Agenda 2030 en Argentina: Primera “degustación” de “carne de laboratorio”, mientras el país tiene el menor consumo per cápita de carne tradicional en décadas

Por Fausto Frank

La compañía argentina B.I.F.E (Bio Ingeniería en la Fabricación de Elaborados) realizó la “primera degustación” de carne cultivada en su laboratorio. B.I.F.E inició sus actividades en 2016, a partir de la División de Bioingeniería de Laboratorios Craveri, utilizando técnicas de cultivo celular para desarrollar un sustituto de la producción de carne tradicional, bajo el argumento de presentar “ventajas en materia de salud, medioambiente y sustentabilidad”. El experimento alimenticio, no es una innovación argentina, viene siendo promocionado a nivel global por el Foro de Davos y se encuadra a la perfección dentro del esquema de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. En febrero de este año, el magnate norteramericano Bill Gates propuso también una transición hacia “carne 100% sintética” e impuestos al carbono para alcanzar “cero emisiones” en 2050. En junio de 2021, la activista Greta Thunberg, en línea con Davos, pidió “dejar de comer carne” ya que si no “la próxima pandemia podría ser mucho, mucho peor”. El hito alcanzado por B.I.F.E, se da paradójicamente cuando la Argentina se encuentra en sus pisos históricos en cuando a ingesta de carne, con las menores cifras de consumo per cápita en los últimos 100 años.

La degustación de B.I.F.E., se elaboró en base a carne cultivada bovina, utilizando solo el músculo, sin el tejido adiposo (grasa) que le aporta sabor ni la sangre que le aporta color a la carne tradicional, por lo que hizo falta sazonar a este tejido cultivado en laboratorio. “Al tratarse de una prueba conceptual y como desconocíamos el comportamiento que iba a tener la misma al ser sometida a cocción, decidimos rebozarla, sellarla unos segundos en aceite hirviendo y luego terminar la cocción en el horno”, señalaron desde la empresa. El fundado de B.I.F.E, Juan Craveri, explicó: “El aspecto del producto obtenido fue similar al de un nugget, crujiente por fuera y suave por dentro. La carne tenía buen sabor”.

Juanjo Berlanga, presidente de la empresa distribuidora de alimentos Bormarket, explicita los objetivos de largo plazo de este tipo de producción experimental: “En la agenda 2030 se está intentando inculcar a la población que se pueden comer más derivados vegetales y no tanto animal. Se quiere que la cabaña de vacuno vaya disminuyendo. Estuve en una convención en Argentina en la que decían que en 2050 comer carne de vacuno va a ser una delicatessen. Ahí es adonde nos dirigimos”. ¿Cómo se piensa lograr esta transición? Una vía será la impositiva: “Si nos vamos al ejemplo de la gasolina, mayormente lo que pagamos es un impuesto, lo que se hace es intentar que se haga un uso de ella lo más limitado posible porque tiene un efecto contaminante. Puede ser que en el futuro pase lo mismo con los alimentos que sean más contaminantes”, explicó meses atrás Iñigo Charola, consejero delegado y cofundador de BioTech Foods, empresa vasca dedicada al desarrollo de carne cultivada.

Craveri es un laboratorio argentino originalmente especializado en el cultivo de células de tejidos humanos, con el objetivo de ser usados para transplantes. El mismo laboratorio tiene contrato con la compañía norteamericana Pfizer para la producción de su hormona “Ronfase”, con destino a la hormonización del colectivo trans a través de compras masivas del Estado Nacional. De acuerdo a lo informado en abril de este año por el sitio especializado PharmaBiz.net, “Una licitación pública para la compra de tratamientos hormonales para el colectivo trans se puso en marcha esta semana. En el proceso el gran candidato es el laboratorio nacional Craveri que juega en dos canchas. Por un lado participa con un antiandrógeno, con el que se cotizó al precio más bajo. También porque le fabrica un hormonal a la norteamericana Pfizer en un renglón en el que es la única oferente. El proceso para el que el Estado tiene previsto destinar un presupuesto estimado de $212.1 millones (u$s 2.1 millones), fue solicitado por la Dirección de Géneros y Diversidad y está centrado específicamente en la adquisición de medicamentos hormonales, diuréticos, inmunomoduladores y antiandrógenos”.

“Estamos orgullosos de haber realizado la degustación de carne cultivada”, dijo Laura Correa, directora de la División de Bioingeniería de Laboratorios Craveri, a cargo de B.I.F.E., y agregó: “Es muy gratificante poder compartir este avance científico con el mundo, cuya iniciativa nació en 2016, con el objetivo de contribuir y colaborar con una solución a la creciente demanda alimenticia que afrontará el mundo. No es una utopía; la carne cultivada es un hecho y B.I.F.E. lo hizo posible”.

Con un discurso veganista y ecologista, la empresa sostiene que “la producción de carne cultivada se consolida para llevar una solución al problema de la falta de alimentos para la creciente población futura y la producción sustentable de productos alimenticios de origen animal, a partir de cultivos celulares que no requieran sacrificio animal”.

Como engendro biotecnológico, la carne de laboratorio permite distintas instancias de configuración a medida: “la agricultura celular cuenta con la posibilidad de controlar la cantidad de grasa que contiene la carne, desarrollando así un producto magro y sano que brinda todos los beneficios de la proteína animal. No es necesario cultivar las partes no comestibles como hueso, el sistema nervioso, sistema respiratorio y sistema digestivo, evitando así desperdicio alguno”.

Cumpliendo con los requisitos ecologistas de la Agenda 2030, el experimento es “significativamente más eficiente en cuanto al uso de energía, tierra y agua que el ganado tradicional”. Como no podía ser de otra manera, “contribuye a reducir los gases de efecto invernadero. Así, el desarrollo de carne cultivada en laboratorio se convierte en una opción viable que promete satisfacer la demanda de la población de manera sustentable”.

El objetivo es aumentar la escala para bajar costos por unidad y así masificar el producto para consumo humano: “El mayor desafío que afronta la agricultura celular es lograr la escala requerida para agilizar el proceso productivo y convertir a la carne cultivada en un producto básico y de fácil alcance al mercado. El proceso aún es artesanal y es necesario contar con la tecnología adecuada para lograr el escalado que automatice su producción”.

La inversión para escalar la producción viene en crecimiento. Empresas como las norteamericanas Impossible Foods y Beyond Meat (“Más allá de la carne”) han sido solo las pioneras de un rubro que se espera termine reemplazando a la carne en las próximas décadas. Gates Ventures es uno de los principales accionistas de Beyond Meat. Bill Gates cuenta que decidió invertir en la compañía en el año 2013 luego de probar el producto y quedar impactado: “No puedo notar la diferencia entre Beyond Meat y la carne de pollo real”, exclamó el magnate. Impossible Foods, por su parte, cuenta entre sus accionistas a Google Ventures, UBS, Temasek Holdings y Bill Gates.

La ONU promueve activamente este tipo de opciones. Beyond Meat fue tempranamente premiada por las Naciones Unidas en 2018, con el reconocimiento “Champion of the Earth” (Campeón de la Tierra).

Grandes laboratorios como Merck ya están invirtiendo en empresas de carne artificial como en la holandesa Mosa Meat.

El Foro Económico Mundial (WEF) se ha encargado de reconocer y difundir un nuevo “avance” de la tecnología israelí: carne hecha con impresoras 3D, asemejando partes de músculo y vetas de grasa, a partir de compuestos vegetales. La entidad globalista lo llama abiertamente “el sabor del futuro”:

La Agenda 2030 de Naciones Unidas viene proponiendo pasar “de la carne a la proteína”. Dentro de ese marco global, la Comisión Europea ha fijado cuatro retos en el documento Food 2030:
-reducción de las emisiones de gases de la industria alimentaria,
-reducir drásticamente la desnutrición y la obesidad, y
-búsqueda de nuevas fuentes de proteína, de los insectos a la carne sintética.
Va quedando más claro cuál es el tipo de dieta que plantean las élites globales para las masas en las próximas décadas.

En 1973, el director de cine Richard Fleischer filmó la película distópica “Soylent Green”, titulada en castellano “Cuando el destino nos alcance” y ambientada en el año 2022. Resulta interesante leer su premonitorio argumento:

“La industrialización del siglo XX llevó al hacinamiento, la contaminación y al calentamiento global debido al “efecto invernadero”. En el año 2022, en este futuro distópico, la ciudad de Nueva York está habitada por más de 40 millones de personas, físicamente separadas en una pequeña élite que mantiene el control político y económico, con acceso a ciertos lujos como verduras y carne, y una mayoría hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas, y solo dos variedades de un producto comestible: Soylent rojo y Soylent amarillo, que son la única fuente de alimentación, ya que los alimentos naturales son un privilegio para los sectores dominantes. La compañía Soylent es una empresa que fabrica y provee los alimentos procesados de concentrados vegetales a más de la mitad del mundo. Soylent verde es el nuevo producto alimenticio sacado al mercado, basado en plancton, según la publicidad de la empresa”.

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