En caso de escalada, Rusia eliminará los países satélites de la OTAN, “empezando por Reino Unido” – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

La vocera de la Cancillería, María Zajárova, ha descripto las declaraciones del primer ministro Boris Johnson como “monstruosas”, quién aseguró lo siguiente:  ‘Cualquier intento de resolver el conflicto en Ucrania solamente conducirá a una mayor inestabilidad en el mundo’.

Londres niega la posibilidad de una negociación que termine el enfrentamiento militar en Ucrania, una lucha ya por demás desigual que está destruyendo el país y consumiendo las vidas de sus habitantes.

Kiev está en una situación terminal, con fuerzas insuficientes, mal entrenadas y mal pertrechadas. La propaganda no consigue cambiar el curso de la realidad, prueba de ello es que el gobierno de Zelensky decretó el reclutamiento obligatorio de las mujeres entre 18 y 60 años y planifica la manera de obligar a los hombres que huyeron de la guerra a retornar al país.

Las posibilidades de éxito ante un ejército como el ruso son insignificantes y lo que vemos es solo una matanza ordenada desde lugares lejanos como Londres. Moscú lo sabe y hace oír sus advertencias ante el envío de armas de mayor alcance que pueden golpear territorio ruso.

Andrey Gurulyov, miembro de la Duma rusa y parte del Comité de Defensa, acaba de señalar que en caso de escalada, su país eliminará los satélites de la OTAN sin distinciones. Entre varias advertencias adicionales, Gurulyov, explica que no será Varsovia, París o Berlín los primeros blancos en caso de una guerra, sino Londres.

La toma de decisiones se hace en el mundo anglosajón y Londres, es decir, el Reino Unido, será destruido por Rusia; sin embargo, Boris Johnson parece sumergido en un autismo que le impide percibir la realidad a sus alrededor y quiere más guerra, aún ante las advertencias rusas y las escasas posibilidades de éxito.

Andrey Gurulyov cree que llegado al punto de enfrentamiento directo, EE. UU. no participará y dejará que la UE se hunda, algo que es peligroso y aún debatible, pero que tiene razones poderosas para que pueda ser correcto.

EE. UU. está en un estado de conmoción interna que aún no se ve reflejado por los medios. Quienes en su papel de propagandistas solo atinan a escandalizarse por el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de EE. UU. por su anunciada decisión de no consagrar el aborto como un derecho universal y dejar su reglamentación o prohibición a cada uno de los Estados, cancelando de esta manera el antiguo fallo Roe vs. Wade que dio origen al avance del aborto en EE. UU. y desde allí hacia el resto del mundo occidental.

El escándalo mediático no refleja la repercusión en las calles, donde el mismo ha sido aceptado o tomado con relativa indiferencia. Fuera de EE. UU. únicamente aquellos grupúsculos más radicalizados, que no aceptan el cambio de los vientos que antes los favorecía y hoy soplan en contra con fuerza creciente. Estos grupos mencionados parecen no percibir el cambio y llegan a absurdos como hacer campaña de solidaridad con las mujeres de EE. UU.

La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito, ha asumido un papel curioso cuando intenta sacar a las calles argentinas a la otrora abundante, pero hoy raquítica “marea verde” en un pretendido repudio al avance de la ‘derecha’, como si Joe Biden fuera ‘izquierda’.

O tal vez sí y lo que sucede realmente es que estas categorías ya no definen nada en un mundo donde el liberalismo anglosajón se enfrenta al modelo multipolar que encabeza la alianza cada vez más explícita sino-rusa.

Los EE. UU., ariete del modelo anglosajón, se encuentra en serias dificultades internas. Las sanciones no han producido un golpe con efecto bumerán tan violento como en la UE, pero, de todas formas, ya impacta en el bolsillo del consumidor estadounidense con precios de combustibles que no se veían desde hace décadas y nos remontan a la crisis del petróleo.

Claro está que allí la situación era muy distinta porque EE. UU. y sus aliados eran un polo industrial y de consumo cuyo brazo militar desafiaba a la URSS. Hoy esos EE. UU. y más aún, esa Europa ya no existen, sus problemas económicos fruto de la deslocalización industrial, ha ocasionado su ruina económica y construido una burbuja financiera que ha comenzado a desinflarse mostrando la realidad.

No solo es económico y financiero el problema, las fuerzas armadas están en una situación endeble y con problemas de mantenimiento.

Proyectos nuevos pero fracasados como el F 35, que solamente se sostiene por la propaganda, con un costo exorbitante dado por la corrupción imperante alrededor del aparato militar industrial, que desde hace décadas únicamente sirve para llenarse los bolsillos con los aportes de los ciudadanos del país del Norte.

En este contexto de decadencia, el fallo de la Corte sube la tensión en un país dividido entre la cultura conservadora del interior y la cultura woke de las costas.

El grado de importancia de esta locura no debe soslayarse, el Comité de Seguridad y Cooperación en Europa de EE. UU. (CSCE) que responde al gobierno de los EE. UU., parece que ha decidido brindar su apoyo a las ideas de “decolonización”… de Rusia.

El CSCE organizó una mesa redonda donde utilizaron estas teorías para impulsar la partición de Rusia en 8 estados distintos con el fin de liberar a los pueblos indígenas sometidos por los rusos y esto se debe hacer, concluyeron, por razones ‘morales y estratégicas’.

No hace falta ser un experto para saber que esto es una declaración de guerra y que la respuesta sería nuclear en caso de ser realmente llevada a cabo. Rusia ha advertido reiteradas veces que ese es el plan de EE. UU. y el mundo anglosajón desde hace siglos, destruir a Rusia fragmentándola en pequeños y dóciles Estados al servicio de las élites occidentales.

La peligrosidad de estas ideas de deconstrucción es enorme porque constituye una base que justifica y legitima la destrucción de Rusia por imperativos morales que inventan sus teóricos.

EE. UU., con la salida de Trump, ha quedado al servicio de estas ideas impulsadas desde la globalización financiera que controla el aparato cultural y mediático occidental en su conjunto. El resultado es que en menos de dos años de gobierno de Biden, han llevado al mundo a una gigantesca crisis económica, política y diplomática que amenazan con una guerra nuclear.

Esta noticia demuestra que la división interna del país no se subsana con la salida de Trump, sino que la lucha recrudece.

Biden ha firmado el sábado 25 de junio una controvertida Ley sobre el uso y tenencia de armas que quiebra los preceptos constitucionales estadounidenses montados sobre las frecuentes matanzas, siempre en extraños sucesos en las escuelas del país.

La división es insalvable entre quienes apoyan esta ley con el argumento de que salvará vidas y aquellos que la rechazan aduciendo que lo que matan son las armas ilegales. Algunos aducen que en realidad responde a una política de desarmar al pueblo de EE. UU. para que no se pueda rebelar contra un régimen despótico.

Tenga quien tenga la razón, el resultado es el mismo, los EE. UU. se dividen en bandos irreconciliables. Luego de una sospechosa elección que tuvo múltiples irregularidades no investigadas para consagrar a un senil Biden, las elecciones de Medio Término le darán la mayoría a los republicanos y sobre todo se reafirmarán los partidarios de Trump, cuya popularidad supera con creces a la de Biden.

Esta vez los EE. UU. se encuentran presionados por la crisis económica fruto de su estructura productiva ineficiente y por las secuelas que dejó la pandemia, que enfrentó una vez más a los partidarios de la cultura woke con los sectores conservadores.

La indignación con el tema del aborto de unos y el apoyo caluroso de otros que no dudan de que es el comienzo del fin de los liberales en la cultura de Washington, amaga una vez más con una resolución violenta.

El margen se achica porque no solo las divisiones internas se agrandan en lugar de disminuir, sino porque la guerra con Rusia y China, la guerra cinética, porque en el resto de los planos ya comenzó, amenaza con destruir el mundo actual.

EE. UU. esta vez no tiene espaldas económicas ni militares para una guerra de largo aliento con Rusia y China, pero además tiene un frente interno convulsionado que lejos de unirse ante un enemigo externo puede hacer estallar todo por los aires.

Si se agudizan las tensiones podemos estar en presencia de una nueva guerra civil o una división de los EE. UU. en dos o más Estados.

¿Imposible? ¿Quién creyó que la URSS se iba a disolver como lo hizo? Nada es imposible y un quiebre de los EE. UU. dejaría a Londres solo en su aventura militar y las posibilidades de una Tercera Guerra Mundial por un cambio de orden geopolítico se desvanecerían.

Aún hay muchos interrogantes, ¿qué hará la comunidad de inteligencia o las fuerzas armadas en caso de una ruptura interna?, ¿aceptarán ir a una guerra con Rusia donde EE. UU. desaparecerá de igual modo por un conflicto creado por el propio Occidente? Porque esto es sabido en los círculos de poder, la idea de la invasión rusa es solo propaganda mediática, el problema real no es Ucrania, Kiev es solo el territorio donde se produce el choque de potencias.

El cuadro entonces puede ser alentador o no, dependiendo desde donde se lo mire. Un estallido interno de EE. UU. frenaría la guerra, aun cuando el costo en vidas sea alto, siempre sería largamente menor que una guerra termonuclear.

En este marco, Rusia y sus socios siguen avanzando, la idea de ampliar los BRICS existe desde hace muchos años, pero con la aceleración del conflicto se apresuran los términos.

Un país como Turquía, puntal de la OTAN, acaba de señalar que no acompañará sanciones contra Rusia y no casualmente Turquía es uno de aquellos que pueden ser candidatos a entrar al BRICS.

En este punto debemos comprender que el BRICS no aspira a ser un rival de Occidente, sino reemplazar a las propias Naciones Unidas con un nuevo pacto que represente de manera más justa y equitativa la realidad. El mundo anglosajón pierde su hegemonía y el cambio está en marcha.

Indonesia, Turquía, Arabia Saudí, Irán, Pakistán, son solo algunos de los aspirantes, esto no es una búsqueda de coincidencias ideológicas como en los tiempos del socialismo real, esto se trata de incluir espacios civilizatorios y culturales desprendiéndose de la retórica globalista, donde lo cultural juega un papel central pero uniforme.

Habrán notado que no mencioné a la Argentina entre los candidatos a la ampliación cuando su presidente Alberto Fernández es precisamente quién ha dado el puntapié inicial. Quienes conocen su personalidad volátil, su falta de escrúpulos y su visión utilitaria, pero carente de profundidad, saben que es extremadamente difícil que avance en la integración, pese a sus palabras, porque su dependencia de Washington es enorme, tanto de él como de la clase política que define los destinos argentinos.

Sin embargo, en el interior de las fuerzas políticas, la idea de salir de la esfera angloamericana es fuerte y crece en determinados grupos alejados hoy de la toma de decisiones. Los acontecimientos evolucionan día a día y en forma acelerada, así que es muy probable que Argentina sea quien represente el mundo de habla hispana, que hoy está fuera del BRICS. Esto tiene que ver con la concepción de las fuerzas que marcan los rumbos ideológicos de Rusia que pretenden un mundo regido por espacios culturales civilizatorios que tengan representación y autonomía.

Con un México pegado a EE. UU. y una España como parte de la OTAN, Argentina surge como el candidato natural para representar a ese espacio cultural de 700 millones de hispanoparlantes que tienen una cultura en común. Algo que intenta empañar el indigenismo, y, que en Rusia se ve también como una amenaza fruto de las entrañas de la Inteligencia anglosajona.

Argentina será seguramente parte del BRICS cuando se amplíe, porque Rusia y China así lo quieren. Este país tiene una nueva oportunidad histórica para reverdecer viejos laureles de cuando era una nación próspera y poderosa que rivalizaba con las grandes naciones mundiales. Una nueva oportunidad le presenta la vida al país sudamericano, esperemos que la pueda aprovechar.

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