Por Ricardo Vicente López
Voy a proponerle, amigo lector, un análisis de la problemática de los medios de comunicación, mirando la distribución de las posibilidades de acceso a las grandes redes internacionales, incluyendo el tema del acceso a las órbitas satelitales. A partir de la posguerra se fueron incrementando los reclamos por el avance de una monopolización de su utilización. Dejando claro que, volver sobre este tema es un modo de tomar distancia para evaluar cómo se ha ido deteriorando el problema en detrimento de los países marginales. El tema se presentaba entonces bajo el título del “libre flujo de la información”. La verdad de lo que estaba sucediendo es que se encubría que sólo se daba curso a las comunicaciones de las empresas de medios concentradas. Esta situación fue dando lugar a una serie de denuncias contra el supuesto “libre flujo”. El tema fue asumido por la Organización de las Naciones Unidas a fines de la década de los setenta.
Esa larga batalla logró un triunfo importante, aunque circunstancial, con el resultado del trabajo realizado por la comisión nombrada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) presidida por el Premio Lenin y Premio Nobel de la Paz, Sean MacBride [1] (1904-1988). El Informe de la Comisión fue presentado en 1980, bajo el título Un solo mundo, voces múltiples, también se lo conoció como Informe McBride. El informe analizó el desequilibrio del flujo informativo y planteó la necesidad de una mayor justicia en el intercambio de la información, así como una menor dependencia en relación a las corrientes concentradas de la comunicación.
En la década anterior, los países no alineados iniciaron un fuerte movimiento exigiendo la creación de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) que apuntara a la superación de las injusticias que prevalecían hasta entonces. Paralelamente el Movimiento de los Países No Alineados, en su Declaración de Argel de 1974, proclamó la necesidad de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) – (New World Information and Communication Order), que contribuyera a la democratización de las comunicaciones, utilizando entre otras fórmulas, una definición de políticas nacionales de comunicación. Denunciaba al sistema informativo existente como un instrumento de dominación.
Luis Ramiro Beltrán Salmón (1930-2015), periodista boliviano, escritor y teórico de la comunicación, lo distinguió la comunidad internacional por su labor investigativa en temas comunicacionales. También ha sido considerado como uno de los teóricos latinoamericanos más importantes e influyentes. Nos dice:
La respuesta de Estados Unidos contra esta propuesta fue inmediata y constituyó una cerrada defensa a la doctrina del libre flujo de la información, en esto, una vez más, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) actuó como su aliada. A esa doctrina, los países del llamado Tercer Mundo oponían la exigencia de un flujo equilibrado, a través de la reestructuración de los sistemas de información y comunicación, contra la línea unidireccional de los mensajes y la concentración mediática.
Los Estados Unidos retiraron el aporte a la UNESCO que le correspondía como el integrante más poderoso de las Naciones Unidas, esto paralizó la actividad de esa organización. Los países del Tercer Mundo [2] no cedieron en sus exigencias de mayor justicia. Encontramos en Wikipedia una descripción de ese proceso:
El Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación (NOMIC) (New World Information and Communication Order) fue un proyecto internacional de reorganización de los flujos globales de información a través de distintas acciones de gobiernos y del tercer sector. La iniciativa fue lanzada en el inicio de los años 1970 por el Movimiento de Países No Alineados y recibió apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Sin embargo, la fuerte oposición por parte de las organizaciones privadas de medios, a partir de entonces, acabó aislando y olvidando el proyecto.
Ignacio Ramonet [3] (1943), periodista español establecido en Francia, una de las figuras principales del movimiento altermundista y en la batalla norte/sur de la información. En su libro, La Tiranía de la Comunicación (1999) sostiene:
Se trata de un problema que estuvo presente en el centro de los debates intelectuales de comienzos de los años setenta. Fue la gran batalla que ensayistas como Armand Matterlart, Herbert Schiller y muchos otros desarrollamos en torno al proyecto del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, el NOMIC. La cuestión se debatía oficialmente en el seno de la UNESCO donde el célebre informe que aun sigue conservando cierta vigencia, demostraba que el desequilibrio en materia de información en favor del Norte era de tal magnitud, que amenazaba la singularidad y la diversidad de las culturas, en particular las del Sur. En cualquier caso, nos parecía importante plantear la cuestión de la propiedad de los medios para saber de dónde venían los mensajes, quién los elaboraba, qué sentido y qué consecuencias podía entrañar la recepción de éstos en los espíritus y en las mentes de aquellos que los recibían. Nos preocupaba el problema de la manipulación de las personas del Sur por parte de los medios de comunicación del Norte.
La batalla se perdió, por eso señalé que el triunfo fue circunstancial. La UNESCO, bajo la presión de los Estados Unidos, más las grandes empresas, obligaron a abandonar este debate y revalidaron la vieja doctrina de los flujos transfronterizos de información como una necesidad que venía impuesta por el mercado internacional y por la propia realidad mundial. En definitiva, se admitió que podía aceptarse una especie de «darwinismo periodístico» en el campo de la comunicación. Vencían aquellos que habían logrado constituir grupos emisores dominantes: ellos habían conquistado el derecho a emitir y, por lo tanto, había que aceptar esa realidad como ley de vida.
Estos son tiempos en los que el horizonte directivo de la política, la economía, las finanzas, –conformado por todos aquellos cuya meta es obtener un cargo de algo en alguna parte− aparece sometido a la lógica de las tácticas y maniobras de corto alcance. Sus objetivos de máxima se reducen a la obtención de pequeños triunfos para ubicarse en posiciones de privilegio. Con conciencia o sin ella de la deuda que contraen, directa o indirectamente, con los grandes jefes de las multinacionales. Esto no significa que no haya necesarias y posibles excepciones.
Es por ello que detenerse, aunque más no sea brevemente, en algunos perfiles de la vida de Seán MacBride, es hablar de un tipo humano que en las décadas últimas, que se caracterizan por la mercantilización de la vida, pareciera haber haberse encaminado a su extinción. A pesar de ello, aún siguen naciendo personas de esa estirpe aunque los medios no permiten que las conozcamos. Debo confesar que esos personajes extraños me apasionan. Hay una expresión inglesa que los denomina los outsiders. Son rebeldes frente a sistemas sociales injustos, opresores, deshumanizantes.
Nuestro personaje fue un irlandés, que vivió bajo el sometimiento a la monarquía británica, por lo que no puede sorprender que su vida haya sido la de un rebelde indomable. Ese tipo de persona a las que se refería Beltold Brecht con estas palabras: «Hay personas que luchan un día y son buenas. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay personas que luchan muchos años y son muy buenas. Pero hay personas que luchan toda la vida: esas son las insustituibles». Veamos:
Nació en Dublín en 1904, fue desde muy joven un activista y político que militaba por la independencia de su patria. Cuando tenía 13 años, se unió al Ejército Republicano Irlandés (IRA), una organización rebelde, compuesta por voluntarios irlandeses que abogaban por un Estado soberano e independiente respecto al Reino Unido. Definiendo como su territorio la isla entera de Irlanda, incluyendo la nación constitutiva de Irlanda del Norte. En 1950 llegó a ser Presidente de los Ministros de Asuntos Exteriores del Consejo de Europa y Vicepresidente de la Organización para la Cooperación Económica Europea.
MacBride perteneció a un grupo de abogados que fundó en el Reino Unido la organización Justice (Justicia), basada en los derechos humanos y la reforma de la Ley. Participó en numerosas organizaciones internacionales relativas a los derechos humanos. Llegó a ser miembro fundador de Amnistía y presidente de ella. Por su trayectoria fue elegido Secretario General de la Comisión Internacional de Juristas; fue elegido en dos ocasiones Presidente de la Cumbre Internacional de la Paz.
En 1971 escribió The Right to Refuse to Kill: A New Guide to Conscientious Objection and Service Refusal (castellano: El derecho de negarse a matar: una nueva guía para objetores de conciencia). En 1980, fue nombrado presidente de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Su trabajo dentro del ámbito de la comunicación se relaciona principalmente con la etapa de su Presidencia de la Comisión Internacional de Comunicación, que se denominó Nuevo Orden Internacional de la Información y de la Comunicación (NOMIC), que dio lugar a la redacción del Informe MacBride.
El “Informe MacBride” se publicó en 1980 y surgió como instrumento de denuncia sobre la calidad, la distribución y el dispar acceso a la información que existía en aquella época. Lo corrosivo de los análisis y la dureza de las conclusiones del Informe de la UNESCO, presentó una novedad política inesperada y altamente conflictiva. Hoy, lo que el informe denuncia, debe ser multiplicado exponencialmente y, creo que, aún así nos quedaríamos cortos. Así de grave es el tema.
[1] Político irlandés, estudió Derecho en Dublín y trabajó como periodista. Diez años después fundó el partido político socialista y republicano; recibió la Medalla Americana de la Justicia (1975), el Premio Lenin de la Paz en el mismo año y la Medalla de Oro de la UNESCO (1980).
[2] El término fue acuñado por el economista francés Alfred Sauvy en 1952, para designar a los países que no pertenecían a ninguno de los dos bloques enfrentados en la Guerra Fría, el bloque occidental y el bloque comunista.
[3] Especialista en geopolítica y estrategia internacional y consultor de la ONU, profesor de la Sorbona de París. Director de la publicación mensual Le Monde Diplomatique en español.
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