Nuevo ataque a la cristiandad: atentados a iglesias en Sri Lanka con más de 200 muertos se suma a una ola de atentados globales

Los ataques contra el cristianismo no cesan en el mundo. En este domingo de Pascua una serie de atentados en Sri Lanka, que incluyeron a tres templos católicos, dejaron más de 200 muertos. Seguramente algún grupo fundamentalista se atribuirá la autoría, pero cabe recordar que estas organizaciones pseudo-islámicas son en realidad creaciones de servicios de inteligencia internacionales, como la CIA, el MI6 y el Mossad. Con este tipo de ataques el poder global logra objetivos varios, no solo el sacrificio de cientos de seres humanos, también enfrentar a cristianos con musulmanes.

De acuerdo a un informe de la asociación internacional Open Doors (Puertas Abiertas), solo en 2018 hubo 1.847 iglesias fueron atacadas y 4.305 personas en el mundo por profesar su fe cristiana.

En los últimos meses hubo, solo en Francia, 12 iglesias católicas atacadas, en una ola que tuvo como coronación el incendio aún no esclarecido de la catedral de Notre Dame para el inicio de la Semana Santa.

Cuasi premonitoriamente, el papa Francisco había afirmado el pasado domingo de Ramos: “En los momentos de oscuridad y de gran tribulación hay que callar, tener el valor de callar, siempre que sea un callar manso y no rencoroso. La mansedumbre del silencio hará que parezcamos aún más débiles, más humillados, y entonces el demonio, animándose, saldrá a la luz. Será necesario resistirlo en silencio, manteniendo la posición, pero con la misma actitud que Jesús (…) El silencio de Jesús en su Pasión es impresionante. Vence también a la tentación de responder, de ser mediático”.

En Sri Lanka, este domingo de Pascua, múltiples explosiones se registraron en cuatro hoteles y tres iglesias (una en San Antonio de Colombo, otra en la iglesia San Sebastián de Negombo, al norte de la capital, y la tercera en una iglesia de Batticaloa, en el este de la isla), provocando al menos 207 muertos, entre ellos 35 extranjeros, y casi 450 heridos.

Es claro que planificar y coordinar 7 ataques simultáneos no es una tarea de improvisados. Este tipo de grupos actuan con la cobertura de servicios de inteligencia mucho más preparados.

Según la agencia AFP, el 11 de abril pasado, el jefe de la policía de Sri Lanka, Pujuth Jayasundara, había alertado que un grupo musulmán radical planeaba ataques suicidas contra “iglesias importantes” y detalla también que “una agencia de inteligencia extranjera ha señalado que el NTJ (National Thowheeth Jama’ath) planea llevar a cabo ataques suicidas contra iglesias importantes así como la embajada india en Colombo”. Por lo que tanto la agencia internacional France Press, como la “agencia de inteligencia” que cita, ya orientan a involucrar en el hecho a un grupo radicalizado islámico, esos que esas mismas “agencias de inteligencia” han venido promoviendo. Sin embargo, las amplísimas mayorías musulmanas repudian estos hechos.

“No logro imaginar como un ser humano pueda atacar a personas pacíficas durante su día de fiesta”, comentó el gran imán sunnita de Al Azhar, el jeque Ahmed al Tayeb, a través del Twitter de la institución. “El instinto de estos terroristas contradice los preceptos de todas las religiones”, agregó.

El gobierno de Irán también condenó el hecho: “El crimen de hoy demostró una vez más que el odiado fenómeno del terrorismo se ha convertido en un problema global, independientemente de toda frontera, raza, nacionalidad o religión, y que solo puede ser erradicado con la voluntad de hierro de todos los países”.

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, denunció atentados “horribles y criminales”. “El terrorismo se extiende como una epidemia en el mundo entero”, constató, y llamó a “los países del mundo a cooperar para erradicar el terrorismo”.

“He recibido con tristeza la noticia de los graves atentados que, justo hoy, día de Pascua, han llevado luto y dolor en algunas iglesias y otros lugares de Sri Lanka. Deseo manifestar mi afectuosa cercanía a la comunidad cristiana, atacada mientras se encontraba recogida en oración y a todas las víctimas de tan cruel violencia. Confío al Señor los que han desaparecido trágicamente y rezo por los heridos y todos los que sufren por este dramático evento”, dijo el papa Francisco, ante 70.000 personas desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Si gran parte de estos ataques provienen, en última instancia, de servicios de inteligencia internacionales como los ya citados, es menester preguntarse por los motivos que tiene el poder para impulsarlos.

Desde la caída de la URSS, el sistema capitalista logró la hegemonía planetaria, por lo que buscó un enemigo ficticio reemplazante y tras la caída de las Torres Gemelas, lo encontró con la financiación del terrorismo islámico. La ventaja de este enemigo es su ubicuidad, puede aparecer en cualquier lado, atemorizar a las poblaciones, favorecer como respuesta mayores controles de seguridad (cámaras en todas las esquinas, crecientes bases de datos biométricos de los individuos, inteligencia artificial para reconocimiento facial, bases de adn, geolocalización, etc.), o que nos termina conduciendo hacia una gobernanza global con formas propias de la novela distópica de Orwell, 1984. Por otro lado, resulta la excusa perfecta para sostener el enorme gasto militar en guerras inventadas en Medio Oriente.

En un nivel más profundo, la Iglesia Católica, hegemónica durante la Edad Media, viene siendo el factor de poder a desplazar por el poder financiero de los grandes bancos internacionales durante los últimos siglos. Este histórico enfrentamiento asumió distintas formas. El Imperio Británico, aliado a la banca internacional, usó a la Masonería para instalar reformas anti-clericales en todo Occidente durante los siglos XIX y XX. EEUU impulsó la aparición de  sectas evangélicas en América Latina para desplazar al catolicismo. Logias luciferinas, como Skull and Bones, y otras órdenes secretas del poder mundial se solazan al ver los enfrentamientos ingenierizados entre católicos y musulmanes y los holocaustos sacrificiales en que terminan los mismos.

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