Argentina conejillo de indias: la Gates Foundation financia la prueba de la vacuna de Pfizer, propiedad de BlackRock, Vanguard y Rothschild

Días atrás se conoció que Pfizer había elegido a nuestro país para probar su vacuna experimental contral el Covid19 en 30.000 argentinos “voluntarios” que se presten al testeo a partir del próximo mes de agosto. El equipo del laboratorio alemán BioNtech que colabora en el proyecto adelantó también que la nueva vacuna podría estar disponible durante el mes de diciembre, lo que sería un récord en los tiempos de producción de una vacuna, dado que dichos procesos suelen demandar varios años por motivos de seguridad. El proyecto “Lightspeed” de Pfizer y BioNtech está coordinado en nuestro país por el infectólogo argentino Fernando Polack, director de la Fundación INFANT, una entidad financiada por la Bill and Melinda Gates Foundation. ¿Quiénes son los principales accionistas de Pfizer? Megafondos financieros como BlackRock, Vanguard Group y Rothschild Asset Management. BlackRock es a su vez uno de los principales acreedores de deuda externa de la Argentina.

INFANT es una ONG fundada en 2003 por el Dr. Fernando Polack, formado como infectólogo en la Johns Hopkins School of Medicine de EEUU, precisamente la institución que aporta a nivel internacional las estadísticas oficiales sobre el coronavirus y la misma que junto a la Bill and Melinda Gates Foundation realizó el “simulacro de pandemia de coronavirus”, “Event 201, en octubre de 2019.

Que el Dr. Polack es financiado por la fundación de Bill Gates lo ha hecho público él mismo en distintas oportunidades.

En el International Congress on Pediatric Pulmonology, su actividad es descripta como financiada por “Bill & Melinda Gates Foundation, the National Institutes of Health, the Thrasher Research Fund, the Optimus Foundation”:

Su propia web oficial así también lo expresa:

Como se puede ver en esta captura de pantalla de los aportes financieros de la Gates Foundation, la institución del Dr. Polack recibió U$S 534 mil dólares en 2020, U$S 420 mil dólares en 2019, y en 2016 tres subsidios por U$S 880 mil dólares en 2018, U$S 1 millón 672 mil dólares, y U$S 100 mil dólares. Totalizando entre 2016 y 2020 U$S 3 millones 600 mil dólares, lo que al cambio oficial actual son unos $ 270 millones de pesos:

El proyecto “Lightspeed” (“velocidad de la luz”) de Pfizer se propone usar a 30.000 argentinos para probar la vacuna en agosto y luego poder producir y vender 100 millones de dosis en diciembre y 1200 millones a fines de 2021. Un negocio gigantesco: “El programa de desarrollo de vacunas Project Lightspeed se basa en las plataformas tecnológicas patentadas basadas en ARNm de BioNTech y está respaldado por las capacidades globales de desarrollo de vacunas de Pfizer. Los candidatos a la vacuna BNT162 están siendo sometidos a estudios clínicos y actualmente no están aprobados para su distribución en ningún lugar del mundo. Pfizer y BioNTech se comprometen a desarrollar estas nuevas vacunas con datos preclínicos y clínicos a la vanguardia de la toma de decisiones de ambas compañías. Sujeto a la aprobación regulatoria, las compañías esperan comenzar un ensayo de Fase 2b / 3 tan pronto como este mes y anticipan inscribir hasta 30,000 sujetos. Si los estudios en curso son exitosos y el candidato a la vacuna recibe la aprobación reglamentaria, las compañías actualmente esperan fabricar hasta 100 millones de dosis para fines de 2020 y potencialmente más de 1.200 millones de dosis para fines de 2021″.

El de las vacunas lejos de ser un negocio marginal para los grandes laboratorios, ha pasado a ser uno de los principales. En la facturación anual de Pfizer es precisamente una vacuna la que encabeza el top ten de los productos que generan más ingresos:

Las conexiones entre la Gates Foundation y Pfizer son múltiples: el laboratorio de origen norteamericano es miembro de GAVI The Vaccine Alliance, una entidad creada por Bill Gates:

 

Por otra parte, de acuerdo a la información consignada por el portal El Disenso: “El pasado 8 de abril Pfizer anunció públicamente que Sue Desmond-Hellmann, ex CEO de la Fundación Gates, se unió a su junta directiva, y que si bien Desmond-Hellman renunció a la fundación, ella continuará como asesora principal y miembro de la junta del Gates Medical Research Institute”.

Meses atrás, ante el planteamiento hecho por dos médicos franceses de “probar en África la vacuna contra el coronavirus”. el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, se manifestó fuertemente en contra: “Para decir la verdad, estoy atormentado. Estos postulados racistas están contra la solidaridad en un tiempo que digo que la necesitamos. África no puede y no va a ser un terreno para probar vacunas”, aclaró.

“Recibí en Olivos al gerente general de la farmacéutica Pfizer, Nicolás Vaquer, y al director científico de la Fundación INFANT, Fernando Polack. Argentina es el único país de la región donde se llevará a cabo una de las fases de prueba para una posible vacuna contra el COVID-19”, celebró el presidente Alberto Fernández el 10 de julio pasado. Si la clase política se alegra tanto de que los ciudadanos argentinos sean los conejillos de indias elegidos por los laboratorios multinacionales, reemplazando a sus pares africanos, luego del rechazo de Tedros Ghebreyesus, sus integrantes podrían empezar por ofrecerse como los primeros “voluntarios”.

Cabe recordar que el propio Bill Gates, uno de los máximos lobbistas en torno a la vacunación masiva y el principal financista de la Organización Mundial de la Salud (OMS), advirtió de los posibles riesgos y efectos secundarios que toda vacuna experimental puede tener, especialmente en casos como este en el que resulta imposible medir las consecuencias a largo plazo.

Por otra parte, los experimentos de laboratorios multinacionales en la Argentina no siempre han tenido un final feliz ni son tan “voluntarios” como muchos creen. En 2008 el laboratorio internacional Glaxo resultó denunciado por una decena de familias luego de que 14 bebés fallecieran en provincias del norte del país tras participar de una prueba experimental de una vacuna contra el neumococo. Mientras el laboratorio sostenía que las pruebas habían sido “voluntarias” por parte de las familias participantes, con el tiempo se descubrieron innumerables irregularidades cometidas en el proceso de adquirir el consentimiento de los padres, desde informar incorrectamente a los mismos, usar personas analfabetas, pagos extra al personal médico y el uso de falsos testigos. La ANMAT multó en aquella ocasión a Glaxo, hecho que fue ratificado por el Poder Judicial. Sin embargo, para el laboratorio multinacional, la multa no fue más que un costo en su proceso de producción.

Pfizer también ha sido noticia por casos similares. En 1996 y en plena epidemia de meningitis en el África sub-sahariana Pfizer llegó a la región de Kano, en el norte de Nigeria, con la intención de realizar un ensayo clínico para demostrar la eficacia de su novedosa quinolona (trovafloxacino) frente a otro antibiótico de la misma familia. En poco tiempo, los niños que estaban siendo tratados con Trovafloxacino empezaron a sufrir graves efectos secundarios. Los investigadores de Pfizer, lejos de responsabilizarse, desaparecieron del lugar, dejando a decenas de familias a su suerte. Varios años tardó en llegar la noticia desde Kano hasta la capital de Nigeria y finalmente en 2009 el laboratorio terminó pagando una multa.

¿Cuán “voluntarios” serán los consentimientos de las personas que se ofrezcan para las pruebas luego de haber sido aterrorizadas durante meses a través de los grandes medios de comunicación sobre la peligrosidad del virus y la necesidad imperiosa de una vacunación masiva para salvarse? ¿Cómo se controlará que no se repitan fraudes en el consentimiento como ocurrió en 2007 con la prueba de la vacuna experimental de Glaxo? ¿Cuántos meses o años pasarán hasta que se detecten los posibles efectos secundarios?

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