Sobre las consecuencias del capitalismo voraz – Parte III – Por Ricardo V. López

Por Ricardo Vicente López

Parte III

El Doctor Josep Fontana [1] (Barcelona, 1931-2018) ha sido, sin lugar a dudas, el gran historiador catalán y un gran maestro. Su doble perfil, Investigador y Catedrático, lo ha caracterizado como un referente moral -especialmente de la izquierda-. Una afirmación que habla de quién era: «Los historiadores tenemos que enseñar a la gente a pensar por su cuenta», lo ha llevado a remar contra la corriente, como le sucede a todo rebelde. Ha cultivado siempre un pesimismo moderado: «el mundo no va precisamente cada vez mejor», pero se aferraba su esperanza en los movimientos de protesta que surgen “desde abajo”.

En una entrevista de hace unos pocos años, lo enfrentan ante esta pregunta: “Hay una guerra de clases y la estamos ganando”; ante esta afirmación del magnate estadounidense Warren Buffet el Profesor responde:

«Lo reconocen los mismos que se benefician, en estos momentos, en los que ellos, como clase privilegiada, son los que más se benefician con el crecimiento de la desigualdad. Las estadísticas en todas partes, en los EE.UU., en la UE, en España y donde se quiera, muestran que, año tras año, la desigualdad sigue aumentando. No ha habido ningún tipo de freno. Desde los años 70 del siglo pasado hasta ahora, este proceso se está  incrementando. Y todos los mecanismos están montados para que esta situación no se detenga. De modo que aquí sí hay una clarísima contradicción de intereses entre ese mínimo del uno por ciento o del uno por mil que se beneficia, y una gran mayoría que, por el contrario, cada vez tiene menos».

Este proceso de distanciamiento entre esos poco ricos, muy ricos, y los millones de marginados  ha sido estudiado con una investigación profunda y meticulosa por el Doctor Thomas Piketty [2]. Lo publicó en su libro El capital en el siglo XXI (2013) con una gran rigurosidad estadística e histórica. En él parte de la desigualdad económica en Europa y los Estados Unidos desde el siglo XIX. Su tesis central, queda ampliamente comprobada por su detallada investigación. Demuestra que cuando la tasa de acumulación del capital crece más rápidamente que la economía, entonces la desigualdad aumenta. Esto lo lleva a afirmar que la desigualdad es una consecuencia obligada de la estructura de la sociedad capitalista; no es una falla de su funcionamiento. Su investigación histórica, a lo largo de dos siglos, demuestra que cada vez se ha ido profundizando, con algunas leves variaciones.

Retomemos las manifestaciones del Doctor Fontana que, desde diversos enfoques llega a conclusiones semejantes. Ante la posible utilización del concepto divergencia gradual, como un modo aparentemente más técnico y preciso que los que ha propuesto Piketty, contesta:

«Este es un término equívoco, porque los historiadores lo utilizan para otra cosa, para las diferencias entre el crecimiento de Europa y del resto del mundo. Pero lo usó Paul Krugman [3] (1953) para indicar lo que estaba pasando. Y es correcto. Esta divergencia gradual se manifiesta, por ejemplo, en la separación cada vez mayor entre la productividad del trabajo y las ganancias salariales. Que es lo que crea esta situación de acumular los beneficios sólo en la parte alta de la sociedad. También produce un fenómeno que ha aparecido en estas últimas décadas, o al menos no se daba desde épocas muy anteriores, que es el de los trabajadores pobres. Cuando yo era joven, un individuo normal que tenía un trabajo de jornada completa se suponía que estaba en condiciones de mantener una familia. Esto ha dejado de ser verdad. Es una realidad nueva y preocupante. Sobre todo teniendo en cuenta que todo indica que la tendencia se va agravando».

El Doctor Fontana, en todo este proceso, hace referencia a un momento particularmente grave que aparece en la década de los setenta:

«En los años 70, una serie de factores generan el temor de que comienza a peligrar la estabilidad social nacida después de la II Guerra Mundial [4]. Estos temores estaban relacionados, por un lado con la URSS como amenaza global –una amenaza relativamente falsa, pero que era funcional al capitalismo–, con un miedo, fomentado por los Servicios de Inteligencia de los EEUU ante el posible avance del comunismo en las sociedades occidentales. En los años 70 está claro que esto ya no funcionaba. A finales de la década, la decadencia de la URSS estaba clara, y al mismo tiempo, yo diría que sobre todo, la frustración de los intentos de un supuesto potencial revolucionario (1968), mostraron que no existía. Entonces, por parte del mundo empresarial, ya libre de esos miedos, empieza a avanzar con recortes de las conquistas laborales y a distribuir la riqueza con mayor inequidad».

La descripción del profesor se caracteriza por su mucha claridad, lo cual permite avanzar en la comprensión de los dos momentos del capitalismo del siglo XX, en la posguerra: Las primeras décadas Occidente se había concentrado en reconstruir a Europa por los destrozos de la Guerra Mundial. El Plan Marshall es un ejemplo evidente de ello. Detengámonos en este proyecto, porque explica en gran parte los años siguientes a la guerra. Un detalle muy importante a tener en cuenta es que la guerra se desarrolló en territorio europeo y no afectó directamente a los EEUU. Según lo describe la página www.elordenmundial.com:

«El Plan Marshall fue un programa impulsado por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial para ayudar a los países europeos a recuperarse de la destrucción provocada por el conflicto. Fue presentado en 1947 por el General George Marshall, por lo cual se lo conoció como Plan Marshall. Estados Unidos ofreció asistencia técnica y administrativa a los países europeos, por un valor de 13.000 millones de dólares para reactivar sus economías. En un inicio se envió alimentos, combustible y maquinaria, luego llegaron inversiones en industria y préstamos a bajo interés. Los dos países más beneficiados fueron el Reino Unido y Francia. Italia y Alemania también lo recibieron a pesar de que habían sido enemigos durante la guerra. Una parte de esa estrategia apuntaba a frenar posibles avances de la URSS. El plan tuvo resultados satisfactorios: una vez que se recuperaron, los países beneficiados se unieron al bloque capitalista y a la OTAN, aliándose con Estados Unidos durante la Guerra Fría».

Finalizados los Treinta gloriosos comenzaron los avances de los sectores empresariales más poderosos. Dos fueron las experiencias más claras y exitosas para el desmantelamiento de la legislación que beneficiaba a los trabajadores: En el Reino Unido el triunfo de los conservadores llevó a Margaret Thatcher (1925-2013) [[5]] a dominar el gobierno y a endurecer su lucha contra los sindicatos, a desarmar el movimiento obrero. En los EEUU Ronald Reagan [6] (1911-2004) fue el presidente durante el periodo 1981-1989. Ambos instrumentaron políticas semejantes que  empobrecieron a los trabajadores y beneficiaron a los sectores empresariales.

El Doctor Fontana, siguiendo esta misma línea interpretativa de los sucesos políticos de esas décadas, agrega:

«Posteriormente se extenderán al resto de Europa. Y se acentúan después de la gran crisis del 2007-2008, cuando una situación de crisis permite montar este tipo de doctrinas de la austeridad que dicen que, para volver a estar como antes, es necesario que ¡Os sacrifiquéis! Porque la prueba que sólo se dirige a un sector es que esta doctrina nunca ha tenido en cuenta la necesidad de subir los impuestos que se cobran en el mundo empresarial. Al contrario, se han rebajado con la excusa que así se puede estimular la actividad, cosa que se ha demostrado largamente que no sucede».

Termina con estas palabras: “El sistema, tal como funciona, ya no convence a la gente“.

Por lo que hemos leído queda claro que la segunda mitad del siglo XX fue empeorando la distribución de los ingresos en detrimentos de los sectores del trabajo y con grandes beneficios para el capital, sobre todo el financiero.

[1] Puede mostrar una carrera de seis décadas como investigador y profesor, especializado en Historia contemporánea, con decenas de libros publicados.

[2] ​Economista francés, especialista en desigualdad económica​ y distribución de la renta. Es Director de estudios en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales y Profesor de la Escuela de Economía de París.

[3] Economista estadounidense; profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, profesor en Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, fue laureado con el Premio Nobel de Economía (2008); ha sido un fuerte crítico de la doctrina neoliberal​ y del monetarismo.

[4] Se denominó Edad de oro del capitalismo o años dorados —también conocido en Francia como los Treinta Gloriosos— al período que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial (1945) hasta la crisis del petróleo (1973).​ Estuvo caracterizado por un crecimiento económico y una elevación del nivel de vida de la población.

[5] Primera mujer que llega a ese cargo de Primera ministra del Reino Unido (1979 a 1990), la Dama de Hierro; transformó el Reino Unido por sus medidas neoliberales: la privatización de empresas estatales, de la educación y de los medios de ayuda social.

[6] Su política económica se haría famosa bajo el nombre de “reaganomics”, caracterizada por la desregularización del sistema financiero y por las rebajas substanciales de impuestos a los sectores de mayores ingresos.

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