El Indulto: de la misericordia cristiana al sentimentalismo de demagogos – Por Juan Manuel de Prada

Indúltame mucho
Por Juan Manuel de Prada

Como ya hemos señalado en alguna otra ocasión, somos grandes partidarios del indulto, que en la monarquía cristiana era un maravilloso reflejo de la misericordia divina, como se percibe en tantas obras de nuestro teatro clásico, empezando por ‘El alcalde de Zalamea’. Pero esta prerrogativa del rey se enfangaría de motivaciones sórdidas en cuanto la monarquía fue adulterada. En la Restauración, por ejemplo, se concedían o denegaban indultos dependiendo del humor de un ministro, de razones de conveniencia política, de una efeméride, de un banal accidente… de todo, en fin, menos de esa depuración de la justicia que es la clemencia. Así se acabó llevando al patíbulo o concediendo el indulto a personas que habían cometido el mismo delito. En la Sublevación de Jaca fueron fusilados los capitanes Galán y García Hernández, mientras al capitán Sediles (que había participado con idéntica responsabilidad) se le concedió el indulto; y no ocurrió por razones de escrúpulo jurídico, sino porque entre el primer juicio que condena a muerte de Galán y García Hernández y el segundo habían transcurrido tres meses y los ánimos se habían aplacado. Igualmente, al asesino de Cánovas, Angiolillo, se le dio garrote; mientras que los asesinos de Dato, Nicolau y Mateu fueron indultados. El indulto, una vez que se niega el origen divino del poder, deja de ser un acto de clemencia, para convertirse en un acto arbitrario que se concede o deniega a voleo.

Y, una vez convertido en un acto irracional, la concesión del indulto se enfanga de sentimentalismos que los demagogos excitan en la plebe para favorecer sus intereses. A Jacinto Benavente, atento observador de la política francesa, le chocaba mucho que la «sensibilidad compasiva» se manifestara a favor de criminales afiliados a partidos políticos «avanzados»; y en cambio brillara por su ausencia ante el anciano mariscal Pétain, el héroe de Verdún. Y si De Gaulle, que era un prócer, hacía este uso torticero del indulto, ya podemos imaginarnos que el doctor Sánchez, que es un chisgarabís inescrupuloso, hará un uso más inicuo y a la vez caprichoso, sobre todo cuando se trate de indultar a los delincuentes que acampan bajo las siglas del partido ungido por el Régimen del 78.

A fin de cuentas, Griñán no hizo sino permitir que sus subalternos se gastasen el dinero público en putas y en farlopa, a mayor gloria del partido de Estado que ha garantizado la longevidad del Régimen del 78. Pero que el partido de Estado saquee los bienes materiales del pueblo y los gaste en farlopa y putas nos parece excelente; pues es lo mínimo que se merecen los pueblos que previamente han entregado sus bienes espirituales y morales, como Esaú entregó su primogenitura. Es de justicia que quienes primero se dejan envilecer, sean luego saqueados; y que el saqueo se corone luego con un indulto por completo desfachatado. Como señala Quevedo en ‘La hora de todos y la fortuna con seso’: «El cadáver no se queja de los gusanos que lo comen, porque él los cría».

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