Aniversario del Bombardeo a Dresden: cuando las bombas de Gran Bretaña y EEUU masacraron una ciudad con miles de refugiados. Por Salvador Borrego

Por Salvador Borrego*

El mando aliado descubría un nuevo recurso para que sus bombardeos de terror fueran aún más mortiferos. Sucedió que en esos días el oriente de Alemania comenzó a ser invadido o amenazado por los bolcheviques, que anhelantes de venganza celebraban su entrada en suelo alemán con violaciones, despojos y asesinatos.

Las autoridades de la zona oriental movilizaron a casi todos los hombres para apuntalar las defensas y ordenaron a las mujeres y a los niños que buscaran refugio en ciudades o aldeas en la parte central del Reich.

Los aliados se percataron de ese movimiento en masa de la población civil y resolvieron atacar las ciudades atestadas de refugiados. Así las víctimas por bombas aumentarían considerablemente.

Contra Berlín, congestionada de emigrantes, se lanzó una ola de ataques qué culminó el 3 de febrero con la muerte de 25,000 civiles. Leipzig padeció algo semejante. En una llamada operación “Clarión” se lanzaron durante dos días nueve mil bombarderos y cazas contra aldeas y establecimientos agrícolas sin ninguna meta militar.

El plan alcanzó su apogeo el 13 de febrero (1945), fecha en que ocurrió la mas sangrienta de las acciones bélicas que jamás naya realizado una fuerza armada contra una masa de civiles. A la ciudad de Dresden, situada a 110 kilómetros del frente soviético, habían llegado buscando refugio de 300,000 a 500,000 mujeres y niños. Dresden era ciudad abierta. Es decir, no era una fortaleza guarnecida de tropas, ni tenía fábricas de guerra, ni objetivos militares de ningún género. Los refugiados atestaron casas, edificios públicos, jardines y hasta calles. Pues bien, la mañana del 13 de febrero varios aviones aliados de reconocimiento volaron repetidas veces sobre Dresden y con toda tranquilidad tomaron fotografías, supuesto que allí no había defensas de ningún género. Por la noche, 800 tetramotores arrojaron sobre la ciudad inerme una lluvia de bombas explosivas e incendiarias. Al amanecer del día siguiente, 1,350 bombarderos pesados descargaron también un alud de fuego. Y horas más tarde, al oscurecer, otros 1,100 tetramotores maceraron la ciudad destruida.

En total se arrojaron sobre Dresden 10,000 bombas explosivas y 650,000 incendiarias. Los incendios ardían con tal fuerza que las llamas arrastraban a la gente que pasaba a cien metros de distancia. En los lagos cercanos murieron muchas madres con sus hijos, qué se arrojaban al agua con las ropas ardiendo.

El escritor británico F. J. P. Véale dice: “Para dar una impresión más dramática en medio del horror general, las fieras del Parque Zoológico, frenéticas por el ruido y por la luz de las explosiones, se escaparon. Se cuenta que estos animales y los grupos de refugiados fueron ametrallados cuando trataban de escapar a través del Parque Grande, por aviones de vuelo rasante, y que en dicho parque fueron encontrados luego muchos cuerpos acribillados a balazos… En el Mercado Viejo, una pira tras otra consumieron, cada una, cinco mil cuerpos o pedazos de cuerpos. La espantosa tarea se prolongó durante varias semanas. Los cálculos del número total de víctimas varían mucho de uno a otro.

Algunos elevan la cifra hasta un cuarto de millón”. Según el periódico suizo “Flugwehr und Technik”, en los tres rabiosos ataques lanzados en un período de 36 horas, hubo cien mil muertos. La población civil alemana que huía de los bolcheviques fue calcinada en Dresden. Así llegaron a su apogeo los bombardeos de terror, técnicamente llamados “estratégicos”, que Churchill había adoptado el 11 de mayo de 1940 y que luego Roosevelt y su camarilla reforzaron entusiastamente.

El propio escritor inglés Véale agrega: “Para la mente secular quizá resulte que lo mejor que puede decirse del lanzamiento de la primera bomba atómica es que la muerte cayó literalmente del cielo azul sobre la ciudad condenada. Lo que ocurrió allí puede parecer menos turbador que lo que ocurrió unos meses antes en Dresden, cuando una gran masa de mujeres y niños sin hogar se puso en camino hacia ahí y tuvo que correr alocada por una ciudad desconocida en busca de un lugar seguro, en medio de explosiones de bombas, fósforo ardiendo y edificios que se derrumbaban”.

“Durante un breve espacio de tiempo después de la incursión sobre Dresden, se hizo un intento por parte de algunos sectores de la prensa británica de presentar esto como un glorioso éxito que no debía dar motivo para la modestia ni para la reticencia. Así, en su número 18 de febrero de 1945,nos encontramos con que Howard Cowan, corresponsal de la Associated Press en el Cuartel General Supremo de París, informaba a “The People”; “La Guerra total aérea contra Alemania se ha puesto de manifiesto de manera evidente con el asalto sin precedente a la capital llena de refugiados hace dos semanas, y los subsiguientes ataques contra otras ciudades abarrotadas de personas civiles que huyen del alud ruso en el Este”.

“La incursión aérea en masa contra Dresden, el 13 de febrero de 1945, habrá de ocupar forzosamente —concluye Veale— un puesto entre los grandes acontecimientos de la historia”. Mr.J.M. Spaight, ex Secretario del Ministerio Británico del Aire, escribió un libro para justificar los bombardeos “estratégicos”, y sin embargo, posteriormente no aprobó lo hecho en Dresden. La ciudad atestada de refugiados civiles alemanes fue atacada con 650,000 bombas incendiarias —según dice— y con centenares de bombas de fragmentación hasta de 4,000 kilos. “Todas —agrega— se lanzaron sobre el centro de la ciudad en el Altstadt, la zona donde se ubicaba el famoso Museo de Zwinger, la Casa de la Opera. Todo cayó envuelto en llamas; el corazón de Dresden fue calcinado. Se destruyeron 27,000 casas y 7,000 edificios públicos; más de 20,000 personas murieron. Las razones para la destrucción de
Dresden serían convincentes si la parte industrial y los ferrocarriles hubieran sido el blanco de las bombas, pero no lo fueron… No hubo aterrorizadas evacuaciones de ciudades como Douhet había predicho, aunque los ataques fueron en escala mucho mayor de lo que él podía imaginarse. La población civil soportó la prueba con sorprendente estoicismo”.

Otro británico, el comodoro del aire L. MacLean, censura que el Estado Mayor Aéreo inglés se hubiera alejado en la segunda guerra mundial de su antigua tradición, hasta el grado de abandonar “los últimos restos de humanidad y caballerosidad”. Concluye que el “experimento” terrorista fue un fracaso porque “la nación que sufrió bombardeos en escala nunca antes imaginada no se doblegó bajo el terrible castigo”.

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