Por Alfredo Jalife-Rahme
En tres tiempos y con solo pocas semanas de diferencia, el presidente argentino Alberto Fernández sorprende a tirios y troyanos al firmar un inequitativo acuerdo con el FMI, para luego visitar a Vladímir Putin y finalmente asistir a los anatemizados Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, donde se incorporó en forma temeraria a la Ruta de la Seda.
En tan solo nueve días y en tres tiempos sucesivos el presidente de Argentina, Alberto Fernández, concretó el 28 de enero un acuerdo con el FMI sobre la reestructuración de su deuda por 44.500 millones de dólares contraídos por el expresidente globalista neoliberal Mauricio Macri.
El acuerdo molestó sobremanera al diputado Máximo Kirchner, de 44 años, hijo de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien prefirió renunciar a la presidencia del bloque del Frente de Todos que tener que cargar con la ignominia de una deuda asfixiante.
Pese a los cánticos favorables del oficialismo gobernante, no se puede olvidar el maltrato que le han propinado a Argentina los mega especuladores de los hedge funds (fondos de cobertura) de Wall Street y sus fondos buitre. Fue en esta situación en que brilló en forma macabra el israelí estadounidense Paul Elliot Singer, presidente de Elliott Capital Management.
Mas allá de que el adeudo sea considerado ilegal por juristas internacionales, vale la pena constatar y contrastar que el FMI -donde predominan los intereses hegemónicos de la dupla anglosajona de EEUU y el Reino Unido-, reestructura olímpicamente la deuda de 44.500 millones de dólares, mientras el presidente argentino consiguió en los siguientes nueve días inversiones por 23.000 millones de dólares en su acuerdo con Xi Jinping para su espectacular incorporación a la Ruta de la Seda.
En el periplo de agosto del año pasado del estadounidense Jake Sullivan, muy influyente asesor de Seguridad Nacional de la Administración Biden, que realizó a las tres principales potencias de América Latina (Brasil, México y Argentina), señalé que manejó tres temas candentes con el presidente argentino Alberto Fernández:
1- La deuda;
2- el freno a la participación china con Huawei en su despliegue con la red de 5G y
3- la geoestrategia pura frente a la eventualidad de inversiones chinas en el mega estratégico puerto de Ushuaia, en Tierra del Fuego, colindante a la Antártida.
Cabe enfatizar que Argentina es aliado extra-OTAN de EEUU desde hace casi un cuarto de siglo. De allí que destaca en demasía la temeraria visita de Alberto Fernández a Rusia y China que acaban de concretar un trascendental eje euroasiático frente al irredentismo de EEUU y la OTAN en Europa oriental y, en particular, en Ucrania, donde resaltó en forma asombrosa la incorporación de Argentina a la Ruta de la Seda de China.
En Rusia, el presidente argentino agradeció a Vladímir Putin por el suministro de la célebre vacuna rusa Sputnik V y aseguró que el país gaucho será una “puerta de entrada” para Rusia en Latinoamérica “de un modo más decidido”. Alberto Fernández manifestó que “Argentina vive una situación muy especial, producto de su endeudamiento” y que “la economía argentina depende mucho de la deuda que tiene con EEUU, con el Fondo Monetario Internacional, y la influencia que tiene EEUU en el FMI”.
Seguramente que esta flamígera frase proferida por Alberto Fernández en el Kremlin habrá indispuesto a Washington.
El presidente argentino llegó hasta a pedir al presidente ruso la resurrección de la asociación estratégica con Rusia de 2008 y que fue elevada en 2015 al rango de asociación estratégica integral por la entonces presidenta Cristina Fernández y Putin mediante transferencia de tecnología e inversiones rusas en la industria ferroviaria y el sector energético.
¿La resurrección de la asociación estratégica integral de 2008 y 2015 de Argentina con Rusia la llevaría a abandonar su alianza con EEUU en la sicodélica extra-OTAN?
En forma insólita, Alberto Fernández viajó junto con Vladímir Putin a los Juegos Olímpicos de Invierno.
Ya en Pekín, un día después de haber asistido a la inauguración oficial, Argentina se unió el 6 de febrero en forma oficial a la Ruta de la Seda de China.
Las suculentas inversiones chinas, además de la cooperación en plantas hidroeléctricas y en vías ferroviarias, abarcará 10 áreas donde destacan el desarrollo verde, la economía digital, el espacio, el sistema satelital de navegación BeiDou, la innovación tecnológica y la agricultura.
Llaman poderosamente la atención el sistema BeiDou y la innovación tecnológica que ponen en tela de juicio el presunto veto de EEUU a la adopción del 5G chino por Argentina, lo cual significaría sino una derrota, por lo menos un desafío a la hegemonía tecnológica de EEUU en Argentina, en particular, y en Latinoamérica, en general, ya que Washington no practica la transferencia tecnológica con sus socios comerciales latinoamericanos, a diferencia de China y Rusia.
La expansiva penetración de China en América Latina y un tanto en Centroamérica va viento en popa cuando hasta un país de corte neoliberal hoy, como Ecuador, bajo la presidencia de Guillermo Lasso, entró en forma oficial a la negociación de un tratado de libre comercio que seguramente también molestará a Washington.
Sea lo que fuere, la anacrónica y caduca doctrina Monroe de hace 199 años está siendo erosionada, desde el punto de vista geoeconómico por China y, desde el punto de vista geoestratégico, por Rusia que, para contrarrestar el irredentismo de EEUU/OTAN en Europa oriental y en las fronteras de la periferia inmediata de Rusia, ha optado por desarrollar su colaboración militar con Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Una alianza que su servidor ya había planteado como hipótesis 24 días antes de su anuncio por el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y que bauticé como un Diálogo de Biden y Putin: ¿Jrushov en reversa de la crisis de los misiles en Cuba de 1962?.
Tampoco el abogado texano del partido demócrata Marc Stanley, flamante embajador de EEUU en Argentina, parece estar muy contento después de la histórica odisea de 9 días del presidente Alberto Fernández -desde la firma del acuerdo con el FMI el 28 de enero, pasando por su visita al Kremlin el 3 de febrero, hasta el 6 de febrero en Pekín, fecha de su incorporación a la Ruta de la Seda- y en su primer acto oficial atiza en Buenos Aires la tensión entre Ucrania y Rusia con el fin de poner en aprietos a la diplomacia multipolar del país gaucho.
Como si lo anterior fuera poco, según Global Times, portavoz oficioso del Partido Comunista Chino, “China apoya firmemente el reclamo legítimo de Argentina de su soberanía sobre las islas Malvinas”, que hoy ocupa Reino Unido y que llama “Falklands”.
En un desafiante tuit, la polémica amazona Liz Truss, secretaria de Relaciones Exteriores de Reino Unido, “rechazó absolutamente cualquier interrogante sobre la soberanía de las Falklands” que “son parte de la familia británica y defenderemos su derecho a la autodeterminación” por lo que “China debe respetar la soberanía de las Falklands”.
Ahora sí que le propinan a Reino Unido una sopa de su propio chocolate con su obsceno apoyo neocolonial a las balcanizaciones de Hong Kong y Taiwán, así como su pugnaz participación en el eje anglosajón tripartita del AUKUS (Australia, Reino Unido y EEUU).
Cabe señalar que la distancia de Londres a Hong Kong es de 9.562 km, a Taiwán de 9.767 km y a las Malvinas de 12.978 km.