Políticas peronistas de población y migraciones

Lelio Mármora *

La campañas de mentiras que padeció el General Perón en sus dos primeros gobiernos calaron muy hondo en la conciencia de la clase media argentina. Las acusaciones de “nazismo” fueron divulgadas por la embajada de los EEUU. Se hace necesario revisar ese pasado.

Perón y la verdad sobre los nazis

Durante los gobiernos de Juan Perón se dio un desarrollo en el área de población y migraciones desde muy distintas posiciones, de acuerdo a cada momento. Perón consideraba a las políticas migratorias como herramientas de las políticas de población, no como algo independiente. En el primer Plan Quinquenal se establece una diferencia con el siglo XIX, cuando la política migratoria era una finalidad primordial. Perón planteaba que la política migratoria tenía que ser funcional al desarrollo propuesto en el Plan. En el segundo Plan, Perón ya vincula las migraciones con la organización del pueblo. Allí hay un capítulo donde se trata el papel social de la mujer y se comienza a trabajar sobre los pueblos aborígenes.

Las políticas migratorias, sobre todo el proyecto de base que se presentó en 1947, tenían cuatro principios básicos: espontaneidad, selección, encauzamiento y justicia social.

Esto ha sido criticado por muchos analistas políticos que decían que la migración del peronismo no era una migración abierta sino selectiva, pero porque se confunde la idea de selectividad. Una cosa es ser selectivo por restrictivo, y otra es ser selectivo porque además de los que vienen espontáneamente se está buscando a aquellos que interesa que vengan. La política peronista era una política de espontaneidad, y eso quiere decir que podía venir todo aquel que quisiera. La diferencia era que el Estado sólo iba a subvencionar y dar facilidades –como la distribución de tierras– a las familias que querían poblar las zonas rurales. Este era un procedimiento selectivo, pero porque vincula la migración con la necesidad de recursos humanos calificados que había en ese momento, sobre todo en el desarrollo industrial y la colonización que se pensaba hacer en el interior del país. Se estaba haciendo un gran esfuerzo de desarrollo industrial, y las delegaciones argentinas en el exterior seleccionaban gente de acuerdo a la demanda insatisfecha por parte de la industria argentina.

Esa selección se hacía en el lugar de origen de los inmigrantes. También se buscaba evitar el éxodo rural, fortaleciendo las áreas rurales con población que pudiera instalarse y trabajar allí.

Espontaneidad significaba apertura, no había límites religiosos ni culturales para aquellos que quisieran venir. Antes de Perón, sobre todo después de la crisis de 1930 y hasta 1945, las políticas, tanto acá como en otros países, eran restrictivas. A partir de 1945 rige la espontaneidad, no había ninguna limitación para quienes quisieran vivir en el territorio argentino.

El tercer criterio es el de encauzamiento, y acá entra la cuestión de la colonización. Se trataba de encauzar a los inmigrantes hacia aquellas zonas rurales que todavía no estaban explotadas. Dentro de estos programas de colonización, se fomentaba el cooperativismo y se establecía una regulación de los programas privados. A diferencia de lo que pasó a fines del siglo XIX y fines del XX, durante el gobierno de Perón florecieron los programas privados de migración. En la primera etapa se los relegó, pero luego se los ponderó, controlándolos para evitar estafas.

El cuarto principio era el de justicia social, que englobaba a los demás. Se planteaba el principio de desarrollo humano, pero en términos de justicia social. Era fundamental que el inmigrante ni bien llegaba tuviera todos los derechos que tenía el habitante del suelo argentino.

En políticas de migración se utilizaron varios instrumentos, como el Consejo de Planificación de Población y Colonización en 1947. La idea de este consejo era conocer y estudiar los problemas de la evolución del potencial humano y mejorar la política demográfica y las condiciones de vida de los nativos y de los aborígenes. Después se creó la Dirección Nacional de Migraciones, en 1949, que unifica la Dirección General de Migraciones, las delegaciones argentinas de migración en el exterior, que antes trabajaban sin coordinación, la Comisión de Recepción y Encauzamiento, el Instituto Étnico Nacional, que venía desde antes de los gobiernos peronistas, y la Dirección de Protección al Aborigen, que entraba dentro de la Dirección General de Migraciones y dependía directamente de la Secretaría Técnica de Presidencia.

Hubo algunas cuestiones que fueron innovadoras dentro de ese gobierno. Una de ellas es la aparición de la necesidad de este núcleo poblacional, que estaba invisibilizado, al que se le empieza a aplicar una política. En 1949 se crean las  delegaciones de migraciones en todas las provincias. La Constitución del 49 impulsa la apertura de la Argentina para todos aquellos que quisieran venir, y además estableció algo que después no se repitió –creo que no hay ninguna constitución en el mundo que lo haya hecho–: cualquier inmigrante que hubiera estado cinco años en la Argentina obtenía la nacionalidad automáticamente. Sólo demostrando que llevaba cinco años viviendo en Argentina. Otro hecho interesante es que en 1949 Perón larga la primera amnistía que se conoció en América Latina para inmigrantes que estaban en situación irregular. Una amnistía que se aplicó a inmigrantes judíos que habían sido rechazados por Brasil, y que permitió la radicación de 10.000 inmigrantes judíos. También fue algo que nunca se volvió a ver después en la Argentina.

Esto nos lleva a la parte más polémica de la cuestión: la estigmatización del gobierno del general Perón como refugio de inmigrantes nazis. Esto se inicia con el Libro Azul de Braden, lanzado en la campaña de la primera elección de Perón, con el apoyo tanto de los sectores conservadores como del Partido Comunista, acusando a Perón de nazi y antisemita. Ninguna de esas cosas se pudo probar, y después salió el Libro Azul y Blanco que rebatió absolutamente todo. El libro de Braden más bien le hizo propaganda a Perón. Terminó siendo más positivo que negativo, porque era tan absurdo, tan débil y tan indemostrable, que incluso Estados Unidos mandó retirarlo porque identificó el error que se había cometido.

Pero no se dejó de intentar transmitir la idea de que la Argentina fue el paraíso de los nazis. Después de la Segunda Guerra Mundial había en Europa 150.000 nazis, de los cuales solamente 50.000 fueron condenados. Hay 100.000 que nadie sabe adónde se fueron. Es cierto que el gobierno peronista trató de captar recursos humanos calificados, entre ellos científicos y técnicos de la Alemania nazi. También lo hicieron Estados Unidos, la Unión Soviética, Egipto y la India. Nosotros tuvimos un resultado inferior que el que tuvo Estados Unidos. El equipo espacial de Estados Unidos, así como el de la Unión Soviética, estaban formados básicamente por científicos que sacaron de Alemania cuando la ocuparon. Esto en el caso de Estados Unidos era una cuestión normal. Hasta 1945 no consideraban criminales a aquellos que hubieran cometido crímenes en otro país que no fuera Estados Unidos. Esa es otra de las causas de la corriente migratoria nazi hacia allá.

Por otra parte está el tráfico ilegal de nazis, que fue promovido básicamente por Francia, el Vaticano, Gran Bretaña y Estados Unidos, y tuvo que ver con las fuerzas de ocupación. Si hay un país ocupado y sus habitantes se escapan como conejos por el mundo, alguien los tuvo que haber ayudado. Eso está verificado sobre todo en la desclasificación de documentos. Gran parte de los nazis que en ese momento se fueron de Alemania ayudados por Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania Occidental, se convirtieron en espías de la CIA y de los servicios secretos alemanes. Durante quince años el gobierno de Alemania Occidental se negó a que se abrieran los archivos secretos para saber qué había pasado con los nazis que se fugaron.

La política de Perón fue una política de apertura. Cuando llegaron a la Argentina con documentos falsos, entraron aproximadamente 10.000 alemanes. Según Rein, vicerrector de la Universidad de Tel Aviv, a la Argentina llegaron 50 criminales de guerra, y la mayoría portaba documentos falsos. A algunos se los fue descubriendo, y otros se fueron.

Los nazis llegaron a todas partes, no porque hubiera una política de Perón para atraerlos. En América del Sur fueron a Brasil y a Bolivia, y en Chile formaron comunidades, como la Colonia Libertad que apoyó a la dictadura de Pinochet. John Loftus, ex fiscal del Departamento de Justicia de Estados Unidos que escribió un trabajo sobre inmigración de criminales nazis a Norteamérica, planteaba que el objetivo de esa política era proteger a ex agentes del Tercer Reich, en términos de ofrecer una retribución militar o de inteligencia contra el comunismo. Como en ese momento no se había iniciado la guerra fría, eran adoptados como informantes o asistentes. Loftus plantea que existen evidencias concretas de que el gobierno de Perón protestó porque muchos de los que llegaban a la Argentina eran enviados por Estados Unidos. El trabajo de Loftus vale la pena, porque él es uno de los primeros que trabaja desclasificando los documentos secretos de Estados Unidos. A partir de un momento determinado se comenzó a decir que la Argentina no solamente fue receptora, sino que también fue puerta de entrada, pero la verdad es que no los dejaban entrar y los mandaban a otras partes. Fue un país de tránsito. Pasó con Menguele y con otros que no pudieron quedarse. Y los que se quedaron, no se quedaron solamente durante el gobierno de Perón, sino que también lo hicieron durante la Revolución Libertadora y el gobierno de Frondizi, y algunos hasta mucho después. Muchos se quedaron porque entraban con documentación falsa dada por la Cruz Roja, o por el Vaticano, que tuvieron un papel muy importante en todo esto, no solamente con los alemanes, sino también con los croatas y los polacos.

Lelio Mármora (1940) – Licenciado en Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; Doctor en Sociología en la École Pratique des Hautes Études, en la Universidad de París; especializado en las migraciones; fue Director General del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) desde mayo de 2003 hasta marzo de 2007

Fuente: Revista Reseñas y debates número 57, agosto del 2010

 

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