Pensar filosóficamente en tiempos de desesperanza – Por Ricardo V. López

Por Ricardo Vicente López

Los griegos clásicos sintieron la necesidad de crear un modo del pensar que les asegurara algunas certezas, sobre las cuales se pudieran construir argumentos de bases relativamente sólidas. En el siglo VII (a. de C.) se conocieron pensadores como Tales de Mileto y Anaximandro; en el siglo VI: Anaxímenes, Pitágoras y Anaxágoras; en el siguiente Sócrates, Demócrito, Platón, Aristóteles, tal vez sea éste el más grande de todos ellos; por lo menos para una persona de la cultura moderna que se sienta atraída por estos problemas. Ellos abrieron un camino que, con todas sus contradicciones y debates, sentaron una base sólida para la posteridad. Al menos para Occidente.

Le debo confesar, amigo lector, que a veces me asalta una envidia por esos tiempos: pensar en reunirme con pensadores tan profundos, que me hubieran enseñado tanto. Con tan solo haber podido estar sentado, escuchando, me hubieran ayudado a crecer y madurar. Hace ya un largo tiempo, dije algo parecido a esto en una charla con un viejo sabio, uno de esos hombres de barrio, con alguna lectura y mucha experiencia de vida. Él escuchaba con atención a ese joven estudiante de filosofía que era yo… después de un corto silencio contestó: «Sí, deben haber sido muy interesantes…, pero con una condición, haber nacido en una familia de ricos terratenientes, que te hubiera asegurado una vida de ocios. Las posibilidades eran escasas, dado que eran muchos más los esclavos que los hombres libres… hubieras necesitado una cigüeña inteligente  que te depositara en la casa de uno de estos últimos… una que no cometiera el error de dejarte en una de las otras…» Me sentí tocado por la reflexión que no la olvidé… me dijo mucho, me enseñó mucho… y no lo olvidé. ¡Cuánto hay de azar en nuestras vidas!

A diferencia de los griegos la sabiduría china andaba por otros caminos, no aptos para cualquier transeúnte. Muchas veces vuelve a mí una frase que todavía no alcanzo a comprender totalmente: «Ojalá te toque vivir tiempos interesantes». La sorpresa mía se dio cuando leí que algunos pensadores afirman que no era un buen deseo, sino una antigua maldición china. Lo que ya aprendí es que, si bien esas sabidurías admiten diversas interpretaciones, una dificultad, y no la menor, es la distancia en milenios y en experiencias culturales  muy, pero muy, diferentes, que nos separan. Por ello, debemos tener prudencia de no consumir las versiones que nos proponen los posmodernos; hacen todo sencillo tergiversando, con aire de sabios, lo que no comprenden. Pero lo más grave es que dificultan una interpretación que se aproxime, lo más correcta posible, para nosotros occidentales modernos.

Agustín Moreno, Licenciado en Historia y Profesor de Ciencias sociales español, especializado en culturas orientales, nos ofrece un comentario que me parece útil para una primera aproximación al tema:

«Ironías de la vida, la maldición viene a decir, ojalá te veas arrastrado por la espiral de acontecimientos que te toque vivir y no tengas ni un segundo de paz. Por lo que se deduce, una vida feliz sería entonces una vida tranquila, pacífica y familiar, en la que nadie anduviera corriendo continuamente, para conseguir no sé cuántas necesidades que creemos tener  y que siempre dan el pie al siguiente escalón de los deseos. Dígase riqueza, dígase poder o posición social».

Según quien lea esta interpretación, en este mundo alocado, muy parecido a una vida sin sentido, en el cual el horizonte de la vida parece haber desaparecido, podría aceptar, sin muchas dudas, una vida poco interesante. Sigue el Profesor:

En términos domésticos, una persona infeliz es una persona malhumorada, que se relaciona mal con su entorno familiar, que no puede disfrutar de la amistad y que no valora lo más sencillo y hermoso que le da la vida, porque simplemente no lo ve. Y todo, por conseguir aquello que siempre había anhelado y que pensaba que al alcanzarlo, al fin, podría descansar y ser feliz.

Detengámonos a reflexionar en la alternativa propuesta: Para una porción importante de las clases medias y medias altas, el proyecto de una vida sencilla se presenta como algo muy poco atractivo. Las diversas posibilidades de éxitos, al alcance de un ciudadano de a pie promedio, son las que exigen esfuerzos, mucho trabajo, muchas horas fuera del hogar, como camino obligado para el acceso al objetivo fijado. En contraposición, “una vida feliz sería entonces una vida tranquila, pacífica y familiar” que nos dejaría en la banquina del otro camino. Si agregamos a ello que, para el sector familiar y social en el que nos desenvolvemos, ese logro se presenta como la realidad de un fracaso. Tanto para quien, por su poca vocación por la lucha social que impone el éxito, o por sus incapacidades para presentarse a ese combate, queda lejos del logro propuesto por la sociedad burguesa. Reflexiona el Profesor:

No es casualidad que el neoliberalismo haya equiparado el éxito profesional con la realización personal, cosa que no conduce más a una neo-esclavitud aunque, quien haya ingresado a la jaula de oro se crea ser libre. Sin embargo, la sabiduría china parece tenerlo todo previsto  porque la segunda de las maldiciones dice, precisamente, que “Ojalá que tus deseos se cumplan”.

Por ello, amigo lector, me atrevo a agregar a estos comentarios, aunque pueda parecer yo un vendedor que propuso el recorrido de estos razonamientos, o los aprovecha, para ofrecer mi mercadería: es decir, ofrecerle el pensamiento filosófico  como un instrumento útil y necesario, además como una oportunidad, por única vez, que no debe desaprovechar y lo hago en forma gratuita, salvo el esfuerzo de leerme. Pasemos a una primera reflexión:

En la vida y en la política hay que saber distinguir entre hacerse ilusiones y tener ilusiones, lo que implica partir del principio de realidad y de una actitud activa de pelear por cambiarla. Con un agregado: la tarea es colectiva, porque nadie se salva solo. A veces se consigue conectando con sus intereses, otras con el amor al conocimiento en sí mismo, con el sapere aude, (atrévete a saber) de Horacio [1] (65 a 8 a. C), aunque el verbo latino “sapio” une el «saber» a la idea de «saborear» y, de ahí, la de «juzgar»: lo que es bueno y lo que es malo. Esto le da a la frase otra profundidad: nos deposita en una reflexión más abarcadora y profunda:

«En estos tiempos de crisis y de políticas conservadoras, lo malo no es solo que te quiten los derechos, e incluso las libertades; lo peor es que te roben los sueños. Son tiempos de desesperanza, las promesas de un mejor futuro tienen poca credibilidad y es más difícil que nunca motivar. Los ejemplos de personas conocidas con un alto nivel de estudios que están sin trabajo o se han tenido que emigrar, tienen un efecto demoledor. Más aún en los barrios humildes y populares, donde la desocupación y las dificultades económicas azotan a las familias».

Contra el desánimo, propongo la filosofía. No porque esta le ofrezca soluciones o algunas pautas respecto de cómo se debe comportar en esta situación. El desánimo no se combate negando una realidad abrumadora de desocupación, de precariedad, subida de los precios, y tantas otras que Ud. cono tanto o mejor que yo. Sin embargo, a pesar de todo ello le propongo leer otras notas mías que complementan lo dicho acá, que puede encontrar en la página www.ricardovicentelopez, Sección Reflexiones políticas, números: 88 y 89, La necesidad de comprender el mundo actual.

[1] Fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina.-

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