El problema de la Homerización de la cultura popular. Parte I – Por Ricardo V. López

Por Ricardo Vicente López

Parte I

Le voy a proponer, amigo lector, un análisis sobre los cambios que se han ido produciendo en nuestra cultura. Se comienzan a manifestar síntomas de algo que podría ser calificado como un comienzo de descomposición [1]. La analogía con un cuerpo orgánico es admisible dado que la cultura es la expresión viva de la conciencia colectiva de un pueblo. El proceso cultural comienza a manifestarse con algunos elementos simples, heredados, creados o recreados, de historias anteriores, hasta ir adquiriendo perfiles propios que marcan las diferencias con otros pueblos. Una analogía más pretenciosa puede ser el fenómeno evolutivo de la hominización por el cual los primates se fueron transformando, después de un largo proceso, en lo que somos nosotros hoy: el homo sapiens.

Con lo dicho intento plantear un contexto que nos posibilite comprender, con una mayor profundidad, los mecanismos sociales que van tejiendo conductas colectivas, modos de asumirlas y de ponerlas en práctica, los valores que las sustentan y las ideas que vamos asumiendo de todo ello. En la mayor parte de la vida de los hombres eso fue sucediendo sin que se tuviera conciencia clara de lo que se estaba incubando.

Las culturas, como organismos vivos que son, aparecen, crecen, maduran, llegan a su plenitud y, a partir de allí, comienza una lenta decadencia hasta diluirse, dejando paso a otra que retomará ese camino. Por lo general son procesos lentos que reconocen transiciones en las cuales no dejó de ser totalmente lo que era pero todavía no llega a mostrar con claridad lo nuevo. Esto es lo que se llama Historia. Es la investigación de los especialistas la que, con mucha dedicación, recupera documentos que requerirán profundos estudios de interpretación para ofrecer la imagen que han recuperado. Esto se denomina Historiografía, es decir el relato de lo acontecido.

Hasta aquí no le he planteado nada que, en líneas generales, Ud. no sepa, o por lo menos intuya, no sea parte de su consumo. Lo que necesito ofrecerle es una sencilla reflexión sobre todo ello, para poder abordar el análisis de cosas que han aparecido en los comienzos del siglo XX. Voy a retomar algunas ideas que ya había adelantado en notas anteriores que ahora las reutilizaré dentro de esta investigación. Es decir veremos algo ya analizado, pero ahora colocado en el contexto actual y que es necesario que tengamos consciencia clara de todo ello. Es una precaución para no caer en la trampa de los manejos perversos de la comunicación pública de los grandes medios. Prestemos atención a la siguiente historia:

«Alguien, muy inteligente, que lee a Freud [su tío] en clave política y comercial, adaptó esas teorías para aplicarlas a la manipulación de la conciencia colectiva. El paso siguiente fue adaptarlas a la instigación para la compra de los productos que publicita. Es decir, sus experiencias en los EEUU trabajando el self, el sí mismo [2], la conciencia, persuadiéndolo de la aceptación de las conductas e ideas sugeridas en el ámbito publicitario masivo. El Dr. Eduard Bernays ha demostrado que las personas eran susceptibles de ser orientadas hacia un determinado consumo. La sorpresa será mayor cuando sus experiencias en los EEUU comienzan a ser muy exitosas. Hoy, medio siglo después, ya no queda la menor duda de que de vivimos cotidianamente sometidos a las técnicas que él diseñó y puso en práctica: la propaganda»

Su verdadera pasión eran las comunicaciones: se desempeñó en la publicidad, periodismo y finalmente en las relaciones públicas, a las cuales se dedicó por completo, y llegó a ser considerado el «padre» de esa profesión por muchos estudiosos. Dio el primer gran paso al definirla:

«Resaltando la necesidad imperiosa de ejercerla, indicar sus funciones y su campo de acción, en vista de la alta demanda existente en el área comunicacional de las organizaciones y la creciente necesidad social por ser escuchados».

Al detenerme en estos detalles, estoy describiendo una parte importante de nuestra vida cotidiana. Las técnicas que desarrolló se nos presentan, con apariencia inocente en los periódicos, en la radio, en la televisión. Si nos enfrentamos a todo esto, que sucede a nuestro alrededor como parte inescindible de nuestro entorno, y nos disponemos a asumir una actitud investigativa crítica debemos preguntamos ¿qué está pasando? Si, por el contrario, permitimos que ese mundo, en el que estamos sumergidos, se naturalice, es decir que se convierta en parte del paisaje cotidiano, de este modo desaparecerá para nuestros ojos, aunque no deje de existir.

«La naturalización es un fenómeno que lleva a las personas a considerar sus acciones y sus creencias como naturales, ligadas a su naturaleza. La naturalización puede considerarse como un discurso dominante en la mayoría de las formas de sociedad actuales. Al atribuir a causas naturales los hechos sociales, los ciudadanos de a pie, los grupos sociales, se alejan de la comprensión de las reglas sociales que guían los comportamientos en sociedad. También quedarán ocultas las manipulaciones políticas, ideológicas, comerciales, etc.»

Sólo una atención direccionada por una serie de preguntas sobre qué está sucediendo, nos permitirá descubrir que estamos inmersos en un ambiente dominado por las diversas técnicas y estrategias variantes de la propaganda [3]. Es eso lo que nos mueve a consumir cotidianamente una serie de productos que, de no haber estado bajo esa influencia no lo haríamos.

Más información sobre el Doctor Eduard Bernays (1891-1995). Algo sobre él ya quedó dicho en otras notas, pero volvamos la mirada sobre él. Fue un publicista, periodista de nacionalidad austríaca, egresado de la Universidad de Cornell (EEUU). Sobrino de Sigmund Freud (1866-1939), del cual estudió y utilizó las sorprendentes investigaciones para la época, sobre la existencia del inconsciente. El significado de esta palabra, según la definición del Diccionario de la Academia es: «El que obra de forma irreflexiva e imprudente o que no mide las consecuencias de sus actos ni el riesgo que comportan». Veamos una definición que se aproxima al sentido que le dio su creador, Sigmund Freud:

«Para Sigmund Freud el inconsciente ya no es un “subconsciente“, situado sobre o más allá de la consciencia. Se convierte realmente en una instancia a la cual la conciencia no tiene acceso, pero que se revela en una serie de manifestaciones como los sueños, los lapsus, los chistes, los juegos de palabras, o los actos fallidos, esos son sus síntomas. El inconsciente, según este gran científico, tiene la extraña particularidad de ser a la vez interno al sujeto (y a su consciencia) y exterior a toda forma de dominio por el pensamiento consciente».

Este gran investigador reveló cuáles eran las conductas que todos nosotros desarrollamos sin tener un conocimiento claro de ello. Pero, a su vez, corrió el velo que ocultaba todo ello a nuestro conocimiento consciente. Ahora sabemos que estos conocimientos puestos al servicio del Gran Capital nos convierte, más de una vez, en marionetas en el teatro de la vida.

[1] Ya he analizado este tema en la nota La decadencia de la cultura occidental. Ortega y Gasset y Oswald Spengler publicada en esta página, Kontrainfo 2-11-2019.

[2] El concepto sí mismo es una construcción de varias escuelas de psicología y se usa para traducir la palabra inglesa self. Se refiere al conjunto integrado de elementos que el individuo construye acerca del sí mismo individual.

[3] Difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de diverso tipo, con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto.

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