On ne tue point les ideés (Las ideas no se matan)
Por Juan Pablo Ledo*
Un 2 de abril de 1982, el gobierno de facto argentino, presidido por Leopoldo Fortunato Galtieri decide de forma unilateral el desembarco de tropas en las Islas Malvinas, desatando así una de las masacres más recordadas por nuestro país. La idea de recuperar las Islas usurpadas por el Reino Unido desde 1833 fue el motor que motivo a este dictador a declarar la guerra a los ingleses. El pueblo argentino, por aquel entonces, vivía tiempos totalmente alejados de una democracia republicana donde la única religión que se profesaba era “la desolación, el miedo y el sometimiento militar e ideológico”. La economía y la sociedad estaban divorciadas y la política era un tipo de “muerto político” alejado de la verdad.
El anuncio efectuado por Galtieri sobre el desembarco de tropas argentinas en las islas, intentaba disuadir la gravísima situación socio económica a la que había conducido su gobierno. Ocho días después de esta inaceptable acción militar se escuchó su discurso en una Plaza de Mayo repleta de agentes sociales y económicos, exaltados, y hasta emocionados: “Acá están reunidos obreros, empresarios, intelectuales, todos los órdenes de la vida nacional, en unión nacional, en procura del bienestar del país y su dignidad. Que sepa el mundo, América, que un pueblo con voluntad como el pueblo argentino: Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla” (arenga del pueblo).
El Gobierno de facto jugó sus últimas cartas, donde le valió la muerte de cientos de soldados, entre ellos, jóvenes de apenas 18 años inexpertos, carentes de recursos necesarios para enfrentar una guerra ante la potente Inglaterra, sumado a un enemigo duro de batir: las heladas temperaturas y los vientos del sur Argentino. Nuestros héroes dejaron su sangre en una guerra sin sentido, guiada sólo por el afán de alivianar el dolor de un pueblo abatido por el hambre, la desigualdad y un futuro desalentador.
No olvidaremos la cuota de responsabilidad que tuvieron algunos hermanos argentinos, alentados por una pasión inconsciente, celebrando el discurso de Galtieri frente a la emblemática Plaza de Gobierno: “La hidalguía del pueblo Argentino, en esta histórica Plaza de Mayo (..), hace tender la mano al adversario, pero que esto no se interprete como debilidad (…) si es necesario, este pueblo que yo trato de interpretar como Presidente de la Nación (silbidos del pueblo) va a estar dispuesto (…) también a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado de territorio argentino” (arenga del pueblo).
La Dictadura llegaba a su decadencia con la pérdida de la guerra. Y el pueblo cargaba una vez más con las consecuencias de malas decisiones.
Hoy, que pareciéramos disfrutar de una “democracia republicana”, tenemos la gran oportunidad de parar la pelota. Saber que, en nuestras manos está el poder de elegir. Y también es nuestra responsabilidad exigirles a quienes detentan el poder: capacidad, honestidad, idoneidad, devoción por la patria y por la lucha de los intereses nacionales.
A día de hoy ningún dirigente ha podido/querido enderezar la brecha entre ricos y pobres, entre intelectuales e ignorantes. ¿Qué ha faltado entonces? Ha faltado un pueblo a la altura de las circunstancias. Ha faltado prepararnos para competirle a esta dirigencia de paupérrima preparación política. También hoy, mueren a diario “potenciales héroes nacionales” en mi querido país. Ellos son quienes no pueden comer, quienes no poseen mínimos recursos para vivir, quienes no gozan de una educación digna e igualitaria, quienes no llegan a un salario acorde a la inflación, quienes se prepararon para ocupar cargos superiores pero no tienen cupo de ingreso.
Pueblo argentino, “On ne tue point les idees”, (las ideas no se matan). Tengamos ideas, pero de las buenas. Empecemos por formar a nuestros niños para que sean nuestros héroes de la patria. Por aquellos muertos malvinenses, por nosotros, por la Argentina. Viva la patria… VIVA
*Juan Pablo Ledo es abogado (UBA), escritor, Primer Bailarín del Teatro Colón
Twitter: @jpledo
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