Por Cristian Taborda
“Pobres pero progres” es la frase de la imagen en un meme que circula por redes hace varios meses donde se muestra una casa precaria con la bandera LGBT. Dicha imagen de ingenio popular representa mejor que cualquier argumento la realidad, que es la única verdad. Al tiempo que se promueve la ideología igualitarista que regala “derechos” como caramelos, “derechos” que lejos están de ser una conquista sino más bien concesiones del poder, de una clase política progresista garante de sus intereses, que promueve la permisividad sexual y los valores de un hedonismo neolaico como describía Pasolini. Valores impuestos por el capitalismo gay friendly que pretenden sustituir los valores de la clase popular, un igualitarismo social que contrasta con la desigualdad económica, porque al tiempo que el Estado interviene cada vez más en el espacio privado y la esfera ética de una comunidad, como la familia, deja librado a la ley salvaje del mercado el ámbito público donde se desenvuelven las relaciones sociales y el comercio, allí promueve el darwinismo social. Estatización de la esfera privada y privatización de la esfera pública.
La ley de “cupo trans” es el meme hecho realidad, mientras el desempleo y la informalidad se vuelven cotidianos para la mayoría, más aún en los jóvenes, donde los niveles alcanzan el 21% de desocupación, el marketing político hace de la ley una bandera de la “inclusión” laboral, para las minorías, cuando se produce una exclusión social de la mayoría. Durante 2020 cerraron 41.000 pymes afectando a 185.000 trabajadores según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Para estos sectores quebrados, fundidos y precarizados, no hay cupos, no hay “inclusión” ni solidaridad, quedan librados a la supervivencia o a ser absorbidos o desplazados por grandes multinacionales. Se convierte en una cuestión de privilegios entonces la “inclusión” de una minoría selecta por cuestiones sexuales (disfrazadas como “cuestión de género”) cuando la clase trabajadora lucha por la supervivencia ante la ceguera moral de la izquierda progresista.
Tal como sucedía con el cupo femenino, aplica para el cupo trans que la incorporación como empleado del Estado y servidor público debe darse por su idoneidad, como marca la Constitución, no por la imposición de una agenda ideológica que establece prerrogativas de “género”. De manera clara el artículo 16 de la Constitución Nacional establece que “todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad”.
Los niveles de pobreza alcanzan números como en las peores crisis de la historia, pero el progresismo cultural no puede detenerse hasta convertirse en una aceleración hacia el vacío, un progreso hacia la nada. Marcado desde afuera, y al compás de ONGs extranjeras, como Amnistía internacional (con sede en Reino Unido), que en su “Agenda para Argentina 2020” de Derechos Humanos citaba en uno de sus puntos: “Garantizar la sanción de una ley de cupo laboral para personas trans de alcance federal y la adopción de medidas efectivas para su implementación…” (1). Algo que se consiguió con el lobby, primero a tiro de decreto y ahora con la aprobación del Congreso bajo el consenso del Frente de Todos y Juntos por el Cambio, celebrado por la ONG en sus redes sociales.
Para que esto ocurra, la ideología cumple un papel importante como aparato de dominación totalitaria, donde la clase política progresista, representante de intereses globalistas, garantiza los beneficios económicos y la dominación política, con leyes y “derechos” para el consumo, adornadas “con nombres tan inofensivos que no despertasen sospecha alguna ni siquiera en la más delicada conciencia hipócrita”, tal como planteaba Nietzsche en la Genealogía de la Moral. Es la subversión de las palabras que se utilizan para adornar la exclusión, la desigualdad y el pensamiento único en nombre de la “inclusión, igualdad y diversidad”.
Se produce hoy, un consumo de libertades, consumo de identidades, consumo de “derechos”, que se han vuelto una mercancía más que ofrece la plutocracia en el mercado mundial. Si en sus inicios, el capitalismo le ofrecía al trabajador la libertad de ser explotado o morir de hambre, hoy, el globalismo financiero le ofrece al consumidor la igualdad de ser precariado o ser excluido. El consumo de identidades y derechos, en búsqueda de la igualdad, ha creado la inclusión de las minorías a la sociedad al tiempo que se excluye a las mayorías. El consumo de valores simbólicos, para una minoría, a costa del desmantelamiento de la producción y el trabajo para la mayoría. Concesión de “derechos” individuales por la destrucción de derechos sociales ¿no es ella una desigualdad insoportable?.
“Un reinado perpetuo entre iguales es una desigualdad insoportable”. Aristóteles (Política, Libro VIII, Cap. I).
🔥 ¡El #CupoLaboralTrans es ley en Argentina! 🔥
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🇦🇷 Nuestro país comienza a saldar una deuda histórica con un colectivo estigmatizado, criminalizado y patologizado histórica y sistemáticamente por la sociedad y las instituciones ✊ pic.twitter.com/WvapTIG0nA
— Amnistía Internacional Argentina (@amnistiaar) June 24, 2021