ello.

Las propias fuerzas estratégicas de misiles de EEUU se encuentran en un estado de atraso importante y muy rezagadas con respecto a Rusia. Sin embargo, el enorme presupuesto militar malgastado no se tiene en cuenta cabalmente por la propaganda, que asegura que esas cosas solo pasan en Rusia y los países bárbaros que la acompañan en el desafío a Occidente.

Del acto en Rusia con cientos de miles de moscovitas apoyando a Putin, o las manifestaciones de apoyo y contra la OTAN que se han realizado en Serbia, Grecia, Bulgaria e inclusive en la propia Italia, no se encuentra una línea en Occidente. Bueno, sí, alguna nota hubo diciendo que eran empleados estatales obligados por Putin a ir al acto.

El otro gran frente de acción es el económico. La propaganda ha determinado que el torbellino de sanciones occidentales que parece no tener fin terminará por derrumbar la economía rusa y con ello al gobierno de Putin en poco tiempo. La expulsión del Swift parcial se la presenta como “la bomba nuclear de las sanciones” que aislará a Rusia del mundo. Sin embargo una vez más debemos considerar que “el mundo” es básicamente la “comunidad internacional”, el mismo grupo de países que constituyen el corazón del mundo bajo dominio anglosajón, y ese mundo no parece estar muy decidido a acompañar esas políticas de castigo.

La propaganda hace ver que Rusia, que puede y de hecho ya lo está haciendo, colocar su petróleo y otras materias primas en mercados asiáticos, es quien pierde y no una UE que debe importar energía a precios mucho más altos que le harán perder competitividad, producirán desempleo y alzas tarifarias en los hogares.

Esta situación mágicamente se presenta entonces como ventajosa para quienes sancionan, cuando aún los propios EEUU han visto subir sus costos internos de combustibles y han fracasado en sus iniciativas, algunas humillantes, como ir a pedirle a Maduro petróleo, a Irán y a Arabia Saudí, para controlar el alza.

El mercado de chips y semiconductores es un ejemplo de como ya se comienza a sufrir la escasez fruto de que las materias primas claves para su elaboración de estos y otros elementos de la industria electrónica, que utilizan materias primas como tierras raras, paladio o neón en manos rusas.

Las sanciones a Rusia van a derivar en que a mediano plazo este país desarrolle su propia tecnología, ya que tiene los recursos, y que China obtenga un acceso preferencial a estos materiales. Eso significa que Beijing contará con materiales que no tendrán sus rivales occidentales, por lo cual las empresas chinas obtendrán chips en mayor cantidad y precio que las occidentales y junto con ellos ampliará la cuota de mercado que hoy tienen.

Otra situación clave es la de los fertilizantes, entre los grandes productores mundiales están Rusia, Bielorrusia y Ucrania. Acceder a esos productos será un privilegio para países amigos y no aquellos que los sancionen, algo que impactará en la producción de alimentos en Occidente.

El trigo, por ejemplo, aumentará su dependencia de Rusia, su principal exportador, porque contará con ventajas como combustibles y fertilizantes en cantidad y costos menores.

Brasil es uno de quienes han tomado nota y su presidente viajó a Moscú días antes de la guerra con dos propósitos aparentes, asegurarse la provisión de fertilizantes y obtener apoyo ruso para su submarino de propulsión nuclear en construcción.

No olvidemos que Rusia produce además uranio, el níquel usado para fabricar acero, titanio, gas, hierro, aluminio y carbón. Todos claves para las industrias occidentales.

La gran ventaja de Occidente entonces se reduce a la financiera, todo lo que sea economía especulativa que no produce bienes tangibles es dominada por Occidente, la economía real está cada vez más en manos de los no occidentales.

¿Por qué entonces el resto del mundo no se ha sublevado hasta hora y ha impuesto sus condiciones? En definitiva, si Occidente ni produce ni tiene FFAA capaces de imponerse ante una sublevación global, ¿por qué no actuar? Por la propaganda, esa es la razón que ha anestesiado a pueblos de otros confines que miraban hasta ahora un cambio de sistema, de orden mundial, como algo inalcanzable.

La propaganda ha exaltado hasta el infinito las virtudes propias y ha ensuciado en la misma proporción al resto desalentando cualquier acción de rebeldía.

Un ciudadano no occidental definido en los términos que Lijian Zhao ha resaltado, está convencido de que vivir en el Primer Mundo es sinónimo de felicidad por habitar un espacio eficiente, justo y tolerante. Desea ir a ese lugar inclusive cuando hay una guerra nuclear en puerta que terminaría su aventura en minutos, la ceguera que lo mueve es tal que no advierte la censura a la que lo someten, no aceptando que las condiciones de vida se derrumban ante sus ojos en Occidente ni el peligro inminente de guerra.

Pero mal haríamos si creemos que la propaganda afecta solamente al ciudadano de a pie, los políticos también se alinean con quien creen que es el Poder. Así vemos políticos españoles enviando armas a ucranianos desafiando a una Rusia con la que no tienen ningún conflicto, para apoyar a una coalición liderada por unos EEUU que alienta a su rival Marruecos o al Reino Unido que tiene parte de su territorio ocupado. La propaganda actúa y convence que no hay futuro si no es desde ese alineamiento.

¿Qué decir de los políticos argentinos que se fotografían en la Embajada de EEUU con el encargado de negocios británico con una bandera ucraniana o la misma oposición en la apertura de año legislativo, también con banderas ucranianas y presionando al Embajador ruso en la Argentina a irse del país, como ha hecho la presidente del principal partido opositor? ¿O del chileno Boric que sin asumir ya expresaba sus preocupaciones con China, Rusia, Venezuela, Cuba y Nicaragua? Y lo hacía subido con una coalición de “izquierda”.

Podemos pensar que es porque trabajan en favor de potencias extranjeras y reciben “ayudas”, algo que es cierto, pero en buena medida lo hacen convencidos por la propaganda que el orden actual será eterno y por eso deben jugar a ganador si quieren tener futuro.

Hasta en la propia Rusia se extiende el problema, comunicadores e intelectuales, toman como propios valores globalistas occidentales e intentan imponerse en su país. Lo hacen además de los apoyos económicos, porque muchos están encandilados en buena medida por la propaganda que les hace creer que Rusia no puede independizarse de Occidente sin ser aplastada económicamente,

Esto sucede mientras la prensa denuncia que hay “oligarcas amigos de Putin” y obviando que sus fortunas se originaron con el pro occidental Yeltsin, y que se han mantenido haciendo negocios con ese mismo Occidente.

La situación es compleja y peligrosa, por algo Putin los está llamando a dejar actitudes egoístas y a ser patriotas. Curiosamente la propaganda occidental parece confundir las cosas y los presenta como amigos de Putin, es decir, beneficiados por su cercanía en los negocios, cuando están lejos de serlo mientras esa misma prensa aplaude que les confisquen bienes.

¿Afectó esto último a Rusia? En absoluto, más bien la beneficia, sin embargo, la propaganda una vez más intenta dañar la imagen de Moscú apelando a la tergiversación.

Un último aspecto que podemos abordar es el tema de los empresarios pequeños y medianos, quienes no tienen una visión de estadista y generalmente sus ideas se limitan a los negocios. Son presas fáciles de la propaganda, manipulables, que suelen también alinearse con quienes perciben como los triunfadores.

Cuando se los sumerge en un constante machacar de una Rusia a días de ser derrotada a través de medios económicos especializados, políticos cooptados, venales e ignorantes y los “especialistas” que pululan en los canales de TV, suelen tomar decisiones equivocadas basadas en el temor instalado.

Los grandes empresarios juegan otro juego, saben de qué se trata y buscan equilibrar negocios con presiones políticas que reciben.

La propaganda, entonces, es en realidad la que condiciona el comportamiento de las sociedades y de los Estados, convenciéndolos de que solo hay una mirada, solo una forma de hacer las cosas y que hay determinados países que fijan las reglas y el resto solo debe obedecer.

La respuesta a la pregunta sobre por qué se da ahora esta virulenta reacción de Occidente es que el tiempo corre en contra del modelo del Oeste.  Por ello vemos una propaganda sin precedentes al menos cercanos, una propaganda que apela a todas las herramientas a su alcance para demostrar que Putin es un bárbaro asesino demente, aun invirtiendo las pruebas que muestran una masacre en ciernes sobre el Donbass, apoyada en un precedente de limpieza étnica filonazi de grupos que justifican sus acciones no considerándose igual de eslavos que los rusos sino una raza superior con antecedentes protogermánicos bastante dudosos de legitimidad científica, pero que en realidad sirve para sustentar sus ideas, que son complementadas con una mitología pagana en la cual la tradicional cristiandad ortodoxa es aceptada a cuentagotas en virtud de ser parte de su historia.

Esto que vemos a diario en los medios de comunicación presentando simplonamente a unos como malos agresores y otros como víctimas inocentes, resulta insuficiente porque ser inocente o bondadoso despierta simpatías, pero no alcanza para torcer voluntades anidadas en intereses.

Para ello se necesita dar una imagen de triunfo inexorable de Occidente sobre esa Rusia, no solo bárbara sino condenada al fracaso por su propia ineptitud, de forma tal que nadie piense que sumarse a una causa perdedora puede ser útil. Por eso vemos constantes apelaciones a un infierno que se abatirá sobre Rusia por sus errores, por no aceptar no pertenecer a la comunidad internacional y rehusarse a ser un país de tercera línea que pronto será subdividido en otros menores. Significa en definitiva convertirse en un paria al que no hay que acercarse.

Este juego es clave para ver cómo se alinean las fuerzas en disputa, como se establecen los marcos de alianzas internacionales y cómo actúan las resistencias sociales.

Allí la propaganda es clave y es dónde domina Occidente.

Putin ha decidido que es hora de cambiar las reglas y no lo hace solo, lo hace con el apoyo chino mientras vemos que suceden hechos claves que la prensa oculta.

India, un país al que los medios occidentales y varios analistas, presumían como aliado de Occidente, demuestra que mantiene vigente la amistad con Rusia mientras traza una ruta de comercio en rupias y rublos para seguir el comercio bilateral al igual que China, que lo hace en yuanes y rublos.

La ASEAN con sus 15 países, no se suma a las acciones occidentales de bloqueo.

Arabia Saudí negocia con China usar yuanes en las ventas de su petróleo saliendo del dólar exclusivo, Emiratos Árabes Unidos votan contra las sanciones y reciben a Bashar al Assad, Irán aumenta los acuerdos militares con Rusia. Pakistán afirma que sin mandato del Consejo de Seguridad de la ONU tampoco sancionará, así como la mayoría de los países de Asia Central señalan.

Brasil, Argentina y México tampoco se suman a las sanciones al igual que la mayor parte de la región y el continente africano. Israel, país clave por muchos motivos, se mantiene también equidistante y para EEUU no sumarse a las sanciones no es ser neutral.

Es evidente que Rusia no está aislada ni es un Estado paria, no solo eso no es cierto, sino que las sanciones, amenazas y campañas mediáticas demuestran la desesperación de los poderes occidentales para torcer el rumbo de la historia.

Todos los indicadores serios auguran una derrota del modelo occidental a mediano plazo, solo la propaganda sirve para hacer dudar y ralentizar el proceso de percepción del resto del mundo de este hecho, intentando convencer no solo que Rusia caerá, sino que luego sufrirá China el mismo destino si no acepta subordinarse y sancionar a Rusia.

Algo infructuoso porque Beijing es consciente de la situación que lo pone como un gran ganador y a medida que las presiones son más explícitas, sus respuestas también se vuelven más y más firmes.

El desafío en consecuencia, es lograr abstraerse de la propaganda y ver la realidad como es, una tarea que no es simple porque son muchos los frentes usados para esta guerra psicológica tendiente a quebrar la voluntad de enfrentar al poder hegemónico hasta no hace mucho.

Como en el viejo cuento de Hans Christian Andersen, el Rey está desnudo y en Occidente muchos siguen admirando el hermoso traje que lleva. En cuanto admitan que en realidad no lleva traje alguno ya, el viejo orden caerá rápidamente. Es menester ver que el Rey está desnudo, señalar y advertir que es peligroso seguir fingiendo porque puede haber peligrosas consecuencias.

Las propias sociedades occidentales deben enfrentar a sus elites y despojarlas del poder antes de que sea tarde y nos lleven a una guerra global, única estrategia en pie para evitar la derrota.


*Marcelo Ramírez es analista en geopolítica. Director de AsiaTV.

 

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