Por Ricardo Vicente López
La pandemia logró sacudirnos las viejas ideas superadas y abrir un camino de recuperación de la riqueza oculta y abandonada que había aportado la genialidad de un científico del calibre del Doctor Ramón Carrillo. Fue un pionero de las políticas sanitarias en favor de la salud pública en nuestro país. La Argentina antes de Perón, era un país desigual, donde los que mandaban vivían muy bien, y la mayoría del pueblo estaba sojuzgado a no tener acceso a los derechos esenciales.
Los caprichos del azar hicieron posible un encuentro casual entre este científico, poco conocido, y un Coronel que volvía de su arresto político en la Isla de Martín García. Iba a internarse en el Hospital Militar amparado por una excusa médica que le permitía recuperar transitoriamente la libertad. El Doctor Carrillo era médico de ese hospital. Eso sucedía, sin que nadie pudiera sospecharlo, un 17 de octubre de 1945. El encuentro produjo una corriente de amistad profunda casi instantánea, entre dos personas acostumbradas al trato con gente de pueblo, conocedora y educados en esas virtudes.
De un artículo publicado por Ignacio Martín Cloppet (1962) [1]. Extraigo algo de su información para completar esta nota:
«Unos años más tarde, habiendo asumido la primera presidencia de Juan Perón, Carrillo se convertía en secretario de Salud Pública y luego, con la reforma Constitucional de 1949, el 11 de marzo de 1949 sería designado como el primer ministro de Salud Pública de la Nación. A la gestión de Carrillo, le debemos la campaña de alimentación brindada a la población en forma integral. También la creación de centros materno-infantiles en zonas especialmente elegidas. Promovió los establecimientos dedicados a la educación y cuidado médico de niños físicamente débiles, llamados “hogares escuela”. Además creó institutos de rehabilitación especializados en readaptar a personas que sufrieron accidentes de trabajo».
Se debe agregar a ello, que recibió de su madre una sólida formación cristiana (no confundir con la catequización) que sostuvo sus valores éticos a lo largo de toda su vida. En 1930, “sobre la base de sus antecedentes, obtuvo la beca universitaria reglamentada por la Ordenanza Butti, para realizar estudios de postgrado en Amsterdam con Ariens Kappers y Brouwer, en París con Guillain, y en Berlín con Vogt; fueron tres años intensos de investigación. Lo que buscaba como médico, era priorizar la salud contra la enfermedad, decía claramente: “En una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas por índices económicos. Lo económico hace en él a su necesidad, no a su dignidad”.
Carrillo fue un perseguido político, exiliado en Belem do Pará, donde pobre y enfermo murió a los 50 años, el 20 de diciembre 1956.
En la introducción que escribió Perón, para la edición de 1951 del libro de Carrillo Teoría del Hospital, dice:
«Hay ya una ciencia formada de hecho con la experiencia de todos los países, que enseña cómo debe administrarse un hospital, pero esa ciencia no tiene todavía tratados que planteen y resuelvan sus problemas con un criterio y sentido integral. Los que se han dedicado a ella parten todos del hospital ya existente y equipado, sin atender a la consideración preliminar de que un hospital mal construido no puede ser nunca un hospital bien administrado… La tarea de planear y construir hospitales ha ocupado, como no podía ser menos, un lugar de preferencia entre las tareas que ha asumido el doctor Carrillo como Ministro de Salud Pública de la Nación».
Decía renglones después:
«Nadie ignora todo lo que tuvimos que hacer desde el gobierno en los más diversos sentidos y muy en especial en materia de salud pública. En efecto, tuvimos que destruir o modificar de raíz todo cuanto existía en el orden nacional -que no era apenas más que el arcaico Departamento Nacional de Higiene- para echar luego las bases y organizar modernamente el actual Ministerio de Salud Pública de la Nación, sin valernos siquiera para ello de los escombros que nos dejara el pasado. Nada o sólo muy poco de lo anterior era utilizable. Todo hubo que hacerlo de nuevo, puede decirse, y todo fue hecho de nuevo en obsequio y servicio del pueblo, como ocurrió igualmente con esa otra creación revolucionaria, que yo tanto quiero y que es el Ministerio de Trabajo y Previsión».
Y cerraba la introducción afirmando:
«Pues bien, a este concepto general de regeneración institucional de todo el sistema, corresponde, en un orden más particular, la iniciativa de mi gobierno de humanizar y adecentar los hospitales. Ya lo dije en otra ocasión: un hospital en un pueblo civilizado ha de ser una casa donde el dolor sea respetado y donde el hombre sea defendido de la muerte y de los males de la salud con los medios más adelantados que la ciencia y la técnica han puesto a nuestro alcance… En nuestros modernos hospitales, el enfermo no sólo recibe atención médica; es además edificado en el ejemplo de un medio higiénico, limpio, agradable, que después trasladará o procurará trasladar a su propia casa».
Una síntesis de toda la elaboración del concepto el Dr. Ramón Carrillo la sintetiza con estas palabras:
«La salud es el bien más preciado del ser humano. En la actualidad, gozar de ella constituye un derecho básico, y facilitarlo es una obligación del Estado».
Este aporte al análisis de la obra y pensamiento de este brillante investigador pretende destacar, tanto en el plano conceptual como en lo más pragmático, el carácter militante y académico de los cimientos de lo que algunos denominan “Justicialismo Sanitario”. Doctrina que hizo hincapié en la dimensión social de la salud. Es necesario subrayar que recién a partir de 1978 adquiriría un status internacional bajo la denominación de Atención Primaria de la Salud (A.P.S.).
Incluso, amigo lector, me voy a permitir arriesgar la idea de que ni aún en los pocos y posteriores momentos históricos de mayor avanzada del sanitarismo argentino, se pudieron superar algunos de los logros de la obra de Carrillo:
«Desde que el general Perón afirmó que su programa consistía en asegurar un mínimo de bienestar a los argentinos, y en evitar que en nuestra patria existiesen demasiados ricos y demasiados pobres, desde ese momento quedó colocada la piedra angular de una política medico social argentina, la que es consecuencia lógica y natural de esos enunciados peronistas».
Y agregaba más adelante:
«La salud no es, en sí misma y por sí misma, el bienestar, pero si es una condición ineludible del bienestar. No es pues, un fin, sino un medio y, en el mejor sentido, un medio social. Porque no se trata de asegurar la salud para un goce más o menos epicúreo de la vida, si no para que el hombre se realice como ser físico, intelectual, emocional y moral, afianzando su conquista del medio exterior y su propio dominio interior… La salud pública es el conjunto de actividades organizadas por las Administraciones públicas, con la participación de la sociedad, para prevenir la enfermedad así como para proteger, promover y recuperar la salud de las personas del territorio o región, tanto en el ámbito individual como en el colectivo y mediante acciones sanitarias, sectoriales y transversales».
Un hecho de fundamental importancia es que la política de salud que implementó Carrillo se desarrolló dentro del marco de un proyecto de gobierno orientado prioritariamente a la ampliación de derechos para los sectores populares y, dentro de estos, el derecho a la salud se constituyó en uno de los principales a los que este sector accedió en condiciones totalmente favorecidas respecto a la etapa previa al peronismo. La concepción del Estado que planteó e instrumentó el Gral. Perón en el gobierno se encontraba en consonancia con la concepción del Estado de Bienestar, por lo que la política social y económica del gobierno se orientaba también a influir favorablemente sobre los determinantes sociales del proceso salud enfermedad, lo que coincidía con la concepción del ministro de salud.
En la Constitución de 1949, por primera vez, se incorporó el concepto de Salud Pública como obligación del Estado, involucrando “no solamente la salud física sino la salud espiritual y la salud social”, asegurando para todos la alimentación, un mínimo de trabajo, condiciones de vida digna y considerando que el cuidado de la salud del conjunto de la población es responsabilidad del Estado en el marco de una acción colectiva. De ahí la creciente injerencia del Estado Nacional en la planificación, inversión y administración de los servicios de salud.
Carrillo tenía una perspectiva de la política sanitaria que excedía largamente las cuestiones que hacen al sistema de atención de la salud para ligarla fuertemente a la política de gobierno planteada en ese período por Perón.
Otro elemento que no puede obviarse es que las acciones de salud implementadas por Carrillo tenían definidas bases doctrinarias que permitieron abordar la salud desde una concepción inédita hasta entonces en la política sanitaria argentina. Considera a la Medicina Sanitaria como aquella rama de la Salud Pública que tiene por objeto organizar los medios técnicos, jurídicos, científicos para eliminar los gérmenes patógenos y evitar e impedir así la contaminación del hombre, directa o indirectamente, protegiéndolo de las contingencias o injurias del medio ambiente.
Y, por último, piensa a la Medicina Social como una rama de la Salud Pública que tiene por objeto organizar la lucha contra los factores indirectos de la enfermedad y la mortalidad, luchar contra su consecuencia, las enfermedades crónicas invalidantes y asegurar la prolongación de la vida útil del hombre.
[1] Abogado argentino, especialista en derecho penal y escritor sobre temas jurídicos e históricos. Miembro de la Academia Argentina de Historia.
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