Aniversario del fin de una guerra atroz. Parte I – Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

Parte I

“La omisión, es la mentira más poderosa”.
-George Orwell (1903-1950)

¿Por qué recordar hoy un aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial? Razones puede haber varias. La fecha del armisticio la fijaron los bandos que llegaron al fin de la guerra según el relato que cada uno ofreció. Sin embargo hay mucho oculto que deseo desempolvar. Como un primer objetivo: el relato histórico está plagado de inexactitudes, no inocentes. El tema de la Segunda Guerra Mundial y la participación de los EE UU han cobrado nuevo interés de parte de los investigadores y los académicos, aunque no sólo de ellos.

Yo le propongo, amigo lector un relato crítico, que intente correr los múltiples telones que han ocultado las verdades de los por qué, de los cuándo, de los verdaderos contendientes, que quedaron en las penumbras de las verdaderas causas, de los verdaderos aliados (siempre cambiantes según fueran los resultados parciales de los frentes).

Un primer develamiento [[1]] consiste en analizar cómo se alineaban las simpatías políticas en los años anteriores a la invasión alemana a Polonia (1-9-1939), fecha con la cual Hitler obligó a los posibles aliados a definirse en qué bando se alineaban. Durante las operaciones militares, es decir el resultado de ellas, los supuestos aliados primeros: EEUU.

El Doctor Michael Rivage Seul, Profesor de Estudios Generales y Director de Estudios de Paz Social y Justicia en el Berea College, Universidad de Artes Liberales de Kentucky (EEUU), publicó en enero del 2002 los resultados de sus investigaciones sobre la Segunda Guerra Mundial. En el cual afirma:

«En otras palabras, no importaba cuál bando ganara, los capitalistas debían triun­far. No se peleó por los derechos humanos… de hecho, el desprecio por ellos fue manifiesto, tanto de parte de los aliados: Dresden [[2]] (13-2-1945), e Hiroshima y Nagasaki (6 y 9-8-1945) son la mejor evidencia. Respecto a los campos de concentración los EE UU hicieron lo mismo con los ciudadanos japoneses. Estos que fueron llevados a los campos de concentración durante la guerra y a quienes les fueron confiscadas sus tierras. En la Segunda Guerra Mundial tampoco se peleó para derrotar a las fuerzas del racismo o el antisemitismo, o para liberar a las víctimas de los campos de concentración. La propia cultura estadouni­dense en la década de 1940 era intensa, sistemática y legalmente racista. El antisemitismo en los EEUU era igual al de toda Europa Occidental. Esta es la razón, por la cual los aliados dilataron su respuesta a los campos de concentración de Hitler hasta último momento. Los liberadores fueron las tropas soviéticas. Entonces su reconocimiento llegó a ser una medida de guerra útil para transformar la lucha intestina del capitalismo en una cruzada moral».

¿Respecto a las razones que empujaron a los EEUU a involucrarse en la Segunda Guerra, habiendo sido una promesa de campaña electoral de Roosevelt mantener la neutralidad. Una de las razones fue la dificultad para salir de la profunda crisis, originada en la caída de la Bolsa de Nueva York (1929). El destacado economista y Profesor de Harvard, John Kenneth Galbraith (1908-2006), publicó La Era de la Incertidumbre (1977), en el cual afirma:

«La recesión de 1937 ayudó a que las ideas de Keynes fuesen aceptables en Washington: había un gran desánimo por los niveles de desocupación, ello imponía levantar el nivel de empleo. En 1939, el mismo año en que la guerra empezaba en Europa, había nueve millones y medio de estadounidenses sin trabajo. Esto representaba el 17 por ciento de la fuerza laboral. Al año siguiente la misma cantidad seguía sin empleo. Entrar en la guerra puso a caminar la receta keynesiana. Los gastos se reduplicaron y el déficit disminuyó. Ya en 1942, el desempleo estaba casi desaparecido».

Las perspicaces palabras del profesor Galbraith nos hacen ver que el inicio de la Segunda Guerra Mundial anuló todo prejuicio liberal que existiese en los EEUU con respecto a los métodos keynesianos y, además potenció de inmediato la economía. Los préstamos federales para financiar los gastos de la guerra se multiplicaron. El gasto público estaba en el orden del día: aviones, tanques, barcos, rifles, obuses y uniformes hicieron el milagro. La fuerza de trabajo en los EE UU había logrado el pleno empleo. En otras palabras, esto fue casi una paradoja: Hitler obligó a Roosevelt a tomar medidas que salvaron el capitalismo. Galbraith señala por ello que:

«Hay otra manera de ver esta historia. Habiendo terminado Hitler con el desempleo en Alemania, también terminó con el de sus enemigos. Hitler fue el verdadero protagonista e impulsor de las ideas keynesianas (aunque él no se lo hubiera propuesto)».

El escritor belga, Michel Collon, fundador y director en Bruselas del Colectivo Investig´Action, conduce un programa que bautizó Las mentiras mediáticas. Publicó una nota que tituló Lo que no os dirán (6-6-2014) en la que establece un paralelo entre las mentiras de los medios y las del relato histórico. Estas últimas no tienen nada que envidiarle a las mentiras cotidianas de los grandes medios nacionales e internacionales, como por ejemplo: «la intervención de los EEUU fue decisiva para derrotar a los nazis». Dice Collon:

«Es necesario hacer ciertas algunas aclaraciones. Ciertos hechos inquietantes han sido documentados en un excelente libro El mito de la Guerra Buena: América en la Segunda Guerra Mundial (2002) del historiador Jacques Pauwels – Licenciado en Historia en la Universidad de Gante (Bélgica) y Doctorado en la York University de Toronto (Canadá). Sus documentos irrefutables demuestran que gran parte de las empresas de Estados Unidos colaboraron directamente con Hitler, y no sólo al comienzo de la guerra: Du Pont, Union Carbide, Westinghouse, General Electric, Goodrich, Singer, Kodak, ITT, JP Morgan… y otras más. La gran novedad estratégica de Hitler fue la “Blitzkrieg”, la guerra relámpago −dirigir muy rápidamente sus tropas hacia el corazón del enemigo−. Ello exigía dos condiciones esenciales: camiones y gasolina. Como Alemania no tenía ninguno de los dos, fue la Esso la que aprovisionó la gasolina, mientras que los camiones provenían de las fábricas alemanas de Ford y General Motors».

El investigador Pauwels demuestra que una gran parte de los empresarios de los Estados Unidos apoyaban a Hitler en los años 30 y 40. De hecho, los Estados Unidos se prestaron a un doble juego. Ellos deseaban que la guerra durase mucho tiempo. ¿Por qué? Por un lado, las enormes ganancias que sus empresas hacían en Alemania iban en constante aumento. Por otro lado, se enriquecían por los préstamos a Gran Bretaña, que soportó sola todo el peso de la guerra entre julio y octubre de 1940. Washington también ponía como condición que Londres abandonase sus colonias después de la guerra. Así se hizo. Los Estados Unidos se las arreglaron para aprovecharse de la Segunda Guerra Mundial, debilitando a sus rivales y convirtiéndose en la única superpotencia capitalista.

Desde el punto de vista de la geoestrategia es evidente que el gran ganador fueron los EEUU. La Unión Soviética cargó con los costos humanos y materiales, que fueron ocultados por la historiografía occidental. Este relato estuvo lejos de respetar una versión que se correspondiera con la verdad histórica. Puso a Hollywood a su servicio con una producción cinematográfica que fue la escuela en la cual el gran público occidental estudió la historia de los grandes vencedores.

[1] Utilizo el vocablo según la acepción de la RAE: «Quitar o descorrer el velo que cubre una cosa».

[2] En febrero de 1945, la ciudad alemana de Dresde, no podía ser un objetivo militar; fue arrasada: cientos de bombarderos angloamericanos convirtieron la hermosa capital de Sajonia en un humeante montón de ruinas. Los relatos de los supervivientes estremecen.

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