Por Ricardo Vicente López
El 1º de julio de 1974 falleció el General Juan Domingo Perón, en ese entonces Presidente de la Argentina. Aparecerán en los medios, ahora, algunas referencias que cumplirán una especie de formal obligación histórica y política. Pero se mantiene, y se mantendrá por largo tiempo, una deuda difícil de cancelar respecto de su paso por la Historia. Será así hasta que la conciencia de los argentinos se haga cargo de ello. Entonces esa falta convocará a lo mejor de los historiadores, filósofos e investigadores sociales, para que asuman la tarea. Cumplir con el deber de reconstruir la memoria de la vida y la obra de uno de los más grandes patriotas de nuestra historia. Uno de los que deben estar en ese plano elevado de los Grandes de la Patria.
Al escribir estas líneas creo estar plenamente consciente de la resistencias que pueden levantar. La amarga y brutal tarea de demolición, distorsión, tergiversación y falsificación, que ha padecido su vida y su obra, de la herencia que nos ha dejado como pueblo. Entonces se podrá medir la dimensión de lo realizado, por el fanatismo obsesivo de esos depredadores en hacerla desaparecer. Sólo con recordar la prohibición de nombrarlo o de hacer referencia a ese pasado, que impuso la dolorosamente recordada Revolución Libertadora de 1955, habla del odio asesino de sus autores. Las campañas posteriores de difamación, en las cuales se utilizó todo el poder militar, político y mediático para borrar, de la memoria popular, los diez años anteriores de felicidad y conquista de derechos.
Ellos fueron los responsables del brutal bombardeo de Plaza de Mayo de junio de 1955 y el posterior golpe de estado, que derrocó al gobierno democrático llegado, al poder por elecciones trasparentes en 1946, con lo cual comenzó la Revolución Justicialista. Hoy, desde la perspectiva histórica que nos ofrecen los setenta y cinco años posteriores a esa barbarie, podemos corroborar la marca indeleble que aquella revolución dejó en los corazones de este pueblo. Pese a la resistencia pertinaz de las fuerzas de la reacción imperial conservadora, hoy vestidas con las nuevas ropas del neoliberalismo, siguen empeñados en detener o, al menos, retrasar todo lo posible, la recuperación de lo obtenido en aquellos años.
El perfil de un grande.– Si Platón (427-347 a. C) al describir su República ideal [1] colocó al frente de ella a un filósofo, como idealidad del mejor gobierno. Tal vez Ud. amigo lector, puede sorprenderse por lo que voy a escribir. Creo que el problema radica en el deterioro del concepto de lo político y de las malas prácticas que, una mayoría de ellos, ha demostrado al utilizar los juegos de poder. Nos toca vivir una situación en la que la política ha sido reducida a “disputas gallináceas” según la definición del General Perón. Ha caído y se ha empobrecido, tras décadas de decadencia de la democracia occidental.
Le propongo que nos ubiquemos en un plano elevado, para pensar las ideas da aquellos atenienses, que también padecían de algo similar, aunque no de la misma magnitud. Por tal razón, le pido que me acompañe por este sendero ideal del pensamiento filosófico que le propongo. En esa caminata vamos a desprendernos de las realidades mezquinas que nos rodean e intentaremos pensar, desde ese plano filosófico, el replanteo de algunos de los temas de hoy. Uno primero y fundamental es la posibilidad actual de reconstruir (con las distancias debidas por el tiempo transcurrido) una polis como la ateniense regida por un Rey-filósofo [2], como proponía Platón. A esta propuesta Aristóteles (385-323 a. C:) le agregaba en su libro Política o La Política que: «la investigación sobre la ética desemboca en la política», da a entender con ello que la política no puede ser separada de la ética. Es un modo de mantener la sociedad “ordenada” con normas y reglas, «cuyo objetivo superior es la felicidad de la polis».
Subrayemos esta definición del ateniense porque nos remite al concepto de Perón citado más arriba: «la felicidad del pueblo». Este rescate teórico tiene el valor de afirmar los puntos cardinales de la política, muy importantes para superar el marasmo en el que se encuentra el pensamiento político actual. Son cimientos sólidos sobre los cuales se van a apoyar las columnas de la polis actual, que Perón denominó la «comunidad organizada». Este concepto es deudor, entonces, del pensamiento de la Grecia clásica, que la coloca como su primera columna; la segunda es la herencia romana que le aporta institucionalidad: «la sociedad ordenada con normas y reglas»; y, la tercera es la judeo-cristiana que completa la construcción ideal con el aporte del humanismo cristiano, concepción del hombre faltante en las otras dos anteriores.
Este último aporte, afirma Perón, contiene la necesidad revolucionaria que instaura la justicia social y el amor, predicado por Jesús de Nazaret: «amaos los unos a los otros», sustento de la solidaridad peronista. Los cimientos deben sostener esas tres columnas que el Perón filósofo detalla en su exposición en el Primer Congreso Mundial de Filosofía, del 9 de abril de 1949, en la Universidad Nacional de Cuyo. Allí, ante la presencia de los pensadores, filósofos, intelectuales en general, más importantes de la época, presenta su propuesta que llevaba por título La comunidad organizada. una sólida base para la construcción de la polis moderna. Sostiene Marcelo Gullo, Doctor en Ciencias Políticas y Magíster en Relaciones Internacionales:
El general Juan Domingo Perón presentó, ante algunos de los más importantes filósofos del mundo, un texto -síntesis de base filosófica- sobre lo que representaba sociológicamente la tercera posición sostenida por su gobierno. El discurso leído por Perón pasaría a la historia en forma de libro: La Comunidad Organizada. Pero, es importante entender que la Comunidad Organizada era para él tanto «un modelo ideal a alcanzar como un plan en ejecución. Un modelo y un plan que él mismo había ideado, y que como Presidente de la Nación, estaba ejecutando».
Sin embargo, antes de adentrarnos en el recuerdo y el análisis, para que este no sea uno más de los tantos tibios homenajes reflexionemos sobre todo ello. A los 70 años de la propuesta de una Comunidad Organizada, como acto de sinceramiento, afirma nuestro autor, Marcelo Gullo, es preciso confesar entonces que ese ideal se fue evaporando en el tiempo y que la Argentina que Perón construyó se ha desvanecido. Respetando la advertencia de él: «La única verdad es la realidad» y el mandato evangélico «Sólo la verdad nos hará libres», es preciso reconocer entonces, que la Comunidad Organizada que pensó y construyó Perón junto con el pueblo argentino ya no existe. Eso no debe entenderse como un final.
Amigo lector, volviendo a la realidad de nuestros días, habiéndonos nutrido con las viejas sabidurías hebreas y greco-romanas, que nos legó el General Perón, presentes en dos libros poco consultados hoy: La comunidad organizada texto inicial de 1949, y su testamento político: Modelo argentino para el proyecto nacional de 1974, estamos en condiciones de retomar el camino iniciado en 1946.
[1] La República en griego: Politeia, que proviene de polis, denominación de las ciudades-estado griegas. Es la más conocida e influyente de las obras de Platón, y es el compendio de sus ideas sobre una filosofía política, de la cual es considerado como uno de los fundadores. Al desarrollar la idea de una ciudad justa, ésta debería estar gobernada por filósofos reyes.
[2] Ellos hablaban de un rey porque era la única figura política conocida entonces, pero a ese Rey le exigían ser filósofo para que piense desasido de las pequeñeces terrenales.
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