El interés oculto detrás de la legalización del aborto – Por Eugenia Rolón

Por Eugenia Rolón*

Como es sabido, en el mes de diciembre del año 2020, luego de varios intentos y pese a las peculiares circunstancias que caracterizaron a dicho año, el Congreso argentino convirtió al aborto en ley. No resulta errado sostener que, en el contexto que nuestro país atravesaba entonces, con un sistema de salud al borde del colapso y una economía que no acompañaba la terrible situación, el aborto no debería haber formado parte de la agenda de nuestros gobernantes. Sin embargo, lo legalizaron bajo la excusa de querer cumplir con una promesa de campaña electoral, siendo que los fines que esconde dicha práctica no pueden ser reducidos al plano político-electoral.

Durante los meses precedentes, logramos observar cómo muchos jóvenes levantaron bandera a favor del aborto, repitiendo eslóganes que ellos valoran como revolucionarios. Algunos, incluso, se consideran a sí mismos “antisistema” por apoyar esta práctica, aunque la realidad es muy distinta de la percepción que ellos tienen de la misma. La verdad es que, además de servir como cortina de humo para ocultar el desastre económico -y podría decir también social, cultural y sanitario- que los que nos gobiernan han provocado en nuestro país, son simples marionetas de un interés superior que muchos de ellos -por no decir todos- desconocen. Hago referencia al interés -sobre todo, de tipo económico- oculto detrás de la legalización del aborto.

Mientras en nuestro país las adolescentes juegan a ser activistas del aborto, creyendo que se trata simplemente de una “adquisición de derechos”, la verdad es que, desde el siglo XX, grandes corporaciones han intentado instaurar el aborto en -mayormente- los países del “tercer mundo” con objetivos económicos, ideológicos e, incluso, de control demográfico. Dichas élites, invirtieron grandes sumas de dinero para que hablar a favor del aborto pareciera un acto rebelde e insumiso, cuando lo cierto es que no se trata más que de continuar con la instalación de una idea -que profundizaremos más adelante- con fines racistas y eugenésicos, que viene gestándose desde hace décadas.

Dicha idea es compartida por grandes organizaciones y numerosas multinacionales. En este escrito, nos enfocaremos particularmente en una de ellas, debido a la importancia que tiene y a la labor que ha realizado para instaurar el aborto en Argentina. Para comenzar a hablar de ella, debemos remontarnos al año 1921 y prestarle nuestra atención a la Liga Americana para el Control de la Natalidad. La misma fue creada por Margaret Sanger, una enfermera estadounidense que postulaba el control demográfico en base a tesis en las que se combinaba toda una tradición de pensamiento plagada de errores teóricos (en la cual se incluían el fatalismo demográfico malthusiano, el social darwinismo galtoniano y el racismo biologicista de Herbert Spencer) con ciertas particularidades estadounidenses de aquel contexto: la causa feminista y la defensa del aborto como un derecho. Resulta difícil exagerar cuán discriminatorias eran estas ideas. Sanger llegó a afirmar: “más hijos para los adaptados; menos hijos para los inadaptados y control de nacimientos para crear una raza pura sangre”. Aquí es donde comenzamos a advertir los principios eugenésicos y discriminatorios -valga la redundancia- que se esconden detrás del control de natalidad y, por consiguiente, del aborto, ya que esta práctica es utilizada para aquel fin.

Retomando el foco sobre la organización creada por Sanger, cabe aquí señalar que, en 1942, la nombrada liga se convirtió en la Planned Parenthood Federation of America (Federación Americana para la Planificación Familiar); la cual, posteriormente -diez años después, para ser exactos-, en conjunto con otras organizaciones con objetivos similares, conformó la International Planned Parenthood Federation (IPPF). Esta federación internacional, para el año 2016, concentraba unas 46 mil clínicas. Para tomar dimensión del asunto, la cantidad de restaurantes de McDonald’s en el mundo es de 39.990. Esto es porque, citando a la ex trabajadora de Planned Parenthood, Patricia Sandoval, “el aborto es un mercado billonario en Estados Unidos y el mundo entero”, por lo que no resulta extraño la cantidad de clínicas abortistas que existen si tomamos perspectiva en base a los beneficios económicos que esta práctica le retribuye a grupos con alto poder.

En cuanto a lo que Argentina respecta, esta organización se ha encargado de financiar arduamente el aborto, no sólo para concretar su legalización, sino también para normalizarlo en la sociedad, desde intervenciones con personas de gran influencia en cuestiones culturales hasta el introducirse en el sistema educativo y sanitario.

Si de intereses económicos hablamos, puede confirmarse muy fácilmente que la IPPF ha estado brindando ayuda monetaria para que el aborto terminara siendo ley. Esto puede chequearse en la misma página de la organización. En la sección de reportes financieros (1) podemos encontrar que, desde el año 2008 hasta el año 2016, las siguientes organizaciones recibieron financiamiento económico:

Casa FUSA (representante de IPPF en Argentina): US$ 3.502.849.

Católicas por el Derecho a Decidir (contradictoria agrupación): US$ 949.695.

– Asociación civil Pro Amnistía (razón social de Amnistía Internacional): US$ 99.850.

– Fundación Huésped: US$ 84.000.

– Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM): US$ 23.150.

También recibieron dinero muchas otras agrupaciones, que no son tan conocidas como las anteriormente nombradas. A ello se sumó que, al menos el 67% de los expositores que se posicionaron a favor de la legalización del aborto en la Cámara de Diputados, tenían un vínculo financiero con la IPPF; mientras que, en la Cámara de Senadores, la porción fue aún mayor: un 87%. (2)

Hemos visto que, durante años una organización con objetivos completamente despreciables ha intentado que el aborto se legalizara en nuestro país y, además, que sea una práctica socialmente aceptada. Un claro ejemplo de esto son los cuadernillos de la IPPF para adoctrinar en todo el mundo, ya que, mediante eufemismos enseñan a “¿Cómo hablar de aborto?”, a través de una guía para el desarrollo de los mensajes basados en los derechos” (3). Mediante este informe, el uso de la palabra es empleado estratégicamente para que hablar de aborto parezca algo agradable. Hasta prohíbe la utilización de fotografías de embarazadas y fetos.

Entre tanto dinero destinado a la legalización y tan exhaustivo esfuerzo dedicado a la “normalización” del aborto en la sociedad, era de esperarse que esta práctica se legalizara en algún momento. El punto en cuestión y la pregunta que algunos podrán hacerse es: “si el aborto es gratuito, ¿cómo podría beneficiarse la IPPF?”. Fácil. En primer lugar, de gratuito no tiene nada. Es el contribuyente quien lo paga, pese a que muchos de ellos se opongan a esta terrible práctica. Por otra parte, por más extraño que parezca, las organizaciones abortistas se ven favorecidas a pesar de que el Estado cubra el procedimiento. Esto, por lo siguiente: luego de la legalización del aborto, los casos aumentan. El mejor ejemplo para comprobarlo es Uruguay. En el año 2013, cuando el aborto fue legalizado, la cantidad de casos fue de 7.171. Para el año 2016, es decir, al cabo de tan sólo tres años, dicha cantidad había aumentado a 9.719. Tomando como fuente el Ministerio de Salud Pública de Uruguay, podemos constatar que, con posterioridad a la legalización, los abortos no disminuyen, sino que crecen.

Debido a lo recién expuesto, lo que ocurre -sobre todo, en los países del “tercer mundo”- es que el Estado no logra cubrir la cantidad de abortos que se demandan, por lo que termina externalizando su práctica al sector privado, específicamente a consultorios abortistas, como los distribuidos en todo el mundo por la International Planned Parenthood Federation. No debe sorprendernos que esto suceda especialmente en Argentina, donde el sistema de salud pública, con gran dificultad, apenas consigue atender las necesidades de una reducida parte de la población. ¡Ni hablar en el contexto de “emergencia sanitaria” que nos ha tocado atravesar, donde el personal médico está más agobiado que nunca! Por lo que es muy acertado suponer que el Estado no podrá realizar todos los abortos que se le requieran, teniendo así que derivarlos a clínicas de la IPPF para conseguir suplir la demanda.

Más allá de ello, no podemos obviar el hecho de que el aborto es empleado para el control demográfico. En relación a ello, resulta menester dedicar unos renglones a la riqueza y su acumulación en el mundo contemporáneo. Veamos:

El 1% superior de los hogares a nivel mundial posee el 43% de toda la riqueza personal, mientras que el 50% inferior posee sólo el 1%.

Ese 1% de primer nivel equivale a 52 millones de personas que son millonarios en riqueza neta.

Dentro de esta fracción de élite hay 175.000 personas ultra-ricas (aquellas con más de $ 50 millones en riqueza neta), o el 0,1%, que a su vez poseen el 25% de la riqueza mundial. (1)

Ciertamente, estos reducidos grupos controlan y destinan el dinero en base a sus intereses y ambiciones. Así, aspiran a poseer el control sobre la población de los distintos países del mundo, eligiendo cuáles de ellos se desarrollarán y cuáles no; o bien, qué personas se reproducirán y qué otras no. De tal forma, en los ‘70, Robert S. McNamara, en aquel entonces presidente del Banco Mundial, llegó a afirmar que “la explosión demográfica constituye el mayor obstáculo para el progreso de América Latina”, dando prioridad en la concesión de préstamos a los países que aplicaran planes para el control de la natalidad. Financiar el control demográfico representa para estas élites una gran inversión, pues logran eliminar a aquellos que podrían perturbar o poner en riesgo su poder.

Esto aplica, sobre todo, a los países del “tercer mundo”, como se ha dicho, para evitar su desarrollo y controlar su crecimiento. Al atentar contra el volumen demográfico en esta parte del mundo, confirman -sin proponérselo- el acierto que, al menos para nosotros y otros países en similar situación, tenía (y aún tiene) el postulado de Juan B. Alberdi: “gobernar es poblar”.

Ahora bien, sin intención de quitar el foco respecto de la dominación que estas élites ejercen sobre la población en los países del “tercer mundo”, también es necesario indicar que los objetivos de descarte poblacional de estos reducidos grupos con gran poder, incluyen asimismo a pueblos del “primer mundo”. Pueblos, éstos, en donde también hay sectores humildes e, incluso, desamparados, que son tomados como blanco del control demográfico. Es que la finalidad anti-natalista para los más pobres, aplica para todos aquellos que lo sean, independientemente del país al que pertenezcan. No es para nada inocente que, de manera harto repetitiva, se exclame por “aborto legal para las más pobres”, mediante la excusa de que “las ricas abortan y las pobres mueren”; ni tampoco es inofensivo que se pretenda usar como argumento que “en los países del primer mundo el aborto es legal”, como si de un progreso se tratase. Tengamos presente, además, que la International Planned Parenthood Federation tuvo sus primeras víctimas en países del “primer mundo”.

Evidente es, en relación a este punto, que la finalidad de dichas élites no es sólo ejercer un control demográfico -utilizando el aborto como primer método- en los países del “tercer mundo”, sino que, dicho objetivo abarca además a los pobres que habitan en países desarrollados. Ya que, en el momento en que ciertos grupos se vuelven una incomodidad o imposibilitan de la forma que sea el cumplimiento de los deseos de estos pocos con dinero, dejan de ser considerados personas y son reducidos a meros objetos que pueden ser eliminados conforme a los intereses de unos pocos. 

De esta manera, para las élites con poder que controlan casi la mitad del dinero del mundo, es beneficiosa la disminución de la pobreza, el problema es la forma mediante la cual quieren terminar con la misma: matando a los pobres antes de que nazcan y utilizando el aborto para lograrlo. Elocuente ejemplo de esto, entre tantos, es el mismísimo John D. Rockefeller III, quien en 1972 presentó al presidente de Estados Unidos, el reporte “Population and the American Future”, de la Rockefeller Commission. Dicho informe, a grandes rasgos, pretendía legitimar el aborto bajo argumentos tales como: que el aborto es el derecho de la mujer de determinar su propia fertilidad; que sólo deben ser traídos al mundo los hijos que se desean; que la prohibición del aborto va en contra de la libertad de la mujer; que dicha prohibición también perjudica la justicia social (aquello que nombramos unos párrafos más arriba, sobre que las ricas abortan, pero las pobres mueren; intentando generar de esta forma una especie de discriminación a los ojos del lector para que mediante sentimentalismos se logre pensar que el aborto es para las más necesitadas, cuando sí lo es, pero no por las razones que se invocan). Es importante destacar que, los “argumentos” de dicho informe constituyen hoy en día una guía para las distintas organizaciones, movimientos sociales y políticos, corporaciones, e, incluso, adolescentes sin ningún tipo de conocimiento sobre la existencia de Rockefeller, pero que defienden el aborto bajo los mismos eslóganes.

Para este momento, ya no caben dudas sobre que el aborto no es una simple práctica, como se esfuerzan en hacernos creer. Lejos está de ser considerado por parte de quienes lo promueven, un “derecho para las mujeres”. A ello me permito agregar que es bastante hipócrita que se trate de uno de los “logros” del feminismo actual, pues, para defender a las mujeres -como este movimiento vocifera hacer-, primero hay que dejarlas nacer. Pero, volviendo al punto en cuestión, el aborto esconde objetivos que incluso aquellos que lo defienden dicen repudiar: mientras los abortistas levantan la bandera de la inclusión, militan el aborto legal, que garantiza una cultura del descarte y la discriminación. Desde luego, si bien hay casos en que dicha contradicción no tiene más causa que la hipocresía, en otras ocasiones aquélla se debe a mera ignorancia respecto del tema. Esto último sucede especialmente entre púberes y adolescentes: es muy común ver chicas de tan sólo trece o catorce años, llevando un pañuelo verde en sus mochilas, siendo que la mayoría ni siquiera sabe cómo se realiza el aborto o, incluso, lo que este significa. Y es que, como dijimos anteriormente, se ha destinado mucho dinero y esfuerzo para la “normalización” de esta práctica en la sociedad. Hablar a favor del aborto parece estar de moda entre los jóvenes. Hoy, ser “pro-aborto” es ser “cool”. A los “pro-vida” se les llama despectivamente “anticuados”, haciendo referencia a que se quedaron en el pasado y están desactualizados, como si de no estar a la moda se tratase.

Sin embargo, como era de esperarse, la emoción por la legalización del aborto sólo duró unos pocos días. Muchas de aquellas jóvenes que parecían vivir exclusivamente por la causa abortista, hoy han colgado su pañuelo verde en algún sector de su cuarto que ya olvidaron. Esto no debe sorprendernos, la lucha de estas niñas no era más que una moda. Es por tanto que estar a favor del aborto era considerado -como dijimos- “cool”. Pero, como toda moda es pasajera, su compromiso con la defensa del aborto también.

Dicho todo esto, dediqué unos renglones a lo anterior porque, si bien para esas jóvenes la legalización del aborto implicó una victoria -ya que han reducido esta lucha a una especie de partido de fútbol donde se gana o se pierde-, lo cierto es que han sido utilizadas por las grandes multinacionales, como la ya profundizada International Planned Parenthood Federation. Mientras se creían revolucionarias y anti-capitalistas, no han hecho más que contribuir al sistema y facilitarles el trabajo a estas organizaciones que poco les importa el bienestar de la mujer.

Es de gran importancia, por tanto, comenzar hablar del aborto como lo que es; informar acerca de los objetivos que se esconden detrás del mismo; y, pese a la legalización, seguir acompañando a las mujeres que atraviesan embarazos vulnerables. El compromiso con la vida debe ser más fuerte que nunca, para hacerles batalla a las clínicas abortistas que intentan lucrar con la muerte de los niños por nacer. La cultura del descarte no debe normalizarse. Sin importar cuánto financiamiento y esfuerzo se destine en la aceptación del aborto, siempre se deberá combatir la muerte y defender la vida, sobre todo la de los más inocentes e indefensos.


*Eugenia Rolón es argentina y tiene 20 años de edad. Estudia Abogacía en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario (Universidad Católica Argentina). Participa del proyecto de investigación El universalismo redivivo: entre la utopía y la realidad que se desarrolla en la mencionada casa de altos estudios (ha sido en el marco del mismo que elaboró el presente artículo). Activamente comprometida con la causa pro-vida, ha participado de múltiples debates públicos referidos al aborto, la ideología de género, el feminismo y otros temas. El presente trabajo fue elaborado en el año 2021. Sin perjuicio de ello, mantiene plenamente su actualidad.

Notas:

1 International Planned Parenthood Federation. Resources. IPPF International Planned Parenthood Federation. Desde: https://www.ippf.org/resources?f%5B0%5D=publication_series%3A236.

2 Listado de expositores pro-aborto en el Congreso vinculados al negocio del aborto. Desde: https://medium.com/@lupuslupe/listado-de-expositores-proaborto-en-el-congreso-vinculados-al-negocio-del-aborto-557060b09e69.

3 International Planned Parenthood Federation (2015) ¿Cómo hablar sobre el aborto?: guía para el desarrollo de mensajes basados en los derechos. Desde: https://www.ippf.org/sites/default/files/web_ippf_abortion_messaging_guide_es.pdf

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