Jorge Rulli: “A Mugica un consejo de guerra de Montoneros lo había sentenciado a muerte”

Por Jorge Rulli

Hace cuarenta y siete años que la soberbia armada abrió la caja de Pandora y todavía los demonios siguen adueñados de este pobre país aplastado por la traición, por la incompetencia, por la banalidad y por la grieta que respalda las dependencias neocoloniales. En estos años he variado mis opiniones sobre la muerte del padre Carlos, desde esa mañana en que llegamos con los jóvenes del campo que la Universidad de Buenos Aires tenía en la localidad de San Pedro, y muchos militantes de la juventud peronista de la zona urbano rural.

Recuerdo que nos estallaba el dolor y la ira en el corazón y en los puños, y que no teníamos duda alguna de que habían sido los montoneros quienes lo habían ultimado. Meses después la maquinaria propagandística fue modificando las primeras impresiones.

Según el amigo de Mugica que lo esperaba en la iglesia, el comisario Carlos Almirón había estado sentado en una de las bancas del templo, aguardando la llegada del sacerdote. Según el testigo, sería el que lo mató en las propias escalinatas. No podíamos dejar de considerar esta versión, la compartimos durante muchos años, e hicimos campañas contra Almirón en España, donde el exiliado fungía de custodia del líder de la derecha española “civilizada”, Manuel Fraga Iribarne. Sin embargo, y dado que el tiempo no pasa en vano, debimos considerar algunos elementos y los rumores que corrían entre la militancia, en que se reconocía que el cura estaba condenado a muerte, y que se había cumplido la sentencia.

Los nuevos hechos eran que el testigo servía a la inteligencia militar y que quien lo había retirado de la escena luego de ser herido por un rebote, había sido nada menos que el “Perro” Verbitsky, hombre destacado de la inteligencia montonera.

Por otra parte, el modus operandi del asesino no correspondía para nada a las posibilidades de un comisario de la Policía Federal, con suficientes hombres armados a cargo como para ejecutar un operativo de mayor jerarquía. El vehículo usado en la huida había sido robado una semana atrás y esperaba con un hombre al volante. Cuando Carlos se enfrenta al que va a ser su asesino lo saluda con cierta simpatía, le coloca su mano en el hombro y le dice “Hola, cómo estás?”, el otro saca del interior de su abrigo el arma y lo ametralla. Carlos lo putea y cae herido de muerte. El asesino corre al auto que lo espera con el motor en marcha y escapa.

Cualquiera que haya estado en las luchas propias de los años 70, podría reconocer en este relato las prácticas habituales de un cierto tipo de militancia propia de los aparatos armados, y que no sería la de un comisario de la Federal. Es natural en este caso que se vuelva a experimentar la certeza absoluta de que la autoría fue de Montoneros tal como la sentimos en aquellas horas terribles. Es lo que me ocurre y lo que siento ahora y trato simplemente de expresar con honestidad, aunque no pueda probarlo.

No puedo probarlo porque todo el andamiaje clasemediero y periodístico de la Tendencia aportó a la confusión, pero el hecho innegable es que un consejo de guerra de Montoneros lo había sentenciado a muerte, y que el padre Mugica lo sabía… y que por eso, mucho antes de morir, había anticipado reiteradamente que si alguna vez le ocurría lo que se presumía, estaba claro quiénes iban a ser los responsables.

Hoy, los descendientes políticos de sus muy probables asesinos de entonces o dicho de otra manera: los descendientes políticos de aquellos que lo condenaron a muerte en un consejo de guerra, o que lo pusieron en la cárcel del pueblo de la revista Militancia, se atropellan para decirnos que al padre Mugica lo asesinó la derecha. Supongo que quieren exorcisar sus fantasmas y acallar sus conciencias.

Desataron la caja de Pandora con sus acciones demenciales y sus crímenes, y ahora tenemos una Argentina con diez mil comedores que no dan abasto para saciar el hambre de los pobres, tenemos diez millones de planes sociales, una deuda impagable y un Estado de colonialidad compartido por la grieta política con la que entretienen electoralmente a los argentinos y le restan una mirada patriótica a favor de una Argentina mejor, porque como en aquel entonces seguimos empeñados en la fragmentación y en las disputas intestinas.

Amenaza contra Carlos Mugica aparecida en la revista Militancia.