La Crisis Internacional y una salida nacional que no termina de configurarse
Por Juan Francisco Rasso (1)
Cualquier intento de caracterización del escenario internacional contemporáneo, debiera partir desde el entendimiento que, tras el fin de la guerra fría, la clase dominante consolidada en el mundo la conforma una oligarquía financiera, sin patria ni arraigo particular, post-burguesa, que vive de la renta financiera, de estafas bancarias y de la súper-explotación del trabajo ajeno. Ha mantenido su representación política-institucional, en casi todos los gobiernos de occidente y especialmente en los organismos “multilaterales”.
Luego, tenemos a China, que ha aprovechado las ventajas que encontró en el sistema de producción pos-fordista deslocalizado, acumulando gradualmente poder, hasta alcanzar un umbral que le permite desafiar ese orden, priorizando sus intereses como nación, y proyectando su imagen al mundo. Contamos también a Rusia, que luego de haber sido expoliada en los ‘90 por esa oligarquía, ha podido ir reconstruyendo su poder, hasta volver a afirmarse en su particularidad. Finalmente están los EEUU, con la paradoja que la expansión del capitalismo deslocalizado e hiper- financiero la fue conduciendo a su propia crisis como nación, crisis que se manifestó en las elecciones de 2016, con la asunción de Donald Trump, rompiendo por 1ra vez con la representación institucional de esa clase dominante que mencionamos, en la conducción del Estado más importante del sistema internacional. Ese quiebre entre las “Elites”, tiene su correlato por estos días, en una suerte de crisis civilizatoria, en los meses previos a una elección presidencial, que definirá el rumbo a seguir y las vías de resolución del conflicto en ese país, y por supuesto, con alta incidencia en el resto del mundo.
La expansión del sistema financiero, con transacciones que van a un ritmo entre setenta y cien veces superior a las de la “economía real”, tuvo lugar a partir de la completa desregulación de los mercados, se sostuvo mediante la emisión de dólares, el endeudamiento público y corporativo, leasings, swaps, la creación de burbujas, salvatajes a bancos, tasas preferenciales, re-compra de propias acciones, y demás maniobras de dudosa legitimidad. Eventualmente se alcanzan límites. Paradójicamente las cíclicas crisis en el capitalismo, son crisis de sobreproducción o saturación de los mercados. Aunque resulte obsceno decirlo, la actual crisis está dada por un exceso de liquidez, se ha generado un montón de dinero, de capital financiero, que no encuentra más donde ser colocado. Por supuesto que los límites podrían superarse, pero requeriría retomar anclaje en la “economía real”, realizar múltiples inversiones en industrias, infraestructura, energía, transporte, servicios públicos, etc. Y es justamente lo que lo que el capital concentrado internacional, no está dispuesto a encarar, porque significaría poner en disputa su matriz de dominación y en última instancia, una distribución más equitativa del poder.
El escenario resulta más complejo, cuando se incluye el tránsito hacia el nuevo patrón de acumulación, a partir de la ciencia, las industrias del conocimiento y alta tecnología, de lo cual la competencia en torno al 5g, o el lanzamiento de nuevos cohetes al espacio, dan testimonio. El inconveniente con este nuevo patrón tecno-productivo es muy sencillo: los millones de hombres y mujeres que podrían resultar “prescindibles”. Por eso es muy importante quien dirija el tránsito hacia esa nueva fase del capitalismo. Si gobiernos soberanos, o corporaciones y entes privados.
En eso se estaba, cuando sobreviene el Covid-19, que si bien por un lado, agudiza las contradicciones de la fase actual del capitalismo, dejando al descubierto a ganadores y perdedores de la globalización, por otro lado, estaría proveyendo la excusa perfecta, a los actuales detentadores del poder, para proponer un “reseteo” en las relaciones político-económicas, pero solo en la justa medida que les permita mantener la matriz de valorización financiera, sosteniendo, sino aumentando sus posiciones de poder. En primer lugar, se está organizando un gigantesco plan de negocios de escala global, alrededor de la vacuna contra el virus, que trae aparejado todo un inédito sistema de control social y nuevas formas de definir y lidiar con la salud y la enfermedad en los seres humanos. Por otra parte, es esperable, a partir de la crisis económica desatada, el cambio de manos de firmas de primer nivel, de sectores enteros de la actividad economía, hoy entrando en banca rota, pasando a ser controlados por alguna porción de esos excedentes de liquidez financiera mencionados, generando una nueva fase de concentración del capital. Retomando lo señalado párrafos arriba, el contexto de recesión, genera la oportunidad para en nombre de la mayor eficiencia y productividad buscadas, acelerar los procesos de automatización digital, inteligencia artificial, y nuevas reglamentaciones en el mundo del trabajo que reduzcan la incidencia, de los trabajadores. Finalmente, debe aquí ponerse en claro, que la actual recesión internacional, trae aparejado el incremento de los déficits fiscales, observable en todos los Estados. Ese déficit, se buscará sea cubierto con más endeudamiento, iniciando de nuevo el ciclo a escala global.
Las posibilidades desde el sur
A todo esto, ¿Cómo podría pensarse la posición de un país como la República Argentina, y más aún, en las condiciones de extrema vulnerabilidad, que en buena medida arrastra hace más de cuarenta años, pero que por supuesto, se extremaron tras la brutal experiencia oligárquica-neoliberal de los pasados cuatro? La primera conclusión, agobiante, a la que se puede llegar rápidamente, es que en ese mundo descrito líneas arriba, donde se está encarando la 4ta revolución industrial, la Argentina que no ha logrado consolidarse siquiera en la modernidad industrial, no tiene mucho lugar. Por otro lado, se podría encontrar un estímulo, al considerarse en ese caso, la oportunidad para desacoplarse totalmente de ese mundo, y así también de los condicionamientos inherentes al sistema internacional bajo ese formato. Quedando aquí, todo por hacerse, pudiendo organizar un sistema de acumulación en base al trabajo, y con el ser humano en el centro de la escena. Por supuesto que esto significaría, fundamentalmente, politizar “La Economía”, dejando de concebirla como un sustantivo, tal como se la presenta usualmente, como una entidad propia, de naturaleza invariable, del orden de las ciencias exactas, que solo puede abordarse con fórmulas preconcebidas.
Y en cambio se la asuma como un ámbito donde se dirime poder, donde juegan factores, sectores y actores, en el que se dispone de variadas herramientas y muchas formas de encarar los problemas que allí se suceden, aprovechando el potencial trasformador de los mismos. Claro, una decisión así, si bien puede y debe partir de algunas voluntades, implica todo un complejo proceso político, en el que se ponen en juego las famosas correlaciones de fuerzas.
En todo caso lo que está en juego es la negociación de beneficios y costos de permanecer dentro de ese mundo de los mercados financieros, y hasta qué punto. Sabiendo que existe toda otra dimensión del sistema internacional, en la cual no obstante también hay otros complejos intereses en juego. Debe tenerse en cuenta que en ese proceso habrá actores, nacionales e internacionales, que pueden funcionar como aliados y que lo importante será entonces, no confundirlos, ni a ellos, ni a los alcances de las eventuales alianzas o los intereses en común que puedan encontrarse.
La deuda, ¿Sustentabilidad para quién?
El gobierno argentino, al parecer se encuentra cerca, aunque nada está dicho, de cerrar un acuerdo de restructuración por la deuda que tiene en dólares con acreedores privados. El acuerdo incluiría una quita nominal de alrededor de 38 mil millones de dólares. La cifra clave en el acuerdo serían los 53,5 por cada 100 dólares que recibirían los que ingresen voluntariamente en la restructuración. La parte Argentina fue, no obstante, la que más cedió en sus posiciones desde el inicio de las negociaciones, el cupón promedio de intereses quedará rondando el 3,07 %. No parece un número excesivo, sin embargo se debe recordar que actualmente los mercados financieros están saturados, esto quiere decir que en los países centrales, las tasas de interés que se abonan son de: cero, o
negativas. En los últimos años, el único mercado que se mantenía atractivo para los capitales especulativas, era justamente el mercado de deuda de los países emergentes.
En el contexto actual, un número aproximado de 60 países se encuentran cercanos al default, esto significa que el último reducto del sistema financiero todavía redituable, se encuentra en peligro. La tasa de interés que estaría por acordarse en el caso argentino, mantendrían vigente entonces esta porción de mercado, tanto para los casos actuales de deuda a restructurarse, como para las colocaciones de deuda futuras que se esperan lograr, para cubrir los déficits producto de la resección internacional desatada, tras la pandemia.
Otro aspecto preocupante del asunto es la posición resultante de las grandes empresas que operan en la economía argentina. Un acuerdo de restructuración de deuda, por costoso que fuese para el país, beneficiará directamente a bancos (nacionales extranjeros) y a empresas, fundamentalmente del rubro de servicios o vinculadas al comercio exterior, que automáticamente verán valorizarse sus acciones. Estas corporaciones, operan en ámbitos monopólicos, o sectores de mucho dinamismo, que no obstante, están e buena parte escindidos del funcionamiento general de la economía del país. Sus balances dependen mayormente del desempeño financiero de sus excedentes.Pero, como señalábamos, las colocaciones de capital en el exterior, no encuentran actualmente altos rendimientos, salvo en los bonos de deuda de nuestros países. Es decir, esas firmas, son en su mayoría, también acreedoras de las posiciones argentinas. Su interés en esta negociación es a dos bandas.
Las lógicas de los mercados de deuda, no implican que alguna vez el deudor pueda terminar de abonar todo el capital. La “sustentabilidad” de los acuerdos, están relacionados con la capacidad de seguir pagando los intereses. Romper este esquema que limita el crecimiento nacional, el dinamismo de la economía y la incorporación de las grandes mayorías al proceso de producción y sus beneficios, es uno de los imperativos a encarar. Sin embargo, todo indica que aun concluida la vigente negociación, el peso de la deuda será igualmente considerable, condicionando el margen de acción del gobierno, a tales efectos.
Pensando la salida
A medida que necesariamente, se comienzan a desandar las medidas de aislamiento social, en la esperanza también que el virus, en tanto organismo vivo, tienda naturalmente al equilibrio con su entorno, bajando el nivel de incidencia en la salud de las personas en la que se aloja, van ganando el espacio público los debates, junto con las tensiones, en torno a la política a seguir y las medidas a implementar para salir de la severa crisis económica en la que se encuentra el país, con vistas en un modelo de desarrollo productivo nacional.
Una pregunta simple debería ordenar la discusión: ¿Se produce en la Argentina la riqueza suficiente, para que todos sus habitantes puedan satisfacer sus necesidades básicas, realizándose en comunidad? Si la respuesta fuese afirmativa, entonces las políticas a encarar deberían orientarse en el sentido de la distribución. Si la respuesta es negativa, entonces se deberán pensar estrategias de fomento a la inversión. Como todo, es probable que la respuesta se encuentre en la compleja realidad entre medio de esas dos respuestas simples.
La Argentina produce la suficiente riqueza, pero en forma desarticulada, lo que redunda en la primarización, concentración y extranjerización de su economía. Con la paradoja resultante de disponer de un PBI off shore, y el 50% de los argentinos viviendo en la pobreza. Esa estructuración perversa de la generación de valor en Argentina debe revertirse. Está claro que en el corto plazo, políticas redistributivas y de incentivo a la demanda pueden dar buenos resultados, pero es también cierto que más temprano que tarde, la sola implementación de esas políticas darán con sus límites, conocidos, relativos a la presión inflacionaria y la restricción externa. Por lo que se vuelve imperativo organizar la producción y circulación del capital, en torno al trabajo y el crecimiento nacional.
Pueden reconocerse de tres nodos donde la producción de riqueza en la Argentina se concentra en pocas manos, y se extranjeriza: el comercio exterior de recursos primarios, la producción y provisión de servicios públicos (energía, comunicaciones, trasporte) y el sistema financiero (los términos y la orientación del crédito). Retomar el control de losmismos, permitiría canalizar los excedentes y flujos de capital en función del desarrollo de la industria (seleccionando sectores estratégicos), el aumento del consumo interno, el impulso a la inversión y la multiplicación del trabajo, en un círculo virtuoso.
Una visión realista de la coyuntura política en Argentina, daría cuenta de que no es esperable al día de hoy un esquema de nacionalización total de esos tres puntos fundamentales de la economía, no obstante sería deseable, desde un gobierno Peronista, cierta orientación en ese sentido, incidiendo al menos parcialmente en cada uno de esos nodos, por donde se escapa la riqueza generada en el país.
Es necesario retener una cuota de la renta por exportación de recursos primarios, (refiriéndonos aquí fundamentalmente a la producción agropecuaria) en función de hacerse de divisas, tener incidencia en los precios internos, poder canalizar esos excedentes hacia la industria y sectores que incluyan una mayor la agregación de valor. No obstante, es importante tener presente al encarar el sector, que los problemas para el desarrollo nacional ya no están vinculados a los clásicos de un modelo agrícola-ganadero, sino que más bien responden a la forma en que se estructura el “agro-negocio” a nivel internacional. Los condicionantes están entonces referidos a: la concentración de la propiedad o la explotación de la tierra, la dependencia científico- tecnológica, la expansión irresponsable de la frontera y el uso de agrotóxicos, los problemas inherentes al monocultivo y la fertilidad del suelo, y finalmente la fuerte monopolización (y cartelización) en la etapa de acopio y comercialización externa. El centro de gravedad de una política tributaria-redistributiva debería estar justamente en esta última etapa, en tanto las 10 principales cerealeras (multinacionales), concentran el 90% de las exportaciones de granos en argentina.
Del mismo modo, luego del periodo de extraordinarias ganancias que obtuvo el sector privado de producción y distribución de un servicio público como la energía, resta definir cuál va a ser el precio promedio de la misma, de manera que permita ganar en competitividad a las industrias y la actividad económica local en general. Al mismo tiempo que se pueda exigir la continuidad de la inversión para asegurar el auto-abastecimiento. Por su parte, luego de que factores exógenos hayan vuelto al proyecto de Vaca Muerta, menos viable, no está claro cuál va a ser la política de desarrollo para el sector hidrocarburifero (si se va a insistir con el fracking, o acaso impulsar la mayor exploración de pozos convencionales), y esto a sabiendas de la existencia presiones y de actores con fuerte capacidad de lobby, incluso dentro del gobierno.
El sector público, tiene la oportunidad impulsar grandes proyectos de infraestructura que operen en simultaneo dinamizando la actividad económica, e integrando productivamente al país, abaratando costos, ganado en “competitividad”. No obstante, aquí también es necesario recordar, nuevamente y a modo de ejemplo, que todo el sector de infraestructura y trasporte a gran escala vinculados al comercio exterior, se encuentra marcadamente extranjerizado, siendo un eslabón en la cadena de comercialización que concentra una cuota importante de la aquella renta, y donde no hay mucha perspectiva en el mediano plazo de revertir la situación.En cuanto al crédito bancario, se debe señalar que al sector privado, solo se le destina actualmente el 11% (6% para empresas y 5% créditos personales), lo cual es prácticamente insignificante, constituye una distorsión de su función y debe revertirse.
Para eso está el Banco Central, que debe reorientar esos flujos desde la especulación hacia la inversión y el trabajo. Se requiere establecer cuáles son los sectores prioritarios, que merecen impulso, preferentemente la industria, sectores con integración horizontal en el entramado productivo y con capacidad de multiplicar el impulso recibido, hacia otras ramas.
Un dato no menor es que así como en los mercados financieros internacionales, hay un exceso de liquidez, en el mercado doméstico pasa lo mismo. Esto constituye una buena oportunidad para el consumo y la inversión, pero también podría implicar un riesgo muy grande. El BCRA viene “inmovilizando” una parte importante de esa liquidez, desde el gobierno anterior, a través de las LELIQs (Letras de Liquidez del BCRA), lo que por su parte ha constituido un gran negocio para los bancos, (y las denominadas Fintech también habilitadas para esas operaciones) pero que al momento alcanzan una suma estimada, en más de 6 Billones de pesos, unas tres veces el total de la base monetaria. A medida que el Banco Central vaya cancelando esas deudas, ¿dónde irá a parar todo ese dinero?
Si va destinado al consumo, generaría en el corto plazo un aumento inflacionario. Por eso es importante que se canalice en forma armónica entre el consumo y la inversión. Sin embargo existe, una tercera otra opción, y justamente la que debe evitarse por todos los medios. Esta está dada en la posibilidad, nada extraña, es que toda esa masa de pesos, fuesen hacia el dólar, y la fuga. Esto llevaría a una mega devaluación, que terminaría probablemente por romper cualquier capacidad de resistencia de la economía nacional.
Por eso el otro eje de la ecuación, debe ser el control del régimen cambiario y la disponibilidad de las divisas. Estas constituyen en Argentina en realidad un bien escaso. Se requerirán para hacer frente a los compromisos externos, y para adquirir los insumos necesarios, dentro del plan de inversiones que debe acompañar el deseado aumento del consumo y el nivel de actividad. Además de restringir el acceso a las divisas para bienes superfluos, el objetivo no estaría completo de no mediar los incentivos y mecanismos eficientes para el ahorro en moneda nacional. Por otro lado, la generación o por el contrario la demanda de divisas, es otra de las variables a tener en cuenta al momento de definir las ramas de la actividad económica o los sectores de la industria que se deseen potenciar. En la última experiencia nacional-popular, los sectores de la industria automotriz, como la del ensamblado de electrodomésticos, terminaron generando desequilibrios, a partir de la fuerte demanda de divisas que requerían para su funcionamiento, a medida que fue creciendo el nivel de actividad. Son del tipo de experiencias, de las que se debería haber aprendido.
Si la salida, necesariamente, habrá incluir un nivel de acuerdos con las principales figuras de la burguesía local trasnacionalizada (en gran parte responsables de la crisis actual) no deberían ser estos los que reciban todos los beneficios, de la gestión estatal ni del esfuerzo popular, gratuitamente, ni mucho menos los que impongan las condiciones.
Recordemos que su “contribución” al progreso nacional, deja mucho que desear. Sin irmás lejos, el 70% del empleo en el país, no lo generan ellos, sino las Pymes. Si, seguramente en el proceso por delante, será necesario repatriar (alternando zanahoria y garrote) los excedentes de estos actores monopólicos, colocados en los mercados financieros globales con nulo o muy bajo rendimiento, el gran desafío será poder canalizarlos dentro de un entramado productivo que rompa con esas formaciones monopólicas atadas a los mercados globales.
El Estado, por su parte hoy deficitario en sus balances primarios, requerirá de una reforma tributaria marcadamente progresiva, que le permita, sin tener que recaer en el endeudamiento, poder mantenerse a su vez como un actor de peso, impulsando el nivel de actividad, con subsidios directos, o aumentando el ingreso real, en la solución de los déficits habitacionales, la ampliación de los servicios públicos, invirtiendo en educación, salud, deportes, esparcimiento, sin obturar la dinámica productiva.
Finalmente, tal como señalaba el Gral. Perón, se debe tomar conciencia que la dependencia científico-tecnológica, es más difícil de revertir que la dependencia comercial o financiera. Ya que en este ámbito no basta con cambiar de estructuras, sino que requiere de “una larga sedimentación, la cual exige la acción decantadora del tiempo, y solo rinde fruto real cuando alcanza cierto nivel de costo y aceptable grado de perfectibilidad”.
La necesidad de destinar ingentes recursos a la inversión en ciencia y tecnología,vinculada a los procesos de agregación de valor y generación de divisas, ante un sector privado que resulta nuevamente pasivo en la materia, es otra de las prerrogativas que requieren de un Estado fuerte y solvente.
Concluimos de esta manera esta propuesta, pretendiendo haber contribuido a la caracterización de un escenario internacional muy particular, y haber punteado lo que se interpretan como ejes centrales para discutir un proyecto de desarrollo soberano, y justo. Siempre recordando que:
“Los planes de desarrollo constituyen la expresión económica de un acuerdo
general e indican el camino y las metas a lograr basadas en aproximaciones
sensatas y acordes con la realidad presente y la estimación del futuro. La
planificación desmedida conduce inexorablemente a la pérdida de la libertad y de la
creatividad, o bien a la subestimación y abandono de los fines perseguidos,
mientras que la falta o insuficiencia de la acción planificada, a la vez que conduce al
derroche de recursos, debilita y, finalmente deja a la Nación a merced de los
poderosos” (2)
(1) Lic. En Ciencia Política (UBA) y Maestrando en Estrategia y Geopolítica (ESG)
(2) Juan Domingo Perón, “Modelo Argentino Para el Proyecto Nacional” (1974)