¿Comunicación o información? El control político e ideológico del público masificado – Parte I – Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

Parte I

He escrito varias columnas sobre la manipulación de la opinión pública que realizan los medios concentrados, con una imperturbabilidad digna de causas mejores. Me parece necesario ahora revisar la historia de esos procesos y la teoría que lo justifica. Una primera pregunta, que nos obligará a pensar y repensar algunos aspectos de nuestra vida diaria, que como tales pasan inadvertidos: la pregunta que titula esta nota nos obliga a pensar en las diferencias posibles de lo que puede haber pasado hasta hoy como algo obvio. Nos enfrentará con algunas disquisiciones impensadas hasta ahora, para la gran mayoría de los ciudadanos de a pie.

La pregunta nos obliga a re-pensar qué es lo que en realidad nos debía estar preocupando, pero no era así. Un planteo claro y correcto debe dar un paso muy grande hacia la verdad que estamos buscando. Entonces, arriesguemos una definición de ambos conceptos, dado que hoy se diluyen las importantes deferencias que contienen:

«Se denomina comunicación a aquella relación dialógica (entre dos o más personas), en la que todos, se alternan en su papel de emisor y de receptor –es decir hablan y escuchan−. Subrayando que esta es la condición esencial de lo humano, sin ella no hubiera aparecido el hombre (el animal que habla). Por el contrario, cuando estamos frente a un tipo de comunicación caracterizada por ser unilineal y sin retorno, en la que sólo una o más personas emiten el mensaje – prensa, radio o televisión− y el o los receptores adoptan una actitud pasiva debemos hablar de información».

Además, la sociedad moderna introdujo en la comunicación humana la tecnología para salvar las distancias que fueron interfiriendo en la relación del cara a cara de la sociedad tradicional. Como resultado de la Revolución industrial se produjo un salto en el crecimiento poblacional urbano que fue sumiendo en el anonimato a esa cantidad de personas que habitaron las grandes ciudades, apareció un fenómeno nuevo: la sociedad de masas.

Entonces podemos comprender mejor la definición de los medios de comunicación y el por qué los investigadores le agregan la caracterización “de masas”. Se está definiendo, con toda claridad, su carácter de no ser ya comunicativos sino claramente y simplemente informativos. Hay un emisor que se dirige al fenómeno moderno de un público masificado, término que alude a esa despersonalización de la persona, convirtiéndola en un receptor, más o menos pasivo de mensajes, preparados para ser recibidos por ese ser colectivizado y homogenizado.

Los estudios sobre el fenómeno de la comunicación han tenido una fuente casi excluyente durante gran parte del siglo XX: los Estados Unidos, cuna de este proceso. Por tal razón las definiciones que se han propuesto en el ámbito académico están signadas por ese origen. Veamos:

Investigadores de la Universidad de Yale, en las primeras décadas del siglo pasado, lo definían así:

«Comunicación es el proceso por el cual un individuo (el comunicador) transmite estímulos (generalmente verbales), con el fin de modificar el comportamiento de otros individuos (la audiencia). En términos bastantes generales, la comunicación puede ser considerada como lenguaje escrito o vocal emitido por una persona, que resulta en el establecimiento de nuevos mecanismos estímulo-respuesta en otra persona, sea en la elección de mecanismos estímulo-respuesta que fueron previamente adquiridos».

Todo este tipo de definiciones provenientes de la escuela estadounidense tiende a ver la comunicación como un proceso sólo de “ida” que coloca el acento en el emisor. Esto se debe a que este tipo de investigador de los medios de comunicación extrae sus experiencias de los medios masivos y de la publicidad de su país (EEUU). Por lo tanto, los intentos de modificaciones dirigidas al receptor están muy cerca de un concepto, que en aquel país ha sido muy estudiado: la persuasión [[1]].

Por ello, como reacción a ese modo, característico de la concepción del país del Norte, pretendidamente neutra de pensar las comunicaciones, han salido de América Latina definiciones que pretenden desnudar los mecanismos de este proceso:

«La comunicación es el proceso de interacción social democrática que se basa en el intercambio de símbolos por los cuales los seres humanos comparten voluntariamente sus experiencias bajo condiciones de acceso libre e igualitario, diálogo y participación… Comunicación es la relación comunitaria humana consistente en la emisión-recepción de mensajes entre interlocutores en estado de total reciprocidad, siendo por ello un factor esencial de convivencia y un elemento determinante de las formas que asume la  sociabilidad».

Se desnuda la acción como el proceso que tiende a petrificar, a cosificar, a la persona en su función pasiva de simple receptor y, por tanto, es una función utilitarista mercantilizada de la comunicación que no merece el nombre de tal. Ese tipo de comunicación pretende, con su eficacia, manipular los actos del otro, u otros. Le recuerdo, amigo lector, la definición de la Universidad de Yale: «…con el fin de modificar el comportamiento de otros individuos…»

De allí que la “libertad de información”, que tanto se pregona, esconde la verdad de que sólo es libertad para el emisor, ya que el receptor está negado en la posibilidad de actuar. Se debe percibir en estos modos de abordar el estudio de la comunicación una clara negación de los factores de poder que operan en dicho ámbito y un ocultamiento, consciente o no, de la verticalidad del proceso de comunicación de masas, por el cual una elite dispone de los medios para hacer llegar sus mensajes a las personas, convertidas en “masa”, que recibe pasiva y acríticamente esos mensajes.

El profesor y académico italiano Umberto Eco [[2]]  (1932-2016) nos propone una definición más crítica de la comunicación “de masas”:

«Hay comunicación de masas cuando la fuente es única, centralizada, estructurada según los modos de la organización industrial: el canal es un expediente tecnológico que ejerce una influencia sobre la misma señal; y los destinatarios son la totalidad (o bien un grandísimo número) de los seres humanos en diferentes partes del globo… El universo de la comunicación de masas está lleno de… interpretaciones discordantes; diría que la variabilidad de las interpretaciones es la ley constante de las comunicaciones de masas. Los mensajes parten de la fuente y llegan a situaciones sociológicas diferenciadas, donde actúan códigos diferentes».

Bien, hasta acá hemos analizado la comunicación desde un enfoque académico. Esto poco aporta para profundizar la investigación respecto de un tema de fundamental importancia para entender el mundo de posguerra (1945-2020). Quienes entendieron prontamente esta importancia fueron los grandes empresarios que juegan en el espacio internacional: las multinacionales, a quienes el espacio nacional les quedaba chico. Habiendo repartido el mundo comprendieron la importancia de tener bajo su control la información pública. En el espacio de lo que se denominó el mundo libre la necesidad de controlar política, económica, financiera e ideológicamente imponía tener un control estricto sobre la información pública. El paso inmediato fue el control sobre lo que se publicara en su área de funcionamiento. Esto llevó a la compra de la mayor parte de lo que hoy conocemos como los grandes medios de comunicación.  Por ello a las características que ya hemos analizado del funcionamiento de esos medios, debemos agregarle la concentración informativa que facilitaría el control político e ideológico del público masificado.

Sigue acá: parte II

[1] Según RAE: Capacidad o habilidad para convencer a una persona mediante razones o argumentos para que piense de una determinada manera o haga cierta cosa.

[2] Semiólogo, filósofo y escritor italiano, autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía, así como de varias novelas, entre ellas El nombre de la rosa.